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Suicidio en la literatura hispánica

by Samuel Rodríguez (Volume editor)
©2025 Edited Collection 386 Pages

Summary

La Literatura puede ser el vehículo para expresar la angustia insoportable ante el sinsentido de la vida mediante palabras estéticamente organizadas, capaces de aproximarnos a la consumación de la “nostalgia de unidad” en el Absoluto, la unión amorosa con un Todo incognoscible. Al igual que en el liebestod wagneriano –la muerte de amor–, el suicida desdibujaría la imagen de lo amado en la totalidad del vacío infinito.
Sin embargo, tal y como se estudia en este libro a través de la literatura hispánica en diversas épocas, nos aterra (re)conocernos en el bufón, en el loco de amor, en el suicida que –como nosotros tal vez– reconoce el absurdo de la vida, pero él decide –se atreve a– dejar de jugar, de mentir, de interpretar, y pone fin, radicalmente, a su participación en el gran teatro del mundo, en el abismo sin fondo imposible de colmar, en las generaciones enteras que durante siglos, milenios, se han extendido, se extienden y se extenderán como hojas que nacen y mueren, vacías, desconsoladas, sin sentido.

Table Of Contents

  • Cubierta
  • Página de título
  • Página de derechos de autor
  • Índice de contenidos
  • Preámbulo (Samuel Rodríguez)
  • Bibliografía
  • El suicidio velado en la novela pastoril española del Siglo de Oro (Laura Aísa Cánovas)
  • El motivo del suicidio en la novela pastoril española. Los precursores
  • De Jorge de Montemayor a Miguel de Cervantes: el lamento, la enfermedad y la intención suicidas
  • De Miguel de Cervantes a Gonzalo de Saavedra: la tentativa suicida frustrada
  • El caso de Bartolomé López de Enciso: el suicidio indirecto
  • El tratamiento velado del suicidio. ¿Tradición estética o reacción ideológica?
  • Bibliografía
  • Espérame en Siberia, vida mía de Enrique Jardiel Poncela: el suicidio como punto de partida (José Manuel Alonso Feito)
  • Jardiel y sus lectores
  • La narrativa de Jardiel Poncela y la crítica
  • ¿Personajes arquetípicos?
  • Mario Esfarcies y su trayectoria vital: la parodia del amor
  • Mario Esfarcies y Jardiel Poncela: la parodia de la vida
  • Conclusión
  • Bibliografía
  • El teatro poético de Alejandro Casona: la tentación del suicidio, el triunfo de la vida (Ana María Alonso Fernández)
  • Teatro, poesía y suicidio en el teatro de Alejandro Casona
  • La sirena varada y Siete gritos en el mar: locura, mar y suicidio
  • Prohibido suicidarse en primavera y Los árboles mueren de pie: la ilusión del suicidio
  • La dama del alba: la poetización del suicidio
  • Conclusiones
  • Bibliografía
  • Escribir el suicidio en la ficción contemporánea: tres novelas de Gustavo Martín Garzo (Luz no usada, Marea oculta, La soñadora) (Hélène Bastard)
  • 1. Marea oculta (1993): el suicidio de Doña Nieves, la visionaria y el visitante del aire
  • 1.1. Doña Nieves y Edu: la pasión de contar
  • 1.2. El suicidio de Doña Nieves: ¿Un acto de libertad?
  • 1.3. El suicidio de Doña Nieves: ¿una muerte de amor?
  • 2. Los personajes de Aurora y Adela en La soñadora (2001): ondinas del Canal de Castilla en la estela de Ofelia
  • 2.1. Medina de Rioseco: un pueblo sumergido, escenario de la tragedia
  • 2.2. El anuncio de la muerte
  • 2.3. El suicidio, entre acción homicida y metamorfosis acuática
  • 3. La Luz no usada (1986) del doble esencial: suicidio y aspiración a lo absoluto
  • 3.1. Muertes sospechosas calificadas de suicidio
  • 3.2. Del suicidio del trapecista de circo a la teoría del doble esencial
  • 3.3. La “Ficción Suprema” y la aspiración a lo absoluto
  • Bibliografía
  • “Talita cumi”: suicidio y redención en “Pavana para una infanta difunta” de Olga Orozco (Héctor Calderón Mediavilla)
  • La transgresión
  • El sacrificio y el comentario
  • El jardín, la infancia, la historia paradisiaca
  • Bibliografía
  • Saber y no saber: falsa guía de los motivos del suicidio (David Fraguas)
  • 1. La tinaja de Pandora
  • 2. La curiosidad infantil
  • 3. En soledad, con desesperación, como el que huye
  • 4. Ser o no ser
  • Bibliografía
  • El suicidio de una estrella de Hollywood en el teatro español: La vida imposible de Marilyn, de David Barbero (Alberto García-Aguilar)
  • 1. Introducción
  • 2. La melancolía de Marilyn Monroe como inspiración teatral
  • 3. La vida imposible de Marilyn, de David Barbero: el suicidio anunciado de una estrella de cine
  • 3.1. La herencia genética y el impulso suicida: antecedentes familiares de Marilyn Monroe
  • 3.2. La búsqueda de la excelencia actoral: un camino hacia el suicidio
  • 4. Conclusiones
  • Bibliografía
  • “Un sol negro” sale en El túnel. El asesinato de María Iribarne como acto de canibalismo melancólico (Miguel Hahn-Kloske)
  • Introducción
  • Las imágenes saturnias
  • Canibalismo melancólico
  • ¿Che vuoi?
  • La trampa simbólica
  • Matar o matarse
  • Un sol negro: la Cosa
  • A modo de conclusión: el suicidio simbólico y el suicidio de Allende
  • Bibliografía
  • Del torero suicida: Liddell / Belmonte (Javier Huerta Calvo)
  • Bibliografía
  • El suicidio en las novelas contemporáneas de Benito Pérez Galdós (Sadi Lakhdari)
  • Tormento
  • Miau
  • Conclusión
  • Bibliogafía
  • Entre el tabú y la obsesión: la mujer suicida en la narrativa española publicada en prensa (1835-1865) (Juan Pedro Martín Villarreal)
  • 1. Una obsesión, un tabú. El debate en torno al suicidio en las letras españolas de principios del siglo XIX
  • 2. La prensa como altavoz de la “verdad” en torno al suicidio a través de la ficción
  • 2.1. La obsesión romántica por el suicidio en El artista
  • 2.2. De la sátira de los excesos al relato moral: el tratamiento oblicuo del suicidio en El laberinto, el Semanario Pintoresco Español y otros sellos posteriores
  • 2.3. “La virgen del Valle” de Gregorio Romero Larrañaga e “Historia de un suicidio” de Rafael María Baralt como ejemplos de la lectura moral del motivo de la mujer ahogada
  • Conclusiones
  • Bibliografía
  • Hollar las necesidades. La idea del suicidio en Ángel Ganivet (Armando Mascolo)
  • 1. Dolor y nada creadora
  • 2. Crisis nihilista y suicidio
  • Bibliografía
  • En la orilla de Rafael Chirbes: una lectura del suicidio como acto de resistencia al capitalismo (Catherine Orsini-Saillet)
  • Introducción
  • El narrador-suicida y la estructura de la novela
  • Esteban, víctima del capitalismo
  • El suicidio: resistencia y creación
  • Conclusión
  • Bibliografía
  • El dulce abrazo de la muerte en la obra de Luis Cernuda (Ivana Pisciotta)
  • Introducción
  • Génesis de un deseo
  • Imágenes de muerte
  • Suicidio y reconciliación
  • A modo de conclusión
  • Bibliografía
  • ¿Hacia la modernidad? Galdós o la paradoja suicida (Catalina Quesada-Gómez)
  • El suicidio como marca de la modernidad
  • El suicidio en Galdós: hacia la modernidad
  • El suicidio como parodia y como posibilidad
  • Elogio del suicida
  • Bibliografía
  • El poeta debe morir. Una aproximación al suicidio del loco de amor en Angélica Liddell (Samuel Rodríguez)
  • El loco (suicida) de amor
  • El Arte como sublimación de la muerte por ausencia de amor
  • Bibliografía
  • La casa encantada, hambrienta de vida. Actos suicidas en el hogar de “La Maga”, de Elia Barceló (Carmen Rodríguez Campo)
  • 1. Notas sobre el análisis de lo monstruoso en relación al suicidio
  • 2. Contextualización: la agencialidad de la casa en su marco posmoderno
  • 3. Causas y consecuencias del acto suicida en “La Maga”
  • 4. La casa encantada como arquetipo de la monstruosidad femenina
  • 5. Coda
  • Bibliografía
  • Una ejemplo de literatura disuasoria en El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince (Bárbara Rodríguez Martín)
  • 1. La muerte por suicidio en la literatura hispanoamericana del siglo XXI
  • 2. La muerte por suicidio en El olvido que seremos
  • 2.1. Etapa infantil y adolescente
  • 2.2. Etapa adulta
  • 3. Claves escriturales de una carta disuasoria
  • 4. Conclusiones
  • Bibliografía
  • “¡Muerte misteriosa de dos señoras en la calle de Bastardillos!” La esperpentización del suicidio en Luces de bohemia (Vanessa Saint-Martin)
  • La temática del suicidio a través del prisma literario
  • El tratamiento mediático de la catástrofe final
  • Distanciamiento y humor
  • Bibliografía
  • En caída libre: la marca de la sangre o familiares suicidas en Lo que no tiene nombre de Piedad Bonnett y Cenizas en la boca de Brenda Navarro (Constanza Ternicier)
  • Robarles su morir: genealogías familiares suicidas
  • Nombrar la caída: lo que sí tiene nombre
  • Sangre de mi sangre: genealogía y caída
  • El ius sanguis: migración y caída
  • Conclusiones
  • Bibliografía
  • Suicidio y adolescencia: los jóvenes en #malditos 16 de Nando López (Jie Wang)
  • Introducción
  • Los adolescentes en #malditos 16
  • Factores relacionados con el acoso en los adolescentes
  • La construcción de identidad de los adolescentes
  • Conclusión
  • Bibliografía
  • Reseñas biográficas

Samuel Rodríguez (ed.)

Suicidio en la literatura hispánica

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Información bibliográfica publicada por la Deutsche Nationalbibliothek

La Deutsche Nationalbibliothek recoge esta publicación en la Deutsche Nationalbibliografie; los datos bibliográficos detallados están disponibles en Internet en http://dnb.d-nb.de.

E-ISBN 978-3-631-90608-8 (E-PDF)

E-ISBN 978-3-631-90609-5 (E-PUB)

DOI 10.3726/b21057

Lausanne Publicado por Peter Lang GmbH, Berlin (Deutschland)

Índice

Preámbulo

Samuel Rodríguez

El suicidio velado en la novela pastoril española del Siglo de Oro

Laura Aísa Cánovas

Espérame en Siberia, vida mía de Enrique Jardiel Poncela: el suicidio como punto de partida

José Manuel Alonso Feito

El teatro poético de Alejandro Casona: la tentación del suicidio, el triunfo de la vida

Ana María Alonso Fernández

Escribir el suicidio en la ficción contemporánea: tres novelas de Gustavo Martín Garzo (Luz no usada, Marea oculta, La soñadora)

Hélène Bastard

“Talita cumi”: suicidio y redención en “Pavana para una infanta difunta” de Olga Orozco

Héctor Calderón Mediavilla

Saber y no saber: falsa guía de los motivos del suicidio

David Fraguas

El suicidio de una estrella de Hollywood en el teatro español: La vida imposible de Marilyn, de David Barbero

Alberto García-Aguilar

“Un sol negro” sale en El túnel. El asesinato de María Iribarne como acto de canibalismo melancólico

Miguel Hahn-Kloske

Del torero suicida: Liddell / Belmonte

Javier Huerta Calvo

El suicidio en las novelas contemporáneas de Benito Pérez Galdós

Sadi Lakhdari

Entre el tabú y la obsesión: la mujer suicida en la narrativa española publicada en prensa (1835-1865)

Juan Pedro Martín Villarreal

Hollar las necesidades. La idea del suicidio en Ángel Ganivet

Armando Mascolo

En la orilla de Rafael Chirbes: una lectura del suicidio como acto de resistencia al capitalismo

Catherine Orsini-Saillet

El dulce abrazo de la muerte en la obra de Luis Cernuda

Ivana Pisciotta

¿Hacia la modernidad? Galdós o la paradoja suicida

Catalina Quesada-Gómez

El poeta debe morir. Una aproximación al suicidio del loco de amor en Angélica Liddell

Samuel Rodríguez

La casa encantada, hambrienta de vida. Actos suicidas en el hogar de “La Maga”, de Elia Barceló

Carmen Rodríguez Campo

Una ejemplo de literatura disuasoria en El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince

Bárbara Rodríguez Martín

“¡Muerte misteriosa de dos señoras en la calle de Bastardillos!” La esperpentización del suicidio en Luces de bohemia

Vanessa Saint-Martin

En caída libre: la marca de la sangre o familiares suicidas en Lo que no tiene nombre de Piedad Bonnett y Cenizas en la boca de Brenda Navarro

Constanza Ternicier

Suicidio y adolescencia: los jóvenes en #malditos 16 de Nando López

Jie Wang

Reseñas biográficas

Preámbulo

Samuel Rodríguez

Los seres vivos estamos diseñados para morir. Es el fin último e ineludible. De hecho, la vida es un constante proceso de (auto)destrucción, necesaria a su vez para la regeneración de la vida. Se trata de un “suicidio celular” o apoptosis, es decir, la muerte programada de las células cuando dejan de ser necesarias1. Ya Freud en Más allá del principio del placer consideró la muerte como una necesidad biológica: “La muerte es más bien un mecanismo de conveniencia [Zweckmädssigkeit], un fenómeno de la adaptación a las condiciones vitales externas, porque desde el momento en que las células del cuerpo se dividieron en soma y en plasma germinal, una duración ilimitada de la vida individual habría pasado a ser un lujo carente de finalidad [unzwcckmässig]”2 (59). “Sí, vivir es morir, no hay nada que añadir a eso, une destruction organique” (Mann 415). En realidad, podríamos decir, como Schopenhauer, que “nacimiento y muerte pertenecen igualmente a la vida y se contrapesan. El uno es la condición de la otra. Forman los dos extremos, los dos polos de todas las manifestaciones de la vida” (81). Y, sin embargo, el suicido aún hoy es considerado con frecuencia como una acción antinatural propia de enfermos mentales.

Acuñado por el escritor inglés Thomas Browne en el siglo XVII, del latín sui (“de sí mismo”) y caedere (“matar”), no es hasta 1817 cuando el término “suicidio” (suicide en inglés) es aceptado por la Real Academia Española. La “muerte voluntaria” (mors voluntaria) ha sido considerada de muy diversas maneras a lo largo de la Historia. En Grecia, al igual que en Roma, se cortaba la mano del suicida con la que había cometido el “delito” y se enterraba aparte tras un funeral secreto. Asimismo, era necesario solicitar autorización al Senado antes de darse muerte, al considerar que el ciudadano era propiedad del Estado –así lo defendió Aristóteles en Ética a Nicómaco (Libro V). Platón también se manifestó en Fedón o La República en contra del suicidio, salvo que el motivo –de honor o debido a una desgracia inevitable– lo requiriera. Epicúreos y estoicos sí apoyaron el suicidio, siempre que fuera meditado y no un acto irracional.

Estos principios permanecieron en los inicios del cristianismo, siendo el honor un motivo justificable para el suicidio de los mártires religiosos. Sin embargo, en Europa durante la Edad Media se incautaron los bienes de los suicidas, al equipararlos –como ya hiciera san Agustín– con los criminales (véase el Libro VII de las Partidas de Alfonso X). En los siglos XV y XVI, el cadáver del suicida se colocaba en encrucijadas, bien para que eligiera el buen camino, bien para despistar al difunto y que no pudiera regresar al hogar (Andrés 38). En Francia, Luis XIV siguió permitiendo las mutilaciones a los suicidas y el despojo de los títulos nobiliarios en caso de suicidio fallido. Era común atarlos de los pies y pasear los despojos. En algunas zonas de la península ibérica se ponía una piedra encima de la cabeza para que el fantasma del suicida no vagara en busca de almas.

A partir de la Ilustración, los prejuicios en torno al suicidio comenzaron a difuminarse. Los racionalistas lo admitieron como una solución legítima y personal, en la que nadie debía inmiscuirse. Holbach consideró incluso el suicidio como una opción lógica y natural. Zambrano Carballo lo resume así: “al entender la relación del hombre con la sociedad como un contrato realizado en beneficio mutuo, cuando este no se cumple el individuo tiene derecho a abandonar, una solución que, además, repercute en el bien de ambas partes” (20). Hume, en su ensayo Sobre el suicidio (ca. 1751), y Rousseau, en Julia, o la nueva Eloísa (1761), anticiparon la actitud romántica en su justificación del suicidio, especialmente este último, quien contempló la muerte voluntaria como solución a la tortura amorosa, ejecutada finalmente por el Werther de Goethe (Zambrano Carballo 23-25). No obstante, en España el ilustrado Juan Pablo Forner aseveró que el ser humano no es dueño de sí mismo y no debe obrar por tanto contra su vida, de modo tal que quien se mata “no es un sabio, es un fatuo encaprichado” (cit. en Andrés 319). Poco después comenzaron a proliferar en España expresiones satíricas sobre el suicidio (cfr. Castro).

En el siglo XIX, más allá de Mailänder, Schopenhauer o Nietzsche, fue sobre todo la medicina la que justificó en mayor medida el suicidio, aunque atribuyéndolo a trastornos mentales. Freud, a través del psicoanálisis, explicó en Proyecto de psicología científica (1910) que nadie se mata si no ha tenido ganas de matar a un semejante. Karl Menninger enumeró en El hombre contra sí mismo (1938) los tres componentes que, a su juicio, subyacen en el suicidio: “1) el deseo de matar –la agresividad desviada hacia sí mismo–; 2) el deseo de ser matado –sentimiento de culpabilidad y la justicia del castigo–; 3) el deseo de morir –ansia de reposo y voluntad de alejamiento de los conflictos” (cit. en Andrés 365 y 366).

La medicina actual define el suicidio como

la acción que uno mismo realiza con la intención de acabar con su vida y que conlleva la muerte. Es un final abrupto a la vida y la forma más extrema en que la gente responde a una angustia insoportable. […] El suicidio no está considerado como una patología en sí mismo, sino la consecuencia de un conjunto de síntomas, factores relacionados y predisponentes que pueden llevar a una alteración psicopatológica (Zurrón y Caminero 74. Cursivas mías).

El suicidio se articula principalmente en seis fases: factores predisponentes, ideas de muerte o desinterés por la vida, ideas de suicidio, planificación del suicidio, intento autolítico y consumación del suicidio (74). Se considera suicida no solo a aquel que consuma el acto autolítico, sino también a quien lo idea. Un millón de personas se quitan la vida cada año en el mundo, lo que convierte al suicidio en la primera causa de muerte externa. En 2018 hubo 3.539 suicidios en España (2.619 hombres y 920 mujeres) (Fernández García-Andrade, Rafael, Navío Acosta, Mercedes et al. 188). El 31,9% fueron realizados por mayores de 65 años. Prevalece también entre adolescentes, siendo una de las primeras cinco causas de muerte a nivel mundial en este segmento poblacional (180). En España, según datos del Instituto Nacional de Estadística, el suicidio es la segunda causa de muerte entre los adolescentes, si bien es “en la franja de edad de 25-44 años en la que se piensa más en el suicidio” (188). Del otro lado del Atlántico, según la Organización Panamericana de la Salud “la tasa de mortalidad por suicidio, durante el año 2009 en la región latinoamericana, fue de 5,2 por cada 100.000 habitantes, constituyendo un 7,9% de las causas de muerte en la región. La mayoría de los suicidios fueron cometidos por personas entre 25 y 44 años” (Böttcher y Garay 62). Se estima que al menos un 90% de los suicidas padece algún tipo de trastorno mental (Gil 20).

Pero ¿es acaso el suicidio una simple consecuencia de la enfermedad? Resulta cuestionable afirmar que más del 90% de suicidios tenga una base patológica: “que el ser humano posea un nada desdeñable componente neurótico […] no significa que su existencia deba contemplarse bajo el estigma de la enfermedad. Se trata de una conditio, no de una patología” (Andrés 12). Como todo aquello que nos aterra, apartamos el suicidio de nuestra cotidianidad mediante la etiqueta de la locura, con el objetivo de preservar la frágil e ilusoria seguridad socialmente construida contra la angustia, insoportable para el suicida.

La eutanasia (del griego eu-thanatos, “buena muerte”) y el suicidio médicamente asistido podrían ser ejemplos de suicidio meditado:

Cuando la acción la realiza la propia persona con ayuda médica se denomina suicidio médicamente asistido (SMA); cuando es el médico quien causa directamente la muerte del propio paciente a petición de este, se habla de eutanasia. Tanto en uno como en otro supuesto, el paciente debe reunir determinadas condiciones de salud y, especialmente, debe ser capaz de formular la petición de que otros le ayuden a poner fin a su vida para lo que debe gozar de pleno conocimiento y de capacidad de decisión3 (Reyes 323).

Por tanto, pensar que “el problema del suicidio queda despachado poniéndolo fuera del mundo cuerdo” (Jaspers 188-189) es una falacia, pues la base en la que se sustenta el suicidio permanece entre nosotros: la angustia –insoportable o no–, la náusea ante una vida insignificante, efímera, mecánica, putrefacta, absurda, que nada ni nadie redimirá. La angustia implica la lucha contradictoria del sujeto contingente en busca de eternidad y sentido. Dice Kierkegaard que la angustia –la “enfermedad mortal”–, es “la desesperación en torno a lo eterno y por uno mismo […] es la verdadera desesperación y la fórmula de toda desesperación” (98). Esa desesperación, en absoluto irreflexiva, puede llevar al suicidio.

Es bien conocido el comienzo de El mito de Sísifo de Camus: “El único problema filosófico realmente serio es el suicidio. Juzgar si la vida merece o no merece la pena ser vivida supone responder a la pregunta fundamental de la filosofía”4 (17). Para Camus, el suicida no es el loco, sino el lúcido: “morir voluntariamente supone haber reconocido, al menos instintivamente, el carácter irrisorio de esa costumbre [la vida], la ausencia de toda razón profunda para vivir, el carácter insensato de esa agitación cotidiana y la inutilidad del sufrimiento”5 (20). El suicida no (siempre) es un enfermo. Es un melancólico, un espíritu crítico que cuestiona cuanto le rodea –especialmente a sí mismo (cfr. Rodríguez, Melancolía y depresión… 14-16). Ya Freud señaló que “en el melancólico podría casi destacarse […] una acuciante franqueza que se complace en el desnudamiento de sí mismo” (Duelo y melancolía 245). Es más, “en algunas otras de sus autoimputaciones nos parece que tiene razón y aún que capta la verdad con más claridad que otros, no melancólicos” (244). Sin embargo, Freud emplea en este caso el concepto de melancolía como sinónimo de depresión y, por tanto, de enfermedad.

Details

Pages
386
Publication Year
2025
ISBN (PDF)
9783631906088
ISBN (ePUB)
9783631906095
ISBN (Hardcover)
9783631906071
DOI
10.3726/b21057
Language
Spanish; Castilian
Publication date
2025 (November)
Keywords
Suicidio Literatura española Muerte Angustia Psiquiatría Psicoanálisis Poesía Melancolía
Published
Berlin, Bruxelles, Chennai, Lausanne, New York, Oxford, 2025. 386 p., 1 il. blanco/negro.
Product Safety
Peter Lang Group AG

Biographical notes

Samuel Rodríguez (Volume editor)

Samuel Rodríguez es doctor en Literatura Hispánica por la Université Paris-Sorbonne, además de contar con un máster en Estudios Hispánicos, en Musicología y en Pedagogía, así como una licenciatura en Musicología y en Historia del Arte y un diploma de profesor de conservatorio. Ha sido profesor en la Université Clermont Auvergne y la Université Paris-Sorbonne. Ha disfrutado de una beca postdoctoral en el Trinity College Dublin. Desde 2019 trabaja como docente e investigador en la Universidad Complutense de Madrid gracias a un contrato Juan de la Cierva-formación del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y, desde 2022, como contratado Juan de la Cierva-incorporación.

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