Juan Guerrero Zamora y el teatro universitario e independiente durante el franquismo

Activo renovador del teatro católico

Así pues, durante la larga y metamorfoseante gestación de Uno de vosotros, Guerrero Zamora estaba entusiasmado con el personalismo. Y como crítico, eso lo convertirá en defensor de un teatro católico renovador, al que dedicará su ensayo Las máscaras van al cielo (1954). De hecho, lo encontramos en numerosas ocasiones en los periódicos de estos años como activo conferenciante de estas ideas.

Con motivo de la polémica representación en 1954 de la obra de Graham Greene, El cuarto de estar, M. Fernández Almagro afirmó que “el tema, o problema más bien, del teatro católico, se ha incorporado al cuestionario de las preocupaciones generales”. Su artículo “Teatro católico” describía el ambiente de expectación que Henri Ghéon y Paul Claudel habían creado, así como la escasez de autores españoles y la interesante contribución de Guerrero Zamora con este estudio (La Vanguardia, 25–VIII–1954: 8).

Durante muchos años, Guerrero Zamora fue propagandista de esta renovación teatral, apasionado del modelo que para él es la obra de Paul Claudel, capaz de expresar un “profundo sentido de la humanidad de lo divino y del valor divino de lo humano” (Guerrero Zamora, La Vanguardia, 25–III-1965), admirado personalista, que concibe la espiritualidad y la materialidad como partes integradoras del ser humano. Así, encontramos en la prensa noticias sueltas sobre algunos de los actos en que intervino, encaminados a llevar a los medios de comunicación contemporáneos esa modernización del teatro católico. Desde esta perspectiva y como teórico, se ocupará de la radio, de la televisión y del teatro. Así, el autor de Las máscaras van al cielo (1954), impartió la conferencia “El teatro católico actual, solución de una crisis”, para la cátedra San Pío X de Bilbao en enero de 1955, repetida en Vitoria unos días después, y que acompañó con la lectura dramatizada de obras teatrales realizadas por actrices, como su entonces esposa Maruchi Fresno⁵. En la misma línea, también participó en la Semana de Información Cinematográfica Católica en 1956⁶. Diez años después, Guerrero Zamora seguía participando en actos de la misma índole, conferenciando sobre la cuestión, muchas veces, alternando sus reflexiones con lecturas teatralizadas por actores que lo acompañan. En 1965 volverá a rendir homenaje a su admirado Paul Claudel con motivo del décimo aniversario de la muerte. La prensa recoge el éxito en marzo de su apasionada intervención sobre el escritor en un Colegio Mayor madrileño, en que, poetizada por su expresión, relató la conversión religiosa de Paul Claudel en 1886⁷. Y en octubre del mismo año, junto a Díaz-Plaja, participa en el ciclo de conferencias que el Ministerio de Información y Turismo y el Real Círculo Artístico de Barcelona organizan en esta ciudad con motivo del estreno de la obra de Claudel, El zapato de raso⁸.

Por lo mismo, volviendo a la época en que está adaptando la obra sobre Judas, será uno de los participantes del I Congreso Nacional de Teatro Católico que se celebró en Zaragoza en mayo de 1955. El promotor de aquel congreso fue José María Escudero, jurista y profesor universitario, que también será considerado impulsor del Nuevo Cine Español. Durante una semana, se alternaron exposiciones, conferencias académicas y representaciones vespertinas con actos religiosos (Armengol, 1955: 89–90)⁹. Las piezas que se representaron fueron: la premiada La loa de los dones de Eugenio Frutos, el auto sacramental de Lope, El pastor lobo —por la compañía Teatro de Arte, dirigida por Alberto González Vergel—, la italiana Judas, de Franco Fochi, que había sido Premio Año Santo 1950 y protagonizó Adolfo Marsillach¹⁰, La torre sobre el gallinero, de Vittorio Calvino, por el cuadro de la Tertulia Teatral, dirigida e interpretada por Mario Albar, y Guerrero Zamora y su Teatro de Cámara “El Duende” representaron Miguel de Mañara, de Oscar Wadislao de Lubiez. También en esta ocasión, la compañía de Guerrero Zamora puso en escena, por tercera vez, La Anunciación a María de Paul Claudel (20 de mayo de 1955).

José María Escudero fue el encargado de exponer las conclusiones de los participantes en el congreso. Adviértase que Escudero había sido director de Cinematografía y Teatro brevemente, de 1951 a 1952, pero había dimitido del cargo precisamente por la rigidez de la censura, que poco después rechazará la obra de este otro promotor de la renovación del teatro católico que era Guerrero Zamora¹¹. Años después, cuando Manuel Fraga sea ministro, Escudero volverá a ejercer el mismo cargo con menos cortapisas (de 1962 a 1968). Teniendo en cuenta los problemas con la censura que Guerrero Zamora tendrá con Uno de vosotros, parece interesante destacar las palabras de síntesis de lo expuesto por los congresistas que Escudero pronunció en aquella ocasión, dada la coincidencia de posturas que reconocemos en la obra. Como conclusiones del congreso, leemos en la prensa:

Primera: El teatro católico no es el teatro sobre determinados temas; todos los temas deben ser católicos para un católico. Debemos aspirar a que el catolicismo de los autores sea tan auténtico que impregne aun los temas más alejados de toda preocupación religiosa.

[…] Quinta: El teatro moral puede ser del “ejemplo” o del “contraejemplo”, del bien o del mal. El valor del “contraejemplo” no justifica dar licencia formal en la representación del pecado, pero exige frecuentemente cierta crudeza, que no hace ese teatro apto para todos, aunque sí beneficioso para algunos. El teatro religioso puede ser de liberación, de preocupación o de apologética. Sin negar la eficacia del teatro moral del ejemplo, del apologético o de tesis, los teatros contemporáneos aconsejan más bien un teatro religioso de preocupación y de solución o simple testimonio, mejor que el de tesis.

Sexta: El autor católico debe atender a los problemas contemporáneos, aplicándoles las permanentes soluciones católicas. El teatro católico no podrá interesar si se aparta de su tiempo. (Escudero, reproducido por Maria y Campos, 1955)

Paralelamente, el futuro autor de la Historia del teatro contemporáneo —que publicará en la misma editorial que Uno de vosotros—, comenzó su labor como crítico teatral en varios diarios. Para cuando escribe la obra que nos ocupa, es crítico en El Alcazar¹², y desde 1952, Jefe del Servicio de Teatro en Radio Nacional de España y Director de su Cuadro de Actores, para el que supo rentabilizar y dar una oportunidad profesional a muchos de los integrantes del Teatro Español Universitario. Esta impresionante labor como divulgador del teatro a los nuevos medios de comunicación se completó con su incursión televisiva. En el mismo año de publicación de Uno de vosotros, en 1957, comenzó sus famosas adaptaciones teatrales para Televisión Española, para la que llegará a estrenar seiscientas obras.

En el mismo año de publicación de Uno de vosotros, este hiperactivo escritor también publicó la novela Estiércol, sobre la podredumbre moral de un grupo de actores. A propósito de ella, M. Fernández Almagro se fija en su talento:

Al margen de esta actividad novelística, o más bien trenzándola con obras de diverso género —poesía, teatro, crítica… —, Juan Guerrero Zamora es ya, no obstante su juventud, un autor de extenso repertorio bibliográfico, lo que nos lleva conjeturar cuál será el rumbo que prevalezca entre las distintas rutas literarias hasta ahora tanteadas, pues aunque continúe frecuentándolas todas, siempre habrá una en que especialice más su atención (Fernández Almagro 1957: 10).

El académico tenía razón, pues sus futuros esfuerzos estarán más centrados en la adaptación de obras ajenas que en la creación de propias¹³. En el primer volumen de las Obras completas de Guerrero Zamora, aparecen solo dos obras dramáticas salidas de su pluma: Uno de vosotros y Electra Jonda: (tragedia del cante según un viejo mito), que no dejan de ser reelaboraciones personalísimas de textos ajenos.

Ese empeño teatral poético y ese deseo heredero y renovador del género con que acercarse al gran público a través de los nuevos medios de comunicación, al tanto de las novedades teatrales y filosóficas, queda de manifiesto en la genealogía de la obra que ahora nos ocupa.