Reescribir la violencia
Narrativas de la memoria en la literatura femenina colombiana contemporánea
Summary
El presente volumen recoge un análisis de la obra híbrida, entre el periodismo y la ficción, de Silvia Galvis, Patricia Lara, Elvira Sánchez-Blake y Laura Restrepo, basado en la manera en la que estas escritoras llevan a cabo la resemantización de eventos históricos y el rescate del olvido de experiencias individuales, desde una perspectiva diferente a la oficial.
Excerpt
Table Of Contents
- Cubierta
- Título
- Copyright
- Sobre el autor/el editor
- Sobre el libro
- Esta edición en formato eBook puede ser citada
- Agradecimientos
- Contenido
- Prólogo
- A modo de introducción
- Capítulo I: Mujer, memoria y violencia
- La mujer en el contexto sociopolítico colombiano
- Aproximación al concepto de memoria
- Memoria y Violencia
- Formas textuales al servicio de la recuperación de la memoria
- CapíTulo II: Silvia Galvis. Resignificación histórica y violencia partidista
- Revisión y reconstrucción del discurso histórico colombiano en Sabor a mí
- Historia, mujeres y ficción. La herencia literaria de Silvia Galvis
- Capítulo III: Patricia Lara y Elvira Sánchez-Blake. Feminismo Militante y Realidad Social
- Obras testimoniales y uso del lenguaje factual en Lara y Sánchez-Blake
- Guerra y mujer. Discurso ficciona
- Capítulo IV: Laura Restrepo: Ficción, Periodismo y Mitos
- Laura Restrepo y el discurso testimonial en primera persona
- Memorias e Historia en La novia oscura
- Violencia política, narcotráfico y desplazamientos. Leopardo al sol y La multitud errante
- Violencias sociales y violencia de género: Dulce compañía y Delirio
- Compromiso foráneo: Memoria y auto-representación en La Isla de la Pasión, Demasiados héroes y Hot Sur
- Espacios globales e intertextualidad en la narrativa breve
- A modo de conclusión
- Bibliografía
- Anexos
- Entrevista a Elvira Sánchez-Blake
- Entrevista a Patricia Lara
Michael PALENCIA-ROTH
“For the dead and the living, we must bear witness. … Without memory, there is no culture”. Estas palabras de Elie Wiesel podrían ser el epígrafe de Reescribir la violencia: Narrativas de la memoria en la literatura femenina colombiana contemporánea, la lúcida e impresionante obra de Virginia Capote Díaz.
Nunca me olvidaré, siendo yo niño, de aquel atardecer en Cali, Colombia, cuando vi, desde la ventana en un cuarto del segundo piso de la casa familiar, a dos soldados fusilar a un hombre en la puerta de su casa. Eran los últimos días de la dictadura del general Rojas Pinilla, y todo el país explotaba. Tampoco me olvidaré de aquella noche, muchos años después, en la que, en la plaza central de Valledupar, sobreviví un intento a secuestrarme gracias a mis guardaespaldas. Poco tiempo después, en septiembre de 2001, en una carretera cerca de Valledupar, el frente 59 de las FARC secuestró y luego mató a la que me había invitado al festival del vallenato, Consuelo Araújo Noguera. El presidente Pastrana asistió a su sepelio.
Hay que reconocer –y hacer siempre el esfuerzo de mantener en la memoria– la violenta historia de la patria, ésta, en palabras de Elvira Sánchez-Blake, escrita con sangre. Todo colombiano –sea rico o pobre, hombre o mujer, de la ciudad o del campo– ha sido afectado. Todos han perdido parientes, amigos, conocidos. Todos hemos sido, de una manera u otra, víctimas. Pensemos en el Bogotazo (en abril de 1948) que despertó la violencia en muchas ciudades y, en especial, las zonas rurales; en las FARC, el ELN, y el M-19; en la toma del Palacio de Justicia (en noviembre de 1985); en aquellos inútiles procesos de paz con sus acuerdos y breves treguas; en el narcotráfico y el paramilitarismo; en la delincuencia común y en el sicariato; en la “pesca milagrosa” con motivo de secuestro en las carreteras; en las masacres sin número y en el desplazamiento de millones; en todos aquellos continuos y brutales combates. ← 13 | 14 →
En la historia, la literatura y el testimonio de “la violencia” han predominado la perspectiva masculina y el discurso hegemónico patriarcal. En la mayoría de los casos, la voz femenina ha sido “ignorada y silenciada”, dice Capote Díaz. Especialmente sobre la “mujer en la guerra” –quizás por ser pobre, afro-descendiente, indígena, mestiza o campesina, o a veces solamente por ser mujer– hay relativamente poco análisis e interpretación. Virginia Capote Díaz es de las pocas estudiosas en dedicarse a esta temática, y creo que Reescribir la violencia se verá como un aporte imprescindible –por su inteligencia, por su tratamiento histórico y teórico, por una rara combinación de objetividad crítica y compasión-. Capote Díaz vincula lo social con lo histórico, lo antropológico con lo filológico, lo ético con lo estético, la teoría del dominio y el poder con la ficción y el feminismo. Se centra en la transformación de autobiografía y testimonio en literatura, en especial en narrativa, en ficción. Analiza lo que ella denomina el género híbrido entre testimonio y ficción. La violencia no se puede entender, según ella y las escritoras que analiza, solamente por medio de los géneros tradicionales. Se necesita la hibridez genérica para poder representar, de una manera más comprensiva y compasiva, la experiencia de la violencia en Colombia.
En 1991, Mary Daza Orozco publicó ¡Los muertos no se cuentan así!, obra “testimonial pionera”. Ella, periodista de formación, es una temprana excepción al discurso hegemónico sobre la violencia. Se convierte en narradora testimonial para contar episodios de violencia contra los sindicalistas en las bananeras del Golfo de Urabá. Su género híbrido sirve de modelo –consciente o inconscientemente– para las cuatro principales escritoras estudiadas y analizadas en Reescribir la violencia: Silvia Galvis, Patricia Lara, Elvira Sánchez-Blake, y Laura Restrepo.
Las cuatro son, o fueron, todas periodistas que buscaron la vía de la ficción (y el género híbrido entre ficción y periodismo) para poder contar y hacer entendible la experiencia de la mujer en las cruentas décadas que vivieron. Silvia Galvis, conocida por muchos por ser la autora de la importante obra biográfica, Los García Márquez (1997), ha escrito libros sobre temas históricos como “la Colombia nazi” y “Gustavo Rojas Pinilla”. Su ¡Viva Cristo Rey! (1991), novela con trasfondo femenino, narra fratricidas enfrentamientos entre liberales y conservadores después de La Guerra de los Mil Días” (1899-1902). En Sabor a mí (1994) Galvis retrata, entre otras cosas, las restringidas vidas de niñas adolescentes y de la mujer en un medio colombiano burgués y de privilegio en los años entre la caída del presidente Laureano Gómez y el derrocamiento del general Rojas Pinilla. Patricia Lara figura en el análisis por varias obras, en especial por Las mujeres en la guerra (2000) y Amor enemigo (2005). Allí, cuenta historias de guerrilleras, amantes de guerrilleros, paramilitares, y víctimas de la guerra como las viudas y las madres; ella ← 14 | 15 → escribe lo que llama “el periodismo literario”. Para Lara, el origen de la violencia en general es la violencia doméstica contra la mujer y la pobreza. Desde la terraza de un edificio cercano, Elvira Sánchez-Blake observó la sangrienta toma del Palacio de Justicia en 1985. Vio el ataque de los militares, el incendio, y cómo sacaron a los muertos. Marcada para siempre por esas y otras experiencias (como la de entrevistar a Tirofijo en la selva), Sánchez-Blake decidió salir de Colombia y buscarse la vida en los Estados Unidos. Sus más importantes obras son Patria se escribe con sangre (2000) y Espiral de silencios (2009). Esta última une historia, testimonio, memoria personal y novela a través del relato de cuatro mujeres. Laura Restrepo, quien también vive fuera de Colombia, tiene una fama global como intelectual comprometida y novelista que ha logrado ganarse la vida con su pluma. Su La novia oscura (1999), novela híbrida entre periodismo y ficción, busca representar la realidad femenina a través de las experiencias de –entre otros personajes– una joven prostituta mestiza. Otras obras, como Leopardo al sol, La multitud errante, Dulce Compañía y Delirio, novelizan, entre otras cosas, el narcotráfico, el desplazamiento, y la violencia contra la mujer.
El 23 de junio, en La Habana, se firmó un acuerdo entre el gobierno de Colombia y las FARC que declaró terminado un conflicto de más de 52 años. El acuerdo no producirá la paz de un día al otro, pero sí permitirá, como dijo el presidente Santos, el comienzo de su construcción. Según el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), el conflicto costó por lo menos 220.000 muertos, 50.000 desaparecidos, y más de 6.000.000 desplazados y víctimas. Son cifras tan enormes –de tanta abstracción– que la imaginación no las capta. Para entenderlas se necesita saber de los casos individuales, de experiencias concretas vividas por la gente. Por lo tanto, le recomiendo al lector que, antes de comenzar el grueso del análisis teórico y literario de Capote Díaz, lea sus “anexos”: dos excelentes y conmovedoras entrevistas, la una con Elvira Sánchez-Blake y la otra con Patricia Lara. Detrás de las cifras hay vidas, personas de carne y hueso. Es la obligación moral de contar esas vidas, para no perder memoria de su existencia y sus experiencias, que motiva a las cuatro escritoras aquí presentadas, y no menos a Virginia Capote Díaz.
Reescribir la violencia es una notable contribución a la historia literaria de Colombia.
Julio de 2016.
En el contexto literario colombiano es habitual toparse de frente con todo un caudal escrito de representaciones acerca de las situaciones conflictivas a las que se ha enfrentado el país en las últimas seis décadas. Es de sobra conocida la longevidad, complejidad y crudeza de la realidad social y política en Colombia desde el inicio de su historia. Guerra, caos, muerte y desolación han colmado de dolor las vidas de los habitantes del país que han visto sesgadas sus trayectorias vitales por la presencia amenazante y continua de un mal que se presenta metamorfoseado en múltiples variantes: la violencia. El miedo, la muerte, las injusticias económicas y la opresión social han convivido en la cotidianidad de los ciudadanos, que han banalizado y normalizado, debido al paso de los años y la sobrecogedora multitud de experiencias trágicas, las consecuencias del conflicto armado. Las repercusiones políticas, sociales, y culturales han dado lugar a la formación de un «trauma histórico», como acuñara Dominick LaCapra (2009), que, extendido a lo largo de la historia del país, ha generado un reflejo muy potente en los diferentes campos intelectuales que ha supuesto la dinámica constante de producir textos relacionados de manera directa con la violencia, con el desorden y con la escisión personal; conceptos, éstos últimos, que vienen a funcionar como las espinas dorsales de multitud de modalidades narrativas. Así, sociólogos, periodistas y literatos han colmado páginas de relatos en los que los protagonistas han sido las masacres, las escenas escabrosas, y las historias de seres aniquilados, física o espiritualmente. Especialistas violentólogos se han dedicado a la realización de estudios en los que han presentado la trágica realidad colombiana desde perspectivas y corrientes fundamentalmente empíricas. Sin embargo, esta profusión de análisis sobre la significación política y social de la violencia en Colombia, corren el riesgo de contribuir a la mencionada banalización del mal y acabar contribuyendo a la conformación de una, ya acuciada, amnesia colectiva. Si no se avanza en la creación del paradigma de significados de la nación, y si esta reconstrucción global de la violencia no da paso a los universos particulares que hay detrás de las cifras, el resultado de tan numerosas reproducciones puede resultar desacertado e, incluso, contraproducente para la sanación de las heridas sociales provocadas por el conflicto.
Details
- Pages
- 206
- Publication Year
- 2016
- ISBN (PDF)
- 9782807600386
- ISBN (ePUB)
- 9782807600393
- ISBN (MOBI)
- 9782807600409
- ISBN (Softcover)
- 9782807600379
- DOI
- 10.3726/978-2-8076-0038-6
- Open Access
- CC-BY-NC-ND
- Language
- Spanish; Castilian
- Publication date
- 2016 (November)
- Published
- Bruxelles, Bern, Berlin, Frankfurt am Main, New York, Oxford, Wien, 2016. 204 p.