Formas precarias en las literaturas hispánicas del siglo XXI

Introducción

Formas precarias en las literaturas hispánicas del siglo XXI —volumen que prologan estas líneas— y Sujetos precarios en las literaturas hispánicas contemporáneas —su complementario— son dos títulos editados simultáneamente en la editorial Peter Lang por Borja Cano Vidal, Marta Pascua Canelo y Sheila Pastor. En ellos se recoge una selección de las ponencias presentadas en el Congreso Internacional «RADICANTES: Escrituras excéntricas en la última literatura en español», celebrado en diciembre de 2020 en la Universidad de Salamanca, cita que reunió durante tres días a más de cuarenta críticos procedentes de países como España, Francia, Polonia, Argentina, México o Estados Unidos. El evento fue organizado por los jóvenes profesores Cano, Pascua y Pastor, a quienes me cupo el honor de dirigir la tesis doctoral: tres investigadores tan solventes como entusiastas, quienes me propusieron una reunión que tomara el relevo de otra organizada en el seno de la Universidad de Salamanca titulada «Última narrativa latinoamericana: nuevas corrientes y tendencias» (2009)² E.

Puesto que había pasado una década desde aquella primera cita, tiempo más que suficiente para que el estado de la cuestión sobre las últimas tendencias estéticas hubiera evolucionado —y más en los tiempos que vivimos—, decidimos contribuir de nuevo a la radiografía de las más recientes tendencias de las escrituras en español. Y lo hicimos al amparo de un proyecto de investigación titulado Radicantes, concepto asumido en una doble acepción: porque reúne algunas sílabas de la expresión «Radiografías cardinales del presente», objetivo último de nuestro trabajo, y por reconocer con el mismo la potencia semántica del término acuñado por Nicolas Bourriaud: con él se han identificado numerosos creadores ←11 | 12→del siglo XXI, quienes asumen en sus textos la defensa de una estética relacional, de la traducción y del autor semionauta como base de sus creaciones.

Se trataba, entonces, de reunirnos —virtualmente, como consecuencia de los protocolos de seguridad a los que nos obligaba la pandemia— para debatir las claves que explican el presente. El título elegido para el presente volumen, «Formas precarias», da fe de su atención a los elementos formales que caracterizan las obras producidas en nuestros precarios tiempos —asumiendo para el adjetivo el sentido primero de su significación: «de poca duración e inestable»³. Así, tras un panorama sobre la última literatura en español esbozado por Vicente Luis Mora haciendo gala del espléndido arsenal de lecturas que le caracteriza, llegan cuatro secciones denominadas, respectivamente, «di(soluciones)» —recensión de poéticas radicales en sus rupturas—, «escrituras expandidas» —análisis de textos signados por la textovisualidad y los ejercicios transmedia—, «ficciones y fakeciones» —donde, siguiendo la terminología propuesta por Javier García Rodríguez en este compendio, se revisa la tensión entre ficción y realidad característica de numerosos textos en nuestra época— y, finalmente, «distopías» —una de los categorías genéricas más exitosas en la actualidad. Pasemos, pues, a ←12 | 13→comentar la excentricidad inherente a estas escrituras, para luego detallar los rasgos que las singularizan.

Si en algo coinciden los textos aquí reunidos, es en su rechazo a la idea de literatura fácil, encaminada a comunicar argumentos a través de presupuestos simples, amenos y legibles de acuerdo con pautas establecidas por un mercado mainstream. Por oposición, en estas páginas encontramos obras presididas por el cuestionamiento y la duda, abonadas a los presupuestos rupturistas de las vanguardias históricas y las neovanguardias⁴. En este sentido, se hace necesario recalcar que entiendo el término «vanguardia» del mismo modo en que lo hacen trabajos seminales sobre el mismo como La tradición de lo nuevo (Rosenberg, 1959) o Los hijos del limo (Paz, 1974). En ellos, se apunta la existencia de una clara tradición de la ruptura rastreable en diversos momentos de la historia, hecho apostillad en ensayos recientes. Así lo destaca, por ejemplo, Vicente Luis Mora en Singularidades. La luz nueva de la narrativa actual: «La vanguardia supone un espíritu de renovación de las estructuras artísticas de cualquier momento, principiando por una fase de destrucción parcial de lo anterior para llegar a la segunda y más importante, que es la aparición y desarrollo de un arte nuevo, en el sentido de indeducible por simple lógica histórica de las estructuras y códigos artísticos dominantes hasta su llegada» (2007: 102)⁵.

←13 | 14→En la misma línea, Hal Foster apunta en El retorno de lo real. La vanguardia a fines de siglo, la necesidad de establecer «nuevas genealogías de la vanguardia que compliquen su pasado y den apoyo a su futuro» (2001: 7). Por ello, considera necesario estudiar la neovanguardia como recodificación de las vanguardias históricas, incidiendo en que la historia del arte solo puede ser leída retroactivamente —esto es, desde el presente hacia el pasado—. Concluye que ambos movimientos son manifestaciones de un mismo fenómeno, por lo que presentan entre sí diferencias de grado, pero no de especie (de hecho, la neovanguardia habría ampliado las aportaciones de las vanguardias históricas con nuevos despliegues y revisiones acordes a su momento). De ese modo, no se podrían tachar de repetitivas las estéticas que recuperan el espíritu de ruptura propio de las primeras décadas del siglo XX, pues «la vanguardia histórica y la neovanguardia están constituidas de una manera similar como un proceso continuo de protensión y retensión, una compleja alternancia de futuros anticipados y pasados reconstruidos; en una palabra, en una acción diferida que acaba con cualquier sencillo esquema de antes y después, causa y efecto, origen y repetición» (Foster, 2001: 31)⁶.

Este hecho explica que numerosos teóricos se hayan acercado a los modelos artísticos contemporáneos empleando el calificativo de «arte de vanguardia». Entre ellos se encuentra Bourriaud, quien reconoce el vínculo existente entre ciertas estéticas contemporáneas y las vanguardias en trabajos como Estética relacional (2006) o Postproducción (2004), donde menciona como modelos de las obras actuales aquellas que se han apoyado en la copia, el collage, el ready-made, el pop-art y el arte conceptual. Pero, eso sí: Bourriaud subraya la convergencia actual con una «vanguardia que ya no va abriendo caminos», pues al artista ya no le importaría la innovación, sino la conceptualización —o uso— que se haga de sus producciones. Así se lee en el siguiente párrafo:

Mal que les pese a estos integristas del buen gusto pasado, el arte actual asume y retoma completamente la herencia de las vanguardias del siglo XX, rechazando el dogmatismo y la teleología. Esta última frase fue largamente meditada: y ya es el momento de escribirla. […] Ya no se busca hoy progresar a través de opuestos y conflictos, sino inventar nuevos conjuntos, relaciones posibles entre unidades diferenciadas, construcciones de alianzas entre diferentes actores (2006: 54–55)⁷.