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Escritoras Españolas Contemporáneas – Identidad y Vanguardia

by Pilar Nieva-de la Paz (Author)
©2018 Monographs 412 Pages

Summary

Las escritoras españolas han recorrido un largo camino desde los inicios del siglo XX, cuando eran solo una minoría, hasta hoy día, que están logrando relevantes éxitos de público y crítica. Sin duda, como consecuencia a su capacidad para reaccionar ante los cambios sociopolíticos. Entre estos, ante las transformaciones derivadas de la integración de las mujeres en la Esfera pública. Sus textos denuncian la vigencia de los roles de género tradicionales, plantean modelos trasgresores, y permiten entender la definición de la identidad femenina en cada período. Desde la vanguardia, sus propuestas igualitarias se expresan con lenguajes y técnicas renovadoras en la línea de los movimientos artísticos internacionales más destacados.

Table Of Contents

  • Copertina
  • Titolo
  • Copyright
  • Sull’autore/sul curatore
  • Sul libro
  • Questa edizione in formato eBook può essere citata
  • Agradecimientos
  • Índice
  • Parte I. Escritoras españolas contemporáneas: retos e inserción social
  • 1. Cambios y retos identitarios: las pioneras
  • 1.1. Hacia la “mujer moderna”
  • 1.2. La identidad femenina y la Esfera privada: permanencias y cambios
  • 1.3. De la Esfera privada a la Esfera pública: la identidad profesional de las mujeres
  • 1.4. Testimonio literario y participación política femenina
  • 2. Voces y recuerdos: de un “tiempo de silencio” a un tiempo de la memoria
  • 2.1. De vuelta al ideal femenino tradicional: denuncia de las escritoras y censura de género en el franquismo
  • 2.2. Recuerdos entre dos tiempos: la memoria crítica del pasado en la Transición política
  • 3. Creadoras y ciudadanas: ¿de pleno derecho?
  • 3.1. Testimonios de las luchas feministas: la “liberación” femenina
  • 3.2. Otras formas de denuncia: imaginarios fantásticos y revisiones narrativas del Mito y de la Historia
  • 3.3. Dos esferas que conviven: la indeterminación de la identidad
  • 4. Un salto al futuro: avances y logros en el nuevo siglo
  • 5. Conclusiones
  • 6. Obras citadas
  • 6.1. Textos de las escritoras
  • 6.2. Bibliografía citada
  • Parte II. Antología de ensayos
  • 0. Procedencia de los ensayos
  • 1. Mujer, sociedad y política en el teatro de las escritoras españolas del primer tercio de siglo (1900–1936)
  • 2. Revisando la identidad femenina tradicional: maternidad y matrimonio en el teatro de Isabel Oyarzábal Smith
  • 3. Recreación y transformación de un mito: La nieta de Fedra, drama de Halma Angélico
  • 4. ‘Mujer moderna’, compromiso político y cambio social en Primavera inútil (1944), de Mª Luisa Algarra
  • 5. La memoria del teatro en la narrativa de las escritoras españolas exiliadas
  • 6. Voz autobiográfica e identidad profesional: las poetas del 27
  • 7. Concha Méndez y Manuel Altolaguirre: la memoria de una vocación teatral
  • 8. Éxitos de la narrativa española de mujeres durante la Transición política
  • 9. Imágenes en el espejo: la mujer escritora en las novelas de las narradoras de la Transición
  • 10. El fin del exilio en dos novelas de la Transición política: Memoria de los muertos (1981), de Teresa Pàmies, y Cúanta, cuánta guerra (1982), de Mercè Rodoreda
  • 11. Los mitos literarios en el teatro de las autoras españolas contemporáneas: una aproximación panorámica
  • 12. Los dilemas morales de las mujeres en el teatro de Itziar Pascual: reivindicación de la autonomía personal y derechos colectivos
  • 13. Modelos femeninos e indeterminación de la identidad: Amor, curiosidad, prozac y dudas (1997), de Lucía Etxebarría, y Atlas de geografía humana (1998), de Almudena Grandes
  • 14. Mujeres ‘malas’ y nuevos entornos laborales: Y punto, de Mercedes Castro (2008) y El silencio de los claustros (2009), de Alicia Giménez Bartlett
  • Volumi pubblicati nella collana

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Parte I
Escritoras españolas contemporáneas: retos e inserción social

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Los acelerados cambios en la condición social femenina experimentados durante el siglo XX por las mujeres occidentales hacen inevitable la indagación sobre el nuevo lugar que ocupan en nuestras sociedades y también sobre sus relaciones actuales con los hombres (Lipovetsky 1997, Camps 1998, Castells y Subirats 2007). A lo largo de la centuria, se han incorporado progresivamente a la Esfera pública, al mundo educativo y al ejercicio profesional. Desde las primeras décadas, uno de los ámbitos en los que han ingresado en una proporción relevante ha sido el mundo literario, artístico y cultural. Al haber avanzado su nivel educativo y haber ampliado paralelamente sus posibilidades de actuación pública, han podido iniciar en significativo número sus trayectorias como escritoras, periodistas, traductoras, editoras, impresoras, profesoras, gestoras culturales, guionistas, directoras de escena, escenógrafas, etc., dando lugar a un patrimonio literario y artístico de relevancia que ha permanecido en muchos casos oculto y olvidado. La historia literaria reconoce desde siempre su papel de “musas” de la creación masculina, pero ha dejado al margen del canon educativo y cultural el protagonismo de las creadoras. Sin embargo, como han revelado sus abundantes logros y sus declaraciones autobiográficas y periodísticas, las escritoras se han caracterizado en todo el período por mantener una voluntad clara de crear, de ser sujetos agentes de la producción literaria.

Aunque queda todavía mucho por hacer, las investigaciones realizadas en el ámbito hispánico en las últimas cuatro décadas han permitido avanzar en la visibilización de la actividad de todas esas creadoras que han luchado por escribir y publicar, que han querido comunicar públicamente sus inquietudes vitales, aportar su particular visión del mundo e indagar en las claves de su propia identidad. Se está trabajando así en la recuperación de sus trayectorias literarias, en su incorporación al canon académico y en la edición de sus textos. Resulta también fundamental analizar sus obras escritas, que además de contribuir a las corrientes literarias y las fórmulas expresivas renovadoras más significativas del siglo, han abordado temáticas y construido personajes potencialmente reveladores de su emplazamiento en el medio, de su relación con la sociedad y con los problemas que consideraban palpitantes en su momento histórico concreto. Esta conexión directa con la realidad de las mujeres y sus interrogantes identitarios ha repercutido en algunos casos en su éxito de ventas. Puesto que la creación literaria puede aportar perspectivas útiles y complementarias para el análisis sociológico, por su recreación “intrahistórica” de la vida cotidiana, su manifestación de un determinado horizonte de expectativas y su contribución a la construcción del imaginario colectivo por parte de diferentes generaciones, una reflexión panorámica sobre las imágenes de mujeres y hombres transmitidas en sus textos contribuyen ← 15 | 16 → a la comprensión de las claves fundamentales por las que se han caracterizado la femineidad y la masculinidad en cada tiempo, y a la determinación de las construcciones identitarias de género (Gilbert y Gubar 1979; Miller 1983; Scott 1990; Zavala 1998 y 2004). El análisis comparado del conjunto de las imágenes y los discursos que representan a las mujeres en las obras de creadores y creadoras puede tener, además, una incidencia positiva en la formación de un pensamiento igualitario que puede contribuir a alcanzar lo antes posible la igualdad efectiva de mujeres y hombres (Vilches-de Frutos y Nieva-de la Paz 2012).

Un aspecto de gran interés para la crítica hispánica en las últimas décadas es el proceso de construcción de la identidad femenina por parte de sus protagonistas, en este caso, las escritoras. No en vano los debates y las reflexiones sobre la condición social de las mujeres en cada período han sido una prioridad para las autoras, y constituyen una temática central en el conjunto de su producción literaria. De ahí la necesidad de ofrecer, como se realiza en este ensayo, una selección panorámica de figuras femeninas y textos literarios del siglo XX especialmente interesantes para la identificación de los cambios de la identidad femenina peninsular, evolución que se ha visto determinada por la progresiva incorporación de las mujeres a la Esfera pública y, muy especialmente, por su acceso y consolidación en el ámbito del trabajo remunerado.

Destacan por sus aportaciones numerosas escritoras que se sumaron a la vanguardia con sus propuestas rupturistas tanto a nivel temático, por su abierto compromiso con la igualdad entre mujeres y hombres, como a nivel formal, por su contribución a modalidades genéricas y técnicas expresivas renovadoras. Ha sido determinante en este proceso la denuncia de los roles de género tradicionales y las propuestas trasgresoras que encarnan muchas de sus protagonistas, aspecto fundamental que define su contribución al cuestionamiento de la identidad sexual establecida y a la promoción del cambio social hacia la igualdad efectiva de mujeres y hombres. Tal vez pueda sorprender la variedad de los géneros literarios, preocupaciones temáticas y técnicas expresivas que han transitado las escritoras que, en efecto, han contribuido singularmente a las corrientes de renovación artística más importantes de cada período. De ahí el interés especial que se dedica en este panorama inicial, y en la selección de ensayos ya publicados que se recogen en la segunda parte del libro, a la renovación temática y formal que han llevado a cabo en sus creaciones; un doble enfoque que sustenta la apelación a la vanguardia en nuestro título. A la hora de perfilar la evolución de la identidad de las mujeres en su literatura ha resultado de especial interés el análisis del género autobiográfico en su forma ensayística, aunque se ha atendido también a la presencia del elemento autobiográfico en novelas, poemas y obras ← 16 | 17 → teatrales, dado que en todas estas manifestaciones es posible trazar la experiencia vital femenina y su evolución a lo largo de los diferentes períodos. Se da a conocer así, de primera mano, la intimidad y la conciencia de las mujeres en cada tiempo, su actitud frente a determinadas personas y sucesos, la valoración retrospectiva de las experiencias vividas, sus luchas y aspiraciones.1

El proceso de emancipación y acceso profesional de las españolas a lo largo del siglo XX ha tenido dos hitos fundamentales: el período republicano (la década de los años 30, con la llegada de la Segunda República y la Guerra Civil española) y los años de la Transición política a la Democracia (la década de los 70 y comienzos de los 80). En el primero de ellos culminaron las profundas transformaciones iniciadas en los primeros veinte años del pasado siglo, entre ellas, su acceso a los niveles superiores de la educación, la incipiente incorporación a las profesiones liberales y la integración paulatina en la vida política. Fue entonces cuando las “mujeres modernas” cuestionaron abiertamente los modelos de género heredados y alteraron permanencias seculares en los roles sociales desempeñados por ambos sexos. En el segundo período, el de la década de los setenta, las españolas volvieron a protagonizar un fuerte proceso de integración en la Esfera pública del país, con el significativo aumento de las tasas de universitarias, el creciente acceso a las profesiones más cualificadas y la incorporación a las estructuras políticas emergentes. Educadas bajo el franquismo, las jóvenes de la Transición ignoraban casi totalmente la existencia de las republicanas (duramente reprimidas en el país o forzadas a un interminable exilio). Poco o nada sabían de la dura lucha de sus antepasadas por la conquista de libertades ciudadanas y, específicamente, por los derechos de las mujeres.

Con todo, desde el auge del feminismo de los años 20 y 30 en nuestro país hasta el resurgimiento de las reivindicaciones de las mujeres en los 70 no hubo un enorme vacío, sino un sutil puente construido por algunas intelectuales y creadoras que mantuvieron vivas las corrientes de emancipación femenina en la larga posguerra, aunque tuvieran que hacerlo a menudo de forma oblicua y más bien “subterránea”, al enfrentarse con un rígido paradigma ideológico que se veía apuntalado por la actuación coercitiva de la censura franquista. La larga cadena literaria formada por las escritoras contemporáneas, alejadas de esa “ansiedad de la influencia” teorizada por Harold Bloom (1994) para sus colegas masculinos, se han mostrado en cambio muy interesadas por recuperar la obra de sus ← 17 | 18 → antepasadas, desde el estudio pionero de Margarita Nelken (1930). En la España del período democrático dicha cadena se ha visto muy fortalecida, a pesar de las innegables discriminaciones ejercidas por el mercado cultural y mediático. Han proliferado así los nombres de mujer en todos los géneros, alcanzando en muchos casos reconocimientos oficiales y significativos éxitos de público y crítica, al tiempo que se han afianzado las búsquedas en la identidad de género presentes en sus obras, fruto de las convulsiones vividas en un mundo tan cambiante (globalización, digitalización, corrientes migratorias, etc.) y su afán de renovación temática y formal. Continúan así presentes en los últimos años del siglo las denuncias feministas ante la desigualdad real todavía existente entre mujeres y hombres tanto en la Esfera pública como en la Esfera privada. Crítica y autocrítica se funden en unas creaciones que permiten reconstruir a lo largo de la centuria la larga lucha de las mujeres en su camino hacia la emancipación real a través de sus textos literarios.

Con el siglo XXI han llegado para quedarse cambios fundamentales en la situación de las escritoras españolas, que están recibiendo el reconocimiento del público con múltiples éxitos de ventas, alcanzan los primeros lugares en los premios literarios, empiezan a ser representadas en los teatros públicos y publican en las editoriales más prestigiosas. Sus temáticas siguen incidiendo en la situación de las mujeres en los diferentes ámbitos de la Esfera pública, todavía marcada por la desigualdad y las múltiples discriminaciones de género, con especial atención a la vigencia de lacras sociales como la violencia machista contra las mujeres y su descendencia. Pero reconocen también en sus creaciones los relevantes avances que se han producido en la sociedad española de la última década en relación con la igualdad efectiva de mujeres y hombres, promovidos por Políticas públicas que están determinadas por la aprobación de leyes orgánicas que han sido consideradas como referencia internacional (como la Ley de Igualdad o la Ley de Violencia de género). Además abordan con eficacia temas de interés general y gran repercusión social como el desigual reparto de la riqueza, el incumplimiento de los derechos humanos en amplias zonas del planeta, las discriminación por razón de etnia, religión y orientación sexual, los múltiples conflictos internacionales, los movimientos migratorios, los retos de la convivencia multicultural, las guerras y sus terribles consecuencias en la población, etc.

Pero es importante reivindicar la labor de las pioneras y de aquellas que las han sucedido en la larga cadena literaria. Tal vez pueda sorprender hoy en día las dificultades y retos a los que se enfrentaron para lograr su inserción en la vida social y en el ámbito de la creación. Casi todas ellas surgían de las clases medias y ← 18 | 19 → acomodadas. Muchas fueron educadas en colegios religiosos, de acuerdo con el patrón de la “educación de adorno para señoritas” del siglo XIX. La experiencia educativa de su niñez y primera juventud cobra un papel destacado, sin ir más lejos, en las autobiografías y memorias de Isabel Oyarzábal, Constanza de la Mora o Concha Méndez. Encontramos en los textos autobiográficos de estas últimas muestras de su insatisfacción por la educación recibida en colegios para las niñas y jóvenes de la burguesía, orientada hacia el savoir faire social, que no las había capacitado para ganarse la vida con su trabajo. Varios de sus textos autobiográficos coinciden en señalar las barreras familiares y sociales que encontraron a la hora de poder acceder a los niveles educativos superiores, la formación profesional y la Universidad. Destaca en este sentido el caso de Concha Méndez, que da cuenta en su autobiografía de la reacción violenta de su madre cuando le comunicó su deseo de ir a la Universidad. No estaban tan lejos, en definitiva, casos como los de la “pionera” Concepción Arenal, que se vistió de hombre para poder asistir a las clases de Derecho en la Universidad de Madrid, o el de Emilia Pardo Bazán,2 que nombrada catedrática en la misma Universidad, abandonó el puesto sin haber podido impartir una sola clase por la inasistencia de los alumnos. Conviene recordar que la Universidad no se abrió legalmente a las mujeres españolas hasta 1910 (Capel 1982, Flecha 1996). Esta situación explica el que varias de las mejores escritoras de las primeras generaciones del siglo XX se considerasen autodidactas. Con todo, se abrían paso ya las primeras intelectuales y creadoras con una formación reglada. Es el caso de María de la O Lejárraga, del grupo del 98, o de Carmen Conde, en el del 27, ambas con el título de maestras. También fueron diferentes los casos de Rosa Chacel y Federica Montseny, que recibieron una singular educación “privada” en sus casas, a cargo principalmente de sus madres, y no acudieron a los colegios religiosos al uso, o el de las hermanas Margarita y Carmen Eva Nelken, de origen alemán, que tuvieron una esmerada educación en artes e idiomas. Todavía más excepcionales frente a la norma fueron Mª Teresa León, sobrina del matrimonio Menéndez Pidal-Goyri, que estudió en la Institución Libre de Enseñanza y se licenció en Filosofía y Letras; María Zambrano, hija de maestros, que con 27 años era profesora auxiliar de la Cátedra de Metafísica de la Universidad Central de Madrid; Carlota O’Neill, hija de diplomático y escritora, que cursó estudios de Filosofía y Letras en Barcelona, ← 19 | 20 → o Mª Luisa Algarra, procedente de una familia de la burguesía catalana, que estudió Derecho y se convirtió en 1936 en la primera jueza española.3

Los deseos de salir del mundo recluido del hogar y acceder a la vida social suponen una abierta ruptura con el modelo femenino tradicional. Incluso aquellas escritoras que se adscribieron a opciones ideológicas más conservadoras fueron rupturistas en sus decisiones vitales (Simón Palmer 2008). Entre aquellas que comenzaron sus carreras literarias en los años 20 y 30, abundan las que abandonaron sus lugares de origen para alejarse de unos ambientes sociales opresores. Por mencionar algunos significativos ejemplos, Isabel Oyarzábal salió de Málaga para ser actriz (en un primer momento, puesto que pronto comenzó a escribir para la prensa); Concha Méndez abandonó su casa de soltera en Madrid y viajó sola en un carguero hasta Inglaterra para ganarse la vida escribiendo y dando clases, y Mª Teresa León dejó marido y familia en Burgos para perseguir su vocación de escritora. La memoria autobiográfica de estas (y otras) escritoras permite reconstruir la dura lucha que todas ellas emprendieron para incorporarse a la Esfera pública a través de su inserción en la profesión artística y literaria. Recuperan así en sus textos los momentos de emoción vividos ante la publicación de sus primeros libros (María de la O Lejárraga, Pilar de Valderrama, Ernestina de Champourcin, Carmen Conde…), su incorporación al mundo del periodismo (Isabel Oyarzábal), o al de la gestión cultural y la dirección teatral (Mª Teresa León). Sus libros están, pues, llenos de referencias a su firme vocación de creadoras, largamente perseguida. Su dedicación profesional a la creación artística y literaria se muestra así como un eje fundamental en la construcción de su identidad personal.4

Las escritoras no olvidaron relatar tampoco los episodios claves de su vida personal, familiar y amorosa. Ofrecen así testimonio de esos largos y castos noviazgos de las clases acomodadas de comienzos de siglo (Concha Méndez); de ← 20 | 21 → los condicionamientos que actuaban en la consolidación de las relaciones hasta llegar al matrimonio y de la doble moral social que toleraba el adulterio masculino (Isabel Oyarzábal), junto a la opresión de una convivencia matrimonial infeliz y la incipiente apertura, ya en los años 30, hacia nuevos horizontes de libertad amorosa y sexual (Mª Teresa León). El alejamiento progresivo del medio social de origen y la fuerte atracción que sentían por la sociedad literaria y cultural determinó el que varias de ellas eligieran a sus parejas en el medio artístico. Predomina así entre las escritoras del primer tercio de siglo la fórmula de la pareja de profesionales, la unión entre creadores: María de la O Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra; Isabel Oyarzábal y Ceferino Palencia; Mª Teresa León y Rafael Alberti; Concha Méndez y Manuel Altolaguirre; Rosa Chacel y Timoteo Pérez Rubio; Ernestina de Champourcin y Juan José Domenchina; Carmen Conde y Antonio Oliver Belmás; Pilar de Valderrama y Rafael Martínez de Romarate; Mercedes Ballesteros y Claudio de la Torre, Luisa Carnés y Ramón Puyol (en segunda unión, con el también escritor Juan Rejano), etc. Fue ésta una opción vital que si bien facilitó en un primer momento el acceso de las jóvenes escritoras a los círculos más destacados de la creación española de entonces, supuso a la larga el que fueran relegadas en la consideración general a favor del prestigio y la fama obtenida por sus maridos. Se convirtieron así, utilizando la bella expresión utilizada por Mª Teresa León en su Memoria de la melancolía (1970) en la cola del cometa, o retomando la presentación que hacía Antonina Rodrigo en su biografía de María de la O Lejárraga (1992), en mujeres en la sombra, que han tenido que esperar varias décadas para empezar a recibir la atención y el reconocimiento debidos.

La Guerra Civil afectó de manera trágica a las trayectorias de las escritoras españolas, abatiendo en muchos casos sus incipientes logros profesionales. La lucha emprendida en su juventud y primera madurez para hacerse un lugar en la sociedad artística y literaria española, con éxito en muchos casos, fue truncada por la convulsión que supuso el conflicto bélico del 36. El estallido de la guerra abrió un hiato en su actividad literaria y la victoria franquista implicó para las más comprometidas con la causa republicana la marcha al exilio, con la consiguiente pérdida de ese mundo intelectual y político de singular riqueza que habían conocido durante los años 20 y 30 en España. María de la O Lejárraga, Matilde de la Torre, Elena Fortún, Isabel Oyarzábal, Zenobia Camprubí, Magda Donato, Margarita Nelken, Rosa Chacel, Concha Méndez, Mª Teresa León, María Zambrano, Luisa Carnés, Ernestina de Champourcín, Federica Montseny, Carlota O’Neill, Mª Luisa Algarra, Teresa Pàmies, etc. se vieron inmersas en una azarosa itinerancia geográfica. Cambiaron de país y de continente, tuvieron que ← 21 | 22 → buscar los medios para su supervivencia económica y la de sus familias, y se insertaron en muchos casos en unos países de acogida con sociedades fuertemente patriarcales que dificultaron su retorno a la Esfera pública y a la profesión artística y literaria.5 A pesar de ello, varias lograron retomar la escritura e incluso publicar algunos de sus textos, mientras combinaban esta dedicación con diferentes trabajos en el ámbito cultural que permitían su subsistencia: traducciones, colaboraciones en prensa, programas de radio y televisión, guiones para el cine, interpretación, etc. Los títulos que publicaron en el destierro tardaron varias décadas en llegar a España, con dos momentos de recuperación significativos, la que tuvo lugar durante los años de la Transición política, y la que se inició a finales de siglo, con un breve repunte editorial en el contexto de la promulgación de la Ley de Memoria Histórica (2007).

Tampoco fue fácil la suerte de aquellas que permanecieron en el interior del país, dada la imposición ideológica del nacional-catolicismo y el lugar de subordinación que asignó de nuevo a las mujeres. Las dificultades económicas y la represión política marcaron también las vidas de algunas de estas intelectuales y artistas. Otras, mejor integradas en el nuevo régimen, tampoco lograron la visibilidad perdida. El lugar que habían alcanzado en los medios periodísticos y culturales de entreguerras quedaba ya realmente lejos. Con todo, las jóvenes escritoras nacidas en los años 20 y 30 (Josefina Aldecoa, Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite, Rosa Regás, Esther Tusquets, etc.) tuvieron ya un mejor acceso a la enseñanza universitaria, aunque todavía no fuera común a todas ellas, como lamentaría, sin ir más lejos, Ana Mª Matute en su madurez. Así, superada la primera década de posguerra, en los 50 son varios los especialistas que anunciaban ya en revistas y ensayos críticos una nueva emergencia de nombres femeninos en el panorama literario, especialmente en la narrativa. Años más tarde, las escritoras nacidas en los años 40 y 50, habían disfrutado ya de un acceso generalizado a la educación superior, y en algunos casos han sido profesoras de enseñanzas universitarias y profesionales superiores, como Marina Mayoral, Lourdes Ortiz, Carme Riera o Paloma Díaz-Mas, por citar algunos ejemplos. Las narradoras españolas protagonizaron un verdadero “boom” narrativo desde mediados de los 70 y comienzos de los 80, período en el que las editoriales, los medios de comunicación y el público lector prestaron una renovada atención hacia la literatura de las escritoras. ← 22 | 23 →

Sin embargo, a menudo sus trayectorias literarias han sido recibidas y valoradas a partir de la pervivencia de múltiples estereotipos y resistentes suspicacias. Durante el pasado siglo su voluntad de consolidar una trayectoria profesional se ha enfrentado con múltiples obstáculos, tanto por su condición de “advenedizas” en la vida artística y cultural, como por los extendidos prejuicios sociales sobre su “limitado” potencial intelectual y creativo, encontrando resistencias en el negocio editorial, periodístico y teatral. Ya algunos críticos progresistas del primer tercio de siglo denunciaban las dificultades añadidas que sufrían las escritoras para su inserción en la sociedad literaria y teatral, como señalaba en el prólogo a su edición del volumen Teatro de mujeres (1934) el político y escritor Cristóbal de Castro. Pero hasta hace pocos años ha sido minoritaria la conciencia acerca de la discriminación que han sufrido las escritoras en los procesos de producción, distribución y recepción. De hecho, los comentarios y análisis de sus obras publicados en prólogos, reseñas y ensayos de crítica literaria han reiterado una valoración de sus creaciones asociada a los rasgos estereotípicos que han definido la identidad femenina. Así, a comienzos del XX se reiteran los calificativos que resaltan la “ingenuidad” de contenidos y la falta de elaboración formal, es decir, la “espontaneidad” expresiva, se apuntan también la “sencillez y elementalidad” de tramas y personajes, la “honestidad” de los diálogos, la “gracia y finura” del estilo, etc. Se ha incidido una y otra vez en la minusvaloración de sus obras, consideradas con frecuencia como fruto del ocio y aburrimiento de las clases acomodadas femeninas, tópicos que han seguido siendo utilizados en la recepción periodística a lo largo de la segunda mitad del siglo XX (Freixas 2000, Henseler 2003a y 2003b, Plaza-Agudo 2012a). De ahí que su creación haya sido recibida más positivamente cuando se ajustaba a las fórmulas de los géneros más comerciales y se centraba en temas y formas literarias consideradas “aceptables” para las mujeres, al vincularse con los rasgos supuestamente “adecuados” que han identificado en los diferentes períodos su identidad. Una y otra vez se ha incidido en su predilección por la temática sentimental y en la vinculación de sus obras al mundo de los afectos, al tiempo que se ha enfatizado la conexión directa de sus tramas con la biografía personal de las autoras. Han padecido, en suma, la fácil trivialización del alcance y contenido de sus obras, y continuos ataques personales. Con cierta frecuencia las escritoras han visto cuestionada, incluso, su capacidad como creadoras por unos críticos que han levantado sospechas sobre la verdadera autoría de sus textos en los medios culturales y periodísticos, y han señalado como fuentes diferentes adaptaciones de textos extranjeros o, directamente, han denunciado ocultos plagios, como les ocurrió, sin ir más lejos, a Mª Francisca Clar Margarit –Halma Angélico–, en plena Guerra Civil (Wright 2008), o a Julia ← 23 | 24 → Maura, ya en la posguerra, por citar dos casos que tuvieron en su momento fuerte repercusión mediática (O’Connor 1992). Para evitar estos y otros problemas de recepción e imagen pública, fue todavía frecuente en la primera mitad del XX el que las escritoras utilizaran seudónimos que escondían su verdadera identidad. Tal vez el caso planteado por la crítica como el más paradigmático fue el de María de la O Lejárraga, que firmó medio centenar de títulos teatrales bajo la firma “Gregorio Martínez Sierra”, el nombre de su esposo y coautor literario, con el que llegó a constituir una exitosa “empresa” de colaboración artística.6

Details

Pages
412
Year
2018
ISBN (PDF)
9783631743829
ISBN (ePUB)
9783631743836
ISBN (MOBI)
9783631743843
ISBN (Hardcover)
9783631742976
DOI
10.3726/b13142
Language
Spanish; Castilian
Publication date
2018 (May)
Keywords
Autoras hispánicas Mujeres profesionales Igualdad de género Imágenes femeninas Literatura contemporánea Cambios sociales
Published
Berlin, Bern, Bruxelles, New York, Oxford, Warszawa, Wien, 2018. 410 S.

Biographical notes

Pilar Nieva-de la Paz (Author)

Pilar Nieva-De La Paz es investigadora Científica del CSIC, ha publicado un centenar de ensayos sobre las escritoras españolas contemporáneas y la evolución de la identidad femenina, y ha impartido conferencias en prestigiosas universidades y centros internacionales como U.C. Los Angeles, El Colegio de México, U. of Manchester y El Colegio de España (París).

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