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Mujeres y escritura subversiva durante el franquismo

by Miguel Soler Gallo (Volume editor) Teresa Fernández-Ulloa (Volume editor)
©2023 Edited Collection 268 Pages

Summary

El proyecto político-ideológico del régimen franquista en España (1939-1975) concebía un retorno a la tradición, lo que significaba recluir a la población femenina al ámbito exclusivo de la familia y seguir fielmente la tradición católica. Pese a la censura, muchas autoras lograron transmitir sus reivindicaciones y sus frustraciones, bien fuera con su propia voz o utilizando seudónimos, refugiándose en la palabra de los personajes de sus ficciones u oscureciendoel mensaje a través del tono poético o de las técnicas literarias novedosas. Entre ellas, las aquí presentadas: Ángela Figuera Aymerich, Carmen Conde, Amalia Junquera, Gloria Fuertes, Amparo Conde, Conchita Montes, Carmen Laforet, Mercedes Ballesteros, Mercedes Formica, Elena Soriano, Carmen Kurtz, Elena Quiroga y Carmen Martín Gaite.

Table Of Contents

  • Cubierta
  • Título
  • Copyright
  • Sobre el autor
  • Sobre el libro
  • Esta edición en formato eBook puede ser citada
  • Prefacio
  • Poemas rabiosos de Ángela Figuera Aymerich: la metáfora en la denuncia femenina de la guerra y del Régimen
  • «No he sido yo tan yo nunca en mi vida»: amor, refugio y subversión en las cartas y versos de Carmen Conde y Amanda Junquera
  • Gloria Fuertes: isla de poesía transgresora
  • La primera etapa creativa de Amparo Conde: rasgos de una obra en los márgenes durante el franquismo
  • El canon de la ‘traductora’ Conchita Montes: el personaje femenino en la adaptación teatral como subversión posibilista y ‘personal’ durante el franquismo
  • Nada de Carmen Laforet: un silencio rebelde y elocuente, inquietante camino hacia la libertad
  • La subversión del discurso franquista sobre la capacidad profesional de las mujeres a través de la novela popular: María Elena, ingeniero de caminos, de Mercedes Ballesteros
  • El compromiso con la igualdad en la narrativa de Mercedes Formica o la desmitificación del ideal de mujer de Pilar Primo de Rivera y la Sección Femenina
  • La playa de los locos defendida por Elena Soriano en sus cartas a la censura. Cognición, género y escenografía desde el análisis del discurso
  • La mujer en las primeras novelas de Carmen Kurtz (1911-1999): entre el cautiverio y la subversión
  • La narrativa experimental de Elena Quiroga durante la posguerra española
  • Retahílas (1974) de Carmen Martín Gaite: una sutil transgresión en el modo de considerar la feminidad
  • Índice de series

M.ª Victoria Galloso Camacho1 / David Delgado López2

Poemas rabiosos de Ángela Figuera Aymerich: la metáfora en la denuncia femenina de la guerra y del Régimen

1. Introducción

Esposa, madre, profesora, pero ante todo poeta, Ángela Figuera Aymerich (Bilbao, 1902 – Madrid, 1984) era la mayor de nueve hermanos nacidos en una familia acomodada vasca. Educada desde pequeña en un ambiente culto, fue una de las primeras mujeres en obtener el Bachillerato en Bilbao. Estudió Filosofía y Letras en las Universidades de Valladolid y Madrid y obtuvo la Cátedra de Lengua y Literatura, que desarrolló en Institutos de Huelva, Alcoy y Murcia hasta después de la Guerra Civil Española para, finalmente, trabajar en la Biblioteca Nacional de Madrid. Junto con Blas de Otero y Gabriel Celaya, formó parte de lo que vino a llamarse, según término creado por el escritor y crítico Emilio Miró (1974: 5), «triunvirato vasco de la poesía social de posguerra», movimiento «cargado de preocupaciones éticas, de criticismo, y de enfrentamiento con las realidades acuciantes del país». Como una de las poetas españolas más sobresalientes del siglo XX y debido a su trayectoria literaria, puede ser llamada la Gabriela Mistral de Bilbao.

A diferencia de otros intelectuales de su generación, no despertó a la conciencia política por efecto directo de su educación familiar, ni tan siquiera por su propia ideología de izquierdas. No le gustaban los ismos ni los encasillamientos y se dedicó durante la primera etapa de su poesía a dibujar poéticamente su alrededor desde una consciente perspectiva femenina: el ser mujer, madre, esposa y amante de la naturaleza. Sin embargo, se verá implicada en un proceso de denuncia y testimonio a raíz de la lectura de Las cosas como son, de Gabriel Celaya (Saladrigas, 1974: 48), que le hará reflexionar seriamente sobre la intimista estética poética alejada del compromiso social, con la que había trabajado hasta el momento y que debía renovar hasta escribir dando testimonio de la España de postguerra. Así, su obra no se inicia para denunciar poéticamente la realidad del entorno sociopolítico de la época que le tocó vivir, sino que hay en ella una evolución temática que parte de la propia necesidad de expresarse y visibilizarse como escritora con poemas que describen su ser de mujer hasta llegar a ser reclamada como poeta comprometida con la tragedia vital de la posguerra española, que ella misma vivió en primera persona, tal y como escribe Lara-Kuhlman (2012: 88):

La crítica ha analizado, contextualizado y situado la obra de Ángela Figuera Áymerich dentro la realidad de la mujer en la España de la postguerra. Críticos como Arkinstall, Evans, Payeras, Riddel Wilcox y Zabala entre otros han identificado la vena social y feminista en las obras de esta poeta. Todos estos críticos identifican una evolución que va desde la lucha por abrirse camino en el campo literario hasta desembocar en una poesía de denuncia y compromiso social. Elementos que los críticos han encontrado como constantes y convergentes en la obra de Figuera son el género, el lenguaje, el cuerpo, la maternidad, y el entorno sociopolítico de su época y en base a estos la obra de esta poeta ha sido leída e interpretada.

En su obra se distinguen dos líneas temáticas: el intimismo subjetivo de los poemas de la infancia (Mujer de barro y Soria pura) y la actitud de conciencia colectiva (desde Vencida por el ángel hasta Toco la tierra) (Zabala, 1994: 83). Egoísmo, el poema que abre Vencida por el ángel, contrasta precisamente por la autocrítica, en el sentido de sentirse en dos mundos enfrentados. En él se dibujan de forma plástica dichos mundos: el del ámbito interior, tranquilo y reposado, frente al del sucio oleaje de las cosas. El Ángel es la representación de esa realidad que la persigue y que lo ha cambiado todo, que hace que ya nada pueda volver a ser lo mismo, lo que provoca el rumbo del objeto de su poesía:

He luchado con él. He luchado: He reído

sobre todas las flores de los mayos ingenuos;

[…]

y más adelante:

He gritado el triunfo de mi carne aumentada

en la carne del hijo.

En todos estos versos, y no solo en ellos, Ángela Figuera renuncia con angustia y con rabia a la expresión de sus primeros libros. Y serán otros poemas convertidos en gritos y en rabia los que reflejen la imposibilidad de seguir permaneciendo en ese ensueño subjetivo y reaccionar por escrito con Los días duros o El grito inútil.

No. Ya no puedo estar, como solía,

oculta en matorrales de madreselvas,

de musgo delicado, de jazmines.

[…]

Hoy ya no puedo. He de salir. Alzarme

sobre mi dócil barro femenino.

Gritar hacia las cosas que me gritan

con labios erizados, con garganta

hostil y azuzadora.

Escribe De Fez (2020: 10): «adoro a las reinas del grito (…) por su capacidad de frenar la acción en medio del caos, hacer que la atención se concentre en ellas y obligar a los culpables de su desesperación o de su miedo a que las escuchen». Su grito no es inútil, porque incluye historias no contadas sobre las mujeres o contadas sobre ellas, pero de otro modo.

Por último, llegará el discurso metafórico de sus poemas rabiosos que, convertidos en metáfora, evocan el terrorismo estatal y el contexto social dentro del cual transcurre la narración. Dicha figura retórica funciona a lo largo de toda la obra como preferencia estética de la autora y también como necesidad de su empleo para dar cuenta de la naturaleza inenarrable e impronunciable de lo que se arriesga a publicar en forma de poesía, y cuyo valor político comprende y evoca.

2. Literatura femenina y política

A pesar de la misoginia que ha imperado durante tantos siglos en España, nadie puede cuestionar que la mujer tiene una función esencial en la literatura, bien como motivo poético de las composiciones de poetas de todos los tiempos, bien como literata. No obstante, esa función ha sufrido altibajos a lo largo de toda la historia, experimentando un gran cambio a partir de finales del siglo XX y durante el siglo XXI. Esto se ha debido, en gran medida, a una serie de transformaciones de índole política, social, económica e ideológica que han ido posibilitando la entrada masiva de la mujer en el ámbito literario. Parte de la literatura escrita por mujeres en este tiempo es lo que se conoce como política de la literatura, como explica Rancière (2007: 11):

La politique de la littérature n’est pas la politique des écrivains. Elle ne concerne pas leurs engagements personnels dans les luttes politiques ou sociales de leur temps. Elle ne concerne pas non plus la manière dont ils représentent dans leurs livres les structures sociales, les mouvements politiques ou les identités diverses. L’expression “politique de la littérature” implique que la littérature fait de la politique en tant que littérature. Elle suppose qu’il n’y a pas à se demander si les écrivains doivent faire de la politique ou se consacrer plutôt à la pureté de leur art, mais que cette pureté même a à voir avec la politique.

Solo las mujeres que tenían acceso a niveles superiores de educación por privilegio familiar pudieron denunciar con palabras las consecuencias de los hechos políticos. Es un dato que se encuentra fácilmente en cualquiera de las biografías de algunas de las mujeres modernas que participaron profesional y activamente en la esfera pública española. Estas poetas son las que comienzan a involucrarse en la vida literaria y, por tanto, política, de la época.

Será la poesía, considerada por algunos críticos como genial y brillante, escrita durante el periodo de posguerra en medio de un país ruinoso, la que logra poetizar la política y convertir sus desgarradoras consecuencias en el centro de cada palabra, utilizando un lenguaje metafórico que permitirá percibir de manera sutil y connotada la realidad. Este tratamiento del lenguaje es el que consigue el registro poético ficcional, en la descripción de experiencias políticas traumáticas.

Si en el caso de las trayectorias masculinas es fácil localizar grupos de escritores con carreras que presentan ciertos elementos que los identifican como grupo, es decir, las llamadas generaciones, con las mujeres poetas es prácticamente imposible, al haber estado desplazadas siempre desde el punto de vista profesional y artístico. El elemento que las identifica como grupo es, en la mayoría de los casos, la relación entre su literatura y el momento político sobre el que escriben, mayormente en forma de denuncia. Esta investigación está centrada en la trayectoria de una mujer poeta en la España franquista, que resulta, en gran medida, particular, sin que pueda atribuírsele un paradigma claro porque, aunque pudo haber sido por edad miembro de la Generación del 27, empezó a escribir y, por tanto, a publicar tarde, deslindándose del estilo característico de ese grupo. Es su producción de los años 50 la que rescata el verso para revelarse contra un contexto deshumanizado por el régimen, y es esta parte la que tiene en común con los jóvenes que luchaban con la palabra, continuadores todos de la línea del 27.

Para los estudios sociocríticos, la literatura no puede separarse de la política, al ser una parte fundamental de la sociedad humana. Según Lukács, la gran literatura es esencialmente la literatura realista y la tarea del crítico es medir las obras de acuerdo con el proceso histórico que reflejan. Para Bertolt Brecht, la literatura realista no significa que sea una fotografía, sino una crítica de la realidad. Incluso piensa que la literatura es sobre todo un arma política para la lucha revolucionaria (Burguera, 2004: 412). Acaso esta sea la política de literatura que adoptó Ángela Figuera al escribir sus poemas rabiosos, en los que sostiene una actitud intransigente y una posición ideológico-política de denuncia radical. Están escritos desde una subjetividad infrecuente en el género: de acompañamiento al hombre desposeído, maltratado, despreciado. Lejos de la épica, su poesía comprometida es, si resultase posible nombrarla así, intimista. Es verdad que compuso dulces canciones de homenaje al cuerpo de la mujer, al amor de madre, a todo aquello que parecía ocupar sus preocupaciones de ratos libres; pero pronto actuó de forma diferente con la dureza de unas convicciones que parten de una experiencia personal, doméstica, y se expresan desde una interioridad precisa, anclada en lo biográfico.

Esta autora pertenece a las generaciones que no pudieron separar su trabajo intelectual y literario de una cierta visión de la política, pero no a aquellas que querían, a través de la literatura, realizar una cierta finalidad política, sino a las que se vieron obligadas a conectar lo más público de su poesía con su historia personal: «haciendo una revolución propia con poemas en diálogo con el contexto histórico en que fueron creados, las circunstancias en que fueron escritos y en relación con la tramitación de su otra obra» (Vilariño, 2021). Nunca pensó en escribir para decir y expresar su visión de acontecimientos propios del tiempo histórico que le tocó vivir; ese posicionamiento llegó ante la necesidad de recurrir a la palabra poética para que otros (y ella misma) participaran de su pensamiento: el de un tiempo político denunciado con el tamiz de la poesía. La lectura de sus contemporáneos la lanza a crear un discurso en el que está presente la experiencia sociopolítica y los acontecimientos de vida. Así, no se puede leer a Ángela Figuera sin tener presente la guerra civil española y sus consecuencias y, aunque una parte de su breve producción se lee en clave política (como es el caso de los poemas rabiosos), este hecho no lleva nunca a perder de vista su extraordinario valor literario.

3. La metáfora y la poesía social

En principio, el texto es una unidad cerrada, es decir, presenta límites o fronteras textuales (Lotman: 1996: 79). Esto lo convierte en un elemento discreto, diferenciable: «un objeto concreto poseedor de rasgos internos propios no inferibles de ninguna otra cosa que no sea él mismo» (Lotman, 1998: 164; la cursiva es textual). Es preciso aclarar que esa clausura es relativa, ya que, por su estrecho vínculo con la cultura, el texto estará abierto a diversas lecturas y, por lo tanto, a una constante actualización o reinterpretación (Lotman, 1996: 80-81). Una especie de red semiótica otorga al texto una estructura, una funcionalidad y una coherencia internas: «un todo construido sintagmáticamente, una estructura organizada de signos» (Lotman, 1996: 66). Pese a su constante enfoque lingüístico, Lotman explica la posibilidad de existencia de textos conformados por signos icónicos.

Con base en lo anterior, el signo constituye la unidad mínima de significación dentro del texto. La capacidad metafórica del signo, es decir, la de siempre estar en lugar de otra cosa, es la razón fundamental de que el texto se abra a muchas lecturas, que es lo que sucede con la poética de Figuera, que mantiene una estrecha relación con el momento histórico de la guerra y la postguerra españolas.

Es lo que Fabbri (2004: 90-91) denomina «principio de metaforicidad» como «enteramente semiótico», refiriéndose a la función de la metáfora en sí que, en este caso, es el elemento estructurador de los poemas. La lectura consciente de estos textos y la comprensión de su retórica darán lugar a una construcción real de lo descrito, aportando no únicamente una imagen mental para el lector, sino también aspectos cognitivo-emotivos, sociohistóricos y contextuales.

La metáfora, como muestran Lakoff y Johnson ([1980] 1998), no es una figura retórica más, sino una estructura conceptual, una estructura cognitiva que permite hacer comprensible un objeto en términos de otro; es decir, es un modo de hacer entender una realidad en términos de otra que se establece como análoga. Las proyecciones metafóricas están, por tanto, presentes en todos los discursos y actúan como esquemas de percepción de todo lo que nos rodea. No obstante, no hay que olvidar que estos esquemas cognitivos no se construyen solo a partir de las capacidades perceptivas y experienciales de los individuos, sino que emergen de la experiencia social y cultural compartida. De este modo, las metáforas pueden convertirse en formas a través de las cuales se regula la percepción y se controlan las representaciones colectivas.

Es cierto que la poesía no se puede restringir solo a las metáforas, porque en un poema ningún fenómeno particular se puede examinar como un fin en sí mismo, sino que hay una relación entre todos los aspectos particulares de su estructura. No obstante, en muchos poemas, la metáfora es uno de sus ingredientes estructurales más importantes. Poéticamente, es una de las piezas más completas, ya que en ella se fusionan la materialidad semántica y la estética: coloca las ideas y las revela de modo breve, preciso, elocuente. Es un medio determinante para llegar a las posibles direcciones semánticas de un poema.

Figuera expresa profundamente sus ideas a través de metáforas en el compromiso que asume entre la literatura y lo social. Para ella, llegó un momento de inflexión en el que entendió que tanto la política como la literatura es acción contra la imperfección. Por lo tanto, se convierte en una escritora de compromiso, una escritora que cuida en las enfermedades sociales y que escribe desde un diagnóstico acertado, reflejando y criticando la sociedad. La participación en una interacción cuyo sentido no se domina –porque no se poseen los instrumentos ni las armas para poder dominarla– es habitual en las mujeres poetas. No hay más que pensar en aquellas que, desde finales de los 40, escriben poesía social: el estudio del contraste entre las poéticas que presentan Ángela Figuera, Gloria Fuertes, María Beneyto y María Elvira Lacaci, las cuatro únicas mujeres que, entre treinta nombres, aparecen en la Antología de Poesía social que en la década de los 60 publicó Leopoldo de Luis, daría para muchas reflexiones al respecto.

En este apartado no se va a tratar en profundidad sobre la intertextualidad en sus poemas rabiosos, sino que será más adelante cuando se analice la metáfora de estos textos. Pero hay que tener en cuenta que, aunque en esta poesía las posibles intertextualidades se entrelazan, esto no supone un desvío de la historia, todo lo contrario, conduce a los lectores a la verdad. Es seguro que todas las metáforas se refieren a algún fenómeno en la sociedad que le tocó vivir, lo cual indica la función social y política de una escritora como Ángela Figuera.

4. Poemas rabiosos de Ángela Figuera Aymerich

Para el desarrollo de este apartado, se han tenido en cuenta las biografías de la autora, La poeta Ángela Figuera (1902-1984) (2003) de María Bengoa y Ángela Figuera. Poesía entre la sombra y el barro (2012) de Pablo González de Langarika y José Ramón Zabala Aguirre, así como algunas de las transcripciones de los intercambios epistolares de la escritora con otros artistas e intelectuales de la época, principalmente con Blas de Otero, Gabriel Celaya y Max Aub, que actualmente se mantienen inéditos en el Centro Koldo Mitxelena (San Sebastián) y en la Fundación Max Aub en Segorbe (Castellón), respectivamente (Bengoa, 2003; Figuera, 2017: 16).

La evolución de las manifestaciones de la poética femenina durante la dictadura franquista, novedosa en su trayectoria, invita a profundizar en este proceso para incorporarla a las investigaciones sobre el franquismo y sobre la historia de género. Entre 1939 y 1975 muchas mujeres tuvieron la posibilidad de ganar espacios de actuación en la sociedad española. Desde una perspectiva política, uno de los ejes de este texto, dicha evolución significará el paso de una producción íntima fuera de la dictadura en las primeras décadas del franquismo a la participación en las fuerzas de oposición a partir de los años cincuenta. Desde un enfoque de género, el lenguaje poético servirá a una visión diferente de las relaciones entre la mujer y la dictadura de deslegitimación después del franquismo.

Este conjunto de poemas nace de una Ángela Figuera que, ante un mundo que trata de empequeñecer y aniquilar al ser humano, a fuerza de soledad y silencio, no quiso permitir dejar su legado experiencial en forma de poesía en el olvido, a fuerza de indolencia.

Las mujeres poetas de la guerra y del régimen estaban muy limitadas en la producción de discursos poéticos sociales. Sus experiencias vitales estaban invisibilizadas en una poesía social que se detenía en la maternidad, la vida doméstica, el amor al esposo y/o las experiencias que formaban parte del día a día, como tocar la guitarra, coser o describir la naturaleza que las rodeaba. Hubo de suceder algo extraordinario en sus vidas que hiciera posible que encontraran la posibilidad de salir de dicha represión. En el caso de esta autora, a finales de los cuarenta, a través de la tertulia que organizaba su hermano Rafael en Bilbao, entró en contacto con algunas de las figuras más representativas de la cultura vasca. Asimismo, tras la publicación de su primer libro, Mujer de barro, en 1948 empezó a cartearse con Blas de Otero y Gabriel Celaya, intercambio que se mantuvo de manera fluida hasta bien entrada la década de los setenta (Bengoa, 2003: 72; 108). El contenido de estas cartas no solo testimonia la profunda amistad que se profesaron, sino también la gran influencia literaria que se ejercieron mutuamente hasta el punto de haber sido considerado por Emilio Miró, como ya se ha indicado, como triunvirato vasco, por sus cercanos rasgos estéticos.

Será a partir de entonces cuando Ángela Figuera dé un giro en el contenido de su poética hacia la poesía preocupada o poesía social que dominó la segunda mitad del siglo XX. Los poetas sociales vivían convencidos de que la poesía había de ser un instrumento para transformar el mundo, como bien remarcó Celaya en su famosísimo poema La poesía es un arma cargada de futuro. En este sentido, los poetas sociales se concebían a sí mismos como obreros de la palabra, tal y como explica el clarividente estudio de Lina Rodríguez Cacho Mujeres y exilio interior: A propósito de Ángela Figuera, donde relaciona de forma excelente la obra de Figuera con la de otros grandes poetas sociales como Victoriano Crémer y uno de sus poemas más célebres: «Friso con obreros». Estos obreros de la palabra escribían no solo para construir el futuro, sino también para denunciar el presente, asunción que evidencian las siguientes declaraciones de Ángela Figuera:

Crear belleza pura, inútil, y cruel en su exclusividad, ya no es bastante. Hay que hacer algo más con la poesía, que es mi herramienta, como cualquier hombre tiene que hacerlo con la herramienta de que disponga y pueda manejar, para salvarnos y ayudarnos unos a otros (en Rubio y Urrutia, en De Luis, 2000: 228).

En palabras de Rosal Nadales (2019: 231), la poeta afirma que en sus primeros libros partía de la búsqueda de la belleza, de la emoción, del intento de crear obras similares a las que la impresionaron: «Poesía imitativa, vacilante, intimista y mala, sin duda alguna. La vida misma, más adelante concretó y afinó mis temas: amor de mujer y madre, misterios del pensamiento, de la vida y la muerte, paisaje interpretado» (Figuera, 2000: 227). Es muy consciente de que las terribles coyunturas sociales por las que atravesó reorientaron su poesía: «Los tremendos golpes de nuestra guerra y la guerra mundial, la intimidad feliz se desgarra, el suelo se hunde, los sueños se quiebran, las perspectivas se transmutan y se confunden entre la negrura del humo y el rojo de la sangre» (Figuera, 2000: 228). La angustia de la guerra, la miseria, el dolor y sus consecuencias sacudirán fuertemente la conciencia de la poeta y de ello dan testimonio sus poemas rabiosos.

5. Análisis de la metáfora de los poemas rabiosos de Ángela Figuera Aymerich: denuncia femenina de la guerra y del Régimen en Belleza cruel

Explica Roberta Quance, en el prólogo a las Obras completas de Figuera, que el término poemas rabiosos es de la propia poeta, quien, en 1957, como resultado de una beca que recibe para realizar estudios bibliotecarios en París, «reúne unos cuantos poemas rabiosos que a su juicio sería imposible sacar en España y los manda a un amigo en México» (Figuera, 1986: 16). Estos poemas serán el germen de Belleza cruel. Su amigo Max Aub intervino como válido para su publicación, al estar al tanto del valor poético de su compatriota; también, presentó estos poemas al premio de poesía Nueva España, que organizaban los españoles exiliados en México.

El miedo de Figuera a ser censurada era infundado, y Belleza cruel dará un uso a la imagen y la metáfora que hasta entonces tan solo se había intuido en poemarios anteriores de la bilbaína. Este libro de poemas mostrará los más intensos sentimientos que Figuera albergaba, quien dará forma a una voz poética profundamente más directa, reclamante y crítica con la sociedad de la España de ese momento y con el régimen dictatorial que la gobernaba. Con ello, el poemario de Ángela Figuera vive un largo viaje hasta ver la luz en México en 1958, donde será publicado con un prólogo de León Felipe que anticipa el tono mencionado en el párrafo anterior. Así, la ausencia de censura a la hora de publicar Belleza cruel permitirá el uso de imágenes de marcado corte antifranquista, las cuales comienzan ya con las palabras de Felipe al desdecirse de sus famosos versos («Tú te quedas con todo / y me dejas desnudo y errante por el mundo / más yo te dejo mudo… ¡mudo!… ») y reconocer a Figuera como una de las grandes voces de su generación: «Ángela Figuera Aymerich… los que os quedasteis en la casa paterna, en la vieja heredad acorralada… Vuestros son el salmo y la canción» (Figuera, 1986: 206).

Con estas palabras, pues, se abre Belleza cruel, cuyo título será también el del primer poema, que marcará, de forma paradigmática, la perspectiva lírica de la poeta ante la situación que afrontaban España y el mundo. En él, expondrá a través de distintas metáforas la evolución que sufrió su poesía a lo largo de la década: los deseos de la voz poética por encontrar una corteza que la proteja del mundo, que aísle sus sentimientos y vulnerabilidad de las atrocidades que la rodean en la sociedad en la que vive. Las metáforas usadas para exponer dichos deseos no dejan dudas al reiterar, verso tras verso, la necesidad de protegerse de lo agreste del mundo: «Dadme un espeso corazón de barro, / dadme unos ojos de diamante enjuto, / boca de amianto, congeladas venas, / duras espaldas que acaricie el aire» (Figuera, 1986: 207). La descripción física de los deseos del yo poético tiene una función evidente, que manifiestan los últimos versos de esa primera estrofa: «Quiero reír al sol sin que me asombre / que este existir de balde, sobreviva, / con tanta muerte suelta por las calles» (1986: 207).

La voz de Figuera retrata la realidad de la falsa paz que vivía la dictadura franquista. A pesar del apoyo internacional reflejado con el ingreso de España en las Naciones Unidas y el resto de instituciones internacionales bajo su tutelaje, la represión violenta era la realidad para muchos españoles que no se alineaban con la ideología del régimen. Así lo muestra en este primer poema una plétora de imágenes que se repiten a lo largo de sus versos: «con el miedo al hombro», «con el hambre a cuestas», «con la piel quemada por la escondida rabia» (1986: 207). Opuesta a estas imágenes, Figuera no permite al lector obviar que el título del poemario es Belleza cruel y que, contra los esfuerzos de la dictadura, la belleza aún se encuentra a través de la mirada de la poeta, y desde ella se transgrede el mensaje oficial del régimen, a lo que se suman la trasgresión religiosa y la denuncia explícita a dirigentes políticos, militares y culturales del momento.

Al hablar sobre la belleza como tema, la poeta versifica el proceso de encontrar lo bello en circunstancias sociales difíciles en poemarios anteriores, por ejemplo, en «Un poco» de El grito inútil, donde defiende, al igual que hace en Belleza cruel, que la belleza sigue existiendo en el mundo y que es imposible no encontrarla, a pesar del sufrimiento diario:

Que me perdonen todos este lujo,

este tremendo lujo de ir hallando

tanta belleza en tierra, mar y cielo,

tanta belleza devorada a solas,

tanta belleza cruel, tanta belleza

Details

Pages
268
Year
2023
ISBN (PDF)
9783631902714
ISBN (ePUB)
9783631902721
ISBN (Hardcover)
9783631902509
DOI
10.3726/b20860
Language
Spanish; Castilian
Publication date
2023 (November)
Keywords
Censura literatura siglo XX feminismo literatura escrita por mujeres literarura española
Published
Berlin, Bern, Bruxelles, New York, Oxford, Warszawa, Wien, 2023. 268 p., 3 il. blanco/negro.

Biographical notes

Miguel Soler Gallo (Volume editor) Teresa Fernández-Ulloa (Volume editor)

Miguel Soler Gallo es doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca. Sus principales líneas de investigación son el análisis del discurso político-ideológico en España durante la II República y el franquismo, el discurso romántico como vehículo de adoctrinamiento, las relaciones entre mujer, poder y escritura, y la literatura escrita por mujeres, especialmente desde el siglo XIX. Teresa Fernández-Ulloa es Professor/Catedrática de Lengua y Lingüística Españolas en el Departamento de Lenguas y Literaturas Modernas de la California State University, Bakersfield. Sus áreas de especialización e investigación son la sociolingüística, el análisis del discurso (sobre todo, el político y el de mujeres creadoras) y la enseñanza del español como primera y segunda lengua.

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