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El color del español en el siglo XVII: estudio lexicográfico y documental

by Alejandro Junquera Martínez (Author)
©2023 Thesis 630 Pages
Series: Studia Romanica et Linguistica, Volume 75

Summary

Desde un punto de vista filológico, los trabajos sobre léxico habrían estado mayoritariamente enfocados al estudio de sustantivos y verbos. Este volumen pretende ahondar en el estudio del adjetivo a partir del análisis lexicográfico y documental de un conjunto de adjetivos cromáticos atestiguados en el siglo XVII y extraídos a partir de un corpus muy específico —el Corpus Léxico de Inventarios (CorLexIn)—. En el plano lexicográfico, se persigue acotar su referencia cromática partiendo de la información que puede extraerse de diccionarios de la época, así como analizar su tratamiento en dicho contexto. Complementariamente, se propone un análisis de tipo documental a partir de los datos que proporcionan los corpus académicos, conformados por textos con un marcado registro culto, y frente a los que CorLexIn aporta una visión mucho más cercana a la lengua oral y al registro cotidiano, es decir, a la realidad lingüística del siglo XVII.

Table Of Contents

  • Cubierta
  • Título
  • Copyright
  • Sobre el autor/el editor
  • Sobre el libro
  • Esta edición en formato eBook puede ser citada
  • ÍNDICE GENERAL
  • INTRODUCCIÓN
  • ESTUDIO LEXICOGRÁFICO
  • Acabellado
  • Acanelado
  • Aceitunado
  • Aceituní
  • Aceitunil
  • Aconejado
  • Afoscado
  • Ala de cuervo
  • Alazán
  • Alcoholado
  • Aleonado
  • Alimonado
  • Allozado
  • Almacigado
  • Almagre
  • Almendrado
  • Amarillo
  • Amusco
  • Anaranjado
  • Anogalado
  • Anteado
  • Añil
  • Apiñonado
  • Aplomado
  • Arenoso
  • Azabachado
  • Azafranado
  • Azúcar y canela
  • Azul
  • Barcino
  • Bardino
  • Barroso
  • Bayo
  • Blanco
  • Blanquinoso
  • Blanquisco
  • Bociblanco
  • Bragado
  • Buro
  • Cabellado
  • Canelado
  • Carne de doncella
  • Castaño
  • Cerojado
  • Cervuno
  • Color de ala de paloma
  • Color de alcaparra
  • Color de ámbar
  • Color de candilero
  • Color de caña
  • Color de jaspe
  • Color de pasa
  • Color de patito
  • Color de peña
  • Color de perla
  • Color de plomo
  • Color de teja
  • Color de tenca
  • Color de violeta
  • Color del Carmen
  • Colorado
  • Columbino
  • Conejo
  • Ebáneo
  • Empajado
  • Encarnado
  • Flor de romero
  • Foscado
  • Fosco
  • Garrofado
  • Gualdo
  • Hoja de olivo
  • Hosco
  • Jabonero
  • Jaro
  • Lacre
  • Lagarteado
  • Lebruno
  • Leonado
  • Limonado
  • Loro
  • Melado
  • Membrillo cocho
  • Molinero
  • Morado1
  • Morado2
  • Morcillo
  • Moreno
  • Musco
  • Naranja
  • Naranjado
  • Negro
  • Nogalado
  • Noguerado
  • Overo
  • Pajado
  • Pajizo
  • Paniconejo
  • Pardo
  • Paticalzado
  • Pavonado
  • Pelbarroso
  • Pelicastaño
  • Peliosco
  • Pelipardo
  • Pelitostado
  • Pico de perdiz
  • Pigazo
  • Piñonado
  • Plomado
  • Prieto
  • Rabalbo
  • Robellado
  • Rojo
  • Rosa seca
  • Rosado
  • Rosillo
  • Rubio
  • Salmonado
  • Sanguino
  • Sirgado
  • Sirgo
  • Soro
  • Tapetado
  • Tenado
  • Tostado
  • Turquesado
  • Verde
  • Verdegay
  • Verdemar
  • Victoriano
  • Vinagrado
  • Violado
  • Violeta
  • Zaino
  • CONCLUSIONES
  • BIBLIOGRAFÍA
  • RELACIÓN DE TONALIDADES POR FAMILIA CROMÁTICA
  • ÍNDICE DE TABLAS
  • ÍNDICE DE MAPAS
  • ÍNDICE DE GRÁFICOS

INTRODUCCIÓN*

En la naturaleza, la luz crea el color; en la pintura, el color crea la luz

Hans Hofmann

Una mañana, a uno de nosotros se le terminó el negro, y ese fue el nacimiento del Impresionismo

Pierre-Auguste Renoir

El color es incontenible. Revela, sin esfuerzo, los límites del lenguaje y evade nuestros mejores intentos de imponerle un orden racional

David Batchelor

1.  Justificación y objetivos

Desde el punto de vista del estudio del léxico, los sustantivos —dada su considerable carga semántica y su función de representantes de la realidad, las emociones, etc.— siempre han estado en el punto de mira y, por consiguiente, han concentrado la mayor parte de este tipo de trabajos, quizá acompañados, en todo caso, por compañeros cercanos, como son los verbos (la evolución de su forma, su significado o sus valores). Este hecho habría motivado, entre otros aspectos, que el resto de categorías gramaticales —como los adjetivos— quedase relegado a un segundo plano al no suscitar tanto interés o al no mostrar tanta predisposición a este tipo de análisis.

No obstante, tampoco debe apuntarse a una desatención extrema en el caso concreto del adjetivo, puesto que, en efecto, pueden encontrarse análisis dedicados a esta categoría con, eso sí, un marcado perfil gramatical: sus diversos mecanismos de formación; su relación —o condición— participial y las características de su uso con dicho valor; su carácter transversal (calificativos/determinativos) en aquellos modelos gramaticales que así lo reconocen; su posibilidad de recategorización o transposición; aspectos de tipo combinatorio; propiedades categoriales, etc. Por otro lado, partiendo de la concepción que la NGLE hace de ellos —de los adjetivos calificativos (NGLE: § 13.1d)—, como «clase de palabras que modifican al sustantivo o se predican de él aportando muy variados significados», en muchos casos «denota[n]‌ propiedades o cualidades» (ibid.: § 13.1a), los adjetivos también se prestan a estudios de tipo semántico, es decir, que atiendan a su significado o al contenido que aportan en su condición de palabra léxica (ibid.: § 13.1e). Asimismo, el hecho de que se prediquen de sustantivos expresando cualidades los hace mucho más propensos a agruparse en torno a rasgos semánticos de carácter hiperonímico o, dicho de otro modo, compartidos por todos los miembros del conjunto.

Dentro de las categorías y subcategorías semánticas o de contenido que pueden efectuarse, las posibilidades son prácticamente ilimitadas: solo hay que escoger una propiedad o rasgo semántico y, de este modo, se consiguen subconjuntos léxicos de adjetivos alusivos a los sabores, las formas geométricas, la personalidad, la edad, la disposición de los cuernos de una res, la expresión de la calidad o, por supuesto, de adjetivos que hacen referencia a colores. Este último grupo, el de los adjetivos cromáticos, habría suscitado no pocos análisis desde múltiples perspectivas, lingüísticas y no lingüísticas, centradas en el castellano o en los términos cromáticos de otras lenguas: mecanismos lexicogenéticos, aspectos referenciales, estudios contrastivos, estudios semánticos y de procesamiento, toponimia, lexicografía, terminología, simbología, etnografía, estudios de corte literario, etc.1

Abordando con detenimiento los estudios de corte lexicográfico de ítems cromáticos del español, conviene destacar dos2 —quizá tres, si bien uno de manera indirecta— en especial: el primero de ellos por la semejanza que presenta con el presente trabajo de investigación en lo que respecta a la metodología y el segundo, por el periodo cronológico que abarca, los siglos XVI y XVII.

En el primer caso se está haciendo referencia a Los nombres de color en la naturaleza (1996), obra (y tesis doctoral) de la profesora María del Mar Espejo Muriel. El objetivo que se persigue en dicho estudio —que se concibe como una continuación de la tesina de licenciatura de la autora, a la que se aludirá posteriormente— es la descripción de los nombres de color del mundo de la naturaleza (incluyendo aquellas voces alusivas a la coloración del pelaje animal), los denominados «campos designativos de color» (Espejo Muriel, 1996: 15), atendiendo, principalmente, a su caracterización onomasiológica y documental.

Es decir, se presenta como un estudio de corte semántico que persigue analizar la evolución del significado de los ítems cromáticos, además de contar con un apoyo de carácter lexicográfico y documental basado en obras comprendidas entre la Edad Media y «nuestros días» (ibid.: 17) —finales de los años 90— que se incluyen en la bibliografía final y que ascienden a un total de 83 obras literarias y 48 fuentes de tipo lexicográfico.

En lo que respecta a su estructura interna, cada adjetivo tiene dedicado un apartado que puede ser bipartito o tripartito: si el adjetivo es simple, incluirá información referida a su etimología y documentación; si es derivado, la estructura se articulará en torno a su «base remota» (por ejemplo, atigrado < tigre), su documentación y su «base próxima» (base verbal, como en atigrado < atigrar) (ibid.: 20). La información etimológica se centra en el origen del término, sin entrar en cuestiones de tipo fonético «ya que nos distraería de la orientación […] léxica que tiene el trabajo» (Espejo Muriel, 1996: loc. cit.). Por otro lado, el epígrafe documental concentrará aquellos testimonios documentales que se han considerado más relevantes tanto cronológica como semánticamente.

El corpus de adjetivos con los que trabaja Espejo Muriel ha sido seleccionado a partir de la nomenclatura de cuatro diccionarios: el Diccionario de autoridades —por lo que el estudio parte del siglo XVIII—, el DRAE (1970)3, el DUE de María Moliner y el Diccionario Moderno del Español Usual (DMEU) de Alonso Zamora Vicente (1975). Es decir, que la nómina de adjetivos cromáticos parte de testimonios lexicográficos.

Ahora bien, se ha establecido una serie de restricciones (Espejo Muriel, 1996: 16–17): el corpus no incluye adjetivos de origen insular o americano, solo adjetivos pertenecientes al ámbito geográfico peninsular; tampoco se analizan tecnicismos cromáticos (feofíceo, ‘pardo, marrón’ aplicado a las algas), sustancias tintóreas, voces que poseen el significado ‘mancha de algún color’ o términos alusivos al color de la raza humana.

Desde el punto de vista gramatical, no se tienen en cuenta construcciones del tipo N+A (azúcar moreno) o lexías en las que interviene el sustantivo color. Asimismo, se ha preferido, mayoritariamente, el análisis de adjetivos y de algunos sustantivos, descartando verbos, adverbios y formas diminutivas y aumentativas.

El segundo hito es el trabajo publicado por Ewa Stala en 2011, una síntesis derivada —al igual que en el caso anterior— de su tesis doctoral: Los nombres de colores en el español de los siglos XVI y XVII4. En esta ocasión, vuelve a adoptarse un enfoque onomasiológico orientado al inventario de las denominaciones cromáticas de los Siglos de Oro.

Precedido por un primer bloque teórico en el que se abordan aspectos como la percepción del color y sus repercusiones en el lenguaje (entre los que destacan el relativismo lingüístico o las teorías de Berlin y Kay sobre la prototipicidad en el ámbito cromático), aspectos lingüísticos —fundamentalmente semánticos— y extralingüísticos (como el simbolismo de los colores) y el estatus que ostenta el campo semántico del color en el registro lexicográfico, se ofrece un glosario de denominaciones cromáticas que se articula en torno a 9 tonalidades «básicas»: ‘blanco’, ‘negro’, ‘gris’, ‘rojo’, ‘marrón’, ‘amarillo’, ‘azul’, ‘verde’ y ‘violeta’. Estos términos deben interpretarse, en todo caso, como contenidos de tipo semántico, dado que el estudio parte del significado cromático para determinar las distintas denominaciones que pueden localizarse bajo un mismo valor.

En cada uno de los apartados se observa una división cuadripartita: a) un primer apartado en el que se incluye información de carácter general sobre el color, su estatus lingüístico, el término prototípico y varios ejemplos de modelos de definición del color en diversos diccionarios de los Siglos de Oro; b) un estudio de corte diacrónico en el que se indica si el término estaba documentado o no en latín —J. André (1949) se constituye como uno de los principales referentes—, su origen etimológico (DECH) y sus formas en el español medieval (Duncan, 1968); c) un tercer bloque dedicado al análisis de dicho campo léxico en el contexto lexicográfico del periodo áureo —y, por tanto, sincrónico—; d) un último apartado dedicado a voces derivadas (sustantivos, verbos, participios, adverbios, etc.) y formas idiomáticas (quedarse en blanco, de noche todos los gatos son pardos, negros amores) (Stala, op. cit.: 61–62).

Respecto a las fuentes empleadas, el corpus está conformado por adjetivos incluidos en la nomenclatura de «diccionarios mono y multilingües de los siglos XVI y XVII» (Stala, 2011: 2), prescindiendo en este caso del componente literario debido a que el significado de los adjetivos «puede variar y adquirir diversos matices semánticos según el contexto, la invención del autor y el tipo de obra» (Stala, 2011: loc. cit.). Entre los diccionarios empleados (ibid.: 62–64) se localizan el de Pedro de Alcalá (1505), el Calepino (1682 [1559]), Bernardo de las Casas (1582), Covarrubias (1611), Franciosini (1638), el Lexicon tetraglotton (1660), el diccionario de Minsheu (1617), el de Oudin (1607) o los de Palet (1604) y Percival (1591).

El último ejemplo con el que podría compararse el presente trabajo de investigación se adscribe a la órbita del reseñado en primer lugar, dado que también es obra de la profesora Espejo Muriel: Los nombres de los colores en español (1990) —el trabajo elaborado como memoria de licenciatura que Los nombres de color en la naturaleza pretendía completar—. En este caso, el estudio cromático se aborda desde la perspectiva de la lexicología estructural, combinando enfoques semasiológicos y onomasiológicos (Espejo Muriel, 1990: 20).

Respecto a la estructuración del análisis, se parte de los colores espectrales (rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, azul turquí o añil y violado) y dos denominaciones que no pertenecen a la esfera cromática, blanco y negro. En cada familia cromática se diferenciarán, al menos, cuatro tipos de tonalidades: máxima (el prototipo, la palabra básica del color), superior (‘color básico + oscuro’), normal (‘color básico’, ‘acción y efecto de mostrar dicho color’), mínima (‘color básico + claro o pálido’) y, en algunos casos, mezcla de ellas (ibid.: 26–29). Asimismo, cada tipo de tonalidad —salvo la máxima— se subdivide en dos zonas: una central o estática y otra dinámica o «marginal», que, a su vez, se subdivide en otras dos zonas, una de acercamiento y otra de alejamiento (ibid.: 27).

Las tonalidades estáticas muestran el color básico (+ oscuro / normal / + claro dependiendo del tipo de tonalidad, máxima, normal o mínima), como en el caso de aleonado ‘amarillo oscuro’, gualdo ‘amarillo’ o aloque ‘rojo claro’; mientras que las dinámicas reflejan un desplazamiento de la tonalidad hacia dicho color si pertenecen a la zona de acercamiento —como verdescuro ‘color que tira a verde oscuro’— o a otro distinto, como en el caso de endrino ‘color negro que tira a azulado’ (ibid.: 27–29).

Al igual que en Los nombres de color en la naturaleza, el corpus se configura a partir de referentes lexicográficos (Autoridades, DRAE 1970, DUE, DMEU) —nuevamente, por tanto, el arco cronológico abarca el periodo XVIII-XX—, si bien en este caso no se contemplarían testimonios extraídos de obras literarias. Se barajan tanto términos abstractos como concretos aplicados a diversos referentes (animales, minerales, vegetales, etc.) adscritos a categorías gramaticales diversas (adjetivos, sustantivos, verbos, adverbios) y con distinta estructura gramatical (términos básicos, color + lexía) y organización semántica (denominaciones abstractas y términos afines, dominio natural al que pertenecen) (Espejo Muriel, 1990: 25). Es decir, es un estudio mucho menos restrictivo desde el punto de vista de la delimitación del corpus, de la inclusión de términos cromáticos, tanto categorial como formalmente.

En conclusión, el estudio de Espejo Muriel sobre nomenclatura cromática ofrece en principio, información tanto lexicográfica como documental; sin embargo, se parte de un corpus fundamentalmente diccionarístico que comienza en el siglo XVIII —omitiendo centurias anteriores, como los siglos XVI y XVII—, además de sustentarse en documentaciones con un registro claramente literario —más orientado a un registro culto—. Asimismo, el corpus estudiado está sujeto a una serie de restricciones de corte diatópico, semántico y formal, ofreciendo, quizá, un panorama mucho más reducido de la nomenclatura cromática.

Para el análisis efectuado por Stala se ha optado por establecer un marco temporal concreto, los siglos XVI y XVII —lo que lo aproxima a este trabajo—; pero el corpus estudiado vuelve a obtenerse a partir de fuentes lexicográficas de dicho periodo y, además, se omite la parte dedicada al estudio documental, aunque se apunta —acertadamente— a que el plano literario «distorsiona» en ocasiones el valor cromático de los adjetivos.

El objetivo que persigue, en conclusión, la presente investigación es ofrecer un caracterización de la nomenclatura cromática atestiguada para el periodo cronológico del siglo XVII en una fuente muy concreta —el Corpus Léxico de Inventarios (CorLexIn)—, atendiendo a dos perspectivas distintas, si bien complementarias: por un lado, un estudio lexicográfico que persigue a) delimitar la referencia cromática del término a través de las distintas definiciones que proveen los principales referentes diccionarísticos del periodo, viz. el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias (1611), el Origen y etymología de todos los vocablos originales de la lengua castellana de Francisco del Rosal (1758 [16011611]) y, como referente académico, el Diccionario de autoridades (1726–1739; 1770); y b) constatar su presencia, ausencia o tratamiento en el contexto lexicográfico.

Complementario al trabajo lexicográfico se propone un análisis de tipo documental a partir de los datos proporcionados por los corpus académicos: el Corpus Diacrónico del Español (CORDE) y el Corpus del Nuevo Diccionario Histórico (CDH) para localizar las primeras documentaciones del término, su evolución y su estatus en el contexto del siglo XVII; mientras que la información que puede obtenerse a partir del Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) y el Corpus del Español del siglo XXI (CORPES XXI) se emplearán para reflejar la evolución del término fuera de las fronteras seiscentistas y su vitalidad en el periodo actual.

2.  Tradición e innovación: lexicografía y documentación notarial

La base del estudio filológico del periodo áureo se habría cimentado, tradicionalmente, en el análisis de fuentes literarias o que presentaban un marcado carácter técnico. Esta concepción habría ensombrecido los estudios léxicos con una pátina claramente orientada hacia un modelo de lengua caracterizado por su registro culto y que habría dejado a un lado un componente fundamental dentro de la variación como es el aspecto diatópico —centrado, por ende, en un modelo considerado como estándar, la lengua de Castilla—, dos rasgos que podrían constatarse tanto a nivel lexicográfico como documental.

Pese a haberse publicado en el primer tercio de la centuria dieciochesca, el Diccionario de autoridades se ha constituido como uno de los grandes referentes lexicográficos, entre otros aspectos, por ser el iniciador de la dinastía académica. Si bien es cierto que entre los principios que perseguía Autoridades se localizaba la atención a aquellas voces «peculiares y propias, que se usan freqüentemente en algunas provincias y reinos de España, […] aunque no son comunes en Castilla»5 —como reza el prólogo de la primera edición (Autoridades, 1726: § 9)—, puede apreciarse claramente cómo el sistema gira en torno a la lengua de Castilla, esa lengua que los más escogidos autores habrían tratado «con la mayor propiedad y elegancia: conociéndose por ellos su buen juicio, claridad y proporción» (ibid.: § 3).

El DRAE, en sus inicios, se habría concebido como un compendio (Seco, 2003: 240–242), una versión reducida «á un solo tomo para su mas [sic] fácil uso» —como figurará en las portadas de las cinco primeras ediciones— del diccionario considerado como principal en aquel momento, el Diccionario de autoridades. Una solución transitoria ante la indisponibilidad de juegos completos de sus seis volúmenes y la lentitud en los trabajos de su segunda edición que habría heredado, cual bien inventariado, el modelo de lengua anteriormente expuesto y que, a su vez, habría transmitido al resto de ediciones, a pesar del progresivo aperturismo que habría experimentado la lexicografía académica con el paso del tiempo.

Este perfil caracterizaría, asimismo, a los corpus generales, dado que sus textos, en su gran mayoría, beben del registro culto a través de cauces como la literatura, la prensa, el ámbito científico, etc. Un rasgo que, en el siglo XVII, como es lógico, se vería amplificado por la presencia de la producción textual de las grandes plumas de la literatura castellana. De este modo, la historia de la filología se habría focalizado en la descripción y caracterización de un modelo de lengua quizá equiparable al del latín clásico: ampliamente testimoniado, cauce de la expresión literaria, propio de un registro cuidado o culto… pero alejado del uso lingüístico real, de lo que podría escucharse en boca de un hablante cualquiera. Bajo la fermosa cobertura del registro culto se hallaría todo un mundo de formas y matices mucho más cercano a la realidad —sujeto, eso sí, al capricho de la variación, y, por ende, a una metodología de estudio mucho más intrincada—. Y es, precisamente ahí, donde entraría en juego la prosa notarial.

Con relativa frecuencia, la condición de neologismo suele concedérsele a una palabra —paradójicamente— cuando esta ha perdido gran parte de ese valor ‘neo’, esto es, cuando ha perdido parte de su novedad. Lo mismo ocurre al afirmar que los trabajos filológicos de corte léxico habrían encontrado en el ámbito notarial una valiosa fuente documental que habría puesto en jaque a la literatura, punto de partida tradicional para la historia del español.

La abundante bibliografía generada a partir del trabajo con inventarios (Morala, Egido, Pérez Toral, Perdiguero Villarreal, Puche, Bastardín, Calderón, Carriazo, Quirós, etc.)6 ha demostrado con creces la enorme utilidad de este tipo de testimonios, especialmente en estudios de corte léxico-semántico: el hecho de que la labor de inventariado conlleve la puesta en relación de todos los bienes del propietario supone, como es lógico, un enorme caudal de ítems léxicos, fundamentalmente sustantivos; pero también el hecho de que el notario o escribano se vea en la obligación de describir de manera minuciosa cada posesión —de cara a su identificación inequívoca— los convierte en filones de ítems adjetivos de muy diversa condición y significado, entre los que se localizan y tienen especial importancia, claro está, los cromáticos.

Pero la documentación notarial, las relaciones de bienes, no solo generan beneficios cuantitativos. El componente diatópico que destilan este tipo de testimonios (Morala, 2012d y 2014a) permite explotar un aspecto minimizado en las fuentes literarias, más cercanas al estándar —excepto aquellas que, por ejemplo, presenten un carácter más «regionalista», quizá «popular» o, en el caso de la lexicografía, obras de corte dialectal diferenciales o integrales (Ahumada Lara, 2009: 235–248)—, como es el fenómeno de la variación ligada al espacio geográfico, ofreciendo así un panorama mucho más amplio. Y no solo en el plano léxico, sino que puede emplearse como testimonio de fenómenos gramaticales como los mecanismos de formación de palabras (Morala, 2015a, 2017a y 2018a), fenómenos de tipo gráfico-fonético (Morala, 2012c; Pérez Toral, 2017c; Morala y Egido, 2010; Morala y Perdiguero Villarreal, 2019), etimológico (Morala, 2016b), etc.

Asimismo, rasgo derivado de sus propios condicionantes jurídicos, las relaciones de bienes están perfectamente datadas y localizadas, lo que hace que los materiales tengan el valor añadido de contar con una ubicación precisa en el tiempo y en el espacio.

Y, por supuesto, este tipo de testimonios supone un reflejo mucho más fidedigno de la realidad lingüística del periodo que las fuentes que manejan un registro más culto o elevado. En el plano léxico, se maneja un vocabulario alusivo a la vida cotidiana, a las realidades más próximas a la cotidianeidad del hablante: el vestido, el ajuar, los animales, las herramientas y aperos, los muebles, los alimentos, etc7. Asimismo, el propio acto de inventariado —una labor que Morala (2012a: 201–202) concibe como análoga a la del dialectólogo que desarrolla un estudio de campo mediante encuestas— contribuye a este acercamiento al registro usual, puesto que el escribano o el notario es el encargado de poner por escrito el testimonio de los declarantes —exactamente igual que el dialectólogo hace con sus informantes—, y dado el ceremonial que suele caracterizar a este tipo de actos (Morala, 2015c: 313, nota 5): «cabe por lo tanto esperar que haya una considerable presencia de rasgos procedentes del registro popular».

No obstante, y al igual que todas las fuentes, esta tipología textual también presenta sus limitaciones: la primera de ellas, y quizá más evidente, es que, en ocasiones, la labor de transcripción no se presenta excesivamente sencilla (tanto por el tipo de grafía y de caligrafía como por el estado de conservación del legajo o documento). Asimismo, el acceso a este tipo de materiales no siempre resulta fácil —o tan fácil— como acceder a testimonios de otra índole (como los literarios). Y, por otro lado, también deben tenerse en cuenta aspectos como que los testimonios que se registran son representativos de una parte de la sociedad —concretamente, de aquella que poseía los medios suficientes como para poder costearse los servicios de un notario o un escribano— (Miguel Borge, 2020: 26); o que el notario o escribano es plenamente conocedor del registro culto y es consciente del tipo de registro que exige un documento de carácter judicial, por lo que puede efectuar alteraciones con el propósito de adaptar el testimonio a dicho registro, por lo que pueden considerarse representativos de la lengua cotidiana hasta cierto punto.

La idea que se pretende transmitir, en definitiva, es que, dentro del estudio de la lengua, el registro culto o los usos literarios suponen una parte, no el todo —como venía sucediendo—. De ahí que sea necesario completar esa visión holística, total, con las piezas que faltan y que otras tipologías textuales pueden facilitar —a pesar de que estas piezas sean externas a la norma, a lo académico o a lo general—.

2.1.  En el punto de partida: el Corpus Léxico de Inventarios

Tal y como indica el título del epígrafe, el punto de partida o base de este estudio lo constituye el Corpus Léxico de Inventarios8, proyecto que comenzó su singladura en el año 2008 y que centra sus esfuerzos en la recopilación y transcripción de lo que podrían denominarse de forma genérica «relaciones de bienes». Bajo este apelativo se ampararían documentos notariales de muy diversa índole (inventarios, tasaciones, cartas de dote, partijas, almonedas, etc.) que presentan un rasgo en común: todos ellos registran inventarios o relaciones de bienes, documentos en los que se inventarían las posesiones —bienes raíces, bienes muebles, semovientes, etc.— de un fallecido o la tasación de dichos bienes, el reparto entre los hijos, los aportes de los cónyuges al matrimonio, etc.

El compendio de documentos abarca ambos dominios: el del español europeo, conformado a partir de la recopilación de protocolos procedentes de los archivos históricos provinciales (AHP) de todo el territorio peninsular e insular —con la excepción de los AHP de Galicia, Cataluña, Valencia y Mallorca—, y el del español americano, cuyos fondos proceden del Archivo General de Indias (AGI) y de gran parte de los archivos americanos (México, Guatemala, El Salvador, Cuba, República Dominicana, Trinidad y Tobago, Bolivia, Uruguay, Colombia y, recientemente, Chile, Lima y Cuzco). Esta doble cala a ambos lados del Atlántico le conferiría a CorLexIn un marcado carácter diatópico que podría equipararse al que presentan obras como los repertorios dialectales o los atlas lingüísticos (Morala y Egido, 2018: 399–400).

Actualmente, el corpus —que continúa en formación— cuenta con un total de 615 documentos que suponen el acceso a casi 1 600 000 ítems léxicos, lo que lo convierte en una fuente ampliamente representativa del periodo cronológico en el que se encuadra. A este respecto, el marco temporal, CorLexIn se centra en el estudio de los Siglos de Oro, esto es, de los siglos XVI y XVII, si bien el conjunto nuclear o foco de atención lo constituye la segunda centuria —amén de una pequeña muestra de testimonios fechados en el siglo XVIII, mayoritariamente americanos—. El motivo por el que el proyecto habría escogido dicha horquilla temporal respondería al planteamiento anteriormente expuesto: la falta de fuentes documentales alternativas a las literarias o científico- técnicas, que habrían condicionado tanto el plano lexicográfico como el puramente documental.

El Corpus Léxico de Inventarios se concibe, por ende, como una ventana dispuesta para asomarse a la realidad y vida cotidianas del siglo XVII; una ventana que tendría una gemela contigua velada con cortinas. No con cortinas opacas de terciopelo, pero quizá sí de gasa, que enturbiarían y alterarían la percepción de la realidad. De ahí la necesidad de contrastar los datos obtenidos en ambos recursos: con y sin cortinas, los datos de CorLexIn y los de los corpus generales de la Academia (especialmente aquellos con un carácter más diacrónico como CORDE y CDH).

Asimismo, puede considerarse como una herramienta fundamental en los estudios léxicos y lexicográficos de corte diacrónico, ya que su carácter diatópico, sumado al tipo de registro que caracteriza a los documentos que la conforman, la convierte no en granero del idioma —epíteto que Neruda dedicaba al diccionario en su Oda al diccionario—; pero sí en granero de ítems léxicos infrarrepresentados —o, directamente, ausentes— tanto en el plano lexicográfico (académico y extracadémico) como documental (en corpus generales), de primeras documentaciones o, incluso, de formas que casi alcanzarían la condición de hápax documental —de ahí, nuevamente, la necesidad de contrastar la información de ambos tipos de corpus—.

3.  Metodología

El análisis de los 135 adjetivos cromáticos que conforman este estudio se corresponde con el bloque denominado «Estudio lexicográfico», en el que a cada uno de los adjetivos se le ha dedicado una entrada propia articulada en dos bloques: un primer bloque que comprende una revisión lexicográfica y un segundo bloque en el que se procede al análisis de las documentaciones del término obtenidas a partir de los cuatro corpus académicos. Se concibe, por ende, como un estudio de corte semasiológico.

A la hora de delimitar el corpus, se han tenido en cuenta tanto los fondos publicados y accesibles públicamente del Corpus Léxico de Inventarios —615 documentos— como aquellos considerados inéditos. Se han escogido aquellos adjetivos que pueden ofrecer un mayor interés desde el punto de vista lexicográfico, documental, formal, diatópico, etimológico, etc.

En ocasiones —cuando el número de documentaciones en uno u otro repertorio supera los 100 ejemplos—, se ha decidido optar por ofrecer una muestra representativa de los ejemplos que pueden suscitar mayor interés, indicándose tal condición mediante la secuencia «documentaciones seleccionadas de CorLexIn».

Desde el punto de vista formal y gramatical, el estudio se ha centrado en la categoría adjetiva, incluyendo tanto formas simples (rojo, amarillo, verde) como derivadas (blanquinoso, nogalado), compuestas (paniconejo, pelbarroso) o formadas a partir de mecanismos parasintéticos (acabellado, aleonado). Asimismo, se han tenido en cuenta lexías adjetivas formadas a partir de procesos sintagmáticos de coordinación (azúcar y canela), secuencias N+A (rosa seca) o estructuras en las que interviene la fórmula color (de) (color de pasa, color de peña), independientemente de su origen en todos los casos (adjetivos cromáticos per se, sustantivos que desarrollan valores cromáticos y se emplean como adjetivos, sustancias tintóreas empleadas con valor adjetivo, etc.).

Si entre los ejemplos se localizan variantes formales del adjetivo, existen dos posibilidades: a) si la variante no conlleva mayor alteración que la puramente formal, se constatará entre corchetes, en negrita y precedida de la abreviatura «Tb.»: COLUMBINO [Tb. columbín]; b) si la variante supone alguna alteración fuera de lo puramente formal —y que repercuta especialmente en el plano lexicográfico—, se le dedicará una entrada propia.

Respecto a la procedencia, se han incluido testimonios de ambos dominios lingüísticos sin distinción: europeo y americano. La localización y datación de los ejemplos se realiza del siguiente modo: a) si el testimonio corresponde al español europeo, se indica la localidad de origen, la abreviatura de la provincia (siguiendo el antiguo sistema de matriculación de vehículos) y el año; b) si el testimonio pertenece al dominio americano, se indica la localidad de origen, el país desarrollado —sin abreviatura— y el año. En el caso de que no se tenga total certeza sobre alguno de los datos (no figura en el original, no se lee con claridad, etc.), se indicará mediante interrogaciones.

Los términos que aparecen resaltados en negrita cursiva hacen referencia a entradas analizadas en la nomenclatura del estudio, es decir, pueden considerarse remisiones a otras entradas del análisis.

3.1.  Revisión lexicográfica

Tras el epígrafe en el que figuran los ejemplos de CorLexIn, el bloque lexicográfico se inicia con una pequeña entradilla en la que suelen incluirse aspectos generales de la referencia cromática, la sugerencia origen —en el caso de que exista—, su ámbito de aplicación (especialmente en el caso de adjetivos aplicados al color de la piel humana y el pelaje animal) y el mecanismo de lexicogénesis por el que se ha formado en el caso de adjetivos derivados, compuestos o parasintéticos y lexías adjetivas que siguen la estructura color (de).

A continuación, se incluye el comentario sobre la presencia, ausencia, tratamiento, etc., del lema en los testimonios lexicográficos de los siglos XVII y XVIII que se han tomado como referentes: el Tesoro de Sebastián de Covarrubias, el Origen y etymología de Rosal y el Diccionario de autoridades. El análisis lexicográfico puede completarse en ocasiones con testimonios de otras obras diccionarísticas, principalmente las contenidas en el Nuevo Tesoro Lexicográfico de la Lengua Española (NTLLE) de la Real Academia Española: el Diccionario castellano del padre Esteban de Terreros y Pando, las sucesivas ediciones del diccionario académico —la de 2001 y 2014 con aplicaciones de consulta en línea fuera del NTLLE—, obras monolingües posacadémicas de los siglos XVIII y XIX, preacadémicas bilingües, Nebrija, etc. En ocasiones, también se han consultado el Nuevo Tesoro Lexicográfico del Español (NTLE) de Nieto y Alvar —en el que se recogen testimonios lexicográficos hasta 1726—, el Fichero general y los dos intentos de diccionario histórico de la Academia: el DHLE (1933–1936) y el DHLE (1960–1996).

Para los considerados como términos básicos o generales (rojo, azul, amarillo, verde, blanco, negro, etc.), el análisis lexicográfico optará por ofrecer una caracterización más sintética —con especial atención a la evolución de sus referentes ostensivos—, dado que las aportaciones que pueden hacerse en el plano lexicográfico sobre estas voces no son demasiado acusadas.

En el caso de que los testimonios lexicográficos resulten insuficientes a la hora de delimitar la referencia cromática del adjetivo —objetivo principal de este primer bloque—, se ha acudido a obras próximas al contexto cronológico del siglo XVII: el Arte de ballestería y montería de Martínez de Espinar, los Apuntamientos para la Historia Natural de los páxaros del Paragüay y Río de la Plata de Félix de Azara, la Historia del Nuevo Mundo de Bernabé Cobo, la Historia general de las Indias de fray Bernardino de Sahagún, etc. Han resultado de especial utilidad, como puede apreciarse, aquellas obras dedicadas a la descripción de realidades americanas, con especial mención de aquellas centradas en la caracterización de aves y plantas —si bien no siempre ha sido fácil identificar las especies a las que se alude—.

Asimismo, si la voz analizada cuenta con información geolingüística presente en los atlas lingüísticos peninsulares, se ofrece un pequeño apartado dedicado al análisis de los aspectos más relevantes que se constatan en los distintos mapas y atlas. Complementariamente, si la voz presenta algún tipo de restricción diatópica —constatada en los diccionarios académicos o deducida a partir de las localizaciones de CorLexIn— también se ofrece una muestra y análisis del tratamiento de la voz en obras lexicográficas con marca diatópica, incluyendo información de diccionarios del dominio americano (Diccionario de americanismos de RAE-ASALE y diccionarios americanos particulares de cada zona o país) si la voz también se documenta en dicho dominio. No obstante, esta última información puede incluirse en este bloque o en el documental —o en ambos—, dependiendo de si los datos sobre su condición dialectal pueden extraerse, o bien a partir del plano lexicográfico o de los testimonios de CorLexIn, o bien de alguna de las concordancias extraídas de los corpus académicos.

Dado que la mayor parte de los adjetivos presentes en los atlas se corresponde con voces alusivas al color del pelaje animal (alazán, bayo, overo, etc.), también se han consultado y reseñado testimonios provenientes de manuales de albeitería, hipología o veterinaria. Principalmente, se han empleado los estudios de Casas de Mendoza (1866), Santiago de la Villa y Martín (1881), Odriozola (1951) y Torres (1989). Esta información, nuevamente, es susceptible de aparecer en el bloque lexicográfico, en el documental o en ambos.

El bloque lexicográfico también contempla información de tipo etimológico, siendo el principal referente el Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico (DECH) de Joan Corominas y José Antonio Pascual (1980–1991). En ocasiones también se aportan testimonios de otros diccionarios como el REW, el FEW o el TLFi para el francés; el TLIO para el italiano; Nascentes (1955) para el portugués; el Gaffiot para el latín; el DECLC para el catalán, etc. Debe advertirse, sin embargo, que el propósito de este trabajo no persigue indagar en cuestiones etimológicas, por lo que la información que se provee es, en casi la totalidad de los casos, de tipo testimonial.

Esporádicamente, si resulta pertinente, se han incluido testimonios pertenecientes a las distintas colecciones documentales que conforman el corpus documental medieval del antiguo reino de León: el archivo documental de la catedral de León y de diversos monasterios como el de Sahagún, Otero de las Dueñas, Carrizo, Eslonza, Vega de Espinareda, Gradefes, etc., tanto como complemento etimológico como en calidad de apoyo documental en el segundo bloque del análisis.

Details

Pages
630
Year
2023
ISBN (PDF)
9783631894835
ISBN (ePUB)
9783631894842
ISBN (Hardcover)
9783631894828
DOI
10.3726/b20470
Language
Spanish; Castilian
Publication date
2023 (October)
Keywords
Lexicografía colores Siglo de Oro léxico corpus documentos notariales
Published
Berlin, Bern, Bruxelles, New York, Oxford, Warszawa, Wien, 2023. 630 p.

Biographical notes

Alejandro Junquera Martínez (Author)

Alejandro Junquera Martínez es doctor en Lengua Española por la Universidad de León. Posee un máster en Lexicografía Hispánica por la Real Academia Española, la Asociación de Academias de la Lengua Española y la Universidad de León. Su investigación se desarrolla en el campo del estudio diacrónico de la lengua, con especial atención a la historia del léxico y su tratamiento lexicográfico. Actualmente desarrolla su labor en el Departamento de Filología Hispánica y Clásica de la Universidad de León.

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Title: El color del español en el siglo XVII: estudio lexicográfico y documental