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Ecología de la desinformación y su impacto en el espacio público

by Guillermo López García (Volume editor)
©2023 Textbook X, 198 Pages

Summary

Pocos conceptos han adquirido un carácter más polisémico y omnipresente en los últimos tiempos, en una esfera que excede los estudios de comunicación, que el de desinformación. La desinformación se ha convertido en un compañero de viaje aparentemente inevitable de la comunicación en sí, y con ello ha interferido en todo tipo de procesos políticos, económicos y sociales.
Este libro se propone analizar cómo afecta la desinformación, en sus diversas acepciones, a la configuración y el funcionamiento del ecosistema comunicativo. El objetivo es desarrollar una reflexión teórica que permita ofrecer una visión panorámica de los principales cambios que ha experimentado el sector y que propician un incremento y/o diversificación de la desinformación. El lector interesado en el análisis de la desinformación encontrará aquí un conjunto de reflexiones teóricas que entendemos valiosas, como conjunto y también consideradas aisladamente. Se trata de análisis que parten de una revisión crítica de la literatura, fundamentalmente ubicada en el ámbito específico de la comunicación política, pero con ramificaciones en campos conexos, como la historia de la comunicación o la estructura de los medios de comunicación y las industrias culturales. Dichos análisis, además, a menudo conllevan propuestas metodológicas específicas para abordar el estudio de la desinformación en planos hasta ahora poco explorados.

Table Of Contents

  • Cubierta
  • Título
  • Copyright
  • Sobre el editor
  • Sobre el libro
  • Esta edición en formato eBook puede ser citada
  • Índice
  • Lista de ilustraciones
  • Agradecimientos
  • 1. Introducción: Comunicación y desinformación (Guillermo López García)
  • 2. La estructura de la producción del discurso político. The war room: versión española (Josep Gavaldà Roca)
  • 3. Sesgos cognitivos, tribus morales y espacio social como condicionantes de la desinformación (Lidia Valera-Ordaz y Marina Requena-i-Mora)
  • 4. Dimensiones estructural, económica y pragmática de la crisis de la (des)información (Dafne Calvo, Germán Llorca-Abad y Lorena Cano-Orón)
  • 5. La televisión ante la desinformación: historia, géneros y difusión (Àlvar Peris-Blanes, Juan Pecourt, Adolfo Carratalá y Sebastián Sánchez-Castillo)
  • 6. Desinformación y principios profesionales. Una aproximación cualitativa a los desafíos para periodistas y verificadores (Dolors Palau-Sampio y Dafne Calvo)
  • 7. La deconstrucción de la información: tipologías de desinformación en redes sociales (Lorena Cano-Orón, Dafne Calvo, Rosanna Mestre y Marta Meneu)
  • 8. Mentiras, ideología y medios sociales. Topografía de la desinformación en la comunicación política digital (Vicente Fenoll y José Gamir-Ríos)
  • 9. La mentira antes de la posverdad. Desinformación y propaganda (Antonio Laguna-Platero y Francesc-Andreu Martínez-Gallego)
  • 10. De la verdad como ideal a la posverdad como realidad (Antonio Laguna-Platero y Francesc-Andreu Martínez-Gallego)
  • Acerca de las y los autores
  • Obras publicadas en la colección

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Agradecimientos

Este libro se ha desarrollado en el marco de los proyectos “Ecología de la desinformación: la construcción de las noticias falsas y su impacto en el espacio público”, financiado por la Conselleria de Innovación, Universidades, Ciencia y Sociedad Digital de la Generalitat Valenciana (2020–2021). Referencia AICO2020/224. “Flujos de desinformación, polarización y crisis de la intermediación mediática”. Proyecto financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (2021–2024). Referencia PID2020-113574RB-I00.

Capítulo 1 Introducción: Comunicación y desinformación

GUILLERMO LÓPEZ GARCÍA

(Universidad de Valencia)

Este libro se propone analizar cómo afecta la desinformación, en sus diversas acepciones, a la configuración y el funcionamiento del ecosistema comunicativo. El objetivo es desarrollar una reflexión teórica que permita ofrecer una visión panorámica de los principales cambios que ha experimentado el sector y que propician un incremento y/o diversificación de la desinformación. El lector interesado en el análisis de la desinformación encontrará aquí un conjunto de reflexiones teóricas que entendemos valiosas, como conjunto y también consideradas aisladamente. Se trata de análisis que parten de una revisión crítica de la literatura, fundamentalmente ubicada en el ámbito específico de la comunicación política, pero con ramificaciones en campos conexos, como la historia de la comunicación o la estructura de los medios de comunicación y las industrias culturales. Dichos análisis, además, a menudo conllevan propuestas metodológicas específicas para abordar el estudio de la desinformación en planos hasta ahora poco explorados.

Pocos conceptos han adquirido un carácter más polisémico y omnipresente en los últimos tiempos, en una esfera que excede los estudios de comunicación, que el de desinformación. La desinformación se ha convertido en un compañero de viaje aparentemente inevitable de la comunicación en sí, y con ello ha interferido en todo tipo de procesos políticos, económicos y sociales.

Se han escrito y continúan escribiéndose múltiples definiciones, que atañen a facetas diversas de lo que entendemos como desinformación, y que además a menudo no solo son contradictorias, sino que resultan contrapuestas, dado que ←1 | 2→en esencia, al menos en parte, la noción de lo que es desinformación depende del punto de vista que se adopta, y quienes desinforman a menudo lo hacen pensando que así compensan la desinformación del contrario.

Una primera delimitación útil del concepto nos la aportan Wardle y Derakhshan (2017), que analizan el campo de los desórdenes informativos estableciendo tres posibles tipos de desórdenes (en inglés): mis-, dis- and mal-information. La misinformation se genera cuando se difunde información falsa, pero de manera inintencionada, por error; la disinformation se produce cuando la difusión de información se produce a conciencia, con el objetivo de inducir a error al receptor (esto es, de desinformar); y finalmente, mal-information alude a la difusión de información veraz, pero difundida con el objetivo de hacer daño, generalmente por la vía de difundir en la esfera pública información perteneciente al ámbito de lo privado. Esto es, cuando se intenta socavar la reputación de alguien mediante escándalos que afectan a su intimidad (Thompson, 2001).

En este libro adoptamos una definición de desinformación que excede el énfasis que se ha puesto, por parte de algunos investigadores, así como muchos dirigentes políticos y medios de comunicación, en el fenómeno específico de las noticias falsas o fake news. Creemos, con Bennett y Livingston (2018), que acotar la discusión en torno a este último concepto tiende a enmarcar el problema como una serie de incidentes aislados, que pueden abordarse y enmendarse mediante la labor de verificación periodística o fact-checking. Por el contrario, el concepto de desinformación se refiere a la disrupción sistemática de los flujos de información mediante engaños, falsedades e inconcreciones que pueden parecer muy creíbles para quienes los consumen, y que tienen un efecto significativo sobre la esfera pública en su conjunto.

No puede decirse, en absoluto, que la desinformación sea un producto del mundo contemporáneo, puesto que encontramos múltiples antecedentes históricos, también remotos en el tiempo, en donde la difusión de informaciones falsas o inexactas con el propósito de conseguir un determinado objetivo constituía una parte significativa del propio proceso o conflicto que se estuviera dirimiendo. Como ahora, entonces la información era un recurso valiosísimo para los poderosos. Dosificar la información, ocultar y mostrar bajo una determinada luz, era y es uno de los elementos más importantes de la acción del poder. Pero quien dice información también dice desinformación, pues ambos conceptos van ligados. Rumores, bulos, mentiras, información sesgada o inexacta… En resumen: desinformación. Tanto intencionada como producto de diversos errores. El problema ha existido siempre. Es imposible que el conjunto del público reciba directamente todos los acontecimientos que configuran la agenda pública; y aunque no fuera así, tampoco está claro que el público recibiera la información de la misma manera, pues al analizarla e interpretarla también tienen mucho peso sus opiniones previas, sus filias y fobias, su experiencia vivida… Casi siempre que hay información, ←2 | 3→es posible que se genere desinformación. Y si los intermediarios ponen de su parte, voluntaria o involuntariamente, para desinformar, mucho más.

Esta situación se ha incrementado exponencialmente en los últimos años. Más que la presencia efectiva de la desinformación, la sensación de que la desinformación está cada vez más presente y genera más problemas. En parte, esto es así por efecto de las nuevas tecnologías, que han posibilitado que se multipliquen las fuentes de emisión de información y los canales por los que llega información al público. Si en el pasado el público recababa su información a través de los medios de comunicación, intermediarios imprescindibles, ahora los medios se ven en el centro de un sistema mucho más complejo, del que participan los actores políticos y sociales, que pueden hacer llegar directamente sus mensajes, eludiendo a los medios.

El caso del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, es ilustrativo: Trump emitía constantemente desinformación, pero no lo hacía tanto mediante declaraciones a los medios, sino a través de su cuenta de Twitter. No parecía importar demasiado a su público que dichos medios, en su mayoría, se afanasen para desmentir las continuas mentiras de Trump, pues los públicos también se han ido especializando y reuniendo en torno a espacios en los que se encuentran cómodos. Trump tenía su público y sus medios afines, y fuera de esa esfera poco importaba lo que se analizasen sus mensajes y acciones. La cosa llegó al extremo surrealista de la invasión del Capitolio en enero de 2021 por parte de seguidores de Trump alentados por parte del, en esos momentos, aún presidente; una acción, en sí, producto de años de desinformación continua por parte de Trump y su entorno comunicativo. Y, para mitigar el daño que había hecho y podía seguir haciendo Trump, se le vedó el acceso a las redes sociales, es decir: su posibilidad de desinformar directamente, sin la molesta intermediación mediática.

Las maniobras desinformadoras de Trump todos estos años han sido notorias, a menudo obscenamente claras. Pero es interesante constatar que el discurso del propio Trump, y de los suyos, también se basa en denunciar continuamente la desinformación de los demás. Trump habla para un público que le apoya, quiere creer, y está dispuesto a leer las cosas en un sentido que para el observador externo a menudo resulta incomprensible. Este mismo fenómeno puede constatarse en torno a otros procesos contemporáneos en donde la desinformación ha tenido un papel relevante, como el referéndum del Brexit, procesos electorales en países como Brasil, o más recientemente –en el momento de escribir estas líneas– en conflictos bélicos como la invasión rusa de Ucrania.

La desinformación ha proliferado por vías muy diversas. Sin duda, el afloramiento de todo tipo de fuentes y vías de difusión de información es territorio fértil para dar lugar a todo tipo de mensajes que generan desinformación: porque son falsos, pero nos llegan por una vía fiable; o son reales, pero descontextualizados; ←3 | 4→o vienen unidos con una interpretación sesgada que enmarca nuestra visión del mundo.

El público, por un lado, a menudo “quiere creer” lo que le están contando, porque es afín al contexto ideológico, cultural o incluso generacional del emisor. Por ejemplo, lanzar un bulo sobre menores inmigrantes que se vinculan con la delincuencia, como hacen constantemente ciertos partidos políticos, programas de televisión y cuentas en redes sociales, puede dar muy buenos resultados en según qué entornos socioculturales e ideológicos. E incluso aunque el público rechace estos mensajes, los identifique como desinformación, también ahí la desinformación puede alcanzar ciertos objetivos: que se hable de lo que ellos destacan, aunque sea para desmentirlo, porque al fin y al cabo logran su objetivo primordial, que es ubicar en el centro del debate las cuestiones que les interesan.

Details

Pages
X, 198
Year
2023
ISBN (PDF)
9781433186226
ISBN (ePUB)
9781433186233
ISBN (MOBI)
9781433186240
ISBN (Softcover)
9781433186349
ISBN (Hardcover)
9781433186219
DOI
10.3726/b20308
Language
Spanish; Castilian
Publication date
2023 (March)
Keywords
espacio público esfera pública desinformación fake news opinión pública flujos de comunicación comunicación política medios de comunicación Ecología de la desinformación y su impacto en el espacio público Guillermo López García redes sociales
Published
New York, Berlin, Bruxelles, Lausanne, Oxford, 2023. X, 208 pp., 17 b/w ill, 2 tables.

Biographical notes

Guillermo López García (Volume editor)

Guillermo López García es Catedrático de Periodismo en la Universidad de Valencia. Investiga el impacto de los nuevos medios y formas de la comunicación en el proceso de comunicación política y en la configuración de la esfera pública. Dirige el grupo de I+D Mediaflows (www.mediaflows.es).

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