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Lorenzo de Zamora Monarquía mística I

Introducción, edición y notas

by Jesús-M. Nieto Ibañez (Volume editor) Raúl López López (Volume editor)
©2022 Edited Collection 898 Pages
Open Access
Series: Humanistas españoles, Volume 40

Summary

La Monarquía Mística de la Iglesia, hecha de jeroglíficos sacados de humanas y divinas letras, la obra más importante, ambiciosa y conocida del cisterciense Lorenzo de Zamora, es un auténtico compendio y enciclopedia, en ocho tomos, de la vida cristiana, de la teología, de la historia de la Iglesia y de la ascesis. En este volumen se edita la primera parte, que Trata de la cabeza invisible de la Iglesia, de la visible y sus perfecciones, precedida de la Apología de las letras humanas, que fue publicada en 1604.
Entre 1598 y 1624 las obras de Lorenzo de Zamora tuvieron una difusión e influencia sin precedentes. Fuera de España se realizó casi una veintena de ediciones y traducciones de sus escritos.

Table Of Contents

  • Cover
  • Titel
  • Copyright
  • Autorenangaben
  • Über das Buch
  • Zitierfähigkeit des eBooks
  • ÍNDICE
  • PRESENTACIÓN
  • PRÓLOGO (Jesús Paniagua Pérez y Jesús M. Nieto Ibáñez)
  • INTRODUCCIÓN (P. Francisco Rafael de Pascual)
  • I. Biografía de Lorenzo de Zamora (c. 1554–1614) (RAÚL LÓPEZ LÓPEZ)
  • II. Obras de Lorenzo de Zamora (RAÚL LÓPEZ LÓPEZ)
  • 1. Saguntina o Primera Parte de la Historia de Sagunto y Cartago.
  • 2. Monarquía Mística de la Iglesia, hecha de jeroglíficos sacados de humanas y divinas letras.
  • 3. Discurso sobre los misterios que en la Cuaresma se celebran.
  • 4. Libro de la Huida a Egipto de Nuestra Señora.
  • 5. Obras de autoría parcial.
  • 6. Obras perdidas.
  • III. Difusión nacional e internacional de la obra de Lorenzo de Zamora (RAÚL LÓPEZ LÓPEZ)
  • IV. Las citas en la Monarquía Mística de Lorenzo de Zamora (MANUEL A. SEOANE RODRÍGUEZ)
  • 1. La Monarquía Mística en el marco de la retórica eclesiástica.
  • 2. Modelos de análisis y metodología aplicada al estudio de las citas.
  • 3. Clasificación de las citas.
  • 4. Un ejemplo del uso de florilegios: el uso de los filósofos paganos.
  • 5. Análisis del uso de filósofos paganos.
  • 6. El trabajo de citación de Lorenzo de Zamora.
  • V. Características lingüísticas del texto de la Monarquía Mística (MARTA TORRES MARTÍNEZ)
  • 1. Grafía y fonética.
  • 2. Morfosintaxis.
  • 2.1. El nombre: género y diminutivos.
  • 2.2. El adjetivo: usos y grado del superlativo.
  • 2.3. El verbo.
  • 2.4. El pronombre: usos y fórmulas de tratamiento.
  • 2.5. El adverbio.
  • 2.6. Sintaxis: orden de palabras.
  • 3. Léxico.
  • 3.1. Préstamos lingüísticos.
  • 3.2. Creación de nuevas voces.
  • 3.3. Expresiones pluriverbales.
  • 3.4. Locuciones y voces latinas.
  • 3.5. Metonimia.
  • 3.6. Voces desusadas.
  • 3.7. Empleo de diversos ámbitos conceptuales.
  • 3.8. Reflexión metalingüística sobre la Trinidad.
  • CRITERIOS DE EDICIÓN
  • SIGLAS Y ABREVIATURAS
  • ILUSTRACIONES
  • EDICIÓN: MONARQUÍA MÍSTICA DE LA IGLESIA SACADA DE LAS HUMANAS Y DIVINAS LETRAS
  • Aprobación por Pedro Juan Asensio
  • Licencia del General por Bernabé de Benavides (José García, secretario)
  • Aprobación por Luis de Calatayud
  • Al insigne y devoto Monasterio de nuestra Señora de Huerta la Real (§. I–IV)
  • Prólogo al lector (§. I–V)
  • Prólogo general en que se trata de la división y orden desta obra (§. I)
  • Apología contra los que reprehenden el uso de las humanas letras en los sermones y comentarios de la santa Escritura (§. I)
  • Primera parte En la que se ponen las razones que hacen dificultad en este punto (§. II–V)
  • Segunda Parte En que se pone la resolución desta duda y las razones que en su favor hacen (§. VI–VII)
  • Regla primera que en el uso de las humanas letras se ha de guardar (§. VIII–IX)
  • Regla segunda que en el uso de las humanas letras ha de guardarse (§. X–XII)
  • Regla tercera (§. XIII–XVI)
  • Regla cuarta (§. XVII–XXIV)
  • Regla última (§. XXV–XXVIII)
  • Censura contra los que condenan el estudio de las humanas letras (§. XXIX)
  • Tercera Parte En que se responde a las razones de dudar, alabando los poetas y los filósofos (§. XXX–XXXIX)
  • Libro primero En el que se tratan de los atributos y perfecciones de la divina esencia (§. I)
  • Símbolo I De la pena con que castiga Dios a los que presumiendo de si escudriñan sus secretos (§. I–IV)
  • Símbolo II Cómo se conoce Dios por las criaturas (§. I–IX)
  • Primera parte En que se trata de los atributos, que por el camino de causalidad de la divina esencia se coligen (§. I–II)
  • Símbolo III Del ser por esencia de la naturaleza divina (§. I–IV)
  • Símbolo IV De la unidad singularísima de la divina esencia (§. I–V)
  • Símbolo V De la unidad singularísima de la divina esencia (§. I–V)
  • Símbolo VI De cómo Dios es causa de todas las criaturas (§. I–VII)
  • Símbolo VII De la eternidad de la divina esencia (§. I–IV)
  • Símbolo VIII De la eternidad del reino de Dios (§. I–V)
  • Símbolo IX De la inmutabilidad de la divina esencia (§. I–VI)
  • Segunda parte En que se trata de los secretos que por el hilo de excelencia de la divina esencia se coligen (§. I–II)
  • Símbolo I De la perfección infinita de la divina esencia (§. I–V)
  • Símbolo II De cómo la divina esencia es ejemplar e idea de todas las cosas (§. I–IV)
  • Símbolo III De la divina misericordia (§. I–V)
  • Símbolo IV De la divina misericordia (§. I–VI)
  • Símbolo V De la grandeza de la divina misericordia (§. I–X)
  • Símbolo VI De la grandeza de la divina misericordia (§. I–VI)
  • Símbolo VII De la divina misericordia (§. I–X)
  • Símbolo VIII De la terribilidad y grandeza de la divina justicia (§. I–IX)
  • Símbolo IX De la grandeza de la divina justicia (§. I–VI)
  • Símbolo X De la grandeza de la divina justicia (§. I–VI)
  • Símbolo XI De la terribilidad de la divina justicia (§. I–IV)
  • Símbolo XII De la grandeza de la divina justicia (§. I–VI)
  • Símbolo XIII De la terribilidad de la divina justicia (§. I–VII)
  • Símbolo XIV De la bienaventuranza esencial de Dios (§. I–V)
  • Símbolo XV De cómo solo Dios hinche la capacidad del apetito humano (§. I–VIII)
  • Tercera parte En que se trata de los secretos que del hilo de negación de la divina esencia se coligen (§. I– II)
  • Símbolo I De la infinita sabiduría de la divina esencia (§. I–IV)
  • Símbolo II De la infinita sabiduría de la divina esencia (§. I–IV)
  • Símbolo III De la sabiduría de Dios acerca de los pensamientos humanos (§. I–IV)
  • Símbolo IV De la incomprensibilidad de la divina esencia (§. I–III)
  • Símbolo V De la incomprensibilidad de la divina naturaleza (§. I–III)
  • Símbolo VI De la incomprensibilidad de los divinos secretos (§. I–IV)
  • Símbolo VII De la omnipotencia de la divina naturaleza (§. I–VII)
  • Símbolo VIII De la providencia de Dios acerca de las cosas humanas (§. I–IX)
  • Símbolo IX De la divina providencia acerca de los justos y amigos suyos (§. I–V)
  • Símbolo X De la providencia que tiene Dios acerca de las demás criaturas (§. I–VI)
  • Libro segundo Del misterio inefable de la Santísima Trinidad
  • Primera parte
  • Símbolo I Del agravio que los herejes con sus perversos sentidos hacen a la Santa Escritura en el misterio de la Trinidad (§. I–III)
  • Símbolo II De la dificultad grande desta empresa (§. I–V)
  • Símbolo III De cómo los antiguos filósofos conocieron el misterio de la Trinidad (§. I–V)
  • Símbolo IV De la pluralidad de las divinas personas y unidad de la esencia (§. I–VI)
  • Símbolo V De la Trinidad de personas y unidad de esencia (§. I–VIII)
  • Símbolo VI De otras cosas particulares sobre el soberano misterio de la Trinidad (§. I–IV)
  • Símbolo VII Del eterno Padre (§. I–V)
  • Segunda parte En que se trata de los misterios del Verbo eterno (§. I)
  • Símbolo VII De la eternidad del Verbo (§. I–VI)
  • Símbolo VIII Del nacimiento del inefable Verbo eterno (§. I–VII)
  • Símbolo IX De cómo el Verbo eterno es imagen del Padre (§. I–V)
  • Símbolo X De la consubstancialidad del Verbo con el eterno Padre (§. I–IX)
  • Símbolo XI De la suma perfección del Verbo eterno (§. I–VII)
  • Tercera parte En que se trata de los misterios del Espíritu Santo
  • Símbolo I De la eternidad, de la virtud y atributos del Espíritu Santo (§. I–VI)
  • Símbolo II De cómo el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (§. I–VI)
  • Símbolo III De la consubstancialidad del Espíritu Santo con el Padre y el Hijo (§. I–VII)
  • Libro tercero En que se tratan las prerrogativas y excelencias en que crio Dios la cabeza visible de la Iglesia, que fue nuestro primer padre
  • Símbolo I De las excelencias y prerrogativas de la naturaleza humana (§. I–IV)
  • Primera parte En que se trata en general de las excelencias y prerrogativas de la humana naturaleza (§. I)
  • Símbolo I De cómo honró Dios todo este universo en el hombre (§. I–IV)
  • Símbolo II De cómo honró Dios al hombre en el modo de su fábrica (§. I–VIII)
  • Símbolo III De la honra que hizo Dios al hombre en criarle después de los animales (§. I–IV)
  • Símbolo IV De la honra que hizo Dios al hombre en criarle a imagen y semejanza suya (§. I–V)
  • Símbolo V De cómo crio Dios al hombre a imagen y semejanza suya (§. I–III)
  • Símbolo VI De la última y más excelente perfección del hombre (§. I–III)
  • Segunda parte En que se trata de las prerrogativas de las partes del hombre (§. I)
  • Símbolo I De la inmaterialidad del alma racional (§. I–IV)
  • Símbolo II De la inmortalidad del alma racional (§. I–VI)
  • Símbolo III De otras perfecciones y excelencias del alma racional (§. I–IV)
  • Símbolo IV De la perfección de las principales partes del hombre (§. I–II)
  • Símbolo V De la excelencia del entendimiento humano (§. I–VI)
  • Símbolo VI De la excelencia de la voluntad humana (§. I–II)
  • Símbolo VII De la perfección y excelencia del cuerpo humano (§. I–V)
  • Tercera parte En que se trata del estado de la inocencia en que crio Dios al primero hombre (§. I)
  • Símbolo I De la sabiduría en que crio Dios al primer hombre (§. I–V)
  • Símbolo II De la rectitud en que crio Dios al primer hombre (§. I–II)
  • Símbolo III De la inmortalidad en que crio Dios al primer hombre (§. I–IV)
  • Símbolo IV De la hermosura de que crio Dios vestido al primer hombre (§. I–IV)
  • GLOSARIO
  • BIBLIOGRAFÍA
  • ÍNDICE DE NOMBRES PROPIOS
  • Reihenübersicht

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PRESENTACIÓN

Con este primer volumen iniciamos la edición de una obra y de un autor poco conocidos en el ámbito de los estudios del Humanismo español, como es la Monarquía mística del cisterciense Lorenzo de Zamora.

En esta magna obra, que ha permanecido sin editar desde el siglo XVII, emerge de manera destacada el gran debate con el que se encuentran varios de los humanistas en la España de la época, como es el de las letras humanas y las letras divinas, letras profanas y letras sagradas.

Para entender la actividad literaria de Lorenzo de Zamora hay que tener muy presente la respuesta del Císter español a las distintas corrientes del Humanismo del siglo XVI, en una línea más renacentista y moderna que el tono escolástico habitual en la formación eclesiástica. Los estudios bíblicos son un componente clave del Humanismo español del siglo XVI. La exégesis bíblica reúne en sí gran parte del saber humanista: la crítica textual y la recuperación de los textos antiguos, la teología, la erudición bíblica, la literatura de los Padres, en forma de citas de autoridad, y los textos de autores profanos que sirven para ilustrar la doctrina expuesta.

Junto al monasterio de Santa Mª de Huerta y la Orden del Císter el otro manantial del que bebe Lorenzo de Zamora es la Universidad de Alcalá, que representa uno de los momentos de mayor esplendor de nuestras letras. En efecto, además de Salamanca, el otro gran centro del Humanismo es Alcalá, en cuya Universidad, fundada por el Cardenal Cisneros en 1508, se desarrolla la empresa filológica de la Políglota Complutense y de cuya escuela será deudor el autor de nuestro estudio. Alcalá es escenario de las más destacadas corrientes culturales de la España renacentista. De allí proceden una serie de biblistas y hebraístas, como el también cisterciense Cipriano de la Huerga, profesor de Alcalá desde 1526 y uno de los modelos de Lorenzo de Zamora. En él se aplica a la exégesis de la Sagrada Escritura la crítica textual y hermenéutica de la Antigüedad y del Humanismo. La conocida eruditio cum pietate erasmiana se plasma así de forma magistral en este autor del císter, cuyo método de exégesis literal lo seguirán discípulos suyos, como fray Luis de León, Arias Montano y Juan de Mariana, o miembros de su orden como Luis de Estrada, que también fue abad de Santa María de Huerta, o el propio Lorenzo de Zamora.

Como es habitual en este proyecto y en esta colección de investigación interdisciplinar e interuniversitaria, en esta obra han colaborado diferentes autores, tanto para su edición, anotación, comentario e introducción. Helenistas, ←15 | 16→latinistas, hispanistas, historiadores, especialistas en teología y en estudios bíblicos se dan cita en la Monarquía mística, modelo de Humanismo cristiano, con las humanas y divinas letras, con los clásicos, los Padres y los libros bíblicos como protagonistas.

El volumen ha sido coordinado por Jesús M. Nieto Ibáñez y por Raúl López López, cuya trayectoria investigadora en el autor cisterciense es de sobra conocida. Este último, tras su Memoria de Grado en 2007 y su Tesis doctoral en 2016, ha contribuido a la difusión de este autor, del que había escrito numerosos trabajos especializados ya desde 2002.

La amplia introducción ha corrido a cargo del mismo Raúl López (datos biográficos, obra, el contenido de Monarquía mística y difusión nacional e internacional), con apartados más específicos escritos por Manuel Seoane Rodríguez sobre las citas de diferentes obras y autores o el apartado de Marta Torres Martínez sobre las características lingüísticas de Lorenzo de Zamora.

En la edición, anotación y comentario del texto han participado Avelina Carrera de la Red, Inmaculada Delgado Jara, Mª Concepción Ferragut Domínguez, Ferran Grau Codina, Raúl Manchón Gómez, Jesús M. Nieto Ibáñez, Pilar Pena Búa, Luis Pomer Monferrer, Ángel Ruiz Pérez, Manuel Seoane Rodríguez y José Luis Teodoro Peris.

Han colaborado en la revisión, anotación, transcripción y edición de esta obra Antonio Reguera Feo, Eduardo Álvarez del Palacio, Víctor Pastor Julián, Sergio Fernández Martínez, Ángel Varela Fernández, Alicia García Rodríguez y Sandra Almarza Morales, lo que sin duda ha servido para mejorar la versión final de la misma.

Agradecemos al monasterio de Santa María de Huerta, en especial a su abad, Isidoro Mª Anguita, por acogernos en septiembre de 2015 para debatir y tomar decisiones sobre el trabajo que ahora presentamos. Gracias también al Padre Francisco Rafael de Pascual por prologar esta obra y por habernos inculcado, hace ya más de 25 años, el interés por la Orden del Císter y su aportación al Humanismo español.

Finalmente, hemos de manifestar que es una satisfacción para el Instituto de Humanismo y Tradición Clásica de la Universidad de León patrocinar el primer volumen de la Monarquía mística y contribuir a salvar del olvido un autor y un texto más del Humanismo español.

Jesús Paniagua Pérez, Director de la colección “Humanistas españoles” Jesús M. Nieto Ibáñez, Director del Instituto de Humanismo y Tradición Clásica

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PRÓLOGO

Cuando se habla de “autores cistercienses” se evoca, generalmente, a la primera “escuela cisterciense” de los orígenes y primer siglo de la Orden; pero a lo largo del tiempo, hasta hoy, no han faltado monjes cistercienses que escribieran e influyeran en su contexto monástico y fuera de él. El arco podría ir desde Bernardo de Claraval hasta Thomas Merton, André Louf, Michael Casey, etc.

Los primeros monjes cistercienses escritores –Bernardo de Claraval, Guerrico de Igny, Elredo de Rieval, Guillermo de Saint-Thierry, Adam de Perseigne, etc.- fueron personas que ingresaron en la vida cisterciense ya formadas, y muy bien, en las disciplinas literarias y teológicas de su tiempo, de modo que acomodaron su saber ya adquirido y probado a una vida con ideales nuevos, a un carisma naciente y pujante para darle vigor y profundidad. Lo lograron a través de excelentes obras y hondos tratados referentes a la nueva espiritualidad. Pero estos monjes escritores se mantuvieron al margen de los nuevos movimientos “universitarios” de su tiempo (aunque todos ellos habían visitado las “escuelas”, monásticas o catedralicias. Y nunca aspiraron, dada su vocación claustral, a enseñar en las cátedras públicas. Sus trabajos, en diferente medida y amplitud, han inspirado a generaciones posteriores de monjes, aunque su influencia, excepto la de san Bernardo, decayó con el paso del tiempo. Solo a mediados del siglo pasado se volvieron a traducir y editar sus obras, y hoy la “Biblioteca Cisterciense” cuenta con un crecido número de traducciones.

Después del fin temporal de esta primera escuela cisterciense pasan un par de siglos –XIV y XV- en los que por causas conocidas el vigor del monacato decae y los estudios no están entre las preferencias de los monjes, ocupados más bien en sobrevivir que en escribir.

Pero a mediados del siglo XVI, debido al gran empuje del llamado “humanismo europeo” y de las grandes reformas eclesiales y de las órdenes religiosas, nace en la Orden cisterciense –debido también al impulso de las llamadas “Congregaciones”- un deseo y una necesidad de cuidar y organizar la educación y formación de los monjes.

Aparecen, pues, unos monjes que se forman en el interior del monasterio, generalmente en una juventud muy temprana, son orientados, según su valía, a las universidades (París, Bolonia, Salamanca y Alcalá, etc.) y la Orden aprueba que se transformen en profesores y catedráticos de las mismas; pero siempre bajo el control y normativa de la “congregación” correspondiente.

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Abandonando poco a poco el patrón de la escolástica, los monjes “humanistas” se van adaptando a las nuevas corrientes y disciplinas universitarias, enriqueciéndose con saberes nuevos y promoviendo un gran desarrollo intelectual y espiritual en sus ambientes monásticos, que ven aumentar los volúmenes en sus bibliotecas y cómo el gobierno de la congregación regula minuciosamente el desarrollo de colegios monásticos, la asistencia a las universidades y las obligaciones de los monjes “intelectuales”. Esto se mantiene desde los orígenes de las congregaciones cistercienses -1494, la de Castilla, posteriormente la de Aragón y Navarra- hasta su extinción en 1835, y son varios los “planes de estudios” aprobados y conocidos.

Lógicamente este interés y organización de los estudios produjo innumerables frutos, tanto en personas bien formadas como en obras sobre distintas materias debidas a ellas y al interés de los monasterios por promover intelectualmente a sus monjes.

El “Diccionario de Escritores Cistercienses Españoles”, publicado en Cistercium hace unos años, ofrece un amplio listado de autores y obras nada desdeñable. Los cistercienses españoles del siglo XVI y posterior se movían, pues, en ambientes culturales y universitarios de gran riqueza y saber bíblico y teológico. Y la ciencia que adquirieron supieron trasladarla a sus propios colegios de humanidades, a los estudios teológicos y a la vida ordinaria de las comunidades, que fuera del bullicio de Alcalá y Salamanca agradecía contar con semejantes maestros. Los Capítulos Generales de la Congregación, en sus “definiciones” dan muestra del cuidado y vigilancia particular que se ejercía sobre estudiantes y profesores, para que siempre se mantuvieran dentro del espíritu y finalidad de la Orden. Muchos monjes fueron maestros en las Universidades, ciertamente; pero acabaron generalmente sus vidas como abades o sencillos monjes en sus propias comunidades, o donde la obediencia, y no la ciencia, les había destinado.

El I Congreso Nacional de Humanistas1, celebrado en la Abadía cisterciense de Viaceli, en Cóbreces (Cantabria), y clausurado en la Universidad de León, es el mejor que se puede presentar para vincular a los cistercienses con el humanismo del siglo XVI español.

Lorenzo de Zamora, pues, es un monje de la Congregación cisterciense de Castilla, nacido en Ocaña (Toledo). Los datos que hoy se pueden aportar de este insigne monje cisterciense son relativamente escasos y todos referentes a su época de máxima actividad como profesor de Teología y Biblia en Alcalá, ←18 | 19→predicador y abad en Santa Mª de Huerta, escritor eminente e intérprete de las Sagradas Escrituras.

Aparte de su gran formación clásica, se aprovechó de los momentos de esplendor que vivía su comunidad de Huerta, bajo el mandato del Abad Luis de Estrada. En 1605 es elegido abad del monasterio de su profesión, cuando estaba en su apogeo en Alcalá, y dio a todos los monjes un admirable ejemplo de vida espiritual, sabiduría y prudencia en el gobierno de la comunidad. Hasta que fue nombrado por Felipe III, junto con el monje Juan Álvaro, abad de Veruela, Visitador de los monasterios catalanes, desempeñó una importante tarea pastoral en su Congregación.

Una obra como La monarquía mística de la Yglesia requería una gran preparación intelectual y se desarrolla dentro de un contexto humanista de interés por la egiptología renacentista y barroca2, interés que no es ajeno a los cistercienses. Gonzalo García de Santa María, había traducido y publicado en un admirable estudio titulado Las vidas de los sanctos religiosos de Egipto, editada por Hurus en 1488, que aun tratándose de un amplio estudio historiográfico y espiritual, aporta unas fuentes considerables para el conocimiento de las antiguas tradiciones espirituales de aquella zona, donde nace el monacato cristiano. No sabemos si el P. Zamora conocería esta obra del autor aragonés3. También el cisterciense, santo y sabio, Andrés de Acítores había publicado una importante obra4, y dado que Zamora y él debieron coincidir en el Colegio de San Clodio como profesores y en Alcalá, compartieron sus conocimientos y aficiones. De este modo el P. Zamora desarrolla una tarea divulgadora y científica en la línea de la simbología bíblica y clásica orientada a la mejor comprensión de la Escritura.

Es importante poder disponer varios siglos después de una cuidada edición de La Monarquía mística, baluarte de los estudios humanísticos emprendidos ←19 | 20→por algunos cistercienses. El lector se hará cargo enseguida de que un trabajo tan arduo y complicado ha sido fruto de un esfuerzo de varios años; pero que honra y ennoblece la auténtica biblioteca cisterciense española.

La Introducción a este volumen ya da cuenta del itinerario intelectual que supuso la redacción y publicación de este trabajo, que debe ser otro paso más en la trayectoria de las buenas ediciones, y que esperamos no se interrumpa en el futuro.

Lorenzo de Zamora murió en 1614 post longas febrium & articularis morbis agritudines. El hombre al que De Visch comparó con Aristóteles en el saber natural, con santo Tomás en la Ciencia Teológica, con san Ambrosio en la Cátedra y con san Gregorio en la explicación de las Escrituras, fue enterrado en la iglesia del Colegio de San Bernardo de Alcalá, junto a su amigo Pedro de Lorca, fallecido años antes. Manrique nos da cuenta de su epitafio:

Sermonis Sacri, conscripta volumina dicunt:

Non latet in (sub) modio, qui latet hoc tumulo.

Francisco Rafael de Pascual, ocso,

Abadía de Sta. Mª de Viaceli,

20 de agosto de 2020


1 Cfr. PASCUAL, 1996b.

2 Véase a este respecto López López, 2016.

3 Recientemente ha sido publicada una edición crítica anotada; cfr. García de Santa María, 2015.

4 Theologiae symbolicae seu hierogliphicae pro totius Sacrae Scripturae, juxta primarium et genuinum sensum Commentariis aliisque sensibus facile hauriendis, in qua sub nomine simboli latius acepta omnis arcanus et abtrusus sacrarum litterarun aperitur sermo. Ex variis iis qui gravissimis omnigenae lectionis authoriribus collecta, Primus Tomus cum tribus indicibus, Salamanca 1597. Según Nicolás Antonio, a causa de su inesperada muerte fue este el único tomo que vio la luz, habiendo quedado inéditos otros seis volúmenes de los siete que completaban la colección. Se dice que se quedaron manuscritos en la biblioteca de Valdeiglesias.

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RAÚL LÓPEZ LÓPEZ

I. BIOGRAFÍA DE LORENZO DE ZAMORA (c. 1554–1614)

A Sir John H. Elliott en su 90 cumpleaños5

Lorenzo de Zamora nació en Ocaña, población perteneciente al Arzobispado de Toledo6. Se desconoce la fecha exacta en que nació, pero dado que al fallecer en 1614 contaba con aproximadamente sesenta años7, podemos establecer su nacimiento en torno a 15548. Por los datos que el autor nos deja entrever en su obra La Saguntina, compuesta en torno a 1574, cuando el autor contaba diecinueve o veinte años, es muy posible que el joven Lorenzo recibiese una educación humanística en su juventud. En el prólogo de la misma nos afirma que la escribió en apenas un año, mientras dedicaba seis horas del día al estudio9. Lorenzo de Zamora pudo recibir esta primera educación humanística en Ocaña, dado que era un importante centro educativo. Estudiantes de las universidades de Toledo y Sigüenza se convirtieron en preceptores de las más importantes escuelas municipales y arcedianales del entorno, entre ellas las de la ciudad de nacimiento de nuestro autor10. Pero también cabe la posibilidad de que fuera en otra localidad como Alcalá de Henares.

En un momento indeterminado de sus estudios humanísticos, de los que se demostró un partidario y profundo conocedor, decidió mudar su vida laica por una religiosa. Es investido monje de la orden del Císter en el Monasterio de Santa María la Real de Huerta en la provincia de Soria11. Toma el hábito ←23 | 24→de manos del insigne humanista fray Luis de Estrada12 durante el tercer trienio como abad del Monasterio de este. Es decir, entre 1578 y 1581. La toma del hábito de Zamora tuvo que tener lugar entre enero y abril de 1581, ya que en mayo se elegía un nuevo abad13. Fray Luis Estrada moriría en 1581, pocos días después de volver del Capítulo General en Palazuelos donde se elegiría al nuevo abad.

En este momento, para su formación religiosa fue enviado a Alcalá de Henares14. El lugar elegido sería el Colegio de San Bernardo de la Orden cisterciense15. Institución por la que habían pasado destacados humanistas de la Orden como Cipriano de la Huerga y del que, con los años, el propio Lorenzo de Zamora se convertiría Lector de Teología. El primer plan de estudios del Colegio del que tenemos constancia data de 1582, fecha en que podría haber estudiado Zamora. En aquel entonces se establecía un curso de Filosofía o de Artes de tres años y uno en Teología de cuatro. Por lo tanto, nuestro autor estaría afincado en Alcalá entre 1582 y 1586 para concluir sus estudios.

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En el segundo año de los mismos, durante 1584, comenzó a ocupar un puesto destacable en la Orden y fue consultado en diversos capítulos de reformas del Císter16. Los capítulos de la Orden a los que Zamora asiste en esta fecha se encuadran dentro de un profundo movimiento de reforma del Císter español, especialmente en Castilla a partir del siglo XV. En torno a 1425, como consecuencia de un progresivo relajamiento en la disciplina y observancia de la regla, el monje del Monasterio de Piedra fray Martín de Vargas aboga por una estricta observancia de la regla apoyada por el Papa Martín V. El primer monasterio fundado teniendo como base esta idea fue el de Monte de Sión en Toledo en 1427. La mayor parte de los monasterios de Castilla se adscriben a la reforma tras desligarse del Abad General de la Orden. El Monasterio de Huerta se une a esta reforma en 1469. Cuando en 1584 se publican las Definiciones, Lorenzo de Zamora participa activamente en las actividades de su monasterio, que en esa fecha cuenta con cuarenta y cinco monjes, el más numeroso de los monasterios de la Congregación de Castilla17.

En 1589 firma Cristóbal de Orduña, licenciado Trilingüe en la universidad de dicha ciudad, en Alcalá de Henares la Aprobación de La Saguntina18. En este mismo año y ciudad se publica la obra de la mano de Juan Iñiguez de Lequerica y Diego Martínez19. Lorenzo de Zamora dedica la obra a Victoria Colona, ←25 | 26→condesa de Melgar, perteneciente a la familia de los Enríquez. Por lo que es fácil suponer una relación entre él, la condesa y su familia. Por ello, además de La Saguntina, Lorenzo de Zamora dedicó a Victoria Colona la Segunda parte de la Monarquía Mística.

Vittoria Colona Henríquez-Cabrera (1588–1633), antes Colonna Ursino, condesa de Melgar, duquesa de Medina de Rioseco y condesa de Módica (Sicilia), era hija del italiano Marco Antonio Colonna y Aragón y de Feliche Ursino Sforza, príncipes de Tagliacozzo y duques de Paliano. En 1587 contrajo matrimonio con Luis Enríquez de Cabrera y Mendoza (1573–1600); el IV duque de Medina de Rioseco, conde de Módica y VIII Almirante de Castilla. Además era cuñado de Felipe III. Uno de los tres hijos del matrimonio fue Juan Alonso Enríquez de Cabrera y Colonna (1600–1647), V duque de Rioseco y IX Almirante de Castilla, entre otros títulos.

Su dedicación a la enseñanza comenzó en el Monasterio de San Clodio, en Galicia20. En 1598 enseña teología en el Monasterio de Palazuelos de Valladolid. Así nos lo indica la Aprobación Real de la segunda parte de la Monarchía Mística21, fechada en 1598. Palazuelos fue uno de los monasterios destinados a Colegios de Teología con el deseo de una mejor instrucción de los monjes tras la instauración del de Salamanca en 150422. En 160123, 160324, 160525 y 160726 se puede confirmar la ocupación de Lorenzo de Zamora como Lector de Teología y posteriormente Maestro de esta disciplina en el Colegio de San Bernardo de Alcalá. De 1601 conservamos su primera aprobación de una obra, el Modo de vivir del glorioso Doctor San Bernardo.27

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Obtuvo el grado de Maestro en Teología por la Universidad de Sigüenza en 160528. Graduarse de Maestro en una universidad era un proceso muy costoso y en ocasiones lo costeaba la Orden. En este momento, Sigüenza no era una universidad de primer orden y los gastos eran más asequibles. El 5 de mayo de 1605 asiste al Capítulo General celebrado en Palazuelos en el que es elegido General Reformador su amigo el Padre fray Pedro de Lorca (1561–1612), abad de Alcalá de Henares y catedrático de Prima Teología en la misma ciudad29. El nuevo General ejercerá durante muchos años su poder en la Congregación. También en 1605 Lorenzo de Zamora es definido como Predicador de Alcalá30.

En este mismo mes de mayo31 de 1605, fue nombrado abad del monasterio que le había concedido el hábito, Santa María de Huerta, y se convierte en administrador del patrimonio del monasterio y padre espiritual de sus monjes. El abad número treinta y tres de la historia del monasterio, según nos indica Cordón32, realizó las obras en la sacristía y el capítulo, donde faltaban sobre todo trabajos de ornamento. También construyó una casa en un lugar denominado Algondrón. Posteriormente, en 1611 seguiría preocupándose por embellecer el monasterio y costeó los trabajos en el antecapítulo del coro con sus limosnas y el dinero obtenido por sus libros33.

El 23 de octubre de 1605 fray Lorenzo de Zamora escribe una carta al Rvdo. P. Claudio Acquaviva a propósito del envío de la carta de Luis de Estrada a los padres de Simancas sobre san Ignacio de Loyola. El jesuita italiano Claudio Acquaviva d’Aragona (1543–1615) fue General de su orden entre 1581–1615 y es considerado el segundo fundador de la Compañía de Jesús. Lorenzo de Zamora remite una copia de la carta de Luis de Estrada autentificada por él y refrendada por el testimonio de los religiosos más ancianos de su comunidad. Este ←27 | 28→documento fue incorporado al proceso de beatificación de san Ignacio. El texto de la carta es el que sigue:

Carta de Fray Lorenzo de Zamora al Rvdmo. P. Claudio Aquaviva // Al Rvmo. P. Claudio Aquaviva, prepósito general de la compañía de Jesús, Fray Lorenzo de Zamora, abad del Monasterio de Ntra. Sra. de Huerta la Real // Revmo. Padre. // Aventura y no poca he tenido, que entre los papeles de nuestro Padre maestro Fr. Luis de Estrada hayan parecido esos que a V. Rma. envió, dignos de la piedad de aquel varón de Dios, aunque indignos del asunto que tomó en ellos; porque fue tan grande, que para llenar su vacío las plumas de los santos, y no de todos, sino de aquellos a quien la iglesia con título de doctores y maestros engrandece, eran necesarias. Y qué mucho, pues fue el glorioso Ignacio grande, si con atención se mira, en cuanto a los mayores engrandece, grande en aquel espíritu tan fervoroso, con que emprendió cosas, acometió empresas, que si no fuera ayudado de él, era imposible acabarlas. Pues, ¿qué fuerzas habían de bastar para peregrinaciones tantas, para tal pobreza, y trabajos tan crecidos? Grande en la prudencia, pues fundó una religión tan aventajada en esto, que pienso, sin agraviar a nadie, tiene la prima: ni griegos, ni romanos, ni ninguna de aquellas repúblicas, que la pasada edad celebra, le llega ni le iguala. Grande en la perfección de vida, pues como a general portento todos los de su edad le veneraron, y los de la nuestra, en quien sus heroicas virtudes hacen eco, con admiración y pasmo celebramos. Grande en la perseverancia, pues perseguido de unos, acosado de otros, de unos emulado y de otros hecho oprobio, preso, encarcelado, afligido, subió a la cumbre de la perfección cristiana, siendo las avenidas de las tribulaciones, que por él pasaron, regadíos que fertilizaron de tal suerte el huerto que plantó en la tierra, que con furia han brotado las plantas suyas de tal manera, que la iglesia de Dios han dado hermosísimos frutos, tantos y tan eminentes hombres, tantos escritores en tantas artes, ciencias, lenguas, facultades, que apenas hay hacienda para comprarlos, ni librerías donde quepan, ni aún los nombres solos pueden reducirse a número; tantos varones espirituales que, repartidos por el mundo, parece que tiene otro color desde que el ínclito Ignacio pisó la tierra; tantos capitanes fuertes, que la enseña del nombre de Jesús, a pesar de los bárbaros japoneses, de los orientales y occidentales del nuevo mundo, han enarbolado en los homenajes más erguidos. Testigos de esto los extranjeros reinos, las naciones extrañas, el mar del sur, los senos y los puertos más distantes y remotos, donde con las armas de la fe puestos en campaña con los batallones del infierno, con los príncipes del mundo y la inhumanidad de las costumbres bárbaras de muchos, cantaron por suya la victoria. Testigos de esto muchos pueblos, donde con tanta contradicción echados y resistidos, con cruces tornaron a recibirlos, les dieron casas, haciendas y heredamientos preciosos, y cada día con mil aumentos van dando muestra del gusto que con los hijos de este vieron de Dios tienen. Testigo lo que diré (y no es de poca consideración en la mía) que en tan breve tiempo, en años tan contados, en espacio tan corto, haya sido el acrecentamiento en número de casas tan grande, en copia de religiosos tan inmenso, y en posesión de bienes temporales tan infinito, lo cual, si no es de suma santidad, no podía proceder de otra cosa; pues dejar tantos el mundo, hacer tan largas y liberales dádivas de lo que el mundo tanto estima y adora, ¿de qué podía originarse ←28 | 29→sino de ver unos nuevos hombres en el mundo, de ver unas criaturas raras en la tierra, unos ángeles en el suelo, unos árboles que con los riesgos del bendito Ignacio alimentados, llevan frutos celestiales en la tierra? ¡Oh bienaventurados trabajos, que tales frutos dieron! ¡Oh bienaventurado vergel, donde para coronar la esposa tales flores se crían! ¡Oh bienaventuradas persecuciones, que tales aumentos paren! ¡Oh bienaventurado Ignacio, que como árbol decimado en la honra y crédito, en la fama y en el honor de su persona, tales renuevos echó y echa cada día.// No quiero, reverendísimo Padre, con la cortedad de mi ingenio, con lo mal limado de mi estilo y bárbaro de mi pluma agraviar a él y a ellos. Traten cosas tan grandes los que saben estimarlas; que yo, como más grosero, contentaréme con haber dado muestra de sinceridad de mis deseos, guardando esos papeles del insigne maestro el Pe. Luis de Estrada, honra de esta Real casa y luz de toda España, y ofrecerlos a V.Rev.ma para que no permita, ni que alabanzas de un tan gran hombre como el glorioso Ignacio, ni obras del doctísimo Fr. Luis de Estrada, queden en olvido. // Porque no se adulteren, sino que hagan fe en quien las leyere, las hice cotejar con el original que queda en esta casa, rubricar las hojas y firmar de cuatro religiosos, los más ancianos della; y, refrendadas de nuestro secretario, las envío a V.Rvma., a quien guarde nuestro Señor los años que los capellanes suyos deseamos. De Huerta y Octubre 23 de 160534.

Entre sus labores como abad, en 1606 da el hábito a un nuevo monje llamado Alonso Gutiérrez, natural de Madrid35. En abril de 1608 concluye su trienio como abad, pero sus cargos en el Císter no habían hecho más que comenzar. Es muy probable que en ello tuviese que ver su amistad con fray Pedro de Lorca (1561–1612), un hombre muy influyente en la Orden y General de la misma entre 1605 y 1608. Lorca descendía de una familia acomodada de Belmonte que le envió en 1575 a la Universidad de Alcalá a los catorce años. Entabló amistad con los cistercienses del Colegio de San Bernardo y solicitó el ingreso en la Orden. Posiblemente en estos años comenzó su contacto con Lorenzo de Zamora. Durante un tiempo, fue lector en el Colegio de San Bernardo en Alcalá, como su amigo Lorenzo, y en 1596 fue nombrado abad del colegio. Ocupó el cargo hasta 1599 y fue reelegido en 1602 para desempeñarlo hasta 1605. Murió el 20 de diciembre de 1612 y sus funerales en la Universidad de Alcalá se coronaron con un sermón de Lorenzo de Zamora, que desgraciadamente no conservamos. Según los comentaristas, su amigo centró el discurso en el pasaje que define las excelencias de Saúl36.

En el Capítulo General de la Orden celebrado el 5 de mayo de 1608 en el Monasterio de Palazuelos, Lorenzo de Zamora fue elegido Visitador General de ←29 | 30→la Congregación de Castilla junto con Bernardo Granero, abad de Moreruela. También resultó elegido General Reformador Atanasio Velázquez, abad de Monfero37. Sabemos que en diciembre de 1608 se encontraba en Madrid porque allí firma una carta a Alonso de Ledesma sobre el manuscrito de su obra Juegos de Noche Buena Moralizados a la vida de Cristo, Martirio de Santos y Reformación de costumbres que se publicará posteriormente con la obra en 1611. La carta dice así:

Carta del docto y reverendo padre Maestro fray Lorenzo de Zamora, de la Orden de san Bernardo.// Los papeles que V.m. señor Alonso de Ledesma me envió, leí con particular gusto y hallé en ellos conceptos tan agudos, pensamientos tan delgados, discursos tan provechosos y versos tan elegantes, que yo no sé con qué alabarlos sino con decir que es obra digna de quien hizo. Dos utilidades hallo en imprimirlos y cada una pesa mucho. La primera, saborear con la dulzura de la poesía unos consejos divinos de que la obra está toda sembrada. Los cuales al gusto de ella leerá quien huye cielo y tierra de quien se los dice. La otra será la emulación y envidia que tendrán cosas tan bien escritas y pensadas. Para que los poetas levanten la pluma de conceptos indignos de cristianos a cosas siquiera morales. Que ya que no aproveche mucho (pues la poesía no tiene fuerza para más) al menos no dañen. V.m. imprima sus juegos y enigmas porque estoy cierto que sean de provecho y de gusto. Pues aun juego de niños, el hombre más docto puede leerlos y no hará poco si sabe estimarlos. Que para imitación era necesario, o dar otro Filón a Platón, o un nuevo Virgilio a Homero. Guarde nuestro Señor a V.m. de esta casa de san Bernardo y de Madrid, 1 de diciembre de 1608. // El Maestro F. Lorenzo de Zamora38.

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Su estancia en Madrid se prolongó, al menos, hasta el 16 de marzo de 1609, Donde fecha en el Monasterio de Santa Ana la aprobación a la obra del cisterciense de Huerta Ángel Manrique Santoral y dominical cisterciense hecho de varios discursos predicables en todas las fiestas de Nuestra Señora y otros Santos. El texto es el siguiente:

En 1610, antes de concluir su trienio en el cargo de Visitador General de la Congregación de Castilla, Lorenzo de Zamora fue designado por Felipe III para visitar dos monasterios catalanes con un delicado asunto como telón de fondo40. El ←31 | 32→por entonces Nuncio de España, el cardenal García Millito, había recibido en 1610 varias cartas de una minoría de monjes de los monasterios de Poblet y Santes Creus que querían formar parte de la Congregación de Aragón41. El Nuncio pidió a Felipe III que se permitiese visitar estos monasterios. Los elegidos para la tarea fueron Lorenzo de Zamora y Juan Álvaro, abad de Veruela.

El 25 de junio de 1610, cuando se encontraba de viaje a Poblet y Santes Creus, en el Capítulo Intermedio de Definidores celebrado en el Monasterio de Palazuelos Lorenzo de Zamora fue elegido Definidor junto a Bernardo de la Cruz del Monasterio de Moreruela. El Capítulo estaba presidido por el General Reformador Tomás Salcedo, Luis Bernardo y su amigo Pedro de Lorca. Se dio así por terminado el oficio de Visitador de Lorenzo de Zamora, a pesar de que en ese momento se encontraba “en visitas fuera de la Orden y no haber de venir a ella tan presto”42.

Los dos visitadores, Lorenzo de Zamora y Juan Álvaro, llegaron a las puertas de Poblet el 30 de julio de 1610. Fueron recibidos por dos representantes de la comunidad y un notario para prohibirles la entrada al recinto arguyendo su ausencia de autoridad en aquel lugar a pesar de las autorizaciones del Nuncio. No obstante, les solicitaron un día para deliberar y alojaron a los visitadores en una granja en las cercanías. A la mañana siguiente los monjes mantuvieron su posición y los dos frailes se fueron43.

Continuaron su viaje y el 18 de agosto de 1610 también fueron rechazados en Santes Creus por el abad Jaime Carnicer44. Las gestiones del embajador en Roma, el Conde Castro, consiguieron que Paulo V (1605–1621) apruebe finalmente la entrada a los visitadores45. Entonces, Lorenzo de Zamora y Álvaro son recibidos en Poblet el 26 de octubre y poco después en Santes Creus. En su estancia propusieron el fomento del culto a Bernardo de Alcira y Pedro Marginet.

El 16 de febrero de 1611 se redactó una consulta en el Consejo de Aragón sobre la visita a los monasterios cisterciense de la Corona de Aragón por el abad de Veruela y el maestro fray Lorenzo Zamora46. Por lo que el entendemos que ←32 | 33→las circunstancias no se habían resuelto y que posiblemente Lorenzo de Zamora seguía en la Corona de Aragón. Por ello, cuando en mayo de 1611 se le volvió a nombrar abad de Huerta, declinó el ofrecimiento47. Entonces, el cargo de abad de Huerta fue asumido por Vicente Guevara48.

Lorenzo de Zamora mantuvo una estrecha relación con personajes de la Barcelona de su tiempo. Dedica la Tercera sección de la Séptima Parte de la Monarquía Mística impresa en 1612 a Juan de Moncada, perteneciente a Consejo de su Majestad, obispo de Barcelona de 1610 a 1612, y posteriormente arzobispo de Tarragona. En la obra le escribe “por la humanidad que uso conmigo viéndome en Barcelona”. Más estrecha parece que fue la relación con su sucesor Luis Sans Códol, obispo entre 1612 y 1620. El obispo sentía una ferviente veneración por Ángela Margarita Prat (1543 -1608), también conocida como Ángela Margarita Serafina. Religiosa y mística, fundadora del protomonasterio de Clarisas Capuchinas de Santa Margarita de Barcelona. Ángela Serafina murió el 24 de diciembre de 1608. El funeral fue multitudinario y en un año se desenterró el cuerpo para comprobar que estaba incorrupto. En 1615 el obispo Luis Sans Códol mandó construir su sepulcro. Las gracias del obispo a Madre Serafina también pasaban porque una ilustre pluma pusiese por escrito su vida49. Comenzó el mismo obispo de Barcelona Luis Sans, que había visto restituida su salud por intercesión milagrosa de Madre Serafina y por ello tenía especial interés en ella. Posteriormente, Juan Álvaro fue encargado de la redacción de la obra. El monje Bernardo y abad del Monasterio de Veruela era compañero de Lorenzo de Zamora en la visita a los monasterios catalanes y en el tiempo en el que realizaban dicha labor le fue realizado el encargo. Pero, debido a sus ocupaciones pastorales cejó finalmente en el empeño de escribir el libro de la historia de Madre Serafina. No queriendo el obispo Luis Sans y la fundación de capuchinas ←33 | 34→que la vida de la Madre Serafina no se diese a conocer se lo ofrecieron a Lorenzo de Zamora, como podemos apreciar en el siguiente texto:

Otro indicio de que Lorenzo de Zamora seguía en Cataluña es la Aprobación que escribió para el libro de Onofre Manescal Apologética disputa donde se prueba que la llaga del costado de Cristo Nuestro Señor fue obra de nuestra redención, publicado en 1611. Onofre Manescal era barcelonés y catedrático de Prima Teología de la universidad de esta ciudad. El texto de la aprobación, sin fecha ni lugar, reza así:

El P. F. Lorenzo de Zamora monje cisterciense y Lector de Escritura en el Colegio de San Bernardo de Alcalá al Lector.// Vi este escrito que el señor doctor Manescal ha hecho acerca de la llaga del costado, y bien se hecha de ver lo que le ha costado. Pasele y era el gusto con el que le leía de suerte que me supo a poco. Hallé en él la correspondencia entre la pluma del autor y lo que en su abono con general aplauso el mundo publica. Hallé erudición, hallé doctrina de santos, hallé gravedad en el estilo, agudeza en los pensamientos, entereza en las reprehensiones, hallé un decir muy discreto. Y para decirlo en una palabra todo, hallé lo que quise. Y pienso que quien con atención lo leyere, hallará el lleno de sus deseos. Quisiera yo que tuviera tanta fuerza el mío, que llegara a persuadir a los más desganados y sin gusto, a que le leyesen. Que comenzando, yo sé que ternia gracias en retorno y no pocas del gusto que hallarán en su lectura. Yo le he tenido en ella de manera que me ha despertado el deseo a ver otros trabajos de su autor. Plegue a la Majestad divina le dé salud y fuerzas para que escribiendo muchos su patria se honre, el mundo se aproveche y todos nos gocemos con ellos51.

Entre el 29 de febrero y el 25 de marzo de 1612 se fecha una consulta del Consejo de Aragón en recomendación del maestro fray Lorenzo de Zamora, de orden cistercense, del Reino de Castilla, el cual ha sido visitador de los monasterios de ←34 | 35→Poblet y Santas Cruces, y uno de los más eminentes predicadores de la Orden. Elegido abad del monasterio de Huerta, ha sido declarada vacante la abadía y elegido otro por no cumplir con la residencia, debido a la visita a los monasterios que la sede apostólica le confiara52.

Volvió al Monasterio de Huerta para recuperarse allí de sus muchas indisposiciones durante un tiempo53. Tras un breve reposo, volvió a Alcalá de Henares. Allí se afirma que le fue ofrecida la Cátedra de Sagrada Escritura sin oposición. Parece que renunció por sus achaques de salud, a pesar de que se le daba la opción de contar con un ayudante que leyese sus apuntes54.

En el primer Capítulo Intermedio de Definidores del 26 de mayo de 1612 en Palazuelos presidido por el General Felipe de Tasis; Lorenzo de Zamora es nombrado Definidor junto a Juan Domínguez por la muerte de José de Zúñiga y José García55. Posteriormente, Lorenzo de Zamora intentó ser nombrado predicador real tras haber quedado vacantes unos puestos. Posiblemente pensó que el haber cumplido con el encargo de Felipe III en los monasterios catalanes le beneficiaría. Entrado en años y con problemas de salud aspiraba a una posición más cómoda. El cargo conllevaba un sueldo anual de 60.000 maravedís56. Del 23 de septiembre de 1612 conservamos documentalmente una consulta al Consejo de Aragón sobre la merced que suplica fray Lorenzo Zamora, Orden Cistercense, de que se le honre con una de las tres plazas de predicadores de Su Majestad que habían quedado vacantes57. Finalmente, no fue elegido para el cargo. En 1614 los predicadores de Felipe III eran fray Jerónimo de Tiedra, de la Orden de Santo Domingo y arzobispo de Charcas (Sucre) de 1616 a 1623; fray Gregorio de Pedrosa, que fue General de la Orden de San Jerónimo y obispo de León y Valladolid; fray Plácido de Tosantos Medina, de la Orden de San Benito y obispo de Guadix; Jerónimo de Florencia de la Compañía de Jesús; Pedro González del Castillo, obispo de Calahorra; fray José González, de la Orden de Santo Domingo y obispo de Palencia y Pamplona; y Francisco Sobrino Morillas, obispo de Valladolid58. En esos años el predicador real de ←35 | 36→mayor relevancia y poder era el jesuita Jerónimo de Florencia (1565–1633). Como se puede apreciar, ninguno de los predicadores pertenecía a la Orden de San Bernardo y todos poseían un mayor peso institucional que Lorenzo de Zamora.

La búsqueda de una nueva ocupación no cesa en Lorenzo de Zamora. Así nos lo demuestra una consulta al Consejo de Aragón sobre la merced que suplica fray Lorenzo de Zamora de que se le nombre abad de Fitero (Navarra) fechada el 13 de diciembre de 161259. Pero de nuevo, no que se le concede el cargo.

El 2 de junio de 1613 asistió al Segundo Capítulo de Definidores en el Monasterio de Palazuelos de Valladolid presidido por el General Reformador Felipe de Tasis. Pedro de Lorca pidió en secreto a la Santa Sede las dispensas necesarias para que este joven discípulo suyo fuera elegido General a pesar de su juventud. En el Capítulo, entre otros asuntos, se dio licencia a Ángel Manrique para graduarse como Maestro en la Universidad de Salamanca a costa del Monasterio de Huerta60. Lorenzo de Zamora había realizado la aprobación de su obra Santoral y dominical cisterciense hecho de varios discursos predicables en todas las fiestas de Nuestra Señora y otros Santos en 1609.

Los problemas de salud comienzan a impedir el desarrollo normal de la vida de Lorenzo de Zamora. Como consecuencia, el 1 de marzo de 1614 no se halla en Palazuelos, a pesar de ser convocado como definidor, por “impedimento de gota”61. Posteriormente, el 5 de mayo de 1614 se celebró un Capítulo General en Palazuelos en el que resultó elegido General Reformador Luis de Estrada y en el que Lorenzo de Zamora tampoco pudo estar presente “por estar impedido de enfermedad no pudo asistir personalmente por estar así enfermo”62. Finalmente, murió en 1614 post longas febrium & articularis morbis agritudines63. El hombre al que De Visch comparó con Aristóteles en el saber natural, con santo Tomás en la Ciencia Teológica, con san Ambrosio en la Cátedra y con san Gregorio en la explicación de las Escrituras64. Tomó sepultura en la Iglesia del Colegio de San Bernardo de Alcalá junto a su amigo Pedro de Lorca, muerto dos años antes, y a Cipriano de la Huerga. Manrique nos da cuenta de su epitafio:

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5 En recuerdo de la serena belleza de Iffley, el frescor monumental de St. Mary Virgin Church, la esclusa y el paseo que bordea el Isis desde Oxford y el remanso de paz vegetal del jardín de Oonah.

6 Díaz Ballesteros– Lariz y García-Suelto, 1877.

7 Cordón, fol. 72 v.

8 En el siglo XVI existió otro fraile homónimo. En este caso, cartujo del Convento de Porta Coeli, Huesca. Allí fue archivero hasta su muerte en 1583.

9 Saguntina, Prólogo: “… en el poco tiempo que le compuse, que aún no fue un año, que tenía seis horas del día ocupadas en estudios…”.

10 Delgado Criado, 1994: 75, 202, 424.

11 Perteneciente a la Diócesis de Segovia. El Monasterio fue fundado por el Emperador Alfonso VII de Aragón en 1151. Su primer emplazamiento fue cerca de Almazán (Soria), en un lugar denominado Cántabos. En torno a 1162 su ubicación salió del entonces reino de Aragón, en el obispado de Sigüenza, en la actual Soria. La primera piedra de la actual construcción la colocó Alfonso VIII en 1179. Importancia destacada tuvo en su construcción el Arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada. Lorenzo de Zamora es celebrado como uno de los grandes hombres que pasaron por Huerta en la obra de Gregorio de Argaiz La soledad laureada por san Benito y sus hijos en las iglesias de España y Teatro Monástico de la Provincia Cartaginense, Madrid, 1675. Cf. Polvorosa, 1963; Romero Redondo- Luzón-Anguita Fontecha, 2005; Diago Hernando, 2018: 267–282.

12 Estrada, 1794; Esteban, 1963: 264–302; VV.AA., 1983.

13 Fray Luis Estrada moriría en 1581, pocos días después de volver del Capítulo General en Palazuelos (Valladolid) donde se elegiría al nuevo abad.

14 Saguntina (prólogo): “pasando por Alcalá a mudar otro estado harto extraño y diferente destas cosas, quise quemar esta obrilla; pero mis amigos me la quitaron de las manos…”. Se refiere a La Saguntina.

15 En consonancia con el impulso cultural de Cisneros y con objeto de paliar la ignorancia de sus monjes, el Monasterio de Huerta solicita a Roma en 1498 construir Colegios de la Orden en ciudades donde existiera universidad. Siendo el primero de estos el de Salamanca en 1508. En 1531 se decide trasladarlo a Alcalá de Henares y su destacada Cátedra de Teología. La Universidad de Alcalá con su Colegio Trilingüe y sus estudios teológicos se convierte en foco más importante del humanismo renacentista español a lo largo de todo el siglo XVI. La obra de nuestro autor se encuentra ya en la decadencia del humanismo y la aparición del Barroco. Dentro de todos los cambios culturales, políticos y sociológicos que acontecen en el paso del siglo XVI al XVII.

16Vt qua post annum M.DLXXXIV, leges prodierant, ad ordinem redactae, correctaeque, vulgarentur seorsum; his, quae tunc prodierunt superadendae M. Fr. Dominico Astete Vallis bonae, Fr. Laurent de Zamora Hortae & […], qui multum in dicendo laboravisse”. Manrique, 1649: IV, 672.

17 Martín, 1953: 35.

18 Saguntina, Alcalá de Henares, 1598, f. 1. Primera Parte / de la Histo- / ria de Sagunto, / Numancia y Carthago. // Compuesta por Lorencio / de Zamora, natural de Ocaña. // Dirigido a doña Victoria Co- / lona, Condesa de Melgar & c. // Con Privilegio. / En Alcala. En casa de Iuan Iñiguez de Lequerica. Año 1589. / A costa de Diego Martínez, mercader de libros. En 4º; [4]‌, 244, [3] pp. El ejemplar consultado, B.R.M.E. (53-II-25), se encuentra reencuadernado en piel junto a la obra Doscientas / preguntas con svs / respuestas en ver- / sos diferentes. // Por Iván González de la Torre. // Madrid 1590. Por Francisco Sánchez. La aprobación de la obra la firmó Cristóbal de Orduña, licenciado del Trilingüe de Alcalá. Alcalá el 2 de agosto de 1589 (f. 1). Existe otras copias en B.N.M. (Sig. R-5276); L.U.T. (Sig. 1073.k.27). En la Biblioteca de Alonso de Osorio, Marqués de Astorga se Conservaba un ejemplar, cf. Cátedra, 2002 (ejemplar B218).

19 Portada con grabado xilográfico de un sol sobre un obelisco. En términos emblemáticos la columna y el obelisco son equiparables, por lo que la imagen de la portada alude a la familia de los Colona, cf. Cazenave, 2002: 155–156; Cirlot, 2004: 145–146; Covarrubias, 1978, 149 (II centuria, emblema 49). El ejemplar ha sido citado con anterioridad en las catalogaciones de Catalina García, 1899; Salvá, núm. 1084–1085; Gallardo, 1968: 1095 (núm. 4365); Palau, 1990: 246.

20 Antonio, 1996: II, 11; Aldea, Marin y Vives, 1975: 2801–2802.

21 Alcalá, 1601.

22 Martín, 1953: 48.

23 En 1601 nos lo indica Monarquía Mística 2 en la portada, J. Sánchez Crespo, Alcalá de Henares, 1601.

24 Primera Parte de la Monarquía Mística, Madrid, 1604. Tasa de Juan Gallo de Andrada.

25 Cordón, fol. 72 v.

26 Aprobación fechada en Madrid en noviembre de 1607. Monarquía Mística 7. L. Deu, Barcelona, 1611.

27 Traducido de Latín en Romance por el P. Fr. Cabriel Castellanos, Confesor del Monasterio Real de las Huelgas de Valladolid. Dirigido a Doña María de Campo, Monja de dicho Monasterio. Con privilegio. Impresso en Valladolid por Juan Godinez de Milis. Año 1601. En 16º (12 cm.); [19], 362, [22] pp. Portada con grabado Erratas por Alonso Vaca de Santiago. Tasa por Juan Gallo de Andrada. Aprobación por Fr. Lorenzo de Zamora. Licencia General por Fr. Luis Bernardo de Quiroga. Aprobación de Fr. Felipe de Campo. Facultad Real. Dedicatoria del P. Gabriel Castellanos. Prólogo al lector. Prefacio de san Bernardo a este libro. El ejemplar que hemos consultado perteneció al Real Monasterio de S. Quince de Valladolid (Alcocer y Martínez, 1993, núm. 398).

28 Cordón, 72v; Muñiz, 1793: 360.

29 A.H.N. Clero Palazuelos, Lib. 16521, fols. 178r-184r; Lib. 16536 p. 98a-108b., cf. Herrero Salas, 2006: 231ss.

30 A.H.N. Clero Palazuelos, Lib. 16521, fols. 178r-184r; Lib. 16536 p. 98a-108b., cf. Herrero Salas, 2006: 241.

31 Así se establece en la tradición de Huerta.

32 Cordón, fol. 72 v-73r.

33 Cordón, fol. 72 v.

34 Dalmases, 1951: 42–44; Esteban, 1983: 327–329.

35 Cordón, fol. 72 v.

36 Yáñez, 1977: 49–68.

37 A.H.N. Clero Palazuelos, Lib. 16521, fols. 187r-192r; Lib. 16536 p. 109a-115a.; Cordón, fol. 72 v; Herrero Salas, 2006: 276; Antonio, 1996: II, 11; Aldea, Marín y Vives, 1975: IV, 2801–2802.

38 Alonso de Ledesma, Juegos de Noche Buena Moralizados a la vida de Cristo, Martirio de Santos y Reformación de costumbres. Impresa en casa de A. Martín, en Madrid, 1611; y en casa Sebastián de Cormellas a costa de Miguel Menescal en Barcelona 1611. De esta última tomamos el texto tanto de la carta de Lorenzo de Zamora como de la respuesta de Ledesma: “Respuesta de Alonso de Ledesma al padre Maestro Fray Lorenzo de Zamora. // Después que envié a V.P. estos mis borrones, reparé en que los leía el autor de la Monarquía Mística. Y dije entre mí: no ha sido pequeña osadía (si ya no toca en temeridad) mostrar un hidalgo de aldea las Preseas de su pobre camarín a un señor de tan gran Monarquía. Pero alentome ver que si esta determinación, por la parte que mira a amor propio, merece reprehensión; por la que mira a deseo de saber, es digna de premio. Y bien dicen que a los osados favorece la fortuna. Pues con esta censura perdí el miedo a las demás. Guarde nuestro Señor a V.P. los años de mi deseo para que siempre me honre y haga merced. De Segovia, y diciembre 5 de 1608”.

39 Ángel Manrique, Santoral y dominical cisterciense hecho de varios discursos predicables en todas las fiestas de Nuestra Señora y otros Santos por el Padre Maestro Fray Ángel Manrique de la misma orden hijo del Insigne y Real Monasterio de Huerta. 2 vols. Juan Baptista Varesio, Burgos, 1610. Otra edición: Santoral y dominical cisterciense hecho de varios discursos predicables en todas las fiestas de Nuestra Señora y otros Santos por el Padre Maestro Fray Ángel Manrique de la misma orden hijo del Insigne y Real Monasterio de Huerta. Y en esta segunda y última impresión enmendado y añadido y puesto en sus lugares con un elenco muy copioso por el propio autor. Dedicado a D. Alonso Manrique Arzobispo de Burgos &. 118. Escudo pequeño y a los lados. Año 1613. Con privilegio. En Valladolid por Francisco F. de Córdoba y a su costa. En 8º (20 cm.); [7]‌, 265, [40] pp. Aprobación del P. Maestro Fr. Lorenzo de Zamora. Aprobación de Francisco Tamayo, Calificador del Consejo Supremo de Inquisición.

En última plana tiene una estampa de la Virgen. Se divide en tres libros, el primero de la p. 1 a la 130; el segundo y el tercero hasta la 265. Consultado en el C.A.F.; otro ejemplar en la B.P.C. Citado por Antonio, 1996. III, 90; Alcocer y Martínez, 1993: núm. 586.

40Et fuit haec cessio tunc longe facilior, quia M.F. Laurentius de Zamora, virus ex ipsis, a Rege Catholico ad Cathaloniam missus, in visitandis Ecclesiis Populeti, atque Sanctorum Crucium, nec sine insigni fructu, destinebatur”, Manrique, 1649: IV, 678, núm. 2. “Cum innosteceret jam doctrinae mutarumque virtutum fama”, Antonio, 1996: II, 11.

41 Ferrando, 1962: 317–321.

42 A.H.N. Clero Palazuelos, Lib. 16521, fols. 195v-196r; Herrero Salas, 2006, 260; Cordón, 73v.

43 El acta que levantó el notario de Monblach resume lo acontecido. Se trata de cinco folios escritos en latín y catalán conservados en el Archivo de Poblet, Arm. I c. 21, vol. Comunitat Fols. 89–93.

44 Carta de Jaime Carnicer al Vicario General del Consejo Superior de Aragón. Archivo de Poblet, Arm. I c. 18, vol. Congregació. Fol. 52.

45 Archivo de Poblet, Arm. I c. 18, vol. Congregació. Fols. 96–102.

46 A.C.A. Consejo de Aragón, Legajos, 0269, nº 120.

47 Cordón, 73v.

48Mg. Dr. Laurentius de Zamora, cum adhuc Populeti destineretur, a Capitulo absens, nihilominus Hortensibus propositus, atque ab eis in Annatem electus est. Verum cum diu expectatus, non veniret, Abbatiam renuntiavit; subrogato per Coventus electionem in eius locum, fratre Vicentino de Guevara”. Manrique, 1649: IV, 680, núm. 9.

49 Historia y vida de la venerable madre Ángela Margarita Serafina, fundadora de religiosas capuchinas en España y de otras primeras hijas, hasta el año de 1622. En que la dejó escrita el P. Pablo Fons, de la compañía de Jesús. Revista por el P. Miguel Torbavi de la misma Compañía. Dedicada a la cristianísima magestad de Doña Ana de Austria. Reina Madre de Francia. La abadesa y religiosas de su Primario Convento de santa Margarita la Real de Barcelona. En casa de María Dexen viuda, Barcelona, 1649. Existe otra edición de Barcelona en 1653. IV “De los que emprendieron escribir esta historia”.

50 Fons, 1649, IV “De los que emprendieron escribir esta historia”.

51 Onofre Manescal, Apologética disputa donde se prueba que la llaga del costado de Cristo Nuestro Señor fue obra de nuestra redención… Van añadidos tantos discursos en esta segunda impresión que parecerá otro libro. A costa de Miguel Manescal mercader de libros, Barcelona, 1611.

52 A.C.A, Consejo de Aragón, Legajos, 0269, nº 038.

53 Cordón, 72v.

54 Cordón, 72v.

55 A.H.N. Clero Palazuelos, Lib. 16521, fols. 202r-203v; Herrero Salas, 2006: 268.

56 A.G.P. Expedientes Personales, caja 366/47; Garau, 2005: 275–280.

57 A.C.A. Consejo de Aragón, Legajos, 0269, nº 056.

58 A.G.P., CR, Lib. 11, ff. 467r-472v; Jiménez y Mayoral, 2008: 771.

59 A.C.A, Consejo de Aragón, Legajos, 0269, nº 066.

60 Herrero Salas, 2006: 272.

61 Herrero Salas, 2006: 272.

62 A.H.N. Clero Palazuelos, Lib. 16521, fols. 206 v.-209 v.; Herrero Salas, 2006: 274.

63 Antonio, 1996: II, 11.

Details

Pages
898
Year
2022
ISBN (PDF)
9783631856499
ISBN (ePUB)
9783631856505
ISBN (Hardcover)
9783631844380
DOI
10.3726/b18497
Open Access
CC-BY-NC-ND
Language
Spanish; Castilian
Publication date
2021 (December)
Published
Berlin, Bern, Bruxelles, New York, Oxford, Warszawa, Wien, 2022. 898 p., 5 il. blanco/negro, 1 tablas.

Biographical notes

Jesús-M. Nieto Ibañez (Volume editor) Raúl López López (Volume editor)

Jesús M. Nieto Ibáñez, catedrático de Filología Griega y director del Instituto de Humanismo y Tradición Clásica de la Universidad de León. Es autor de numerosos libros y artículos sobre los primeros textos cristianos y la Patrística. En el ámbito del Humanismo y la Tradición Clásica ha dirigido un proyecto de investigación interdisciplinar e interuniversitario durante las dos últimas décadas. Raúl López López, fundador y director del Museo Liceo Egipcio (León, España) y colaborador honorífico del Instituto de Investigación de Humanismo y Tradición Clásica de la Universidad de León.

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Title: Lorenzo de Zamora Monarquía mística I
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