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Creación y traducción en la España del siglo XIX

by Francisco Lafarga (Volume editor) Luis Pegenaute (Volume editor)
©2015 Edited Collection 491 Pages

Summary

Este volumen se propone avanzar en el conocimiento de la actividad traductora desarrollada por escritores españoles del siglo XIX. Se insiste en los motivos que los indujeron a realizar tal actividad: como herramienta de aprendizaje literario o como resultado de su interés en la introducción o adaptación de una nueva corriente literaria. También se analizan las traducciones por ellos realizadas. El objeto es comprobar hasta qué punto estas traducciones determinaron su propia producción posterior o si, por el contrario, fue su propia poética personal la que influyó de forma decisiva en el modo de traducir.

Table Of Contents

  • Cubierta
  • Título
  • Copyright
  • Sobre el editors
  • Sobre el libro
  • Esta edición en formato eBook puede ser citada
  • Índice
  • Presentación
  • La actividad traductora en La Lectura para todos (1859-1861)
  • La fille Elisa en España: el nacimiento de la novela filosófico-fisiológica
  • Guillermo Belmonte Müller: un traductor romántico
  • Emilia Pardo Bazán ante Pierre Loti: el prólogo a la traducción de Ramuntcho
  • La literatura “popular” europea en la España decimonónica: las traducciones de Joaquina García Balmaseda para La Correspondencia de España (1861-1884)
  • Las “imitaciones” portuguesas de Gertrudis Gómez de Avellaneda para la Revista Peninsular
  • Benito Pérez Galdós traductor de Dickens: diálogo literario y estético
  • Relación de la labor traductora de Nemesio Fernández Cuesta con el resto de su obra escrita
  • José María de Carnerero: traducción, crítica periodística y polémicas
  • Pablo de Xérica, traductor subversivo de Walter Scott
  • Luis Monfort, traductor de literatura religiosa y novela gótica
  • Literatura original y literatura traducida en La Vida Galante (1898-1900)
  • Creación y traducción en el teatro de Isidoro Gil y Baus (1814-1866)
  • La traducción como mediación cultural en el siglo XIX: reflexiones epistemológicas y metodológicas sobre une práctica compleja
  • De pilules, píldoras y polvos, o lo que va de una féerie de Latour, Bourgeois y Laurent a una comedia de magia de Hartzenbusch
  • Las cabañas de Tom, de la traducción a la adecuación de las ideas abolicionistas en el teatro español del siglo XIX
  • La novela gótica española: entre la traducción y la adaptación
  • Traducción y traición en la España del fin de siglo: a propósito de Rafael del Castillo
  • Las traducciones de textos franceses en la revista Juan Rana de Madrid (1897-1906)
  • La recreación personal de Bretón de los Herreros en Los hijos de Eduardo a partir Les enfants d’Édouard de Casimir Delavigne
  • Las traducciones de Gautier, Flaubert y Zola y la imagen de la mujer en la obra de Amancio Peratoner
  • Obra de creación y de traducción de García de Villalta
  • Juan Manuel de Berriozabal en el debate romántico
  • Edmondo De Amicis y Hermenegildo Giner de los Ríos: la traducción de Cuore dentro de una constante relación intelectual
  • Rosalía de Castro, traductora: autotraducción, paratraducción y traducción desviada (mistranslation) en la literatura gallega del siglo XIX
  • Alfredo Opisso y Viñas, traductor de Prosper Mérimée y de Hippolyte Taine
  • Traducciones de la obra de Samuel Tissot en el mundo ibérico: siglos XVIII y XIX
  • Connotaciones ideológicas en las traducciones de los hermanos Grimm en La Guirnalda (1867-1876)
  • Joaquina García Balmaseda, notas sobre el quehacer de un traductora olvidada
  • Valera traduce el Fausto y crea un Faustino
  • Los Dramas de Guillermo Shakespeare (1881) de Marcelino Menéndez Pelayo o lo que El mercader de Venecia nos dice de su traductor
  • Colaboradores del volumen
  • Obras publicadas en la colección

← 8 | 9 →Presentación

FRANCISCO LAFARGA Y LUIS PEGENAUTE

Este volumen, inscrito en las actividades previstas en el proyecto de investigación Creación y traducción en la España del siglo XIX (FFI2012-30781), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad, se propone, de modo general, avanzar en el conocimiento de la actividad traductora desarrollada por escritores españoles del siglo XIX —o por colectivos, como la prensa— insistiendo en los motivos que los indujeron a realizar tal actividad (como herramienta de aprendizaje literario o como resultado de su interés en la introducción o adaptación de una nueva corriente literaria), a la vez que analizar las traducciones por ellos realizadas, con el objeto de comprobar hasta qué punto estas traducciones determinaron su propia producción posterior o si, por el contrario, fue su propia poética personal la que influyó de forma decisiva en el modo de traducir. Este volumen puede verse como complemento de otro de temática muy similar, también editado por F. Lafarga y L. Pegenaute, Autores/traductores en la España del siglo XIX (Kassel, Reichenberger, 2015), que incluye algo más de cuarenta estudios sobre los principales escritores españoles que a lo largo de la centuria practicaron de manera más o menos prominente la traducción.

Aun cuando en este volumen las contribuciones se han dispuesto en el orden alfabético de sus autores, es obvio que pueden realizarse distintas agrupaciones, en función —sobre todo— de criterios de género en cuanto a las traducciones literarias se refiere, que son las más numerosas.

Debe mencionarse en primer lugar, por situarse en una perspectiva general, el trabajo de Solange Hibbs, en el que insiste en la traducción como fenómeno de mediación cultural, reuniendo en sus reflexiones de orden epistemológico y metodológico diversas cuestiones acerca del papel de los traductores, las condiciones de la actividad traductora, la tipología de los textos traducidos, los procesos de producción y difusión, el objeto de la traducción, las maneras de traducir.

En el ámbito de la traducción de textos poéticos, el artículo de Alicia Piquer incide en la figura poco conocida de Juan Manuel de Berriozabal, traductor de las Méditations y las Harmonies de Lamartine, trabajo de traducción que le sirvió para consolidar su propia escritura y para construir su propia ← 9 | 10 →visión del destino trágico del hombre en un contexto de pensamiento cristiano. Por su parte, Irene Atalaya llama la atención sobre el poeta Guillermo Belmonte Müller, romántico tardío, traductor en particular de Les Nuits de Musset, y establece los vínculos entre su labor de traducción y su propia obra de creador. Finalmente, la figura muy conocida de Rosalía de Castro aparece aquí, de la mano de María do Cebreiro Rábade Villar, en varias vertientes vinculadas con la traducción: autotraducción de algunos de sus poemas del gallego al castellano, coincidencia de motivos temáticos y expresivos entre su obra original en ambas lenguas y varias versiones del castellano al gallego, verdaderas recreaciones que pueden relacionarse con su obra original.

Pasando al teatro, conviene destacar en primer lugar la recuperación, por parte de José Luis González Subías, de la figura de Isidoro Gil y Baus, prolífico traductor de un centenar de piezas, la mayoría del francés, vinculando su quehacer con las características y los límites de la traducción teatral en el siglo XIX. Miguel Ángel Muro se ocupa de un dramaturgo reconocido, M. Bretón de los Herreros, que fue asimismo traductor de numerosas piezas francesas: en su estudio pone de manifiesto las distintas modificaciones introducidas en su versión de una tragedia de Casimir Delavigne, no tanto en cuanto al texto, sino en cuanto a la versificación. Por su parte, Francisco Lafarga llama la atención sobre la labor de recreación de una comedia francesa realizada por el dramaturgo Juan Eugenio Hartzenbusch para producir su conocida pieza Los polvos de la madre Celestina, cotejando esta obra con otra versión española contemporánea de la misma comedia, más ajustada a la letra del original. En cuanto a las adaptaciones teatrales de obras extranjeras de espíritu abolicionista, Eva Lafuente pone de manifiesto las transformaciones a las que las sometieron sus traductores/adaptadores españoles con el objeto de suavizar la carga antiesclavista en un momento en que España mantenía aún la esclavitud en sus territorios de Ultramar. Finalmente, Juan Miguel Zarandona analiza la traducción que hizo Marcelino Menéndez Pelayo de El mercader de Venecia de Shakespeare, enmarcándola en la amplia labor traductora del erudito y poniendo en relación las opciones del traductor con sus propias opiniones sobre la traducción.

La traducción/adaptación en España de la novela gótica inglesa está en el centro de los estudios de Miriam López Santos y de Pere Gifra-Adroher: la primera insiste en las modificaciones introducidas por los adaptadores para hacerla más aceptable por el público español, incluyendo una dimensión moralizadora y una verosimilitud realista; el segundo se refiere a la labor de Luis Monfort, un clérigo traductor asimismo de literatura religiosa, ← 10 | 11 →quien lleva a cabo similares opciones de adaptación. Otra figura de traductor también activa en los mismos años fue Pablo de Xérica, que impregnó con su ideología liberal sus versiones de cinco novelas de Walter Scott, según demuestra con claridad el estudio de José Enrique García González. Aunque poco conocida, la breve actividad traductora de Benito Pérez Galdós (fue traductor solamente de The Posthumous Papers of the Pickwick Club de Dickens) tiene su interés por consistir en un aprendizaje literario del joven escritor, que lee, interpreta y reescribe las páginas del novelista inglés: así lo sostiene Giovanna Fiordaliso en su artículo. Entrando ya en el último tercio del siglo XIX, Flavia Aragón llama la atención sobre el papel jugado por las novelas de los hermanos Goncourt, y en particular La fille Elisa de Edmond, en la constitución de la novela de corte filosófico y fisiológico en España. Por su parte, Concepción Palacios se interesa por la figura de Amancio Peratoner, autor de conocidos relatos de orden fisiológico y sexual, estudiando la vinculación de la imagen de la mujer en sus obras y en las traducciones que hizo de novelas de Gautier, Flaubert y Zola. La labor traductora del novelista y periodista Rafael del Castillo es estudiada por Pedro Méndez, quien pone de manifiesto las vinculaciones entre los recursos utilizados en sus traducciones —de Balzac y Gautier— y en sus obras de creación. Y otro tanto lleva a cabo Carmen Ramírez Gómez, quien pone de relieve la importancia de la labor traductora de Alfredo Opisso y Viñas, médico, profesor y editor, que tradujo —entre muchas otras obras— varios textos de P. Mérimée y de H. Taine. Por su parte, Dolores Thion recupera la figura de Joaquina García Balmaseda —también estudiada en este volumen por Helena Establier— traductora poco recordada de novelas populares francesas, insistiendo en las modificaciones introducidas en los textos para hacerlos más adecuados al mercado editorial y al público lector, sin olvidar la influencia de su propia conciencia moral. En una posición similar se sitúa Hermenegildo Giner de los Ríos, quien introdujo numerosas modificaciones en su traducción de la conocida novela Cuore de Edmondo De Amicis: todo ello, según argumenta Assunta Polizzi en su trabajo, para conseguir un nuevo texto más eficaz para sus lectores y más acomodado a su propia personalidad intelectual. Para concluir este panorama de la novela decimonónica, el estudio de Lieve Behiels presenta el prólogo que Emilia Pardo Bazán redactó para una traducción de Ramuntcho de Pierre Loti no tanto como un manifiesto literario sino como una afirmación del sentimiento de la naturaleza y del carácter rural de la novela.

← 11 | 12 →La importancia concedida en este volumen a la difusión de las traducciones mediante la prensa aconseja un tratamiento diferenciado de este medio. En algunos casos, el foco de interés reside en los traductores o en los autores traducidos; en otros, el análisis abarca la totalidad de la literatura traducida en una publicación determinada. Así, la labor de adaptación o imitación de poemas del portugués Augusto Lima por Gertrudis Gómez de Avellaneda, que se difundió en la Revista Peninsular (1856), es presentada por Ángeles Ezama, quien insiste en que tal actividad poco influyó en la obra original de la poetisa española, que había alcanzado ya su cénit en aquel momento. La Correspondencia de España fue el periódico en el que la ya citada Joaquina García Balmaseda publicó casi un centenar de traducciones de novelas populares europeas, sobre todo francesas, entre los años 1861 y 1884: el número, variedad y acogida de dichas versiones contradicen, según Helena Establier, el supuesto declive de la novela popular propiciado por la eclosión de la escuela realista. En el estudio de Begoña Regueiro la atención se dirige a las traducciones de varios cuentos de los hermanos Grimm en la revista La Guirnalda, orientada hacia el público femenino: el análisis de los textos —con alguna excepción— demuestra una estrategia de selección y adecuación de los mismos teniendo en cuenta la línea editorial de la revista, es decir, la transmisión de valores morales adecuados a la mujer. Los tres estudios restantes en el ámbito de la prensa ofrecen un panorama de la presencia de traducciones en revistas concretas y periodos breves, intentando vincular el tipo de textos seleccionados con la línea ideológica de la publicaciones y con otras producciones originales aparecidas en las mismas: es lo que hacen Ma del Rosario Álvarez Rubio con La Lectura para todos (1859-1861), Diana Muela con Juan Rana (1897-1906) y Marta Giné con La Vida Galante (1898-1900).

La riqueza de acercamientos críticos y de asuntos tratados obligan a considerar finalmente otras aportaciones que no pueden incluirse en los apartados descritos hasta aquí. Aun cuando, como se ha indicado, la literatura de creación ocupa un lugar preponderante en este volumen, algunos estudios abordan otros aspectos: así, el de Susana Ma Ramírez Martín se ocupa de la traducción de textos médicos, acercándose a la figura y a la obra del suizo Samuel Tissot, que tuvo especial incidencia a finales del siglo XVIII y durante buena parte del XIX; mientras que el de Juan F. García Bascuñana trata en particular de las traducciones de obras históricas realizadas por Nemesio Fernández Cuesta y de la vinculación de la traducción con su notable lexicográfica.

← 12 | 13 →En otro registro conviene mencionar aquí la polémica sobre autoría y traducción en la que se vio envuelto José María de Carnerero a principios del siglo XIX —en el estudio de María Jesús García Garrosa— que trasciende la propia personalidad del autor para convertirse en una manifestación del debate surgido por el cambio de gusto estético en el teatro de su época, propiciado por la importación de formas dramáticas extranjeras. Algo parecido le ocurrió poco más tarde a José García de Villalta, como expone Luis Pegenaute en su contribución, debido a sus novedosas traducciones de Shakespeare, V. Hugo y W. Irving, no siempre bien aceptadas por la crítica y el público. Finalmente, el caso de Juan Valera, traído aquí a colación por Miguel Ángel Vega Cernuda y Elena Serrano Bertos, ilustra la fascinación de un intelectual y hombre de mundo por la literatura germánica, los textos que escribió sobre la misma y la vinculación entre la magna obra de Goethe y su novela Las ilusiones del doctor Faustino.

En este volumen pueden hallarse, con mayor o menor desarrollo, diversos aspectos: la valoración —en un autor, un género o un momento histórico— del grado de actividad traductora respecto a la producción de literatura original; el reconocimiento que se otorga a dicha actividad; la función que puede cumplir la traducción como ejercicio de formación literaria en determinados escritores; el modo de utilización de la traducción como herramienta de renovación estética e ideológica o como medio para la importación de nuevos modelos; la capacidad de los traductores para subvertir, renovar o consolidar la tradición literaria; el modo de imbricación de la traducción, entendida como acto recreativo, con la autoría; la relación entre la práctica traductora y la reflexión sobre la traducción.

Por todo ello, creemos que este conjunto de estudios contribuirá a un mejor conocimiento de una parte relevante de la traducción en la España del siglo XIX y también descubrirá aspectos que hasta ahora habían pasado desapercibidos en los estudios biográficos y bibliográficos sobre numerosos autores de la época. ← 13 | 14 →

← 14 | 15 →La actividad traductora en La Lectura para todos (1859-1861)

Ma DEL ROSARIO ÁLVAREZ RUBIO

Universidad de Oviedo

Abstract: Between 1859 and 1861, the illustrated weekly journal La Lectura para todos (owned by Carlos Bailly-Baillière, an editor of French origin) published a high number of translations in prose from French. Having a modern spirit, the collection aimed at spreading the content of scientific and technical texts, at advertising the latest bibliography on the main branches of knowledge and at editing French successful works, especially those by Gustave Aimard, Soulié, J. T. de Saint-Germain, Dumas or Lamartine, among others. The intense translating activity of this journal (including novels, short stories and useful treatises) makes of it a highly representative intercultural agent of the Elizabethan Spain.

Keywords: Spain, 19th century, translation, press, La Lectura para todos

En sus tres años de vida el semanario madrileño La Lectura para todos (1859-1861) difundió entre sus lectores un notable inventario de traducciones de obras en prosa de diverso género procedentes de las principales lenguas europeas, si bien la primacía seguía correspondiendo abrumadoramente al francés como fuente o como filtro mediador, más o menos confeso, en el trasvase de los variados textos foráneos. Esta empresa periodística de Carlos Bailly-Baillière, emprendedor editor francés, afincado en la corte desde 1848, por entonces ya librero de cámara de Su Majestad, de la Universidad Central y en 1861 del Congreso de los Diputados y de la Academia de Jurisprudencia y Legislación, y dueño a su vez de la Librería extranjera y nacional, científica y literaria, se presentaba como una colección ilustrada y familiar de instrucción y divulgación de los gustos y conocimientos comunes al público decimonónico europeo.1 Bajo el signo burgués de los valores del trabajo y del ahorro, de la ← 15 | 16 →familia como asiento social, de la religión y de la salvaguarda moral de las buenas costumbres, reforzados por viñetas humorístico-satíricas y costumbristas con breves diálogos al pie de tipos franceses, tomados de sus originales transpirenaicos, y también españoles —como la serie “Transeúntes” del llamado “Gavarni español”— La Lectura para todos abordaba un repertorio temático dirigido a un creciente contingente de suscriptores, individuales o colectivos repartidos por la geografía nacional, gracias al bajo precio de partida,2 y cuya acogida halagüeña parecía sancionar las expectativas iniciales del propietario.

En sus dieciséis páginas en folio (30×21,5 cm) a tres columnas, esta publicación sabatina dio acogida desde el 1 de enero de 1859 hasta el 28 de diciembre de 1861, y de manera prácticamente exclusiva según mostraba su subtítulo —Novelas, viajes, literatura, historia, etc.— al género narrativo en sus diversas variantes, desde la creación literaria, en particular la novela junto a composiciones breves emparentadas con ella como leyendas y cuentos, hasta varios tratados seriados, artículos de historia y crítica, repertorios bibliográficos y discursos científicos. Al tiempo que atendían a los acontecimientos políticos nacionales y extranjeros y a las crónicas enviadas desde París en este período de arranque de las Exposiciones Universales, sus colaboradores ← 16 | 17 →daban fe de su confianza en el progreso fomentando la vulgarización de contenidos científicos, descubrimientos geográficos y avances en técnicas e higiene, con ilustraciones de artilugios mecánicos y aparatos de uso doméstico, y publicitando otras revistas destinadas al cuidado de la familia, también de venta en la librería de Bailly-Baillière, como el Monitor de la Salud de las Familias y de la Salubridad. Este talante irrenunciable de la publicación se refleja, en primer lugar, en una nutridísima y permanente “Sección científica” —subtitulada “Lecturas científico-industriales” y luego “Progresos, invenciones y datos científico-industriales” (1861)— para divulgar la historia y utilidades de experimentos internacionales en el mundo de la física, la química, la energía eléctrica, la historia natural, y sobre la incipiente industria y los recursos nacionales. E igualmente en sus hojas de cierre, al paso del ritmo editorial parisino —fundamentalmente a través del cauce francés como procedencia o como lengua intermediaria, con algunas obras en italiano, alemán e inglés— y ampliando la especialización de la matriz editorial francesa, con las alrededor de cuatrocientas breves reseñas de la “Bibliografía extranjera”, cuya envergadura se impone con evidente ventaja a la “Bibliografía española” que suele precederla, a cargo principalmente de Francisco Gayoso. Pero también, gracias a la propaganda de fondos con el avasallador volumen de títulos insertos sucintamente en el “Boletín bibliográfico”, que suman bastante más de cinco centenares desde 1860 dentro de los principales ámbitos de conocimiento desde la literatura, su historia y crítica, diversas publicaciones periódicas, el libro de viajes, la biografía, el folleto y análisis de la política contemporánea, la religión, la historia económica, política y social así como de la prensa, la erudición en sus diversas formas como ensayos, discursos, diccionarios, compendios bibliográficos, antologías, traducciones bíblicas, clásicas y modernas, hasta la reflexión científica, la medicina y las diversas técnicas, la gimnasia e higiene, y tantísimos otros textos entre los que se mencionan de cuando en cuando algunas versiones de esas disciplinas al español.

De entre las diferentes secciones, habituales en la prensa periódica de la época, y sujetas a variaciones cronológicas de orden, título o conformación narratológica (Thérenty 2007), y dejando asimismo aparte las de concepción propiamente original, son tres las fijas en las que se alojan fundamentalmente las principales traducciones. La primera, bajo el marbete de “Novelas traducidas”, integra un corpus de catorce novelas francesas íntegramente publicadas en las entregas de la colección enlazando los tomos en transición temporal —siete en 1859, tres nuevas en 1860 y otras cuatro en 1861— a las que debe sumarse un relato breve de Dumas, incluido excepcionalmente en ← 17 | 18 →la “Sección recreativa”, de aparición más tardía y que no acostumbra a incluir firmas. Su cotejo con la sección que inmediatamente la precede antes de ser finalmente desplazada —“Novelas, leyendas, cuentos originales” (1859), “Novelas y leyendas originales” (1860) y “Novelas, historietas y cuentos originales” (1861)— demuestra cierto equilibrio con una inclinación hacia lo español, en el balance global de la colección entre la producción literaria original publicada en novela y géneros afines —con veintidós textos de autores españoles (nueve en 1859; nueve más en 1860, a los que se añaden cuatro nuevos en 1861)— y la traducida. La segunda sección, dedicada a relatos de viajes e informes sobre otras culturas (“Viajes”), presenta un total de seis textos de autoría inglesa, alemana y francesa, traducidos en su mayoría de esta última lengua.3 En la tercera (“Tratados especiales”) predominan asimismo las versiones de extensos estudios críticos y manuales de muy diversos intereses, mundanos y prácticos. De un total de siete textos, entre los que se alternan también folletos, algún ensayo histórico, algún reportaje y reflexión política sobre acontecimientos candentes del momento como la guerra en Marruecos o la independencia italiana, aparecen cuatro traducciones en 1859: tres declaradamente del francés,4 y una supuestamente del inglés aunque no ← 18 | 19 →se menciona de forma expresa,5 a la que se añade otra más en 18606 y otras dos en 1861, todas estas vertidas directamente del francés original7 o bien por mediación francesa.8

Los traductores de la colección, tanto los que firman sus versiones como los que recurren a siglas, conforman un elenco cerrado de publicistas que colaboran en la misma revista con producciones originales y que suelen formar parte de la redacción: por ejemplo, José Muñoz y Gaviria, conde de Fabraquer, anteriormente colaborador de El Mentor de la Infancia (1845), reciente redactor de El Fénix (Madrid, 1857-1859), y que participaría asimismo en publicaciones como Flor de la Infancia (1868) y Gente Vieja (1902) (Ossorio 1903-1904: 297); a él se deben no sólo una novela de costumbres original (Genio y desventura, 1861) y la versión de la entonces célebre leyenda moral de tintes fantástico-costumbristas Pour une épingle (1856) de J.-T. de Saint-Germain9 (Por un alfiler, 1859), sino también la “Sección religiosa”. Este es también el caso del periodista Eduardo Perié10 —a cuyas iniciales atribuimos la versión en español de La leyenda de los doce meses, cuento de gitanos (1861) de ← 19 | 20 →Alfred Michiels— responsable asimismo de la traducción del Cours familier de littérature de Lamartine, entonces aún en pleno proceso de elaboración e inmediata edición, junto a las novelas de Frédéric Soulié (Huit jours au château, 1843-1844 / Ocho días en el castillo, 1859-1860) y Aussandon (El señor Paincuit, 1859), y que posteriormente, en 1865, sería redactor del periódico madrileño La Nación (Ossorio 1903-1904: 846) además de publicar obras propias como su novela Sapos y culebras (París, Librería Española y Extranjera, 1867). Asimismo, José Canalejas y Casas, hermano del crítico e historiador Francisco de Paula Canalejas, ingeniero y futuro director de publicaciones especializadas como El Eco Agrícola o Revista de Prisiones, Beneficencia e Higiene, revisa y traduce uno de los tratados franceses sobre métodos de rendimiento en el estudio, y se ocupa durante un tiempo de la sección científica. Otro traductor en ejercicio requerido regularmente por el semanario es J. F. Sáenz de Urraca, colaborador en otras publicaciones como La Correspondencia de España, quien traslada para el semanario un relato (Les amours mortels, 1857 / Los amores mortales, 1859) de Adrien Robert, y sobre todo las exitosas novelas de aventuras en América de Gustave Aimard, varias de las cuales seguirá publicando, a modo de traductor “titular” de este autor, para la editorial del propietario de La Lectura para todos en los años siguientes, después del cierre de la publicación.11

Y es que, efectivamente, los años en que se edita esta colección pertenecen al floreciente tramo bajo el Segundo Imperio del vasto período de la edad de oro del folletín y la novela por entregas, que satisfacen los deseos de ← 20 | 21 →evasión y entretenimiento, en última instancia también educación y a veces, sesgadamente, crítica y que recaen asimismo en las solicitadísimas novelas francesas de aventuras, varias de cuyas escenas suelen ilustrar las primeras páginas del semanario. La publicación está al día de los rentables éxitos de la novela popular y de folletines recientemente editados en Francia. Por número de traducciones recibidas, los autores franceses promocionados son, en primer lugar, el entonces exitoso Gustave Aimard, seudónimo de Olivier Gloux, autor de novelas de aventuras ambientadas en Hispanoamérica y en el sur limítrofe con México, de los Estados Unidos, y cuyas primicias aparecieron en prensa desde mediados de los años 1850 —Le Moniteur, La Presse o La Liberté— y también en volumen. De él se ofrecen cuatro al público lector español, desde la celebérrima y muy traducida Les trappeurs de l’Arkansas, muy reeditada desde 1858 hasta bien entrado el siglo XX, que inauguró la sección en 1859 bajo el transparente encabezamiento de Los tramperos del Arkansas y concluyó como Los tramperos americanos; hasta relatos en torno a heroicos coureurs des bois —hombres errantes que viven de la caza y, siempre en alerta, vigilan sus pasos y los ajenos para sobrevivir en la naturaleza— que el traductor nombra “habitantes de los bosques” o, por ejemplo, “caminante(s) de las praderas”. Estos reaparecen en distintas entregas reunidas bajo títulos adaptados como Valentín y Curumilla (1860-1861) o más fieles como Los piratas de las praderas (1861), o las historias de la serie de Le grand chef des Aucas en las cruentas tierras de Chile, recogidas parcialmente en la colección bajo el título de uno de los capítulos, Le roi des ténèbres (El rey de las tinieblas, 1859-1860).12 La admiración general profesada a Alexandre Dumas se muestra más allá de los elogios circunstanciales y la publicidad de sus obras editadas en Francia, en la traducción en 1861 de dos textos menores en prosa, quizá primicias de breves relatos insertos en otras colecciones suyas y menos difundidos en España: El enano rojo por Javier de Palacio, en el nuevo apartado de “Sección recreativa”, y Un alquimista en el siglo XIX por un enigmático J. S., dentro de ← 21 | 22 →la sección “Novelas traducidas”. Como es habitual, ni uno ni otro señalan la procedencia de sus fuentes. Ambos relatos pertenecen a La villa Palmieri (1843): el primer relato, Le petit homme rouge (vol. II, cap. x), es una fabulación con tintes fantásticos del inexorable cumplimiento de los vaticinios que, durante la campaña napoleónica en Egipto, un extraño musulmán predice a dos jóvenes edecanes franceses y al general polaco Zaionezek quien, por su fe en el talismán que se le regala, se sobrepondrá a los duros reveses del destino; el segundo (vol. I, cap. i) rinde homenaje a su amigo el tenaz barón Henry de Ruolz, químico y compositor entonces aplaudido a partes iguales, y premiado por su luego discutida invención de un bruñidor capaz de dorar el metal sin recurrir al venenoso mercurio, y cuya patente ganarían más tarde en los tribunales los joyeros británicos. El proceder de este último traductor ejemplifica en cierto grado algunas de las estrategias propias de la época: por ejemplo, en líneas generales respeta la práctica integridad del original, así como su estructura discursiva, disposición y principales recursos retóricos conservando el tono conversacional de estas charlas (causeries), propio de las crónicas periodísticas, y en un castellano bastante correcto que revela también cierta influencia francesa en el orden sintáctico; sin embargo, practica la entonces acostumbrada naturalización de lo ajeno a distintos niveles y con diversa pericia,13 a la vez que desliza varios galicismos y cede a la inserción en cursiva de términos extranjeros adscritos al prestigioso código de la sociabilidad ← 22 | 23 →francesa. Entre otros prolíficos autores franceses (Vapereau 1870), además de la obra ya citada del escritor y librero-editor Jules Tardieu, con el seudónimo de J.-T. de Saint-Germain, a la que se suma la traducción de otra novela suya (Mignon, 1857 / Preciosa, 1859) por Rafael Mejía, y de las mencionadas de F. Soulié, Aussandon, Alfred Michiels —a su vez mediador cultural entre América y Francia, traductor de La cabaña del tío Tom— y Robert Adrien, se toma de Ernest Capendu su novela histórica de aventuras Marcof le Malouin (1859), traducida entre 1860 y 1861 por Carlos Las-Heras y Boldun (Marcof el maluino); de Arsène Houssaye, Sofia de Lavergny, por D. E. Hernández, y del entonces también muy conocido Xavier-Boniface Saintine, Aventuras de un misántropo, por José García, versiones ofrecidas a su vez en 1860. En resumidas cuentas, propietario y traductores se guían por los éxitos editoriales en el país vecino para su selección ante el público español.

La repercusión de la obra de Lamartine en el ámbito español e hispanoamericano así como la singular aparición del verso ante la omnipresencia de la prosa en el tratado y en el semanario, invitan a detenernos brevemente en dos pasajes traducidos de su dilatado Cours familier de littérature. Un entretien par mois (1856-1869), que por su amplitud acompaña a la publicación periódica hasta su cierre. El cotejo de la nueva traducción de Perié (Curso familiar de literatura), editada de manera escalonada entre el 1 de enero de 1859 (nº 1) y el 21 de diciembre de 1861 (nº 156), con la de su predecesor Jacobo Bermúdez de Castro, con el mismo título (París, Morizot, 1857) servirá para mostrar el cariz de las decisiones y desvíos respecto al original, particularmente en los fragmentos elegidos (13 de julio de 1861, nº 133): el íncipit introductor en prosa (“Épisode”) y la primera estrofa de la famosa salmodia “La vigne et la maison”, pertenecientes al entretien xv, excurso poético inserto entre la revisión y glosa de la Athalie de Racine y las dedicadas a continuación a Boileau.14 ← 23 | 24 →Concebidas como un altar de dioses penates ofrecido al culto doméstico y a la vez nacional, como señala Díaz (1993), a la vez que como ayuda pecuniaria, estas lecciones magistrales de literatura universal consagran una redefinición del canon romántico a favor del equilibrio y el bon sens, en sintonía con las corrientes de la crítica literaria dominantes entonces a ambos lados de los Pirineos. Del centro de esta lección irradia en un tono final de consolación religiosa al alma atormentada, la imagen raigal de la tradición representada por la vieja cepa solariega trepando por el solar paterno de Saint-Point y que recuerda el naranjo en el patio de La familia Alvareda de Fernán Caballero: su valor totémico, a modo de genius loci, que despierta la memoria de los sentidos y anima la percepción atenta de los más sutiles movimientos de la naturaleza viviente, encarna en cierre temático al alma misma. Esa ligazón simbolizada asimismo en la propia casa como ser vivo, con la familia, la sangre y el seno materno, contiene una promesa de regeneración trascendente uniendo el panteón familiar sentimental con la reconstrucción del panteón literario. Si bien frente a la edición de 1857, que introduce notas a pie de página, no hay asomo de paratextos en Perié, limitado por la estructura de la publicación periódica, el concepto original de entretien pervive en las voces de “conversación” (Bermúdez de Castro) y “plática” (Perié) y los títulos de las composiciones como la que sigue (“Episodio”) se conservan:

Dans les derniers jours de l’automne qui vient de finir j’allai assister seul aux vendanges d’octobre, dans le petit village du Mâconnais où je suis né. Pendant que les bandes de joyeux vendangeurs se répondaient d’une colline à l’autre par ces cris de joie prolongés qui sont les actions de grâce de l’homme au sillon qui le nourrit ou qui l’abreuve, pendant que les sentiers rocailleux du village retentissaient sous le gémissement des roues qui rapportaient, au pas lent des bœufs couronnés de sarments en feuilles, les grappes rouges aux pressoirs, je me couchai sur l’herbe, à l’ombre de la maison de mon père, en regardant les fenêtres fermées, et je pensai aux jours d’autrefois.
Ce fut ainsi que ce chant me monta du cœur aux lèvres, et que j’en écrivis les strophes au crayon sur les marges d’un vieux Pétrarque in-folio, où je les reprends pour les donner ici aux lecteurs. (Lamartine 1857a: 161-162)

A últimos del otoño pasado, asistí solo a las vendimias de octubre, en la reducida aldea que me vio despuntar a la luz. Mientras que los alegres grupos de los vendimiadores se esparcían ruidosos, con esos prolongados gritos que representan las acciones de gracia del hombre, al surco que le da alimento o bebida; mientras rechinaban los pedregosos senderos de la aldea bajo las macizas carretas, arrastradas por el buey tardío y cargadas de racimos pingües al lagar destinados, me hallaba yo ← 24 | 25 →reclinado en la yerba, a la sombra de la casa de mi padre, y, mirando las ventanas cerradas, pensaba en los días trascurridos.
De este modo me subió del corazón a los labios el siguiente canto, cuyas estrofas escribí con lápiz en las márgenes de un vetusto Petrarca en folio, del cual las trascribo en beneficio de mis lectores. (Lamartine 1857b: 153-154)

En los últimos días del pasado otoño, me trasladé al pueblecito de mi nacimiento, que se encuentra en el Maconnais para asistir a las vendimias de octubre. Mientras que las cuadrillas de los alegres vendimiadores se comunicaban desde una a otra colina, con esos gritos prolongados de gozo que son la acción de gracia que formula el hombre del campo; mientras que resonaba en aquellos pedregosos senderos el ruido que producían las carretas que arrastraban los bueyes con su marcha lenta y acompasada para llevar a los lugares el hermoso fruto de la vid, yo me recostaba sobre la yerba a la sombra de la casa paterna; y mirando sus ventanas cerradas me lanzaba en el mundo de los recuerdos.
Así fue como escribí el siguiente canto, cuyas estrofas las tracé con lápiz en las márgenes de un antiguo Plutarco in-folio, de donde las copio para presentárselas a mis lectores. (Lamartine 1861: 440)

La evocación lamartiniana de las labores anuales del campo y la celebración de los frutos de la tierra, encarnada en la fiesta de la vendimia que retrotrae a un pasado feliz, está esencialmente recogida en ambas versiones. No obstante, aunque los dos traductores respetan los períodos amplios y sus paralelismos anafóricos y guardan los conectores temporales adaptando cuando conviene el tiempo verbal, también combinan en diverso grado ciertas estrategias traductológicas y presentan a su vez varias asimetrías, tanto en la elección de términos como en los desplazamientos retóricos.15

← 25 | 26 →La emoción evocadora del tempus fugit y el consuelo del yo poético al alma doliente ante la conciencia de la finitud, en la estrofa escogida de las “Psalmodies de l’âme. Dialogue entre mon âme et moi” (“Salmodias del alma. Diálogo entre mi alma y yo”) también son fielmente expresados en ambas versiones, que respetan la estructura dialéctica, los sujetos de enunciación y los conectores sintácticos originales. No obstante, aun esforzándose por conservar su tempo y entonación pausada y de amplios sintagmas que apelan a un recitado salmodiado, rayando progresivamente a lo largo de la composición en el recogimiento religioso en su sentido etimológico —en comunión con la naturaleza y sus más leves atisbos— los traductores sacrifican en aras de la prosa las variantes rítmicas y estróficas del diálogo poético cuyo íncipit se presenta en las líneas siguientes:

MOI
Quel fardeau te pèse, ô mon âme!
Sur ce vieux lit des jours par l’ennui retourné?
Comme un fruit de douleurs qui pèse aux flancs de femme
Impatient de naître et pleurant d’être né?
La nuit tombe, ô mon âme! un peu de veille encore!
Ce coucher d’un soleil est d’un autre l’aurore.
Vois comme avec tes sens s’écroule ta prison!
Vois comme aux premiers vents de la précoce automne
Sur les bords de l’étang où le roseau frissonne,
S’envole brin à brin le duvet du chardon!
Vois comme de mon front la couronne est fragile!
Vois comme cet oiseau dont le nid est la tuile
Nous suit pour emporter à son frileux asile
Nos cheveux blancs pareils à la toison que file
La vieille femme assise au seuil de sa maison!
(Lamartine 1857a: 165-167)

Details

Pages
491
Year
2015
ISBN (PDF)
9783035108651
ISBN (ePUB)
9783035198249
ISBN (MOBI)
9783035198232
ISBN (Softcover)
9783034320030
DOI
10.3726/978-3-0351-0865-1
Language
Spanish; Castilian
Publication date
2015 (August)
Keywords
Traducción literatura, creación España siglo XIX
Published
Bern, Berlin, Bruxelles, Frankfurt am Main, New York, Oxford, Wien, 2015. 491 p., 3 tablas, 1 gráfico

Biographical notes

Francisco Lafarga (Volume editor) Luis Pegenaute (Volume editor)

Francisco Lafarga es profesor emérito de la Universitat de Barcelona. Se ha ocupado de aspectos relacionados con la traducción y recepción de las obras literarias. Luis Pegenaute es profesor titular de traducción de la Universitat Pompeu Fabra. Se ha especializado en el estudio de la traducción literaria, la literatura comparada, la historia y teoría de la traducción. Han editado en colaboración una quincena de volúmenes, entre ellos Historia de la traducción en España (2004), Diccionario histórico de la traducción en España (2008) y Diccionario histórico de la traducción en Hispanoamérica (2013).

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Title: Creación y traducción en la España del siglo XIX
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