Las riberas del Pacífico
Lengua e identidad cultural hispanas
Summary
Excerpt
Table Of Contents
- Cubierta
- Título
- Copyright
- Sobre el autor
- Sobre el libro
- Esta edición en formato eBook puede ser citada
- Índice
- Introducción (María Isabel Montoya / Miguel Ángel Sorroche Cuerva)
- El español en el Pacífico (Antonio Martínez González)
- El español en el Pacífico, una lengua entre fronteras lingüísticas y culturales: condicionamientos que afectan a la enseñanza bilingüe en Estados Unidos (Pilar López García)
- Los sonidos panhispánicos del Pacífico (Gonzalo Águila Escobar)
- América, el Pacífico y Extremo Oriente. Una mirada desde la historia a propósito del V centenario del descubrimiento del Mar del Sur (Miguel Molina Martínez)
- Análisis de los textiles confeccionados con telas chinas del territorio central de Nueva Granada (Guadalupe Romero Sánchez)
- El Galeón de Manila: manifestaciones plásticas entre las dos orillas del Pacífico (Ana Ruiz Gutiérrez)
- La dimensión pacífica de las Californias y la herencia de las misiones franciscanas, 1846–1915 (Miguel Ángel Sorroche Cuerva)
- El patrimonio cultural de origen español en las rutas e itinerarios culturales de la región circum-pacífica. Una apuesta de futuro (Luis J. Abejez y Jordi Tresserras Juan)
La capacidad de desplazamiento que el ser humano ha tenido a lo largo de la Historia y sus consecuencias, ha sido un tema no siempre tratado en su justa proporción. En el estudio que de los distintos períodos históricos se ha hecho, en muchas ocasiones ha primado más el alcance del desarrollo interno propio de una sociedad, que las consecuencias de posibles aportes externos dados por el contacto con otros ámbitos, aceptando la existencia de dichos vínculos, pero no reconociendo sus resultados.
Estas dinámicas están encontrando en la actualidad un claro protagonismo en las reivindicaciones de identidad que frente a la globalización están surgiendo, como defensa frente a la estandarización y homogenización creciente de nuestros hábitos de vida. Es precisamente el análisis de esos procesos en relación a diversos aspectos como es el de la transferencia de cultura material o de la lengua, caso del español y su papel identitario en territorios concretos, lo que se aborda en este libro, haciendo especial hincapié en el frente pacífico americano y por extensión en los territorios que estuvieron bajo la influencia hispana entre los siglos XVI y XIX.
Ya desde la Antigüedad, las ansias de expansión desde focos irradiadores de cultura como el contexto del Medio Oriente o el mediterráneo, fueron incorporando territorios cada vez más alejados como consecuencia exponencial de los contactos esporádicos que de distinto alcance se mantenían. En ese sentido, los aportes orientales a la cultura egipcia no solo se evidenciaban en la materialidad del lapislázuli afgano, sino en la tecnología de la rueda o el arco aportada por los hicsos y que tiene una importante fuente documental en las pinturas y piezas de las artes decorativas egipcias. Eso solo para una direccionalidad en la relación oeste-este, ya que no podemos olvidar los vínculos con ámbitos más septentrionales, caso del contexto báltico que se manifestó a través del ámbar que se empleaba en estas producciones de objetos.
Estas conquistas paulatinas pero constantes, no fueron más que el inicio de unas dinámicas que se intensificaron en el tiempo, no solo en cuanto a las distancias recorridas y que ya con los fenicios traspasaron por el oeste el Estrecho de Gibraltar y recorrieron los litorales europeo y ← 7 | 8 → africano hacia el norte y el sur, sino que se consolidaron en el espacio, con las fundaciones de ciudades y el establecimiento de itinerarios permanentes de circulación desde el siglo IV antes de Cristo con la disposición de colonias griegas en el contexto del Mar Negro o las expediciones de Alejandro Magno hasta tierras centro asiáticas y que son el prólogo ineludible de las relaciones entre Occidente y Oriente que se han mantenido hasta la actualidad. Las fundaciones de ciudades por el dirigente macedonio, o el testimonio clásico en las formas del arte de Ghandara hablan de ello.
Estos primeros capítulos ya nos permiten exponer el que es uno de los temas más interesantes de estos procesos. El intercambio que se generaba en estos flujos implicaba el traslado de personas, objetos e ideas de unos focos culturales a otros, dándose unas relaciones disímiles en las que se producía la imposición de unos conceptos sobre otros, generando nuevas realidades que enriquecían a las iniciales del emisor y el receptor.
Si durante el período helenístico la complejidad del proceso se evidenció por primera vez por sus dimensiones espaciales y sus consecuencias, es con Roma con la que la trascendencia de los elementos que podían intervenir se convierte en el referente del protagonismo que cada uno de ellos va a tener como pieza indispensable que garantizara la presencia de un elemento integrador que unificara territorios de distinta naturaleza. Roma puso la base para entender cual debía ser la maquinaria que garantizara el control sobre un territorio a partir del sometimiento militar, político, religioso y en definitiva cultural de los espacios que se iban ocupando, erigiéndose en referente de períodos posteriores.
Con Roma, la lengua, la ocupación territorial o la imposición de modas, contribuyeron a diluir la diversidad de los territorios ocupados y homogeneizarlos bajo un mismo prisma que en definitiva consolidaba la presencia de una nueva ideología. Precisamente la desintegración de esa unidad, inmersa en un proceso de expansión que llegó a ser incontrolable, marcó la caída del primer gran imperio de Occidente. Y fue con Roma, cuando la realidad de Oriente dejó en parte de ser intuición para convertirse en una realidad tenue, pero cada vez más consistente y que poco a poco iba asentando sus perfiles. No olvidemos los asentamientos romanos en las costas del subcontinente indio y sobre todo el comercio de seda china entre la dinastía Han y el Imperio Romano, que buscó satisfacer la fuerte demanda de esta tela por la alta sociedad romana.
La idea cada vez mas clara de una Edad Media dinámica y generosamente productiva desde el punto de vista cultural, debe servirnos para ← 8 | 9 → mostrar que entre la caída del predominio romano y las revoluciones y crisis que dieron lugar a la Modernidad, las idas y venidas entre las distintas partes del mundo lo iban achicando hasta hacerlo más abarcable y por extensión reconocible. Sin duda, la complejidad de la etapa viene daba por la dimensión temporal que se le otorga y los protagonistas que intervienen, pero la multiplicidad de escenarios que conviven, en algunos casos sin conocerse, hace si cabe mucho más apasionante su consideración y la trascendencia que tuvo.
Sin duda alguna, para entender los acontecimientos que se desencadenan en la Modernidad, a partir del último cuarto del siglo XV, no podemos perder de vista lo que ocurre durante las centurias anteriores, período en el cual se fueron fraguando las bases de lo que posteriormente se ha considerado como uno de los procesos más transcendentales. La Edad Media vino a consolidar una de las rutas más importantes de intercambio cultural que se hayan creado por el ser humano, la Ruta de la Seda, que durante más de 1500 años mantuvo en contacto territorios distantes mediante el intercambio de objetos y personas. Un recorrido en esencia terrestre que a pesar de todo se vio interrumpido por los conflictos que enfrentaron a algunos de los gobiernos por los que transitaba, lo que llevó a buscar alternativas que garantizaran el mantenimiento del intercambio. Conectó a la ciudad de Xi’an con el Mediterráneo abasteciendo mutuamente mercados que demandaban piezas de un lugar y otro de su recorrido. Si bien es cierto que se acepta que la relación fue más enriquecedora por los aportes de Oriente a Occidente que viceversa, lo cierto es que el intercambio vino a crear unos lazos de dependencia que intensificaron las relaciones. Posiblemente el Libro de las Maravillas de Marco Polo exprese mejor que ninguno la fascinación que despertó Oriente en Europa en el siglo XIII a la vez que permite entender el papel que dentro del contexto mediterráneo tuvieron ciudades como Venecia o Constantinopla en ese comercio.
Dichos períodos de enfrentamiento alternaron con los de estabilidad, durante los cuales los intercambios se intensificaron llegando incluso a darse procesos de homogeneidad cultural de dimensiones colosales. Dos casos son representativos de ello. La expansión del Islam desde la península arábiga en el siglo VII puso de manifiesto de nuevo, como lo había hecho el latín, la importancia de la lengua como unificadora de pueblos. Como una cuña, se adentró entre los dos imperios más importantes del momento, el bizantino, que mantuvo las inercias orientales en el Mediterráneo tras la desaparición de Roma; y el persa, que se adentraba en ← 9 | 10 → las estepas asiáticas hacia oriente. De esta forma, lo islámico implantó de oriente a occidente una concepción del mundo que hizo que desde la Península Ibérica a la India, se transitara por un mismo territorio en donde se hablaba una misma lengua, el árabe. El otro ejemplo transcurre siglos después. A partir del siglo XIII la primera dinastía no china que dominó el vasto imperio que había controlado la dinastía Song, la Yuan, impuso la conocida como Pax Mogólica, llegando a comunicar los extremos de un vasto territorio bajo un mismo gobierno que tuvo en Tamerlán a la figura más destacada de ese proceso de unificación.
Details
- Pages
- 200
- Publication Year
- 2017
- ISBN (PDF)
- 9783034327848
- ISBN (ePUB)
- 9783034327855
- ISBN (MOBI)
- 9783034327862
- ISBN (Softcover)
- 9783034327831
- DOI
- 10.3726/b11698
- Language
- Spanish; Castilian
- Publication date
- 2017 (November)
- Keywords
- descubrimiento americano transculturación intercambio cultural
- Published
- Bern, Bruxelles, Frankfurt am Main, New York, Oxford, Warszawa, Wien, 2017. 197 p., 13 il. en color, 4 il. blanco/negro