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La injerencia del sexo en el lenguaje

Dos siglos de historia del género gramatical en español

by Julián Sancha Vázquez (Author)
©2020 Monographs 356 Pages

Summary

Este libro comprende un análisis sociolingüístico del género gramatical a lo largo de dos siglos de historia de la lengua española. Se trata de un estudio diacrónico llevado a cabo sobre un corpus que se basó en publicaciones pe-riódicas de la opinión pública de los siglos XVIII y XIX, gracias a los hablantes de dicha época que nos dejaron testimonios explícitos e implícitos sobre el género gramatical y su estrecha relación con la categoría óntica «sexo» del espacio extralingüístico. Asimismo, en este trabajo se han descrito nuevos mecanismos teóricos y sociolingüístico-cognitivos con el objetivo de entender cuándo el hablante activaría en su conciencia los rasgos de sexo, esto es, cuándo, cómo y por qué se produciría la injerencia del sexo en el español hablado y escrito a través de estructuras gramaticales concretas.

Table Of Contents

  • Cubierta
  • Título
  • Copyright
  • Sobre el autor
  • Sobre el libro
  • Esta edición en formato eBook puede ser citada
  • Contenidos
  • 1 Introducción
  • 1.1 Objeto de estudio, marco metodológico y selección del corpus
  • 2 Cambios sociolingüísticos: la lengua y sus hablantes
  • 2.1 Lenguas «determinadas» socialmente y tipología lingüística
  • 2.2 Sociolingüística: conciencia y cambio lingüístico
  • 2.3 Actitudes, creencias e ideologías en torno a la lengua
  • 3 Prensa y tradición discursiva en el análisis sociolingüístico del género
  • 4 Apuntes en torno a la dimensión «género» en las lenguas. ¿Es el género una «clase sexual»?
  • 5 Género gramatical y sexo. Una teoría sociolingüística-cognitiva sobre la «inclusión» y la «exclusión» en la lengua española
  • 5.1 Hacia un movimiento metodológico «antientrópico»: orden en el caos
  • 5.2 Inclusión y exclusión como fenómenos lingüísticos
  • 5.3 Antecedentes funcionales de la langue y la parole
  • 5.3.1 Neutralización y sincretismo en el español
  • 5.4 El nacimiento de dos nuevos útiles descriptivos: la antineutralización y el antisincretismo en el estructuralismo
  • 5.4.1 La antineutralización y el antisincretismo
  • 5.5 La antineutralización y el antisincretismo como fenómenos sociolingüísticos en cuanto a la relación género y sexo
  • 5.5.1 El nivel fonético
  • 5.5.2 El nivel morfológico y la teoría de los «tres géneros»
  • 5.5.3 El nivel léxico-semántico
  • 5.6 Universos sociolingüísticos «genérico» y «no genérico»
  • 5.6.1 El fenómeno del doble en lingüística: la antineutralización como transferencia de estructuras del «universo sociolingüístico no genérico» (no sexuado) al «universo sociolingüístico genérico» (sexuado)
  • 5.7 Conclusiones sobre la bilateralidad entre el género gramatical y el género biológico
  • 6 La reflexión explícita sobre el género gramatical
  • 6.1 El género gramatical y el género biológico como correlatos
  • 6.2 «Je la suis aussi». De pronombre acusado a pronombre acusativo: historia de una antineutralización sociolingüística
  • 6.3 El género gramatical como no correlacionado al sexo
  • 6.4 El género gramatical como estructura formal
  • 7 La reflexión implícita sobre el género gramatical. Encuentro metalingüístico: línea evolutiva de las voces género y sexo en contacto
  • 7.1 Agentes categoriales: género, especie y sexo
  • 7.2 La «odisea» del Género Humano, primer tópico de la especie y acercamiento semántico al individuo
  • 7.3 El género masculino y el género femenino se reproducen
  • 7.4 Los hombres del género masculino y las mujeres del «género femineo sexo»
  • 8 Conclusiones
  • BIBLIOGRAFÍA
  • Obras publicadas en la colección

1 Introducción

Hasta el siglo xix, el lenguaje no ha sido jamás estudiado en sí mismo, en su función verdadera; la lingüística era un arte antes de convertirse en una ciencia […].

El lenguaje está simplemente al servicio de la vida, y no de la vida de unos pocos, sino de la de todos y en todas sus manifestaciones: su función es biológica y social.

Bally (1926: 17–20)

De la filosofía del lenguaje aprendimos que es mejor mantener el silencio de aquello sobre lo que no podemos hablar. El mundo sensorial, acotado por los límites del propio lenguaje, significaría que la realidad es, en fin, inabarcable, intraducible. La lengua vista como órganon aristotélico, esto es, como instrumento para expresar la existencia que percibimos, termina por ser algo inútil porque no puede más que manifestar su incapacidad. Así, la filosofía del lenguaje ha tropezado una y otra vez con este mismo problema sin llegar a resolverlo1. Sin embargo, esta observación relativista, de ser digerida en términos absolutos, no prestaría ayuda alguna, sino que entorpecería la investigación, pues de ser así jamás llegaríamos a comprender cómo funciona aquello sobre lo que focalizamos nuestro interés. Todavía hoy, filósofos, lingüistas y neurocientíficos intentan desentrañar este misterio, o sea, la naturaleza que comprendería la relación existente entre la lengua y la vida. Son muchos los descubrimientos que la ciencia ha descubierto al estudiar nuestro cerebro, las partes del mismo implicadas en el habla, los orígenes del lenguaje, la memoria idiomática y un largo etcétera, aunque todavía —realmente siempre— estamos en el camino. Si el lenguaje, en términos generales, resulta un asunto complejo de tratar, entender cómo pensamos sobre este —tema central de este trabajo de «conciencia lingüística»— podría resultar aún más pedregoso, por lo que conceptualizar el mundo sería una batalla perdida. De este modo, las lenguas proyectarían ese deseo por el que un ser humano utiliza su poder de articulación para explicar la realidad exterior y, sin embargo, la lengua no explica la realidad, solo nos acerca a ella y, además, lo hace siempre de una determinada manera. Esta «determinada manera» se podría denominar «norma lingüística», en la que finalmente cada sistema se ha ←11 | 12→conformado, fijación adquirida por el uso con el paso del tiempo. Hay lenguas que no conciben la temporalidad y otras en las que este elemento de la realidad se dividiría en muy diferentes aspectos. Los colores tal vez sean siempre los mismos al falible ojo humano, pero cada sistema lingüístico los segmenta y los emplaza en diferentes palabras. También rasgos de la realidad como el tamaño o el sexo han acabado imbricados en estos complejos laberintos donde un morfema o una vocal parecieran hablarnos de lo que coexiste con nosotros afuera, más allá de los ácaros y los libros donde se dibujan las letras y los preciosos caracteres. En cualquier caso, por encima de todas estas preguntas, un estudio debería tener como centro neurálgico una sola de aquellas, un enigma central sobre el que orbitasen todos los demás (la misma interpretación kunderiana sobre la novela como artilugio literario). Por ello, cuando me cuestioné el enigma de este «relato» —esto es, de este estudio— entendí que la primera y obligada pregunta sería comprender qué era la lengua, es decir, en el caso concreto de este análisis, qué había sido la lengua para aquellos que la pensaron y la utilizaron durante una época concreta de la historia. Esto es así porque presuponemos que la historia también puede ofrecernos pistas para conciliar los conocimientos del ahora. La historia que comprende a todos los seres vivos y muertos de cualquier territorio del universo, la historia de nuestro planeta, la historia del hombre y la historia de cada persona particular, la historia de las guerras, las colonizaciones, la historia de lo salvaje y de la construcción de las civilizaciones, la historia de todos nosotros que, por razones particulares a la biología humana y al desarrollo del cerebro y la conciencia, nos condujo a hablar y, además, a hacerlo de aquella determinada manera.

Desde Aristóteles, explicaba Bally (1926: 28), «tenemos la costumbre de decir que el hombre es un animal social: el lenguaje es el producto de este instinto de sociabilidad». No es una frase baladí aquella expresada por el lingüista suizo, puesto que vertebró una profunda división dentro de la ciencia del lenguaje, ya que la observación del producto «lengua» como un objeto social conduciría, finalmente, décadas más tarde, al descubrimiento de la sociolingüística. Irónicamente, en el momento material de aquella expresión —un momento histórico a caballo entre los pasillos de la Universidad de Ginebra, los trabajos de Saussure y la obra de sus discípulos— se estaba desarrollando la corriente estructural europea, aquella por la que se miraría el lenguaje desde su expresión formal, y sin la invitación del que fuera un huésped incómodo en una época pasada, o sea, el runrún de lo social, esto es, «la vida de las palabras». En realidad, todos los lingüistas se han cerciorado del aspecto social del lenguaje desde sus orígenes como asunto científico, si bien la lengua como marco de estudio fue durante mucho tiempo una mera posibilidad científica. De aquí que muchas personas hayan ←12 | 13→sentido la preocupación por descifrar cómo la realidad llegaría a intervenir en el lenguaje. Por esta razón, quise comprender por qué desarrollamos sentimientos sobre la lengua, cómo es posible que las palabras hagan daño o construyan las historias de amor de nuestros abuelos, así como la memoria particular de cada individuo; en definitiva, hizo falta indagar sobre cómo operaba la «conciencia lingüística». Sabiendo que el lenguaje formaría parte indisociable de la vida de los homínidos —consecuencia de su propia evolución— interesaba interpretar la relación entre las lenguas y el pensamiento, aquel vínculo que poseerían categorías de la realidad sobre estructuras gramaticales determinadas. De todo ello que aquí, finalmente, se hayan explorado las concomitancias de la dimensión «género gramatical» respecto del sexo —o sea, del «género biológico».

El germen de este trabajo podría relacionarse posiblemente con una casualidad humana. En medio de la lectura de un periódico del siglo xviii, se hallaba una historia que, tal y como teorizaron los grandes estudiosos del cuento en la literatura, hablaría de algo más profundo, lo cual era, a su vez, dejado a la imaginación del lector, porque así son contadas las grandes historias, a través del espacio subterráneo donde una mente debe ponerse en funcionamiento y recrear un escenario determinado. La «teoría del iceberg» de Hemingway de repente habría cobrado un sentido lingüístico: una noticia basada en el mundo real abría de repente una cuestión potencialmente examinable por la sociolingüística. Este acontecimiento tenía lugar en Luxemburgo, en los Países Bajos de aquella época:

(1)

Hace poco tiempo que hubo en Lovayna un desafio por motivo mui frívolo. Dos Estudiantes en Derecho, mui amigos, depues de haber disputado largo tiempo sobre una palabra que el uno decia ser del genero femenino, y el otro del masculino, se desafiaron y convinieron en reñir con pistolas; uno de ellos ha quedado herido mortalmente, dexando á su competidor el ridiculo y horrible triunfo de haber sacrificado su amigo por una disputa Gramatical.

(Mercurio histórico y político, 07/1774, p. 208)

Esta historia reproducida en la prensa del siglo xviii podría interpretarse como el inicio de un relato salvaje y despiadado, digno de una cámara y un escenario —o, si nos ajustamos a la datación histórica del testimonio, de una estilográfica y una hoja—; en fin, digno de un telón caído sobre unas bambalinas expectantes. En realidad, este acontecimiento hablaría de una rabiosa naturaleza del signo lingüístico y sus implicaciones en la realidad. ¡Habían matado a alguien por una discusión lingüística! De ser esto posible, la gravedad del delito debía inspirar algo, de lo que podría surgir el deseo de un estudio como este. Este hecho supondría dos afirmaciones: la primera, que la gente se ha matado por cualquier cosa; ←13 | 14→la segunda —todavía más importante—, que somos capaces de evaluar la lengua que hablamos y que, en la equivocación o en el acierto, la percepción que de nuestro objeto comunicativo tenemos se presentaría como fundamental en la historia del pensamiento humano y, por ende, en un análisis sociolingüístico.

Del mismo modo, partiendo del reconocimiento de actitudes manifiestamente anormativas contra la fijación prescrita por una Academia —las reglas normativas de una lengua—, en el año 1852 un autor justificaba su condición de laísta con una defensa de lo femenino, o sea, una defensa de la mujer que se proyectaba sobre el pronombre de acusativo la, tal y como sigue a estos dos puntos:

(2)

Esta de que me voy á confesar ahora es la mas negra, y con no merecer perdón no habrá mas que perdonármela, ó matarme, porque es manía. Cuentan que yo no sé que célebre literato francés, amigo y medio preceptor de Madame de Sevigné, que como el lector sabe, es acaso la única muger que ha escrito amablemente; cuentan pues, que este amigo la dijo entre otras cosas, je suis malade (estoy malo), y ella respondió: je la suis aussi (también yo la estoy), y que por ninguna razón del mundo pudo convencerla aquel sabio, de que debía decir je le suis (yo lo estoy), so pena de uno de los mas graves desacatos á la gramática. A esto respondía la bella marquesa, que decir de ella misma, que se sentía femenino á no dudarlo, je le suis, y verse como por encanto con la cara poblada de barbas, era todo uno, y que antes era su conciencia de muger que todas las gramáticas.

Mi amor al femenino es lo primero de todo, y en dativo como en acusativo, escribo y escribiré siempre la, y mi oido quedará contento y mi corazón mas, y con su pan se lo coma el que no comprenda m [sic] ternura.

De faltas voluntarias como esta, de faltas de corrección no mas forzosas, y de faltas cometidas contra toda mi voluntad por purísima ignorancia, no seré yo el que dé disculpa. Con el perdón del lector me contento, y me basta y aun me sobra. Yo le prometo enmendarme, menos de mis manías, porque soy voluntarioso, de todos los demás efectos de mi poco saber, si con la ayuda de Dios puedo saber mas.

Ya que estoy mano á mano con el lector, y ocupándole de mis cosas, sin duda porque yo me ocupo de las suyas, no quiero dejar de confesarle otra manía que yo tengo. Tengo la manía de que el lector no sabe cómo me llamo, en lo cual él no pierde nada, pero yo pierdo nada menos que mi personalidad. Todos los que me llaman Santos ó Santos Alvarez, me hacen dudar de mi individuo mil veces al dia, y al oirlos juro que me quedo sin saber quién soy, porque yo estoy acostumbrado á llamarme á mí mismo ó por el santo de mi nombre, que es el beato Miguel de los Santos, ó por mi apellido. Llámeme pues el lector que me ame, Miguel; el que me ame un poco menos, Alvarez; y el que con amor hacia mí ó sin él, tenga saliva larga que gastar,

MIGUEL DE LOS SANTOS ALVAREZ.

(Semanario pintoresco español, 18/4/1852, n. 16, p. 126)

←14 |
 15→

Estas palabras manifiestan una evidente actitud lingüística en donde se utilizaba la lengua como herramienta «política» —o sea, como integradora de una ideología dentro de un tipo de conciencia lingüística determinada—, la cual habría sido, también, impulsora de actos de desobediencia a una norma sincrónica —la de los tiempos que corren— al inventar voces como *matria (por patria), *monomarental (por monoparental), *miembra (por miembro) o *portavoza (por portavoz), sustantivos todos que, realizados por unos hablantes concretos y en unos contextos determinados, cumplían con el poder performativo del lenguaje contra las reglas establecidas. Un asunto más delicado sería resolver si este tipo de «incorrecciones» —permitidas por el «sistema», pero no soportadas por la «norma» del código lingüístico en el momento en el que eran enunciadas— se materializarían finalmente como cambios en la lengua, es decir, si llegarían o no a ser fijadas como elementos normativos en el devenir lingüístico de la historia de un idioma (vid. 2. 2.).

Así las cosas, la teoría del lenguaje no sería suficiente, como tampoco lo sería la lingüística funcional, si bien esta permitió elaborar el «esqueleto» de este estudio como motor explicativo de la lengua y su sistema lingüístico, la comprensión de sus reglas y el asentamiento de la norma, esto es, su evolución. Sería la sociolingüística, sobre todo su rama basada en la cognición (Moreno Fernández, 2012), la que nos daría mayores indicios para explicaciones posteriores (vid. 5. 6.), pues el estructuralismo y la corriente funcional permitían inicialmente comprender cómo funcionaba un código lingüístico, pero no resolvían de manera eficiente las claves para entender las actuaciones de los hablantes, los cuales —motivados por diferentes creencias— actuaban, se sublevaban e incluso decidían pervertir las normas de su objeto comunicativo con diferentes intenciones —ya fuese de manera temporal o de forma sistemática—2. Así fue, claro, porque la «actuación» no se había estudiado en el campo del lenguaje hasta bien entrada la segunda mitad del siglo que nos precede. Este discurrir en el discurso necesitaba un trasfondo teórico y unos ejemplos prácticos que sirvieran como marco para digerir, por ejemplo, aquel crimen producido por la simple discusión de un elemento morfológico que había conducido a alguien a acabar con la vida de su mejor amigo. Si leemos de nuevo la noticia sucedida en Lovaina (1), se revelará nuestra incapacidad cognitiva para asimilar lo que allí habría sucedido. ←15 | 16→Haría falta proceder a la reconstrucción de unos hechos que no conocemos. De este modo, por ejemplo, podría imaginarse a ambos amigos discutiendo por el valor concedido a una palabra. De tratarse de especialistas del lenguaje, posiblemente aquella diatriba no hubiera acabado en sangre —no al menos en su sentido literal—; sin embargo, de tratarse del vulgo —o sea, de la gente común y corriente que también piensa, habla y evalúa su objeto lingüístico—, lo más probable es que aquella sangrienta discusión tuviera que ver no solo con el género de la palabra, sino con lo que este marcador gramatical reproduciría de unos rasgos de la realidad, o sea, que el motivo de disputa se alzaba por encima de la forma lingüística (del valor formal o funcional de aquella voz). En fin, lo que con esto se quiso subrayar es que la causa podría estudiarse desde el universo de la valoración subjetiva y de las creencias lingüísticas. Al hilo de esta misma valoración de la lengua como receptora de determinadas creencias, en lo que respecta a nuestro instrumento comunicativo y la sociedad, Bally (1926: 29) definió el lenguaje como una «lucha»:

El instinto social se manifiesta sobre todo en forma de lucha. Lucha no quiere decir hostilidad, aversión, guerra. Ésas no son más que las formas extremas o bárbaras de la lucha. La guerra podrá desaparecer; pero ¿se puede decir otro tanto de la lucha? En el momento en que dos seres humanos se ponen en contacto, entran también en lucha, en el sentido psicológico de la palabra, porque entre ellos no puede haber jamás adaptación absoluta, armonía perfecta de las mentalidades. Así, la lucha, tal como aquí se comprende, no es incompatible con la solidaridad y con la simpatía; simplemente supone concordancia incompleta de creencias, de deseos y de voluntades, y existe hasta en los seres que buscan en la amistad y en el amor. La lucha resulta de un conflicto entre el yo del sujeto y su instinto social […]. La lengua aparecerá como un arma que cada interlocutor maneja con miras a la acción para imponer su pensamiento personal.

Por último, cabría como cierre una pregunta: ¿se habría reído Charles Bally de haber tenido noticia de aquella «lucha» (1) en la que su objeto de análisis lingüístico entrañaba una realidad sangrienta? Nunca sabremos cuál fue la sucesión concreta de palabras y emociones en la resolución de aquel acto acontecido en una Lovaina histórica, donde dos personas pelearon por la dignidad «sexual» de una palabra, de lo que parte esta otra necesidad teórica a la que se enfrentará el presente texto, esto es, que no somos capaces de recrear aquellas realidades más que a través del texto escrito, o sea, partiendo de lo que escribieron unos individuos que, en un tiempo concreto en el devenir de la historia, decidieron hablar y actuar de aquella determinada manera. Por lo tanto, un estudio abarcador de «conciencia lingüística» podría permitirnos entender cuán fuerte ha sido a lo largo de esta historia el vínculo entre el género gramatical y el género biológico, y, por esto mismo, cómo no creer en la capacidad de evaluación que tienen los ←16 | 17→hablantes sobre su lengua «materna», cómo no suponer la fuerte asociación que una persona le presupone a su instrumento lingüístico, al que llama con el valor de una «madre». Termino esta introducción a sabiendas de una ironía, pues es, en parte, estimulado por dicho enigma, que escribo este trabajo científico, en honor también a aquellas dos personas que alguna vez, hace ya más de dos siglos —fuese fruto de la ignorancia o de alguna inalcanzable razón— se enfrentaron hasta la última consecuencia por culpa y a causa del lenguaje.

1.1 Objeto de estudio, marco metodológico y selección del corpus

Este trabajo explorará la dimensión «género» en la lengua española y su estrecha relación con la categoría «sexo» de la realidad, la cual, a veces, entraría en el código hablado o escrito —o sea, en el lenguaje—3, lo que se podría explicar desde la sociolingüística histórica y cognitiva4. Así, amparado en conceptos como las «tradiciones discursivas»5, en estas páginas se propone un análisis del género gramatical en el español de la opinión pública —la prensa de los siglos xviii y xix—. Este examen habría sido poco viable de no contar con un nuevo marco metodológico que, propuesto para dicha tarea, rescataría dos conceptos olvidados por el estructuralismo —la «antineutralización» y el «antisincretismo»— con el fin de resolver la perpetua confusión entre la lengua y la realidad designada. Asimismo, dentro de este nuevo marco descriptivo de la sociolingüística cognitiva, se delimitaron un «universo sociolingüístico no genérico» (no sexuado) en contraste con un «universo sociolingüístico genérico» (sexuado), dimensiones sociolingüístico-cognitivas donde, además, aquellos artilugios (la antineutralización y el antisincretismo —los cuales se inferirían tanto del habla como del sistema—) en relación con las injerencias de la categoría óntica «sexo» del espacio extralingüístico, se podrían aplicar a dichos universos y al sistema de la lengua española. Sin embargo, también en la oralidad los hablantes hallarían conflicto cuando estos dos universos colisionasen, lo que generaría un conjunto de estrategias discursivas capaz de restablecer una concordia lingüística. Por ello, partiendo de este nuevo enfoque metodológico, se ha planteado la construcción de un corpus basado en aquellos textos periódicos, tanto, de un lado, los de carácter explícito (donde se observaría el diálogo deliberado de la conciencia ←17 | 18→lingüística de una época sobre dicha dimensión gramatical)6, como, de otro lado, los de carácter implícito (donde se observaría el uso que del género gramatical los hablantes hacían en diferentes niveles de la lengua)7, concretamente sobre la evolución de las voces género y sexo en la conciencia de los hablantes. Estas declaraciones de la prensa periódica, a su vez, se organizaron de forma sistemática con el propósito de formular una muestra representativa y heterogénea de diferentes fenómenos discursivos, cuando no de cambios en la lengua.

En definitiva, aquí se explorará cuándo, cómo y por qué la categoría óntica «sexo» —compuesta de rasgos influidos por la actitud que los hablantes tendrían sobre su objeto lingüístico (los rasgos semánticos de sexo ‘macho’ y ‘hembra’)— supondría una injerencia en el lenguaje, preguntas que, de ser respondidas, podrían explicar, en parte, nuevos mecanismos que sirviesen para indagar asuntos de «conciencia lingüística» sobre la dimensión «género» en la lengua española.

←18 | 19→

1 Remito a la «negación de la filosofía» de Wittgenstein en Schulz (1970).

2 Este libro no tratará metodológicamente con el concepto de «ideologías lingüísticas» (vid. 2. 3.), lo que se propone para trabajos futuros. En esta monografía ha interesado un acercamiento más bien aséptico a las actitudes de los hablantes, tanto implícitas como explícitas, en un corpus de prensa histórico, por lo que el acercamiento elegido en este caso ha sido puramente sociolingüístico y no antropológico.

3 Vid. capítulo 4.

4 Vid. capítulo 5.

5 Vid. capítulo 3.

6 Vid. capítulo 6.

Details

Pages
356
Year
2020
ISBN (PDF)
9783631825044
ISBN (ePUB)
9783631825051
ISBN (MOBI)
9783631825068
ISBN (Hardcover)
9783631823583
DOI
10.3726/b17079
Language
Spanish; Castilian
Publication date
2020 (July)
Keywords
sociolingüística histórica sociolingüística cognitiva género gramatical sexo conciencia lingüística
Published
Berlin, Bern, Bruxelles, New York, Oxford, Warszawa, Wien, 2020. 356 p., 1 il. blanco/negro.

Biographical notes

Julián Sancha Vázquez (Author)

Julián Sancha Vázquez (1988). Doctor en Lengua española por la Universidad de Cádiz. Su investigación se ha centrado en el género gramatical y la identi-ficación que el hablante de español establece entre esta categoría lingüística y la realidad. A la par, trabaja como profesor e investigador especializado en áreas como la sociolingüística histórica y la política lingüística

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