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Estudios sobre el anglicismo en el español actual

Perspectivas lingüísticas

by Félix Rodríguez González (Author)
©2023 Monographs 538 Pages

Summary

Este es el primer estudio global y actualizado de los anglicismos en el español contemporáneo, en el que se examinan las diferentes perspectivas lingüísticas que cabe considerar en el proceso que conduce a su integración en la lengua. Se analizan los principales niveles lingüísticos (fonológico, morfosintáctico, semántico y de formación de palabras), que se entremezclan con otros de la lingüística aplicada, como el tratamiento lexicográfico y la traducción. Igualmente, trata de problemas relacionados con la terminología y la tipología. Se incluye un amplio estudio sobre los calcos léxicos, un tipo estrechamente vinculado con el anglicismo. El libro resultará de interés también para investigadores en otros campos como la lexicología, la sociolingüística y la historia del español y el inglés.

Table Of Contents

  • Cubierta
  • Título
  • Copyright
  • Sobre el autor
  • Sobre el libro
  • Esta edición en formato eBook puede ser citada
  • Índice
  • Prólogo
  • Presentación
  • Parte I: Aspectos generales
  • 1. Aspectos históricos. La introducción y el registro de los anglicismos en español
  • 1. Aspectos históricos
  • 2. Actitudes ante el anglicismo
  • 3. Registro lexicográfico de los anglicismos
  • 4. Conclusión y reflexión final
  • Referencias bibliográficas
  • 2. Definición y tipología del anglicismo
  • 1. Definición
  • 2. Clases de anglicismos y préstamos
  • Referencias bibliográficas
  • 3. Funciones y motivaciones del anglicismo
  • 1. Introducción
  • 2. Clases de funciones del anglicismo
  • 3. Reflexiones finales
  • Referencias bibliográficas
  • 4. Variaciones fonológicas: panorama y revisión crítica
  • 1. Introducción
  • 2. Vocales
  • 3. Consonantes
  • 4. Cambios consonánticos y variación
  • 5. Variación vocálica
  • 6. Variación fonológica en formaciones derivadas
  • 7. El acento
  • 8. Variación sociolingüística: factores condicionantes
  • 9. Tratamiento lexicográfico
  • 10. Reflexiones finales
  • Referencias bibliográficas
  • 5. Aspectos ortográficos
  • 1. Introducción
  • 2. Variaciones morfofonológicas
  • 3. Variaciones alomórficas en las unidades derivadas
  • 4. Alteraciones gráficas irregulares
  • 5. Variaciones en el acento gráfico
  • 6. Conclusiones y reflexiones finales
  • Referencias bibliográficas
  • 6. Aspectos tipográficos: Panorama y revisión crítica
  • 0. Introducción
  • 1. El resalte tipográfico: modalidades y variación en el uso
  • 2. Funciones de la cursiva con los anglicismos
  • 3. La actitud del escritor
  • 4. Variaciones tipográficas en la prensa diaria
  • 5. Variaciones tipográficas en la literatura
  • 6. Ortografía y tipografía de otras categorías lingüísticas
  • 7. Anglicismos ortotipográficos
  • 8. Conclusiones
  • Referencias bibliográficas
  • 7. Aspectos gráficos y ortotipográficos
  • 0. Introducción
  • 1. Aspectos ortográficos
  • 2. Tipografía
  • 3. Otros aspectos gráficos
  • Referencias bibliográficas
  • 8. Aspectos morfológicos y morfosintácticos
  • A. El género: panorama y revisión crítica
  • B. El número. El plural: panorama y revisión crítica
  • C. Otros aspectos morfológicos: adjetivos y adverbios
  • 9. Aspectos morfológicos y derivacionales
  • 9A. Composición: anglicismos y formaciones compuestas
  • 9B. Derivación: anglicismos y formaciones derivadas
  • 10. Aspectos léxico-semánticos: La metáfora y otros cambios de sentido
  • 1. Introducción
  • 2. Cambios metonímicos
  • 3. Usos metafóricos
  • 4. Reflexión final. A modo de conclusión
  • Referencias bibliográficas
  • 11. Anglicismos sintácticos
  • 1. Introducción
  • 2. Un repaso a la bibliografía
  • 3. Conclusión y reflexiones finales
  • Referencias bibliográficas
  • 12. Anglicismos semánticos y calcos
  • 0. Introducción: anglicismos no patentes
  • 1. Anglicismos o préstamos semánticos
  • 2. Los calcos
  • Referencias bibliográficas
  • 13. Pseudoanglicismos: revisión crítica y tratamiento lexicográfico
  • 0. Introducción
  • 1. Definición y tipos de pseudoanglicismos
  • 2. Pseudoanglicismos y falsas equivalencias. Razones de la desviación semántica
  • 3. Norma y variación en el uso de los falsos anglicismos. Aspectos lexicográficos
  • 4. Conclusiones y reflexiones finales. Hacia una redefinición del anglicismo
  • Referencias bibliográficas
  • Apéndice
  • 14. Tratamiento lexicográfico: orientaciones generales en torno a la elaboración de un corpus de anglicismos (a propósito de los diccionarios nda y gda)
  • 1. Introducción
  • 2. La macroestructura: selección de las entradas
  • 3. La microestructura: datos a considerar
  • 4. Resumen y conclusión
  • Referencias bibliográficas
  • 15. Reflexión final: el futuro de los anglicismos
  • Referencias bibliográficas
  • Parte II: Estudio particular de algunos anglicismos
  • 1. Apuntes lexicográficos sobre la moda de correr al aire libre: footing, jogging, running
  • Referencias bibliográficas
  • 2. Apuntes lexicográficos: A propósito de packaging y otros anglicismos con sufijo -ing. Aproximación sincrónica y diacrónica
  • Introducción
  • Packaging
  • Meeting
  • Footing
  • Piercing
  • Catering
  • Zapping
  • Una mirada a otros idiomas
  • Reflexiones finales
  • Referencias bibliográficas
  • 3. Reaproximación a la sinonimia de budín/pudding. Estudio sincrónico e histórico
  • 1. Significado y etimología
  • 2. Budín/pudding en español: recorrido histórico y uso actual
  • 3. Tratamiento lexicográfico
  • 4. Reflexiones finales
  • Referencias bibliográficas
  • 4. Novedades en la sufijación derivativa del español
  • Referencias bibliográficas
  • 5. Nuevos estilos de relación social: de la soltería a la vida single
  • 6. Una peculiar expresión spanglish en español peninsular: “a relaxing cup of café con leche”
  • Obras publicadas en la colección

Steven N. Dworkin

Prólogo

Universidad de Michigan

Me siento honrado de aceptar la generosa invitación para escribir un prólogo de esta antología de ensayos sobre el lugar y el papel de los anglicismos en la historia del léxico español. El autor de estos estudios, Félix Rodríguez González, catedrático emérito de la Universidad de Alicante, es claramente el principal especialista de España en el estudio del impacto del inglés británico y estadounidense en aspectos multifacéticos del léxico del español europeo contemporáneo, tema al que ha dedicado una carrera académica productiva que ha abarcado más de cuarenta años de investigación continua.

Su investigación comenzó con sus primeras publicaciones sobre los acortamientos léxicos en español e inglés, tema de su tesis de licenciatura de 1974, “Aspectos gramaticales del ‘clipping”, preparada en la Universidad de Valladolid. Su tesis doctoral, escrita en la Universidad de Alberta (1980), se tituló “Estudio lingüístico de las siglas en el español actual”. A lo largo de los años, el análisis lingüístico de los fenómenos del acortamiento, las abreviaciones y las siglas en español e inglés ha formado parte de sus líneas de investigación.

Los primeros anglicismos en español se documentan esporádicamente en el siglo XVIII, a menudo en las traducciones de español de textos producidos en Inglaterra. Muchos de ellos conservaron su forma inglesa y no se integraron en el léxico español. Un número relativamente pequeño pero creciente de préstamos en inglés aparece en el siglo XIX y principios del siglo XX en el español hablado y escrito en ambos lados del Atlántico. En muchos casos, es difícil determinar si estas palabras ingresaron al español directamente del inglés o si llegaron a la península ibérica como préstamos del francés. El analista se enfrenta aquí con el problema siempre presente de la etimología próxima frente a la distante o remota de una palabra de préstamo. Desde mediados del siglo XX, el inglés (especialmente su variedad estadounidense) ha sido la fuente más importante de préstamos de palabras del español actual, tanto europeo como americano, reemplazando a los franceses en ese papel. De los sólidos fundamentos para el estudio de los anglicismos en el español de España establecidos por Emilio Lorenzo y Christopher Pratt en la segunda mitad del siglo XX, parten y basan sus análisis las numerosas publicaciones del profesor Rodríguez González, las cuales, sin embargo, van mucho más allá.

Los estudios reunidos en este volumen examinan y analizan los anglicismos españoles desde una amplia variedad de perspectivas lingüísticas. Muestran la amplitud y profundidad de la erudición del profesor Rodríguez González. Primero trata la historia de la introducción y la incorporación de anglicismos en el lenguaje contemporáneo. También examina importantes cuestiones teóricas y metodológicas relevantes para los aspectos formales de los anglicismos españoles. Estos estudios se ocupan de cuestiones fonológicas, ortográficas e incluso tipográficas relevantes para su descripción lingüística, así como cuestiones morfológicas como la marca en español del género gramatical y la formación plural de anglicismos. También ha centrado su atención en la derivación sufijal y la adaptación al español de los sufijos ingleses -er e -ing, así como en los anglicismos o calcos sintácticos y semánticos. Varios de los artículos reproducidos aquí tratan con artículos léxicos específicos, por ejemplo, ‘correr a pie’ (footing), budín frente a puddíng (registrados a finales del siglo XVIII) o campos semánticos como las relaciones sexuales y sociales. Aunque el estudio de los anglicismos en español constituye el enfoque principal de su trabajo en el contacto en inglés-español, Rodríguez ha escrito documentos sobre rastros léxicos del español en inglés británico y americano. Su investigación sobre el léxico español se ha extendido más allá del estudio de los préstamos de palabras del inglés en español. Otros temas (con respecto al inglés y el español) en los que ha contribuido son el lenguaje político, el argot y la jerga juvenil (en el contexto de la contracultura).

Las contribuciones del profesor Rodríguez González al estudio de los anglicismos en español no se limitan a sus numerosos artículos en revistas y volúmenes colectivos. Es autor de varios diccionarios importantes, especialmente su Gran diccionario de anglicismos (2017), obra de más de mil páginas a doble columna, precedido en 1997 por el Nuevo diccionario de anglicismos (en colaboración con Antonio Lillo Buades) y, seguido en 2021 por el Diccionario de anglicismos del deporte (en colaboración con Jesús Castañón Rodríguez). Aunque no se limita a los anglicismos, su Diccionario gay-lésbico: Vocabulario general y argot de la homosexualidad (2008), su Diccionario del sexo y del erotismo (2011) y su Diccionario de la droga: Vocabulario general y argot (2014) contienen mucho material léxico relevante para el estudio del impacto del inglés en el léxico español contemporáneo en los campos semánticos tratados. Además de estos trabajos de referencia, Rodríguez se ha desempeñado como editor o coeditor de varios volúmenes colectivos y homenajes organizados temáticamente. Digno de mención en el contexto de este libro es el volumen dedicado a los préstamos del español en la lengua inglesa (Spanish Loanwords in the English Language, 1996).

Los especialistas en la historia del léxico español y en las consecuencias léxicas del contacto de las lenguas se beneficiarán de la consulta de estos ensayos, ahora convenientemente reunidos bajo una sola cubierta, gracias al principal especialista en España sobre este tema. El público académico espera con ilusión más contribuciones de Félix Rodríguez González.

Félix Rodríguez González

Presentación

Una de los rasgos más característicos y conocidos del léxico español es el ingente y creciente número de palabras y frases prestadas del inglés o anglicismos, que puede considerarse como un reflejo de la hegemonía anglo-norteamericana, sobre todo de Estados Unidos en una gran variedad de campos, como la ciencia y la tecnología, la economía y los negocios, la política, los deportes y la cultura.

Las investigaciones en esta materia han sido numerosas, pero a menudo superficiales. Aunque existen importantes artículos en torno a aspectos específicos, faltaba un examen global, coherente y actualizado sobre la penetración del anglicismo en nuestra lengua. Con esta idea en mente, concebí una antología de estudios sobre los préstamos del inglés en varios volúmenes. El primero de ellos, que acaba de aparecer, ofrece una visión panorámica de las distintas áreas de influencia, y en torno a una variedad de registros, abarcando la lengua estándar y también el argot y el lenguaje informal (droga, erotismo, redes sociales) y referidos al español europeo (península e islas) y a otras zonas tan distantes geográficamente como Hispanoamérica y los Estados Unidos. En él conté con la colaboración de especialistas en cada tema procedentes de ambos continentes.

Un segundo bloque, el que lector tiene entre sus manos, reúne buena parte de los estudios que he venido realizando durante más de tres décadas, en su mayor parte ampliados y actualizados, y completados con otros nuevos. Como resultado, se aportan aproximaciones a los más diversos temas relacionados con muy distintas áreas del análisis lingüístico (fonológico, morfosintáctico, semántico y formación de palabras) y desde posiciones metodológicas variadas que van desde el estructuralismo de una etapa inicial hasta otras más actuales, como la sociolingüística y la pragmática. Aunque mayoritariamente se inscriben en un marco sincrónico, no faltan incursiones en el plano de la diacronía o historia en algunos casos.

Con esta pluralidad de perspectivas el conjunto de la obra resultará de interés para los investigadores y estudiantes en el terreno del préstamo, así como para especialistas y estudiosos de otras disciplinas, como la traducción, y en general para todos cuantos se interesan por las relaciones del español con la lengua y la cultura inglesa.

Finalmente unas palabras de agradecimiento para cuantos me han proporcionado datos y sugerencias para este volumen. Teniendo en cuenta el largo lapso de tiempo que he dedicado a esta materia, sería difícil nombrarlos a todos, pero no quisiera dejar de consignar mi gratitud especial a algunos de ellos, como a José Polo que desde el principio me animó a realizar el proyecto, a mis colegas Antonio Lillo, José A. Sánchez Fajardo y Amanda Roig-Marín, y a otros de lugares más distantes pero que recientemente han seguido de cerca mi estudio, como Jesús Castañón Rodríguez, María Jesús Rodríguez Medina y Juan Gómez Capuz. Además, en el plano institucional merecen una especial mención la Universidad de Alicante y el Vicerrectorado de Investigación por las ayudas prestadas para financiar este estudio, así como para participar en múltiples congresos; y la editorial Peter Lang, y particularmente Gerd Wotjak y otros coeditores de la serie de Romanística, que desde el principio creyeron en la viabilidad del proyecto. Por último, no podría dejar de mencionar a mi mujer Carmen Illera, por acompañarme y estar a mi lado a lo largo de todos estos años.

1. Aspectos históricos. La introducción y el registro de los anglicismos en español*

Resumen: En este artículo se examinan, en primer lugar, las principales etapas de la influencia del inglés en la lengua española siguiendo un recorrido histórico que va desde los siglos xv y xvi, hasta el momento actual. Igualmente, se describen los orígenes de dicha influencia, los distintos tipos de influencia (tal como se manifiesta en los diferentes niveles lingüísticos) y las variadas actitudes ante el fenómeno del préstamo. Finalmente, se da cuenta de los distintos repertorios lexicográficos que se han ocupado monográficamente de los anglicismos, tanto en el español europeo como en el de Hispanoamérica.

Palabras clave: anglicismos, lexicografía, diacronía, español, español de América.

1. Aspectos históricos

1.1. Principales etapas de la influencia del inglés

La historia de los intercambios culturales entre España y otros países encuentra un buen reflejo en las palabras incorporadas al español por vía del préstamo. Durante mucho tiempo, en la Edad Media, el árabe fue después del latín la lengua que proporcionó al español el mayor caudal de voces extranjeras, próximo a las 20001. Desde el siglo XV al XVII, y particularmente durante el Renacimiento, España importó muchas palabras cultas, especialmente del italiano. En el siglo XVIII, con la llegada de la dinastía borbónica, el francés obtuvo la delantera y su influencia continuó a lo largo del siglo XIX hasta nuestros días. En el XX, coincidiendo con la emergencia de Gran Bretaña como superpotencia, el inglés empezó a ejercer una influencia significativa sobre otras lenguas europeas, y esta influencia se incrementó con el paso del tiempo, llegando a reemplazar al francés como principal fuente de préstamos.

Antes del siglo XVIII, los préstamos del inglés fueron muy escasos y en su mayor parte penetraron a través del francés, aunque no siempre se tiene constancia de su filiación exacta. Probablemente los primeros fueron los nombres de los puntos cardinales (norte, sur ~ sud, este y oeste), atestiguados en los siglos xv y xvi. En el xvii se registró dogo (< dog) y en el xviii bote (< boat), ponche (< punch), puritano y ron (< rum). Todas estas voces están hoy completamente asimiladas y son imposibles de reconocer como inglesas, excepto para el etimólogo2.

Por lo que respecta a los contactos culturales y lingüísticos del español y del inglés, pueden establecerse las siguientes etapas:

1) En el siglo XVIII, y más aún en la primera mitad del XIX, la influencia de la literatura inglesa y de la vida social y cultural en Gran Bretaña ejerció un fuerte impacto en los intelectuales españoles. En la segunda mitad del XVIII se empezó a impartir el inglés en algunas escuelas, se publicó la primera gramática inglesa y el primer diccionario bilingüe inglés-español, y se hicieron las primeras traducciones del inglés al español por literatos de la talla de Cadalso, Jovellanos y Moratín.

También existieron contactos personales con la cultura británica a través de hombres de letras como Blanco White, Espronceda y el duque de Rivas, que emigraron a Inglaterra como exiliados políticos a consecuencia del régimen absolutista de Fernando VII después de 1814. Con ellos aparecieron los “anglicismos” en varias publicaciones –la misma palabra anglicismo se atestigua ya en 1848 (cf. Fernández García 1970: 25), y en su forma primitiva, anglismo, desde 1784 (cf. Lorenzo 1996: 13).

2) En el siglo XIX, especialmente en el último cuarto, la influencia inglesa se intensificó como consecuencia del desarrollo tecnológico de la Revolución Industrial, dando así lugar a designaciones en varios campos, como el transporte y la vestimenta. Mayor importancia léxica tuvieron los préstamos relacionados con la vida social: a finales del xix y principios del xx asistimos a la primera importante ola de anglicismos en muchos dominios como la música, el baile, la bebida, el vestido, la cría de perros, los automóviles, y especialmente los deportes. Durante este período se empezó a jugar y a oír hablar de deportes como el fútbol, golf, polo, tenis, equitación, boxeo y hockey y se hizo familiar la terminología inglesa. La sociedad española permaneció relativamente abierta a las influencias extranjeras hasta la Guerra Civil (1936-1939) cuando el país experimentó un periodo de nacionalismo lingüístico y aislamiento político que duró hasta principios de los años 50 durante la primera etapa de la dictadura franquista.

3) Después de la II Guerra Mundial, y más concretamente después de 1950, el impacto del inglés fue masivo. El primer signo de ruptura con el aislamiento político fue el establecimiento de bases militares en Rota y Torrejón de Ardoz (Madrid) a principios de los años 50, lo que supuso el primer contacto físico con el llamado ‘American hay of life’. Por su proximidad a Madrid los militares y técnicos norteamericanos se instalaron en un principio mayormente en el barrio de Chamartín, en una zona que iba desde la plaza de Castilla al estadio de fútbol Santiago Bernabéu, la llamada en su día Costa Fleming, y su llegada impuso la necesidad de proporcionar servicios y establecimientos necesarios para llevar una vida semejante a la que llevaban en los Estados Unidos. Por eso empezaron a establecerse tiendas destinadas a servir a la población norteamericana: cafeterías estilo usa, lavanderías, supermercados, así como establecimientos para el ocio y la vida nocturna, como night clubs, discotecas, etc. La tranquilidad y comodidad de los viejos cafés cedió paso a un mundo más de prisas como el representado por las cafeterías, con nombres como California, Miami, Hollywood, que provocaron xenofobia en su primera aparición (cf. Pratt 1980: 65-70). Irrumpe, pues, el anglicismo también en la onomástica, algo que se desarrollaría hasta el extremo en épocas posteriores.

4) En los sesenta, el contacto se amplió bajo un gobierno tecnocrático, lo cual tuvo un buen reflejo en el turismo que alcanzó su cénit y al que se le dio un ministerio. Las costas españolas se convirtieron en el lugar favorito para los turistas británicos, algunos de los cuales decidieron establecerse permanentemente en la Costa Blanca, Ibiza y Costa del Sol de modo particular. Con ellos se asentaron términos estrechamente unidos al mundo del ocio y la restauración, como snack bar, barman, gin tonic; y con las turistas, específicamente, el bikini. Las islas británicas, y especialmente Londres, se convirtió en el lugar de visita de moda para los ‘modernos’ jóvenes españoles. Allí germinó la “revolución sexual”, cuya irradiación provocaría cambios en la moda y en las costumbres (aparecieron la “minis” [< minifaldas] –como calco del inglés miniskirts– y las píldoras anti-baby), y se asistió al nacimiento y desarrollo de la música pop (es la época de los Beatles y los Rolling Stones, entre otros grandes grupos musicales).

5) En los años setenta, con la dictadura languideciendo, la juventud más radical y concienciada políticamente sintió la atracción del movimiento underground norteamericano que dejó su influjo en la literatura marginal (comix, fanzines, etc.). Dos de sus temas básicos, la droga y la música (especialmente el rock), se convirtieron en importantes fuentes de inspiración y de nuevas palabras (cf. Rodríguez 1989: 153-5; 2002: 45-46). Los medios de comunicación oral (tv y programas de radio fm) y el periodismo escrito (revistas de humor y revistas de información general como Cambio 16) contribuyeron a este desarrollo.

6) En los años setenta y especialmente en los ochenta surgieron nuevos campos técnicos como la informática, y en los noventa el internet, con un creciente número de usuarios y su característica jerga anglicista. Cabe destacar también la cobertura que se dio en los medios a deportes como el aerobic, windsurf, tenis, golf, las carreras automovilísticas, etc., que vieron aumentada su popularidad; y a no olvidar la miríada de disciplinas y modalidades deportivas practicadas por una variedad de públicos que, aunque a veces minoritarios, vienen agregándose en tiempos recientes a ese “léxico técnico universal”, como es el deporte, según la acertada definición de Polo (1994).

Al compás del desarrollo de todos estos fenómenos socioculturales, e inextricablemente unidos a ellos, no hay que olvidar un factor clave en la expansión del anglicismo: la introducción y extensión del inglés en el sistema de enseñanza en España, tanto en el nivel de secundaria como en el universitario. En los años cincuenta, el inglés se enseñaba como lengua extranjera en los institutos de bachillerato a no más del 5 % de estudiantes, mientras que los que estudiaban el francés rebasaban el 90 %. A partir de los años setenta y ochenta la situación se invirtió y el inglés empujó al francés a un modesto segundo plano. En las universidades, la ‘Filología Inglesa’, introducida en el currículum en 1953, se ha convertido en la “reina” de las filologías extranjeras. Además, el inglés se imparte ampliamente en escuelas de idiomas y a través de clases particulares, apoyado por el sentimiento general de que el desconocimiento de esta lengua es un signo de analfabetismo funcional que en nuestros días dificulta el acceso a determinados puestos en el mercado laboral.

Teniendo presente estos hechos, se comprende fácilmente la importancia de los anglicismos como fuente de neologismos en el español actual. Según Mighetto (1991: 181), el 2.7 % del léxico encontrado en el diario El País es de procedencia extranjera. Si ahora consideramos que más de la mitad de los términos extranjeros son de origen inglés, los anglicismos forman aproximadamente el 2 % del vocabulario total de la prensa. En otro estudio realizado sobre el habla culta de Madrid se registraron 291 anglicismos de un total de 16 897 ítems, lo que representa el 1,73 % del léxico (Quilis 1984: 413). Conviene recordar, no obstante, que ambos porcentajes se hicieron a partir de datos relativamente anticuados y obtenidos de la prensa generalista; pero, si se considera la impronta que el inglés tiene en los campos especializados, desde el más técnico de la informática (cf. Aguado de Cea 1994), al más cercano al gran público como el deporte (Agulló 2003; Castañón Rodríguez 2004; Rodríguez González y Castañón Rodríguez 2021), la influencia no puede ser más notoria.

1.2. Orígenes de la influencia del inglés

Aunque se puede asumir un declive general de la influencia del inglés británico después de la Guerra Mundial y un dominio creciente del inglés americano, al igual que ocurre en otras lenguas, metodológicamente es prácticamente imposible diferenciar entre los préstamos de uno u otro origen dada la identidad de formas y el préstamo de muchas palabras a través de la mediación del inglés británico. Sin embargo, algunos términos tienen una referencia cultural específica británica o americana. Así, porridge, cottage, bed and breakfast, cricket, Beatle pueden contarse como “extranjerismos” utilizados con una referencia principalmente británica (algunas veces definidos de modo más específico como “xenismos” en la jerga lingüística española), y a principios del siglo XX l a terminología futbolística (gol, orsa, corner, penalty) fue introducida como una invención británica. Igualmente, después de la Segunda Guerra Mundial los anglicismos tienen un sello particularmente americano, especialmente en los dominios de la tecnología y las subculturas juveniles: e. g., motel, hippie, freak, flower power, grunge y reality show. Ocasionalmente, dos o más sinónimos de distinto origen pueden ser prestados en épocas diferentes, como en la forma originariamente británica jersey y la posterior y más prestigiosa forma americana sweater (a menudo adaptada como suéter), que en algunos contextos y para algunos hablantes puede mostrar pequeñas diferencias de significado (cf. Gómez Capuz 2000: 92-94).

1.3. Tipos de influencia

El contacto del inglés con el español tiene una influencia en todos los niveles de la lengua. Resulta muy visible en la ortografía, la pronunciación, la morfología y el léxico, y apenas se nota en los campos de la semántica, la pragmática y la sintaxis.

En las últimas décadas, la influencia del inglés sobre el español ha penetrado en terrenos inesperados, como en los aspectos gráficos y visuales relacionados con la ortografía y ortotipografía, entre las innovaciones están las mayúsculas con iniciales de títulos y encabezamientos (cf. Rodríguez 1997), así como con los días de la semana (Lunes, Martes, ….) y los meses del año (Enero, Febrero…); el uso ocasional de la barra para marcar una disyuntiva, y/o (cf. Lorenzo 1988): algunos símbolos, como el ampersand, &, en vez de la conjunción copulativa y, y el logograma ♥ para indicar (yo) amo [‘ (I) love’), (cf. Rodríguez y Lillo, 1997). También, en las fechas, el orden de la secuencia temporal día, mes y año (por ej., 1 de junio de 2015), que se invierte y se torna en 2015-06-01) y que ocasiona a veces problemas de interpretación.3

Otros usos de origen inglés son los siguientes:

- las siglas latinas a. m., (‘por la mañana’ < ane meridiem), p. m. por la tarde’ < post meridiem) o vs. (‘frente a’ < versus);

- las abreviaturas con los numerales: en las que se da entrada al uso de letras en lugar de los superíndices a y o usuales en España, por ejemplo: 1.º → 1ero, 2.º → 2do;

- la apertura de una carta donde, tras fórmulas de tratamiento como “Estimado/-a señor/-a” se emplea una coma en lugar de dos puntos, colon.

Un estudio comprehensivo de las influencias del inglés sobre el español debiera considerar también elementos paralingüísticos y otros signos de la comunicación no verbal, como los gestos, tales como el índice y el dedo del corazón para marcar la V de Victory ‘victoria’, el pulgar y el índice para formar un círculo, etc. (cf. Lorenzo 1995: 174), el corte de manga latino que en los años setenta fue sustituido por el alzamiento vertical del dedo corazón en actitud ofensiva e insultante (Javier Cuervo, “Corte de manga”, Faro de Vigo, 4-5-2000, 2).

Para completar esta nómina no podemos dejar de mencionar costumbres y rituales de origen norteamericano recientes, como la festividad del Halloween, y fechas de reclamo comercial como el Black Friday y el Blue Monday (evocador de nuestra “cuesta de enero”), nuevos hitos para anotar en el calendario conocidos con el nombre genérico de “anglismos”. Ya antes, en los años 50, Lorenzo, en un artículo señero publicado en 1955 en la revista Arbor y reproducido en su influyente libro El español de hoy, lengua en ebullición (1971: 84), se había referido a la misma cuestión y había mencionado costumbres y modas de evidente signo inglés o anglo-norteamericano como los regalos de San Valentín, la felicitación de las Pascuas Navideñas por medio de Christmas cards, los columnistas de la prensa, los seriales de la radio, el abandono en algunas esferas de la técnica y el comercio del práctico sistema métrico decimal en favor del bárbaro anacronismo de las pulgadas, libras, galones o pies; la publicidad con personajes famosos que nos declaran las ventajas de tal o cual marca de cigarrillos o pasta dentífrica, el silbido de admiración a la mujer hermosa, difundido en las películas norteameri-canas, y menos original que el castizo y tan hispánico piropo.

2. Actitudes ante el anglicismo

La adopción de términos extranjeros en español, y en particular los de procedencia inglesa, tradicionalmente han encontrado resistencia por parte de lingüistas y lexicógrafos, así como de instituciones sociales y políticas.

La crítica contra los anglicismos se basa principalmente en su naturaleza exótica, condición que caracteriza también a las siglas, por lo que no sorprende el rechazo sentido hacia ambos fenómenos en el siglo pasado y por la misma época.4 Pero el exotismo de las voces extranjeras debiera considerarse no solo desde una perspectiva puramente lingüística, como un “signo” que forma parte de un sistema, sino también desde un ángulo más social, esto es, en una dimensión simbólica, como un “signo social”. En la medida en que son términos tomados de una lengua extranjera son susceptibles de introducir connotaciones especiales relacionadas con la idiosincrasia de sus hablantes y de la posición política del país de origen. Así, los anglicismos evocan la hegemonía de los países anglosajones, especialmente los Estados Unidos, sobre la comunidad internacional, lo que puede provocar actitudes marcadamente puristas pero también nacionalistas e ideológicas. El impacto masivo de las lenguas extranjeras, antaño del francés y luego del inglés, sobre el español empezó en el siglo xviii5 y ha conducido a varias reacciones puristas y nacionalistas que se correlacionan con los periodos mencionados antes.

1) Antes del siglo xviii el latín fue un modelo prestigioso que contribuyó a la formación de la lengua española estándar y a su renovación. Hubo reacciones contra su mal uso y abuso, pero no contra el uso en sí mismo siempre que una nueva palabra o expresión hubiera de acuñarse. Dada la naturaleza del latín como lengua madre, y lengua muerta, no se percibía como extranjera.

El primer rechazo fuerte contra los elementos extranjeros en la lengua se sintió hacia el francés, que proporcionó una avalancha de términos. Francia, y en particular su capital París, se convirtió en el lugar de moda de la época para la sociedad adinerada de España y del resto de Europa. Pero en ese siglo se asistió al nacimiento de una preocupación por la pureza de la lengua nacional entre los hombres de letras, que mostraron un sentimiento fuerte contra la excesiva ornamentación del periodo (barroco) anterior y el excesivo número de galicismos al considerar que corrompían la lengua. En estas circunstancias se fundó la Real Academia Española (1713), que recibió un fuerte apoyo y publicó su primer diccionario, el llamado Diccionario de Autoridades (1726-1739).

A lo largo del siglo xix esta influencia fue el patrón normal de la lengua y cuando los anglicismos aparecieron por primera vez no se identificaron como tales, pues en su mayoría se introdujeron a través del francés. Durante mucho tiempo anglicismos como biftec, dandy y tilbury se consideraron galicismos y como tales fueron objeto de la misma crítica. El tenor general de toda esta crítica fue purista más que nacionalista y chauvinista, si bien se declaró una guerra de independencia contra las tropas francesas y una dinastía francesa (los Borbones) –y por tanto extranjera– ocupó el poder.

2) Aunque no siempre ocurre, las dictaduras son especialmente propensas a una cierta beligerancia contra el uso de préstamos extranjeros debido a su significado simbólico, pues recuerdan al individuo la sumisión y subordinación a un poder extranjero. En España, durante la dictadura de Primo de Rivera, en 1927, se prohibieron los signos extranjeros de manera que un cabaret famoso de Barcelona, como el Royal Concert, por ejemplo, pasó a llamarse Real Concierto.6 Más adelante, bajo el régimen de Franco, después de la Guerra Civil y hasta 1950, el Ministerio del Interior decretó algunas leyes contra el uso de palabras extranjeras, especialmente en el campo de los deportes. Donde más se vio la mano de la dictadura franquista fue en los nombres ingleses de los clubes de fútbol, que a raíz de una decisión gubernamental del 31 de diciembre de 1940 tuvieron que cambiar de manera inmediata los vocablos Sporting, Racing, Athletic, Stadium, y también la coletilla Fútbol Club (a menudo abreviada con las iniciales F. C.). Con el tiempo todos ellos volvieron a sus antiguas denominaciones, excepto el Stadium Avilesino que dio paso al Real Avilés hasta nuestros días7. Pero la censura se cernió también sobre entidades y establecimientos varios, y no solo deportivos; así, un bar americano abierto en la calle Alcalá de Madrid con el nombre de Ivory se vio obligado una década más tarde a cambiarse por el hispanizado Marfil8, el Café Marly, en la glorieta de Bilbao de Madrid, se transformó en el Café Marlín (hoy desparecido), el cine Madrid-París en cine Imperial, Hotel London en Hotel Londres, los caramelos Darlings en darlins. (Montoliú 2015: 136), Moro (2018: 49-50).

La cruzada contra los anglicismos también afectó a los nombres comunes y como resultado, algunos cayeron en desuso. Hubo un claro éxito en la sustitución de match por encuentro, back por defensa, speaker por locutor, pero no ocurrió lo mismo al intentar reemplazar cóctel por combinado, sandwich por emparedado, record por marca, y fútbol por balompié. Igualmente, alguien propuso cornijal (ángulo o esquina de un terreno labrantío) como sustituto de corner, ambos con la misma base latina, pero cayó en el olvido (Escartín 1941, Seco 1983: 3; Seco 1983/84: 38).

Pero no solo se trató de voces inglesas, la reacción gubernamental se sintió frente a todo lo que oliera a foráneo y comunista9. Fue la época en que ensaladilla rusa pasó a llamarse sistemática en los bares ensaladilla nacional y ensalada imperial, tal y como informaron Seco (1977: 200) y García Serrano (1983:172, 263) (cf. también Castañón 1987; 1991: 662-63). El coñac, de resonancia francesa, de manera ridícula se rebautizó jeriñac, y Margarita Gautier cambió su apellido por el autóctono Gutiérrez por voluntad de un gobernador civil10. Asimismo, el nombre de un hotel de tanto renombre como El Palace, de origen francés pero pronunciado a la inglesa, en diversas localidades adoptó la grafía adaptada y más popular Palas, convirtiéndose así en un disfraz frente a la legislación imperante en la época (hoy, libres de esa presión, se registra la alternancia de ambas grafías, Palace y Palas).

Todo este ambiente lo recrea en su novela La Gangrena (1975), Mercedes Salisachs al aludir a uno de sus personajes con estas palabras:

De repente se había españolizado, y cualquier vocablo o giro que no fuera estrictamente castellano lo sacaba de quicio. Era de los que jamás decía “Capitol”, sino “Capitolio”, de los que se mostraban abiertamente partidarios de las películas dobladas, de los que no bebían whisky porque venía de fuera, y de los que combatían el lenguaje catalán por considerarlo antifranquista. (1975: 220)

Pero ese ambiente de intolerancia ante una onomástica donde se percibiera cualquier atisbo de apertura a los vientos que venían de fuera pervivió durante los oscuros años del franquismo, penetrando más allá de lo imaginable. Traeré al recuerdo dos anécdotas bien ilustrativas. En los años sesenta a un club de mi Palencia natal se le negó permiso para llamarse Hawai, y la conocida diseñadora Agatha Ruiz de la Prada tuvo que esperar un tiempo para que se le permitiera cambiar su nombre de pila, Águeda, por el actual.

Como se ha mencionado antes, los esfuerzos de las autoridades nacionalistas no lograron gran resultado cuando el régimen aflojó sus cuerdas en medio de la modernización que tuvo lugar en España, especialmente en los años sesenta. Pero la inesperada avalancha de voces foráneas que se produjo suponía una pesada carga para personas con conciencia lingüística. De esta manera, nuevas tendencias puristas aparecieron entre académicos y hombres de letras, y hubo una sobrerreacción que llegó a considerar España como una colonia de los Estados Unidos (con vena de humor se hablaría de la “coca-colonización” de nuestro país). En el periodo que va desde aproximadamente los sesenta hasta mediados de los setenta llegaron en tono de protesta muchos artículos y cartas al director en diarios como el Abc y semanarios como SP. Los artículos de Salvador de Madariaga y el diccionario de Alfaro (publicado en España en 1964) sentaron el tono y son el mayor exponente de tales sentimientos. Opiniones más moderadas mantuvieron prominentes académicos como Rafael Lapesa, Emilio Lorenzo, Manuel Seco y Fernando Lázaro Carreter, todos ellos filólogos, que con el tiempo tuvieron su reflejo en las políticas más liberales que se adoptaron en torno a la inclusión de extranjerismos en algunos diccionarios11.

3) Pese a esas iniciales resistencias puristas, en las últimas décadas el desa-rrollo científico técnico, la mayor receptividad ante el inglés y el nuevo contexto de globalización económica y lingüística han propiciado un empuje avasallador sin igual. El inglés se ha convertido en lingua franca, pero también en una moda, y por eso no solo penetra en los campos especializados del saber, su hábitat na-tural, sino que, a diario salpica los medios de comunicación y la prensa diaria, que es desde donde paradójicamente se alzan las voces más fuertes contra lo que tildan como “invasión del inglés” y “anglomanía”. La crítica se vuelve airada –y, en parte, justificada–, cuando se trata de “anglicismos innecesarios”, de fácil traducción, y que entrañan el paulatino olvido de voces autóctonas, a lo que contribuye a menudo tanto el decreciente conocimiento de nuestra lengua, cada día más visible ante la menguante atención que se presta a la enseñanza del español en los programas educativos, como el papanatismo de muchos hablantes seducidos por la moda de lo inglés12. Contra ellas alertan también los medios de comunicación a través de sus manuales o libros de estilo, con glosarios donde se sugieren traducciones posibles para cada término extranjero. Pero aun así, el anglicismo no deja ni –me temo– dejará de crecer, a juicio de Lázaro Carreter “es una batalla perdida”. Claro que, bien mirado, con muchos anglicismos, el idioma no pierde, sino que gana; con ellos se incorporan a menudo nuevos referentes para nombrar nuevas realidades, y, a veces también, nuevos matices de significado. Y además, en su conjunto se puede decir que, en rigor, los módulos ingleses, como el mismo Lázaro reconoció “no nos invaden, sino que se les llama”.

Situados ante una perspectiva temporal a largo plazo, tampoco debemos caer en el alarmismo y el pesimismo excesivo. A este respecto, viene bien recordar estas ponderadas palabras del ilustre filólogo antes citado Rafael Lapesa (1989: 20):

El anglicismo innecesario o frívolo es desaconsejable, pero no conlleva peligro mayor que los abundantísimos arabismos introducidos en nuestra lengua durante la Reconquista, los innumerables galicismos que admitió entre los siglos xi y xv y a partir del xviii, o los muchos italianismos incorporados del siglo xvi al xviii. Muchos de los anglicismos y dolarismos pasarán de moda sin dejar rastro; y los que arraiguen se acomodarán más pronto o más tarde a nuestra fonética y nuestra morfología.

Refiriéndose a estas distintas posturas frente al anglicismo que acabo de describir, Schmit y Diemer, en un breve estudio monográfico, las ha sintetizado con las etiquetas de “purista”, “moderada” e “integradora”.

3. Registro lexicográfico de los anglicismos

Muchos son los estudios y publicaciones que se han ocupado de analizar o valorar esta creciente influencia en las diversas lenguas a lo largo de la última centuria. Sin embargo, menos dedicación se ha prestado a la lexicografía, esto es, al registro periódico de estas voces. Durante años, en el siglo pasado, el único diccionario de consulta fue el de Ricardo Alfaro, publicado en 1964 y reeditado en 1970, pero pronto desfasado y con su última edición agotada. Los datos aportados por este autor, de origen panameño, tienen una referencia mayormente hispanoamericana, no permiten distinguir el uso americano y el peninsular, o europeo, y, además, no estuvo debidamente actualizado (el diccionario se publicó primeramente en Panamá en 1950 y con un criterio claramente prescriptivo). Criterio comprensible, por otra parte, si se tiene en cuenta, por un lado, la época referida, a poco de terminar la Segunda Guerra Mundial y de comenzar la hegemonía norteamericana, y con ella el inesperado alud de voces inglesas, y, por otro, su profesión de abogado, no de filólogo. Se da la circunstancia de que las únicas voces de uso exclusivamente peninsular fueron recogidas a su paso por Madrid y listadas de forma separada en su edición de 1970. De cualquier forma, durante dos décadas fue una obra muy útil y de referencia indiscutible para los investigadores, y sus méritos fueron puestos de relieve por insignes filólogos coetáneos como Amado Alonso, Américo Castro y Julio Casares, entre otros (cf. Lorenzo 1996: 25). Con anterioridad, algunos de ellos, como el mismo Julio Casares, Ramón Franquelo y Romero, Rafael Lapesa y Robert K. Spaulding publicaron observaciones y listas de anglicismos en sus obras, pero de una manera superficial y esporádica. De ello da cuenta Stone (1957: 142) en su artículo “Los anglicismos en España y su papel en la lengua oral”, en el que por cierto registra 460 voces, la mayoría anglicismos crudos o directos.

Habrá que esperar a la década de 1970-80 para encontrarnos con monografías como las de Pedro J. Marcos Pérez (1971), Antonio Fernández García (1972), José Rubio Sáez (1977) y Chris Pratt (1980); los tres primeros pasaron revista a la presencia de anglicismos en el ámbito periodístico y el último, Chris Pratt, en el medio oral (radio y televisión).

Desde el lado de la lexicografía, merece destacarse el estudio del citado Fernández García, Anglicismos en español (1972), obra desconocida para el no estudioso, nacida como tesis doctoral dirigida por Emilio Lorenzo, en 1969, y publicada tres años más tarde con el mismo título a modo de diccionario histórico. En ella se rastrean los orígenes y evolución de un buen número de voces registradas en la revista Blanco y Negro (1891-1936), con el inestimable valor de haber fechado sus primeras apariciones en español. Más cerca de nuestro tiempo, su maestro, el académico Emilio Lorenzo, publicó años más tarde un monumental trabajo con el título Anglicismos hispánicos (Gredos, 1996), a modo de léxico comentado y con un formato muy similar al anterior, aunque más actualizado y atractivo para el público. Aparte de los anglicismos crudos o directos, dedicó un extenso capítulo a analizar pormenorizadamente una buena muestra de los anglicismos semánticos y calcos aparecidos hasta el momento en nuestra lengua, tema al que se había prestado muy poca atención. Existen, por otro lado, diccionarios de extranjerismos, como los de Alzugaray (1979, 1982, 1983, 1985), Del Hoyo (2002 [1988]), Doval (1996) y Alonso Pascual (1996), que cubren tan solo de un modo parcial el fenómeno del anglicismo; y con un enfoque histórico Nomdedeu (2019) ha registrado las primeras documentaciones. Más completo y actualizado, aunque circunscrito al área del deporte, es el de Loza Olave y Castañón Rodríguez (2010). Asimismo, cabe señalar la receptividad hacia tales voces por parte de los diccionarios de neologismos, como el Diccionario de voces de uso actual (1994) y el Nuevo diccionario de voces de uso actual (2004), dirigidos por Manuel Alvar Ezquerra, y el Diccionario de neologismos de la lengua española, publicado por la editorial Larousse (1998). Lo mismo podría decirse de algunos diccionarios especializados, como los que se ocupan de la informática (entre ellos el de Guadalupe Aguado de Cea 1994), de la economía (Miguel Castelo 2003) y el deporte (Recaredo Agulló 2003 y Jesús Castañón Rodríguez 2004), así como de campos relacionados más propiamente con el argot, como el erotismo, la homosexualidad y la droga, de los que soy autor y que cito más adelante.

Más importantes por su proyección son los diversos diccionarios generales, como el DRAE, en sus distintas ediciones (la última, del Tricentenario, 2021), y, dentro de ellos, los diccionarios de uso, como el DUE, de María Moliner (2007 [1966]), el CLAVE (1996 y 2012) y Vox (1990). Mención especial merece el Diccionario del español actual (DEA), de Manuel Seco y otros (con sus dos ediciones, de 1999 y 2011), tanto por el número de anglicismos recopilados como por su pormenorizada ilustración con ejemplos tomados de la prensa periódica y la literatura.

Desde una óptica más normativa, igualmente cabe mencionar los libros de estilo de los medios de comunicación (de los diarios El País 2014 y Abc 1993, 2001), la Agencia EFE (Manual de Español Urgente, 2006) y TVE (1993), y los diccionarios de dudas (Seco 1998, 2011; Martínez de Sousa 1998 [1996]), que se ocupan de recoger los términos foráneos más sobresalientes, proponiendo o recomendando su sustitución por determinados usos lingüísticos de carácter autóctono. En esta línea, aunque circunscrito a un campo muy específico, merece destacarse el Diccionario crítico de dudas inglés-español de medicina de Fernando A. Navarro (2000).

Con ser importantes todas estas aportaciones, faltaba, sin embargo, un diccionario general más comprehensivo y actualizado que se hiciera eco especialmente, y desde una óptica descriptiva, de la multiplicidad de palabras y expresiones utilizadas en los últimos años en los medios de comunicación de nuestro país, sobre todo en la prensa escrita, una invasión motejada muchas veces de “anglomanía”, pero, a fin de cuentas, una moda incesante que está ahí y que no tiene visos de desaparecer, mal que nos pese a los defensores de nuestro idioma.

Details

Pages
538
Year
2023
ISBN (PDF)
9783631893708
ISBN (ePUB)
9783631893715
ISBN (Hardcover)
9783631893692
DOI
10.3726/b20397
Language
Spanish; Castilian
Publication date
2023 (September)
Keywords
Fonología morfología semántica lexicografía
Published
Berlin, Bern, Bruxelles, New York, Oxford, Warszawa, Wien, 2023. 538 p., 3 tablas.

Biographical notes

Félix Rodríguez González (Author)

Félix Rodríguez González es catedrático de Lingüística Inglesa en la Universidad de Alicante y doctor en Lingüística Románica por la Universidad de Alberta (Canadá). Sus publicaciones incluyen Spanish loanwords in the English language (1996), El lenguaje de los jóvenes (2002), Gran diccionario de anglicismos (2017) y Anglicismos en el español contemporáneo:: una visión panorámica (2022).

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Title: Estudios sobre el anglicismo en el español actual
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