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Gonzalo Argote de Molina, editor de textos medievales

by Daniela Santonocito (Author)
©2020 Thesis 302 Pages

Summary

La figura de Gonzalo Argote de Molina ha sido abordada en trabajos parciales que analizan solo una faceta del intelectual (genealogista, coleccionista, teórico de la poesía, etc.). En este libro se atiende a su papel como editor, una labor hasta ahora relegada por la crítica y de especial interés para conocer la transmisión de la cultura medieval dentro y fuera de España. Las tres obras que rescató de la tradición manuscrita, El conde Lucanor (1575), la Embajada a Tamorlán y el Libro de la montería (1582), vieron la luz acompañadas de interesantes materiales complementarios con los que el humanista sevillano trataba de contextualizarlas y acercarlas a un nuevo lector. Todo ello es objeto de un detenido análisis así como el trasfondo sociocultural sevillano que las alimenta.

Table Of Contents

  • Cobertura
  • Título
  • Copyright
  • Sobre o autor
  • Sobre o livro
  • Este eBook pode ser citado
  • Índice
  • Introducción
  • Capítulo 1 El humanismo sevillano en tiempos de Gonzalo Argote de Molina: coleccionismo y difusión del libro
  • 1 Los lugares de conocimientos: bibliotecas, academias y museos humanistas
  • 2 El coleccionismo como hecho social e histórico
  • 3 La imprenta y el comercio del libro en la Sevilla del siglo xvi
  • 3.1 El comercio de libros y el control de la producción
  • 4 Lectores y lecturas de la sociedad sevillana del siglo xvi
  • Capítulo 2 Gonzalo Argote de Molina, una figura polifacética
  • 1 Algunas noticias sobre la vida de Gonzalo Argote de Molina
  • 2 El museo del humanista sevillano
  • 3 La importancia de la biblioteca de Argote de Molina
  • 3.1 La procedencia y la dispersión de su biblioteca
  • 3.2 Los inventarios de su biblioteca
  • 3.3 Los intereses literarios del erudito sevillano
  • 4 Gonzalo Argote de Molina, historiador y genealogista
  • 5 Gonzalo Argote de Molina, poeta y teórico de la poesía
  • Capítulo 3 El conde Lucanor (Sevilla: Hernando Díaz, 1575)
  • 1 Los manuscritos utilizados por el editor
  • 2 La editio princeps de El conde Lucanor: los paratextos y los bloques
  • 3 Las intervenciones editoriales
  • 3.1 Las intervenciones en la macroestructura
  • 3.1.1 El «Discurso sobre la poesía castellana»
  • 3.2 Las intervenciones en la mise en page
  • 4 Cambios a nivel textual
  • 4.1 Cambios en algunos fragmentos textuales
  • 4.2 Cambios en los «viessos»
  • 4.2.1 Cambios morfo-sintácticos
  • 4.2.2 Cambios léxico-semánticos
  • 5 Cinco ediciones y un ejemplar ‘manipulado’
  • 6 La importancia del impreso sevillano: difusión y lectura
  • 6.1 La difusión del Lucanor en Europa
  • Capítulo 4 La Embajada a Tamorlán (Sevilla: Andrea Pescioni, 1582)
  • 1 Los manuscritos utilizados por el editor
  • 2 La editio princeps de La embajada a Tamorlán: los paratextos y los bloques
  • 3 Las intervenciones editoriales en la macroestructura
  • 3.1 El «Discurso sobre el itineario de Ruy González de Clavijo»
  • 3.2 Las noticias complementarias de Pero Mexía
  • 3.3 Las noticias complementarias de Paulo Jovio
  • 4 Las intervenciones editoriales en la mise en page
  • 5 Cambios a nivel textual
  • 6 Las ediciones de la Embajada a Tamorlán
  • 7 La importancia de la príncipe: difusión, lectura y fortuna
  • Capítulo 5 El Libro de la montería (Sevilla: Andrea Pescioni, 1582)
  • 1 Los manuscritos utilizados por el editor
  • 2 La editio princeps del Libro de la montería: los paratextos y los bloques
  • 3 Las intervenciones editoriales en la macroestructura
  • 3.1 El «Discurso sobre el Libro de la montería»
  • 4 Las intervenciones editoriales en la mise en page
  • 4.1 Los grabados del Libro de la montería
  • 5 Cambios a nivel textual
  • 6 Las ediciones del Libro de la montería
  • 7 La importancia de la príncipe: difusión, lectura y fortuna
  • Conclusiones
  • Apéndice A
  • Apéndice B
  • Apéndice C
  • Bibliografía
  • Obras publicadas en la colección

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Introducción

A partir de la reconstrucción de la figura polifacética del intelectual renacentista Gonzalo Argote de Molina (1548–1596), una personalidad de relieve vinculada con la nobleza y las élites culturales de la vida sevillana de sus tiempos, este estudio pretende ser solo un reflejo parcial de la real difusión de la literatura medieval en el siglo xvi. Las relaciones entre la literatura de la Edad Media y la de los Siglos de Oro han suscitado opiniones y enfoques contradictorios: algunos críticos han identificado cierta continuidad entre las dos épocas, mientras que otros han percibido una ruptura entre ellas. Esta diversidad de juicios depende, por supuesto, de la perspectiva adoptada, del lapso temporal examinado, de los géneros, de las obras y de los autores analizados. Por lo tanto, la figura del editor renacentista y sus impresiones constituyen solamente uno de los principales puntos de partida para sentar unas bases que permitan estudiar, en una línea más general, la difusión, evolución, transformación y recepción de la literatura medieval en los Siglos de Oro. En concreto, el análisis de las ediciones al cuidado del erudito sevillano permite observar su habilidad por atender los gustos de los receptores y saber remozar las viejas creaciones, los diferentes significados que adquieren las obras medievales en los nuevos contextos desde los que deben ser leídas.

Pese a que Gonzalo Argote de Molina pueda considerarse desde una perspectiva filológica como el primer editor de obras antiguas gracias a sus impresiones de El conde Lucanor (1575), de la Embajada a Tamorlán (1582) y del Libro de la montería (1582), su figura, salvo los estudios de Celestino López Martínez (1921, 1953) y de Antonio Palma Chaguaceda (1949), todavía no ha sido suficientemente abordada y valorada. Los primeros que se interesaron por su actividad editorial fueron Andrea Baldissera (2004) y María Jesús Lacarra (2014a), pero, excepto estos últimos, la mayoría de los trabajos existentes sobre el humanista analizan una de las facetas del intelectual, esto es, Argote de Molina como historiador, genealogista, teórico de la poesía, bibliófilo, etc., pero el resultado es que todos ellos difuminan su perfil y desvirtúan su labor. De ahí la necesidad de estudiar su personalidad polifacética desde las distintas perspectivas y analizar su labor editorial a la luz de sus intereses y del público receptor. Sentado eso, resulta evidente, por tanto, que su actividad requiere de un análisis pormenorizado de acuerdo con nuevos criterios metodológicos.

Gonzalo Argote de Molina se movió geográfica y cronológicamente en la Sevilla de la segunda mitad del siglo xvi. El panorama social y cultural de la ←11 | 12→ciudad del Betis no se caracterizaba solo por un evidente esplendor económico, sino también por el desarrollo cultural de instituciones educativas, así como de actividades intelectuales que reflejaban un humanismo que, lamentablemente, llegó con cierto retraso a la Península, a diferencia de lo que ocurrió en Italia, por las distintas condiciones económicas y sociales. De la relación entre el desarrollo económico y la cultura emergente, aparecieron unos lugares de conocimientos compartidos, como las bibliotecas, las academias y los museos humanistas, donde los literatos sevillanos, entre otros nuestro erudito, crearon una identidad colectiva a través de unas prácticas intelectuales. De ahí asistimos a los albores de una nueva mentalidad coleccionística, que se convirtió poco a poco en un hecho social e histórico: la condición privilegiada de la ciudad hizo que en Sevilla surgiera un gran número de museos y colecciones de antigüedades, estampas, pinturas, monedas, medallas y otras curiosidades. En ese contexto, imprescindible fue la aportación de la imprenta sevillana, si bien en la Península Ibérica no se dieron las mismas circunstancias que determinaron el desarrollo de las empresas editoriales europeas; piénsese, por ejemplo, en ciudades como Amberes, Lyon, París, Venecia, que garantizaron la transmisión de las literaturas clásicas a la posteridad. A pesar de que la industria española no fuera capaz de aprovisionar un mercado en expansión como el americano, gracias a la instalación de otros impresores europeos, Sevilla constituyó el eje central que dio lugar a una red comercial en toda Andalucía. Por lo que concierne a la imprenta sevillana, imprescindibles resultan los deslumbrantes trabajos de Carmen Álvarez Márquez (2007, 2009, 2013) y Natalia Maillard Álvarez (2011), cuyas aportaciones resultan fundamentales a la hora de reconstruir los contactos entre editores, mercaderes y libreros, así como definir, en la medida de lo posible, los tipos de lecturas y las categorías de lectores que accedían a la cultura escrita.

Para entender la compleja personalidad de Gonzalo Argote de Molina, hombre de armas y letras, es necesario adentrarse en su labor de erudito, que presenta múltiples facetas y que no puede relacionarse con y/o reducirse a sus ediciones. Muestra de ello es también su museo-biblioteca, donde, a lo largo de toda su vida, adquirió libros y manuscritos, curiosidades y objetos raros, tanto artísticos como arqueológicos. Asimismo, desde una perspectiva meramente bibliográfica, se le conoce al intelectual por haber sido historiador y genealogista por un lado, y literato y poeta, por otro. Su obra monumental Nobleza del Andaluzía y, en menor tamaño, Aparato para la historia de Sevilla y Elogios de los conquistadores de Sevilla, muestran el uso abundante que él hace de la documentación. En cambio, su índole de literato y, especialmente, de poeta queda reflejada en la recuperación voluntaria de unos textos medievales y en ←12 | 13→su decisión de difundirlos adicionados con unos discursos redactados por él. Su producción lírica, en cambio, no va más allá de unos elogios a sus amigos (Pedro de Aguilar, Nicolás Monardes, Ambrosio de Morales, etc.) o a los reyes (Fernando III y Alfonso X).

A pesar de que, a lo largo de estas páginas, utilicemos el término ‘editor’ en su acepción moderna para referirnos al humanista, cabe precisar que, aun interviniendo en el proceso de transmisión del manuscrito a la imprenta junto con algunos impresores –como muestran muchos documentos procedentes de los fondos de la sección de Protocolos del Archivo Histórico Provincial de Sevilla, estudiados por Carmen Álvarez Márquez–, el erudito era especialmente el responsable de la venta y de la distribución de los ejemplares, que se convierte en motivo de intercambio epistolar con el cronista aragonés Jerónimo Zurita. Sus ediciones príncipes de El conde Lucanor, de la Embajada a Tamorlán y del Libro de la montería, que salieron a la luz en 1575 del taller de Hernando Díaz la primera, y en 1582 de la casa de Andrea Pescioni, la segunda y la tercera, constituyen el corpus fundamental de la investigación. Para comprender su labor editorial, es necesario analizar los tres impresos como conjunto de textos y paratextos legales, socio-literarios y editoriales (Reyes 2010), para comprobar las intervenciones llevadas a cabo en la macroestructura, en la mise en page (apostillas marginales, letras capitulares, grabados, etc.) y a nivel textual. De esta manera, será posible definir e interpretar los añadidos y los cambios adoptados por el editor en consonancia con sus intereses y el contexto de recepción, así como entender los motivos que le movieron a elegir las tres obras entre una multitud de manuscritos conservados en su famoso museo-biblioteca, como muestran los cinco inventarios que nos informan sobre su contenido.

***

Este libro, fruto de una investigación de varios años y de una tesis doctoral realizada en el antiguo Departamento de Filología Española de la Universidad de Zaragoza, bajo la dirección de la Dra. María Jesús Lacarra Ducay de la misma Universidad y del Dr. Gaetano Lalomia de la Università degli Studi di Catania, se enmarca dentro de una línea de investigación más amplia, desarrollada por el Grupo de investigación Clarisel en el proyecto COMEDIC1. Los capítulos ←13 | 14→tercero, cuarto y quinto de este trabajo reelaboran y actualizan materiales publicados en Santonocito (2013b, 2015b, 2017).

Ahora bien, me gustaría expresar mi profundo y sincero agradecimiento a quienes, a lo largo de estos años, han colaborado directa o indirectamente en la realización de esta investigación. En primer lugar, a María Jesús Lacarra y Gaetano Lalomia, por su orientación y generosidad, por su disponibilidad y paciencia; al Grupo de investigación Clarisel de la Universidad de Zaragoza, a Marta Haro y a mis tutores de las estancias de investigación en París, Londres y Sevilla, por su amistad generosa, su ayuda y sus consejos; finalmente, a mi familia, a quien dedico este trabajo, y a todas las personas que me han acompañado hasta el punto final.


1 El objetivo principal de este proyecto es la realización de un catálogo de obras impresas en o traducidas al castellano antes de 1600, para descubrir cuál fue la circulación, la transmisión y la recepción de la literatura medieval en la época renacentista a través del estudio de los impresos procedentes de los distintos talleres de imprenta situados por toda España. El proyecto inicial, Reescrituras y relecturas: hacia un catálogo de obras medievales impresas en castellano hasta 1600 (FFI2012–32259), sigue en marcha bajo un continuo proceso de actualización y creación de fichas, gracias también a dos nuevas financiaciones, una del Ministerio de Economía y Competitividad (FFI2016–75396-P, Catálogo de obras medievales impresas en castellano (14751601): nuevas investigaciones) y otra del Ministerio de Ciencia e Innovación (PID2019-104989GB-I00, Catálogo de obras medievales impresas en castellano (14751601): libro antiguo y humanidades digitales). Para más detalles sobre el catálogo COMEDIC, consúltense Santonocito (2013a) y la página web del proyecto <http://comedic.unizar.es>.

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Capítulo 1 El humanismo sevillano en tiempos de Gonzalo Argote de Molina: coleccionismo y difusión del libro

A lo largo del siglo xvi, Sevilla abandona su papel de capital de la Baja Andalucía para convertirse en capital económica del mayor imperio europeo del momento. Ríos de tinta se han escrito sobre el «monopolio» mercantil sevillano a la hora de estudiar el tráfico con el Nuevo Mundo, siendo innegable su estatus por varios motivos que van desde lo más particular y cercano, Sevilla, hasta lo más general, la Corona. La ciudad de Sevilla no se caracteriza solamente por su esplendor económico y su heterogénea sociedad, estos pueden considerarse «los síntomas perceptibles de una vitalidad general», como asevera Juan Montero (1998, p. 13). Desde una perspectiva estrictamente cultural, y teniendo en cuenta principalmente el ámbito de las letras, cabe destacar algunos aspectos, entre ellos el desarrollo de las instituciones educativas, de varios tipos de actividades artísticas (música, artes plásticas, arquitectura) y, de primordial importancia, el contacto y los intercambios culturales entre literatos no solo de España, sino también de Europa. Todo ello constituyó el sustrato necesario para fomentar la actividad de escritores y otros artistas según el modelo italiano ya avanzado del mecenazgo eclesiástico y civil, así como la imprenta y el consiguiente intercambio y mercado librarios, el florecimiento de bibliotecas privadas y la aparición de un asiduo público de lectores.

Como se acaba de afirmar, las instituciones educativas jugaron un papel muy relevante en el desarrollo de la vida intelectual sevillana: las artes, las ciencias y las letras florecieron «en claustros, colegios y academias, en los libros y en los púlpitos» (Montoto 1976, p. 27). Otro aspecto muy importante en ese contexto cultural fue el continuo intercambio entre literatos, tanto estudiantes como maestros de España y de Europa, además de una gran cantidad de talleres de imprenta que empezaron a destacar a partir de las primeras décadas del siglo. Todo ello, insiste Juan Montero, explicaría fácilmente cómo la vida cultural sevillana del xvi reflejaba fielmente «las tendencias intelectuales imperantes a lo largo de la centuria en España y Europa» (1998, p. 16). En general, humanismo, poesía, pintura, coleccionismo y erudición se convertirán en los protagonistas del escenario sevillano del siglo xvi hasta las primeras décadas del xvii y ←15 | 16→favorecerán varios fenómenos de transmisión e intercambio de novedades, de saberes, de conocimientos, de objetos y de libros, verdaderos vehículos culturales. En el caso específico del libro, se tratará de un objeto de inmenso valor cultural y de uso, más que de intercambio entre minorías selectas.

El proceso de urbanización de la Baja Edad Media no se había realizado en España de manera tan intensa como en el resto de la Europa occidental; las condiciones económicas y sociales impidieron la aparición de una burguesía urbana: mientras los italianos buscaban apoyo en la aristocracia cuando no lo encontraban en la burguesía capitalista, los españoles no podían conseguir lo mismo aun procediendo de un grupo social parecido. Por lo tanto, a diferencia de lo que ocurrió en Italia, donde los primeros humanistas se remontan a los siglos xiv-xv, el humanismo estaba implantado en España ya a principios del siglo xvi, pero la situación económica no favorecía a los humanistas que no podían ni enfrentarse a la nobleza ni conseguir que fuesen los nobles sus propios mecenas (véase Pérez 2013). Así pues, como muy bien advierte Luis Gil Fernández, los literatos de la época «carecían de unos aliados naturales a quienes pudieran dar prestigio social y apoyo teórico en sus aspiraciones a arrebatar el poder político a la nobleza y de quienes pudieran ellos a su vez recibirlo en forma de mecenazgo» (1997, p. 289). Hubo que esperar hasta finales del siglo xvi para empezar a considerar al humanista como a un erudito universal, cuyos saberes inconexos y enciclopédicos se revelaban útiles solo a la hora de entretener las tertulias.

Por otra parte, tenían que enfrentarse con otros problemas relacionados con los ‘grandes’ españoles del siglo xvi, quienes, a diferencia de los dinastas italianos, no pudieron fomentar e irradiar el humanismo, simplemente porque no eran sedentarios: los continuos desplazamientos debidos a tareas militares les impidieron dedicarse a la creación de residencias parecidas a las cortes italianas (Gil Fernández 1997, p. 290). Sus preocupaciones no se dirigían hacia la erudición, sino hacia el goce de las artes plásticas y de la creación literaria en lengua vulgar, de las tertulias y las academias, en lugar de encerrarse en gabinetes de estudio. Además, cabe considerar la falta de formación y de recursos para involucrarse en una experiencia cultural que impidió de alguna manera la irradiación del humanismo.

Sin embargo, la riqueza material de la ciudad sevillana, debida al tráfico con el Mediterráneo y el Norte de Europa y a los contactos con América, favorece un desarrollo sociocultural particularmente favorable y fértil para la «revolución intelectual» del Humanismo y del Renacimiento (Morales 1977, p. 283). Por lo tanto, todo lo que procedía del Nuevo Mundo pudo convertirse en una auténtica riqueza gracias a la antigua tradición intelectual sevillana: concretamente, ←16 | 17→en instituciones educativas como colegios y bibliotecas, en edificios, en ediciones lujosas, etc.

1 Los lugares de conocimientos: bibliotecas, academias y museos humanistas

Es indudable la importancia tanto económica como demográfica de Sevilla dentro del imperio español; sin embargo, el contexto cultural sevillano del siglo xvi no ha sido abordado de manera suficiente, salvo por la ruta marítima, mejor conocida como Carrera de las Indias, que unía los territorios de la monarquía a través del Atlántico. Los únicos estudios sobre la ciudad se han enfocado sobre la importancia histórica de Sevilla en la consolidación del imperio ultramarino, pero no se han detenido en el impacto que tuvo la nobleza en el ‘patrocinamiento’ de las artes y de las letras sevillanas, con la excepción de Guy Lazure (2003), que ha proporcionado un cuadro bastante exhaustivo sobre los ambientes culturales sevillanos activos en el siglo xvi. Entre las ciudades españolas, Sevilla ocupaba un lugar privilegiado porque una de sus ventajas era propiamente, para decirlo con las palabras del autor, su self-sufficiency, esto es, su autoabastecimiento. A lo largo del siglo xvi, la élite cultural sevillana llegó a crear una identidad colectiva a través de unas prácticas intelectuales y uno de los primeros círculos españoles que establecieron un grupo cultural bien cerrado era sevillano (Lazure 2003, p. 19). A este respecto, Guy Lazure asevera que «the rise of a “vernacular humanism”, the arrival of the printing press, and the development of erudition and education (around the cathedral chapter), all had a direct and powerful impact on the evolution of letters in late medieval and early modern Seville» (2003, p. 21).

Para entender la dinámica de las élites culturales sevillanas, el punto de partida es la idea de unos ‘lugares de conocimientos’, «spaces of knowledge» según Guy Lazure, o sea, una forma de espacios textuales y sociales donde conocimiento e individuos convergen. En el caso específico, Sevilla disponía de tales espacios, entre ellos lugares u objetos físicos (museos, bibliotecas, academias, etc.), momentos o eventos (reuniones, encuentros entre humanistas que compartían conocimientos), textos (libros, manuscritos, etc.), esto es, todo lo que podía representar una identidad, una comunidad cultural que tuviese una propia existencia social. Dicho de otra manera, ese aspecto, muy poco examinado por la crítica, constituía el humus cultural e intelectual de una ciudad tan activa política y económicamente.

La Sevilla del siglo xvi representa muy bien el lugar ideal por la existencia de una conciencia de grupo: el intercambio de libros era un hecho cultural y ←17 | 18→poseer el libro de alguien se había convertido en un acto social de participación y apropiación de sus saberes. Así pues, en una ciudad universitaria como Sevilla, las colecciones privadas acabaron siendo lugares de intercambios culturales. En este contexto, el museo adquiere una importancia primordial, puesto que no solo era un contenedor de objetos, sino que representaba el marco de formación de literatos que empezaban a crear amistades y relaciones culturales e intelectuales muy relevantes (Findlen 1994, p. 8). El museo se convierte, por tanto, en la metáfora ideal para explicar las tendencias enciclopédicas del siglo xvi: como lo define Paula Findlen, «musaeum was an epistemological structure which encompassed a variety of ideas, images and institutions that were central to late Renaissance culture» (1989, p. 59). En el contexto sevillano de reflexión sobre el canon literario español, Gonzalo Argote de Molina ocupó un papel central en la difusión de sus intereses humanistas gracias al coleccionismo y a sus ediciones.

Details

Pages
302
Year
2020
ISBN (PDF)
9783631835395
ISBN (ePUB)
9783631835401
ISBN (MOBI)
9783631835418
ISBN (Hardcover)
9783631834428
DOI
10.3726/b17591
Language
Spanish; Castilian
Publication date
2020 (November)
Keywords
Humanismo sevillano coleccionismo imprenta impreso espacios culturales
Published
Berlin, Bern, Bruxelles, New York, Oxford, Warszawa, Wien, 2020. 302 p., 33 il. blanco/negro, 8 tablas.

Biographical notes

Daniela Santonocito (Author)

Daniela Santonocito es doctora en Literaturas hispánicas por la Universidad de Zaragoza. Sus principales líneas de investigación giran en torno a la literatura española medieval y del Siglo de Oro y, de manera más concreta, la transmisión, reescritura y recepción de textos medievales en la época renacentista. Actualmente es investigadora en el Dipartimento di Scienze Umanistiche de la Università degli Studi di Catania.

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