Amistad: filosofía y teología de una vivencia
Summary
Excerpt
Table Of Contents
- Cubierta
- Título
- Copyright
- Sobre el autor
- Sobre el libro
- Esta edición en formato eBook puede ser citada
- Índice
- Prólogo
- “A vosotros os llamo amigos” (Jn 15,15): La amistad con Cristo, clave de la vida cristiana
- “Una sola alma”: la amistad en la filosofía antigua
- Aspectos de la amistad en el libro del Eclesiástico
- Recepción de tópicos de la Edad Antigua sobre la amistad en el Evangelio de san Juan
- El verdadero signo de amistad: La comunicación de vida personal por medio de la palabra
- Amistad y concordia en la vida política
- San John H. Newman y sus amigos: marcha in Deum
- El regalo de la amistad en G. K. Chesterton
- Los amigos de Edith Stein
- Jacques y Raïssa Maritain: El arte de la amistad que une amor y verdad
- “Lo más necesario para la vida”. En búsqueda de la verdadera amistad
- “Mi corazón está inquieto”. La amistad: deseo y sentido de la vida
- La amistad en la espiritualidad cisterciense de Elredo de Rieval: entre el afecto, la emoción y la razón
- Noticias biográficas de los autores
Lydia Jiménez*
Prólogo
“Hacer oración es tratar de amistad, estando a solas muchas veces con quien sabemos que nos ama”1. El Congreso cuyas intervenciones se recogen en esta monografía lleva por título esta definición que santa Teresa hace de la oración. Los que llegan a Ávila por primera vez pueden tener la impresión de que se encuentran con una ciudad cerrada, pero es sólo una apariencia. Ávila es una ciudad amurallada, pero abierta al mundo a través de las puertas de esa muralla de casi dos kilómetros y medio de perímetro, con nueve ventanas que la abren totalmente al mundo.
Ávila es al mismo tiempo crisol de civilizaciones que han pasado por aquí y nos han dejado una impronta indeleble. Pero además es una ciudad universal porque nuestros místicos —Santa Teresa, San Juan de la Cruz— son símbolos de universalidad. Y quien viene aquí se encuentra, asimismo, una universidad, la Universidad Católica “Santa Teresa de Jesús”, que haciendo honor a su patrona quiere generar e impulsar un pensamiento humanista universal que pueda difundirse a través de las ventanas y puertas de esa muralla, que oxigene la sociedad secularista de Europa y el mundo.
Queremos que nuestra Universidad sea un laboratorio de pensamiento y una escuela de humanismo cristiano a imitación de Santa Teresa de Jesús, maestra de humanidad.
Tratar de amistad
Se ha definido la amistad como “una comunicación amorosa entre dos personas, en la cual, para el mutuo bien de éstas, se realiza y perfecciona la naturaleza humana”2. El amor de amistad es un tipo de amor, limitado a un número restringido de personas, que exige reciprocidad. Esta relación tiene tres rasgos fundamentales: la benevolencia, la beneficencia y la confidencia: querer al otro por sí mismo, deseo de hacerle el bien y abrir el corazón con confianza (supone aceptar y pedir consejos, aceptar correcciones u orientaciones).
La verdadera amistad excluye intereses: “La amistad consiste en querer el bien —nos dice Aristóteles— del amigo por el amigo mismo”. Mediante ella se busca el perfeccionamiento de ambos. Para ello hay comunicación de bienes: se da lo que se tiene, lo que se hace, lo que se es. No es sólo compañerismo, simpatía, camaradería.
Santo Tomás en la Suma dice así: “No todo amor tiene razón de amistad, sino el amor que entraña benevolencia, es decir, cuando de tal manera amamos a alguien que queremos para él el bien. […] Es preciso también que el amor sea mutuo, pues el amigo es amigo para el amigo. Esta correspondida benevolencia se funda en alguna comunicación”3. La amistad es un tesoro, bien lo sabemos. “Un amigo fiel —dice el libro del Eclesiástico— es un poderoso protector. El que lo encuentra, halla un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel” (Eclo 6,14). Aristóteles ponía a la amistad como fundamento de la vida política, pues aquella presupone y fomenta muchas virtudes humanas: desinterés, comprensión, condescendencia, colaboración, generosidad, humildad, afabilidad, sinceridad.
Bien sabemos, repasando la historia, cómo la amistad ha sido origen de verdaderas conversiones y también de grandes obras en común, por ejemplo, Maritain y su mujer Raïssa, en Las grandes amistades, dan testimonio de cómo su amistad de Léon Bloy les ayudó a convertirse. También en Edith Stein influyó mucho la amistad con Reinach y otros, y no digamos la lectura de la Vida de Santa Teresa.
Cicerón hace un elogio encendido de la amistad:
La amistad en sí es una concordancia absoluta de pareceres sobre todas las cosas divinas y humanas, unida a una benevolencia y amor recíprocos, y no creo que, exceptuando la sabiduría, los dioses hayan hecho al hombre un don más precioso […]
En primer lugar ¿qué vida merece vivirse, si no descansa en la mutua benevolencia de la amistad? ¿Qué cosa más dulce que tener con quien hablar de todo tan libremente como consigo mismo? ¿Sería tan grande el placer de la prosperidad, si no tuviéramos quien se alegrara tanto de ella como nosotros? Y asimismo, sería difícil soportar la desgracia sin uno que lo sintiera, incluso más que los que la experimentan.
Finalmente, todos los demás bienes que se apetecen, tienen cada uno su particular destino: las riquezas son para gastarlas, el poder para ser respetado, los honores para recibir aplauso, los placeres para gozar. La amistad, en cambio abarca muchísimas cosas. A cualquier parte que nos volvamos, la encontramos dispuesta, nunca está de sobra, nunca es inoportuna, jamás molesta. De manera que ni el agua, ni el fuego son verdaderamente más útiles que la amistad, y es gratuita, no busca ser correspondida.
La elección de amigos, según las cartas de Lucilio Séneca, debe ser cuidadosa:
Encomendaste a tu amigo, según me escribes, unas letras para que me las entregase, y luego me adviertes que no comparta con él todos tus asuntos, porque ni siquiera tú mismo acostumbras a hacerlo. Pero si consideras amigo a uno en quien no confías en la misma medida que en ti mismo, te equivocas de medio a medio y no has valorado con justeza la esencia de la verdadera amistad. Tú examina todas las cosas con el amigo, pero antes que nada a él mismo. Una vez contraída la amistad hemos de confiarnos totalmente. Reflexiona largo tiempo si debes recibir a alguien en tu amistad. Cuando hayas decidido hacerlo, acógelo de todo corazón. Conversa con él, con la misma franqueza que contigo mismo. El que mira hacia sí mismo y con esa disposición llega a la amistad, discurre mal. Amistades oportunistas, interesadas, no duran.
Santa Teresa de Jesús, maestra de humanidad, especialista en trabar amistades que le llevó a tener relación con todo tipo de personas: en su infancia, con sus parientes más cercanos, de los que decía que le tenían gran amor y a los que ella amaba mucho: “a todos tenía gran amor y ellos a mí”4; el amor a su madre, que la dejó tan pronto, cuando ella tenía 13 años, que le hizo volverse a la Virgen, Nuestra Señora a tomarla como madre: “suplíquele fuese mi Madre”5.
En su adolescencia empezó a tener ciertos amoríos, enamoramientos de aquellos primos con los que se llevaba muy bien y de los que además tenía mucho deseo de ser muy querida por su gran capacidad afectiva. Entonces su padre, con gran tino la llevó al convento de Gracia, y allí María de Briceño, monja agustina, rápidamente se ganó su amistad y de ella surgió que Teresa saliese del convento de Gracia a los pocos meses dispuesta a ser monja o lo que Dios quisiera, aunque antes, dice ella, era enemiguísima de ser monja. Y, de hecho, la amistad con Juana Juárez la llevó a entrar monja en el convento de la Encarnación. Bien podemos decir que todas las etapas de su vida están teñidas por la amistad de grandes personas con las que ha tenido una confianza total.
Por ejemplo, en el capítulo 6 del libro de su Vida, respecto a Juana Juárez, cuando entró en la Encarnación dice lo siguiente:
[…] porque de aquel poco tiempo vi nuevas en mí estas virtudes, aunque no fuertes, pues no bastaron a sustentarme en justicia: no tratar mal de nadie, por poco que fuese, sino lo ordinario era excusar toda murmuración; porque traía muy delante cómo no había de querer ni decir de otra persona lo que no quería dijesen de mí. […] Vínose a entender que adonde yo estaba tenían seguras las espaldas [¡qué hermoso rasgo! un amigo te guarda siempre las espaldas y sabes que las tienes bien guardadas con él] y en esto estaban con las que yo tenía amistad6.
Pero Teresa sucumbe a las vanidades del mundo, pues quería concertar estos dos contrarios: vida espiritual y contentos y gustos y pasatiempos sensuales; entonces el Señor se las arregló para aparecérsele y que a ella le quedase impresa Su grandísima hermosura y tratase ya de una amistad total, verdadera, única con el Rey de reyes.
Fue amiga —tenía una relación de confianza— con sus confesores y directores espirituales jesuitas: San Francisco de Borja, Diego de Cetina, Francisco de Rivera, Juan de Prádenos, Baltasar Álvarez; o dominicos: Pedro Ibáñez, Domingo Báñez; no digamos San Juan de Ávila o San Pedro de Alcántara, que por esta amistad se decidió a fundar en máxima austeridad, en pobreza; el obispo don Álvaro de Mendoza, que secundó su labor de reformadora y fundadora.
Ella se hacía amigos en todas partes; cuando veía en una gran dificultad a San Juan de la Cruz y ni sabía siquiera dónde estaba recluido, acude al Rey y le dedica una carta muy simpática, en la que le dice que se atreve a pedirle que favorezca a Juan de la Cruz y que le digan dónde está.
En otro orden, hubo mujeres, de la nobleza o no, con las que tuvo gran relación y que le ayudaron mucho en las fundaciones. Por esto la tomamos también como intercesora al sacar a la luz las reflexiones que compartimos en esta publicación entre amigos, que nos apoyamos mutuamente en la tarea de humanizar la sociedad a través de la educación.
* Lydia Jiménez, presidenta del Consejo directivo de la Universidad Católica “Santa Teresa de Jesús” de Ávila y directora general de las Cruzadas de Santa María.
1 SANTA TERESA DE JESÚS. Vida 8, 5. En: SANTA TERESA DE JESÚS. Obras completas. Madrid: BAC, 2006, p. 61. ISBN: 978-84-7914-310-7.
2 LAÍN ENTRALGO, P. Sobre la amistad. Madrid: Revista de Occidente, 1972, p. 147.
3 STO. TOMÁS DE AQUINO. Summa theologiae, 2.2 q.23, a.1.
4 SANTA TERESA DE JESÚS. Vida 1, 5. En: SANTA TERESA DE JESÚS. Obras completas. Madrid: BAC, 2006, p. 35. ISBN: 978-84-7914-310-7.
5 SANTA TERESA DE JESÚS. Vida 1, 7. En: SANTA TERESA DE JESÚS. Obras completas. Madrid: BAC, 2006, p. 35. ISBN: 978-84-7914-310-7.
6 SANTA TERESA DE JESÚS. Vida 6, 3. En: SANTA TERESA DE JESÚS. Obras completas. Madrid: BAC, 2006, pp. 49-50. ISBN: 978-84-7914-310-7.
Juan Antonio Martínez Camino*
“A vosotros os llamo amigos” (Jn 15,15): La amistad con Cristo, clave de la vida cristiana
Resumen: En esta contribución se explica por qué la amistad con Cristo es una clave decisiva de la vida cristiana. Se hace al hilo de la enseñanza de Benedicto XVI, quien habló de esa amistad en momentos decisivos de su vida, como en las homilías de dos Misas muy relevantes: la previa al Cónclave del que saldría elegido papa y la de inauguración de su ministerio petrino; también, en su última carta pública, escrita unos meses antes de morir; además, el objetivo de su gran libro Jesús de Nazaret fue perfilar de nuevo la figura de Jesús, saliendo al paso de un desdibujamiento de la misma que haría imposible la amistad con él, amistad “de la que —según escribe en el prólogo— todo depende”. Se muestra más brevemente cómo la amistad con Cristo es también clave de la espiritualidad de san Ignacio de Loyola. Pero ¿es posible una amistad verdadera entre Dios y el hombre? Aristóteles pensaba que no. Si la tradición católica —como muestran las dos grandes figuras mencionadas— piensa que sí, es porque la revelación de Jesucristo corrige y profundiza la comprensión humana de Dios y posibilita a fondo la libertad del hombre.
Palabras clave: Cristo, Benedicto XVI, Ignacio de Loyola, Aristóteles, Ejercicios Espirituales, amor, amistad, santidad
A cinco meses de la muerte de Benedicto XVI, ocurrida el pasado 31 de diciembre de 2022, voy a hablarles de la amistad con Cristo partiendo de lo que él pensaba sobre ella. Cuando fui invitado a participar en este Congreso no era ésta mi idea. Benedicto XVI todavía vivía. Pero ahora, al preparar de cerca estas palabras, estando —como estamos— empezando a recoger la gran herencia de aquel “padre de la Iglesia de nuestros tiempos”1, me vino enseguida a la cabeza lo que él escribió en su última carta pública, del 6 de febrero de 2022, unos meses antes de morir. Decía así:
Muy pronto me presentaré ante el juez definitivo de mi vida. Aunque pueda tener muchos motivos de temor y miedo cuando miro hacia atrás en mi larga vida, me siento sin embargo feliz, porque creo firmemente que el Señor no sólo es el juez justo, sino también el amigo y el hermano que ya padeció Él mis deficiencias y por eso, como juez, es también mi abogado (Paráclito). En vista de la hora del juicio, la gracia de ser cristiano se hace evidente para mí. Ser cristiano me da conocimiento y, más aún, amistad con el juez de mi vida y me permite atravesar con confianza la oscura puerta de la muerte. A este respecto, recuerdo constantemente lo que dice Juan al principio del Apocalipsis: ve al Hijo del Hombre en toda su grandeza y cae a sus pies como muerto. Pero el Señor, poniendo su mano derecha sobre él, le dice: “No temas: Soy yo…” (cf. Ap 1,12-17)2.
Benedicto XVI estaba convencido de que la gracia de ser cristiano —como acabamos de ver— consiste en saber que el juez definitivo de nuestra vida es nuestro gran amigo. Efectivamente: la amistad, la amistad con Dios en Jesucristo, es clave decisiva de la vida cristiana. Algo tan maravilloso y tan grande que, después de dos milenios de cristianismo, no lo acabamos de asimilar. Dios es juez justo, sí, pero lo es precisamente por ser el gran amigo de aquellos, cuyas vidas se hallan en sus manos.
El gran papa teólogo había escrito y hablado de la amistad con Cristo en otros momentos importantes de su vida. Del modo más completo tal vez lo hizo en la homilía que, siendo todavía cardenal, pronunció en la iglesia de San Ignacio de Roma, el 10 de octubre de 1996 en la ordenación sacerdotal de algunos diáconos del Colegio germánico-hungárico3. Esta homilía me servirá de guía en lo que les voy a decir a continuación sobre cómo Dios nos ama en Jesucristo con amor de amistad. Luego me detendré un poco en el testimonio de otro gran maestro: San Ignacio de Loyola. También él entendió bien y difundió con eficacia que la amistad con el Señor es clave fundamental de la vida cristiana.
Details
- Pages
- 256
- Publication Year
- 2024
- ISBN (PDF)
- 9783631912423
- ISBN (ePUB)
- 9783631912430
- ISBN (Hardcover)
- 9783631912416
- DOI
- 10.3726/b21422
- Language
- Spanish; Castilian
- Publication date
- 2024 (July)
- Keywords
- Amistad con Cristo Filosofía antigua Eclesiástico Vida política Sociedad
- Published
- Berlin, Bruxelles, Chennai, Lausanne, New York, Oxford, 2024. 256 pp.
- Product Safety
- Peter Lang Group AG