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Lazarillo de Tormes

by Alfredo Rodríguez López-Vázquez (Volume editor)
©2020 Others 172 Pages

Summary

En esta edición proponemos un nuevo texto del Lazarillo de Tormes basado en la evidencia de que existen dos transmisiones distintas: en 1553 en Amberes, y una prínceps en 1550 probablemente en Amberes o Estrasburgo. Proponemos además la autoría de la obra para Francisco de Enzinas, traductor de Luciano, del Nuevo Testamento y de siete libros del Antiguo Testamento, así como de obras de Plutarco, Cicerón y Tito Livio. Se relaciona la intención de la obra con el pensamiento de la Reforma Protestante y se aporta material probatorio que explica las razones por las que la Inquisición prohibió el libro en 1559, y lo censuró en 1573.

Table Of Contents

  • Cubierta
  • Título
  • Copyright
  • Sobre el autor
  • Sobre el libro
  • Esta edición en formato eBook puede ser citada
  • PRÓLOGO DEL AUTOR A UN AMIGO SUYO
  • PRÓLOGO
  • Apuleius, Lucianus, Lazarillus
  • La edición de Aribau coteja las ediciones de Amberes 1553 y Amberes 1554
  • El significado del episodio censurado del fraile de la Merced
  • Las argumentaciones objetivas de tipo lingüístico
  • Forma, función y significación del Lazarillo y su continuación de Amberes
  • Omisiones, interpolaciones y censura; la Inquisición contra el Lazarillo
  • La génesis del Lazarillo en los años del Concilio de Trento
  • Francisco de Enzinas y las dos partes del Lazarillo
  • La traducción de Tito Livio y sus coincidencias léxicas con el Lazarillo
  • Los distintos significados del Lazarillo
  • Elementos metodológicos para la recomposición del estema
  • La importancia de las traducciones francesas, holandesas y alemanas
  • Las traducciones de Luciano hechas por Enzinas y por Jarava
  • La segunda parte del Lazarillo y el problema de su autoría
  • Hacia un estema complejo: clados y rizomas
  • List of Illustrations
  • BIBLIOGRAFÍA

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PRÓLOGO DEL AUTOR A UN AMIGO SUYO1

Yo por bien tengo que cosas tan señaladas y por ventura nunca oídas ni vistas vengan a noticia de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y a los que no ahondaren tanto los deleite. Y a este propósito dice Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena.2 Mayormente3 que los gustos no son todos unos, mas lo que uno no come, otro se pierde4 por ello. Y así vemos cosas tenidas en poco de algunos, que de otros no lo son. Y esto para5 que ninguna cosa se debería romper ni echar a mal, si muy detestable6 no fuese, sino que a todos se comunicase, mayormente siendo sin perjuicio y pudiendo sacar de ella algún fruto, porque, si así no fuese, muy pocos escribirían para uno solo, pues no se hace sin trabajo y quieren, ya que lo pasan, ser recompensados, no con dineros mas con que vean y lean sus obras y, si hay de qué, se las alaben. Y a este propósito dice Tulio: “La honra cría las artes”.7 ¿Quién piensa que el soldado que es primero del escala8 tiene más aborrecido el vivir? No por cierto, mas el deseo de alabanza le hace ponerse al peligro, y así en las artes y letras es lo mismo. ←7 | 8→Predica muy bien el presentado y es hombre que desea mucho el provecho de las ánimas, mas pregunten a su merced si le pesa cuando le dicen: “¡Oh, qué maravillosamente lo ha hecho Vuestra Reverencia!”. Justó muy ruinmente el señor don Fulano y dio el sayete de armas al truhán porque lo loaba de haber llevado muy buenas lanzas: ¿qué hiciera si fuera verdad? Y todo va de esta manera, que confesando yo no ser más santo que mis vecinos, de esta nonada que en este grosero estilo escribo no me pesará que hayan parte y se huelguen con ello todos los que en ella algún gusto hallaren, y vean que vive un hombre con tantas fortunas,9 peligros y adversidades.

Suplico a Vuestra Merced reciba el pobre servicio de mano de quien lo hiciera más rico si su poder y deseo se conformasen10. Y pues V.M. escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso, parecióme no tomarlo por el medio, sino del principio, porque se tenga entera noticia de mi persona y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando salieron a buen puerto.

Pues sepa Vuestra Merced, ante todas cosas, que a mí me11 llaman Lázaro de Tormes, hijo de Tomé González y de Antona12 Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tomé el sobrenombre y fue de esta manera: mi padre, que Dios perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña13 que está ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años, y estando mi madre una noche en la aceña preñada de mí, tomole el parto y pariome allí, de manera que con verdad me puedo decir nacido en el río.

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Pues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, por lo cual fue preso y confesó y no negó y padeció persecución por justicia.14 Espero en Dios que está en la gloria, pues el Evangelio los llama bienaventurados.

En este tiempo se hizo cierta armada contra moros, entre los cuales15 fue mi padre, que a la sazón estaba desterrado por el desastre ya dicho, con cargo de acemilero16 de un caballero que allá fue, y con su señor, como leal criado, feneció su vida.

Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determinó arrimarse a los buenos, por ser uno de ellos, y vínose a vivir a la ciudad y alquiló una casilla y metiose a guisar de comer a ciertos estudiantes y lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del Comendador de la Magdalena, de manera que, frecuentando las caballerizas, ella y un hombre moreno de aquellos que las bestias curaban vinieron en conocimiento.17 Éste algunas noches se venía a nuestra casa y se iba a la mañana. Otras veces de día llegaba a la puerta, en achaque de comprar huevos18, y entrábase en casa. Yo, al principio de su entrada, pesábame con él y habíale miedo, viendo el color y mal gesto19 que tenía, mas desque vi que con su venida mejoraba el comer, fuile queriendo bien, porque siempre traía pan, pedazos de carne y, en el invierno, leños a que nos calentábamos. De manera que, continuando la posada y conversación, mi madre vino a darme de él un negrito muy ←9 | 10→bonito, el cual yo brincaba y ayudaba a acallar.20 Y acuérdome que, estando el negro de mi padrastro trebejando con el mozuelo, como el niño veía a mi madre y a mí blancos y a él no, huía de él con miedo para mi madre y, señalando con el dedo, decía:

¡Mamá,21 coco!

Respondió él, riendo:

¡Oh, hideputa ruín!22

Yo, aunque bien mochacho, noté aquella palabra de mi hermanico y dije entre mí: “¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros, porque no se ven a sí mismos!23”.

Quiso nuestra fortuna que la conversación del Zaide, que así se llamaba, llegó a oídos del mayordomo y, hecha pesquisa, hallóse que la mitad por medio de la cebada que para las bestias le daban, hurtaba, y salvados, leña, almohazas, mandiles y las mantas y sábanas de los caballos hacía perdidizas y cuando otra cosa no podía24, las bestias desherraba y con todo esto acudía a mi madre para criar a mi hermanico. No nos maravillemos de un clérigo ni de un fraile porque el uno ←10 | 11→hurta de los pobres y el otro de casa para sus devotas y para ayuda de otro tanto, cuando al pobre esclavo el amor le animaba a esto.25 Y probósele cuanto digo y aun más, porque a mí con amenazas me preguntaban y, como niño, respondía y descubría cuanto sabía con miedo, hasta ciertas herraduras que, por mandado de mi madre, a un herrero vendí.

Al triste de mi padrastro azotaron y pringaron26, y a mi madre pusieron pena por justicia, sobre el acostumbrado centenario27, que en casa del sobredicho Comendador no entrase ni al lastimado Zaide en la suya acogiese.

Por no echar la soga tras el caldero,28 la triste se esforzó y cumplió la sentencia y, por evitar peligro y quitarse de malas lenguas, se fue a servir a los que al presente29 vivían en el mesón de la Solana. Y allí, padeciendo mil importunidades, se acabó de criar mi hermanico hasta que supo andar. Ya yo era buen mozuelo, que iba a los huéspedes por vino y candelas y por lo demás que me mandaban.30

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Asiento de Lázaro con el ciego.31

En este tiempo vino a posar al mesón un ciego el cual, pareciéndole que yo sería32 para adestrarle, me pidió a mi madre y ella me encomendó a él, diciéndole cómo era hijo de un buen hombre, el cual, por ensalzar la fe, había muerto en la de los Gelves33 y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre ←12 | 13→y que le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano. Él respondió que así lo haría y que me recibía, no por mozo sino por hijo. Y así yo comencé a servir y a adestrar a mi nuevo y viejo amo.

Como estuvimos en Salamanca algunos días, pareciéndole a mi amo que no era la ganancia a su contento, determinó irse de allí y cuando nos hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre y, ambos llorando, me dio su bendición y dijo:

Hijo, ya sé que no te veré más. Procura de ser bueno y Dios te guíe. Criado te he y con buen amo te he puesto; válete por ti.

Y así me fui para mi amo, que esperándome estaba.

Salimos de Salamanca y, llegando a la puente, está a la entrada de ella un animal que casi tiene forma de toro, y el ciego mandóme que llegase cerca del animal y, allí puesto, me dijo:

Lázaro, llega el oído a este toro y oirás gran ruido dentro de él.

Yo, simplemente, llegué, creyendo ser así, y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me turó34 el dolor de la cornada, y díjome:

Necio, aprende; que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo.

Y rió mucho de la burla.

Pareciome que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba, y dije entre mí: “Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues soy solo, y pensar cómo me sepa valer.” Comenzamos nuestro camino y en muy pocos días me mostró jerigonza35 y, como me viese de buen ingenio, holgábase mucho y decía:

Yo oro ni plata no te lo puedo dar,36 mas avisos para vivir muchos te mostraré. Y fue así que, después de Dios, éste me dio la vida y, siendo ciego, me alumbró y adestró en la carrera del vivir. Huelgo de contar a Vuestra Merced estas niñerías para mostrar cuánta virtud sea saber los hombres subir siendo bajos y dejarse bajar siendo altos, cuánto vicio.

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Pues tornando al bueno de mi ciego y contando sus cosas, vuestra merced sepa que, desde que Dios crió el mundo, ninguno formó más astuto ni sagaz. En su oficio era un águila: ciento y tantas oraciones sabía de coro37; un tono bajo, reposado y muy sonable, que hacía resonar la iglesia donde rezaba, sin hacer gestos ni visajes con boca ni ojos, como otros suelen hacer. Allende de esto, tenía otras mil formas y maneras para sacar el dinero. Decía saber oraciones para muchos y diversos efectos: para mujeres que no parían, para las que estaban de parto, para las que eran malcasadas, que sus maridos las quisiesen bien. Echaba pronósticos a las preñadas, si traían hijo o hija. Pues en caso de medicina Galeno no supo la mitad que él para muelas, desmayos, males de madre.38 Finalmente nadie le decía padecer alguna pasión que luego39 no le decía:

Haced esto, haréis estotro, coged tal hierba, tomad tal raíz.

Con esto andábase todo el mundo tras él, especialmente mujeres, que cuanto les decía creían. De éstas sacaba él grandes provechos con las artes que digo y ganaba más en un mes que cien ciegos en un año. Mas también quiero que sepa vuestra merced que, con todo lo que adquiría y tenía, jamás tan avariento ni mezquino hombre no vi, tanto que me mataba a mí de hambre y a sí no se remediaba de lo necesario. Digo verdad: si con mi sotileza y buenas mañas no me supiera remediar, muchas veces me finara de hambre, mas con todo su saber y aviso le contraminaba de tal suerte que siempre, o las más veces, me cabía lo más y mejor. Para esto le hacía burlas endiabladas, de las cuales contaré algunas, aunque no todas a mi salvo.40

Él traía el pan y todas las otras cosas en un fardel de lienzo que por la boca se cerraba con una argolla de hierro y su candado y llave y al meter de las cosas y sacarlas era con tanta vigilancia y tan por contadero41 que no bastara todo el mundo a hacerle menos una migaja, mas yo tomaba aquella lazeria que él me ←14 | 15→daba, la cual en menos de dos bocados era despachada. Después que cerraba el candado y se descuidaba, pensando en que yo estaba entendiendo en otras cosas, por un poco de costura, que muchas veces del un lado del fardel descosía y tornaba a coser, sangraba el avariento fardel, sacando, no por tasa pan, mas buenos pedazos, torreznos y longaniza. Y así buscaba conveniente tiempo para rehacer no la chaza,42 sino la endiablada falta que el mal ciego me faltaba.

Details

Pages
172
Year
2020
ISBN (PDF)
9783631816769
ISBN (ePUB)
9783631816776
ISBN (MOBI)
9783631816783
ISBN (Hardcover)
9783631813164
DOI
10.3726/b16738
Language
Spanish; Castilian
Publication date
2020 (April)
Published
Berlin, Bern, Bruxelles, New York, Oxford, Warszawa, Wien, 2020. 172 p., 6 il. blanco/negro, 1 tablas.

Biographical notes

Alfredo Rodríguez López-Vázquez (Volume editor)

Alfredo Rodríguez López-Vázquez (Valladolid, 1950) es catedrático de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad de A Coruña, y editor y traductor de obras de Luciano de Samósata, y de varias obras del Siglo de Oro español tales como El Crotalón, el Viaje de Turquía, y la Segunda Parte del Lazarillo de Tormes.

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