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El estilo como problema traductológico. Análisis comparativo de los recursos estilísticos en las versiones españolas de los relatos de Bruno Schulz

by Barbara Galant (Volume editor)
©2023 Monographs 704 Pages

Summary

El objetivo del libro consiste en estudiar la manera en la que los traductores recrean el estilo del autor polaco Bruno Schulz. La disertación abre con dos capítulos teóricos. En el marco analítico que incluye un corpus de 2000 fragmentos pretendemos averiguar de qué factores depende la elección de la técnica de traducción y qué consecuencias para la imaginería original puede acarrear. Las técnicas traductoras se catalogan según la clasificación de Hurtado Albir (2011). La aplicación de métodos cuantitativos nos ha permitido distinguir las técnicas más usadas. En cambio, el empleo de métodos cualitativos ha dejado patentes algunas tendencias que modifican el estilo autoral, tales como la frecuente omisión de repeticiones o la sustitución de metáforas por comparaciones.

Table Of Contents

  • Cobertura
  • Título
  • Copyright
  • Sobre o autor
  • Sobre o livro
  • Este eBook pode ser citado
  • ÍNDICE
  • INTRODUCCIÓN
  • CAPÍTULO I ESTILÍSTICA
  • 1.1. ESTILO – EL OBJETO DEL ESTUDIO
  • 1.2. LA ESTILÍSTICA COMO DISCIPLINA DE CIENCIA
  • 1.2.1. ESTILÍSTICA LINGÜÍSTICA – ESTILÍSTICA DE BALLY
  • 1.2.2. ESTILÍSTICA IDEALISTA, ESTILÍSTICA DEL INDIVIDUO O LA CRÍTICA ESTILÍSTICA
  • 1.2.3. ESTILÍSTICA FUNCIONAL O ESTRUCTURAL
  • 1.2.4. ESTILÍSTICA GENERATIVISTA Y ESTILÍSTICA TEXTUAL
  • 1.2.5. SEMIÓTICA LITERARIA Y SEMIOESTILÍSTICA
  • 1.2.6. PRAGMAESTILÍSTICA O ESTILÍSTICA PRAGMÁTICA
  • 1.2.7. ESTILÍSTICA COGNITIVA
  • 1.2.8. ESTADÍSTICA EN LA ESTILÍSTICA O ESTILOMETRÍA
  • 1.3. CONCLUSIONES
  • CAPÍTULO II EL ESTILO COMO PROBLEMA TRADUCTOLÓGICO
  • 2.1. ESTILO EN LA TRADUCCIÓN
  • 2.2. ¿ESTILO DEL TRADUCTOR?
  • 2.3. CUESTIÓN DE LA SINTAXIS
  • 2.4. TRADUCCIÓN DE LAS METÁFORAS
  • 2.4.1. SINESTESIA
  • 2.5. SÍMILES
  • 2.6. REPETICIONES
  • 2.7. SONORIDAD DE UN TEXTO
  • 2.8. CONCLUSIONES
  • CAPÍTULO III ESTILO SCHULZIANO Y SU REPRODUCCIÓN EN CASTELLANO
  • 3.1. ESTILO DE BRUNO SCHULZ
  • 3.1.1. FIGURAS ESTILÍSTICAS
  • 3.1.2. RITMO Y REPETICIONES
  • 3.1.3. LÉXICO
  • 3.1.4. RELATO CONTRA DESCRIPCIÓN
  • 3.2. TRADUCCIÓN DEL ESTILO SCHULZIANO
  • 3.2.1. RECEPCIÓN DE LOS RELATOS SCHULZIANOS EN ESPAÑA
  • 3.2.2. TRADUCCIÓN DEL AMBIENTE SCHULZIANO AL ESPAÑOL
  • 3.3. ANÁLISIS COMPARATIVO
  • 3.3.1. PRELIMINARES
  • 3.3.2. ANÁLISIS DE LOS RECURSOS ESTILÍSTICOS Y DE SUS TRADUCCIONES
  • 3.3.2.1. METÁFORAS
  • 3.3.2.2. PERSONIFICACIONES
  • 3.3.2.3. ANIMACIONES
  • 3.3.2.4. REIFICACIONES
  • 3.3.2.5. SINESTESIAS
  • 3.3.2.6. SÍMILES
  • 3.3.2.7. EXTRANJERISMOS
  • 3.3.2.8. SUSTANTIVOS Y ADJETIVOS COMPUESTOS
  • 3.3.2.9. ENUMERACIONES
  • 3.3.2.10. REPETICIONES
  • 3.3.2.11. ALITERACIONES
  • 4 REPRODUCCIÓN DEL ESTILO SCHULZIANO EN LAS TRADUCCIONES ESPAÑOLAS: CONCLUSIONES FINALES
  • ANEXO 1
  • ANEXO 2
  • ANEXO 3
  • ANEXO 4
  • BIBLIOGRAFÍA
  • Obras publicadas na série

INTRODUCCIÓN

Si bien la cuestión de la traducción del estilo suscita el interés tanto de traductólogos como de traductores, sus reflexiones suelen concernir procedimientos concretos o soluciones puntuales de traducción. Además, parece que la atención de los investigadores se dirige, especialmente, a algunos elementos del estilo autoral, de modo que abundan los estudios sobre metáforas, pero existen pocos acerca de las repeticiones o de los símiles. Por lo tanto, la presente tesis doctoral intenta ofrecer una visión más amplia del problema de la recreación del estilo en los textos meta, sin pretender hacerlo de forma exhaustiva.

El objetivo principal de la disertación consiste en averiguar cómo se plasma el estilo autoral de Bruno Schulz en las traducciones españolas de las recopilaciones de sus cuentos. Las razones que nos han llevado a escoger dicho autor estriban en la singularidad estilística de sus obras, que destacan por un léxico variado, innumerables tropos, una composición bien cuidada y un ritmo subyacente. En el marco analítico se analizan más de dos mil fragmentos, que incluyen algunos de los rasgos estilísticos estudiados, recogidos de las recopilaciones de relatos: Sklepy cynamonowe y Sanatorium pod klepsydrą, así como otros cuatro relatos publicados por separado en la prensa, junto con sus tres traducciones al español peninsular realizadas por Elżbieta Bortkiewicz y por dos parejas de traductores, Jorge Segovia y Violetta Beck, así como Juan Carlos Vidal y Elswieta Vidal.

Un corpus tan extenso no solo permitirá observar las distintas formas de encarar la cuestión de la interpretación y traducción de los rasgos del estilo autoral, sino también percibir ciertas tendencias en lo relativo a las decisiones traductoras. El estudio debería demostrar si, como es de suponer, la elección de la técnica de traducción depende del tipo de procedimiento estilístico y si entran en juego otros factores tales como el arraigo de la figura en la cultura de partida o la aceptabilidad en la lengua meta. El análisis multiaspectual ha de revelar qué aspecto del original – el contenido o la forma – tiende a preservarse en las versiones meta, en caso de que no sea posible transmitir ambos y si, el hecho de conservar cualquiera de los dos, depende del recurso estilístico en cuestión.

Pese a que esta disertación no sea la primera que analiza las traducciones de los relatos schulzianos al español, sus objetivos y el corpus difieren significativamente de los acercamientos precedentes. El anterior estudio realizado por Dłużniewska-Łoś (2011b), basado en la teoría de la irradiación semántica de Skubalanka (1983) y de la dominante estilística de Barańczak (2004 [1992]), examina la transmisión de la atmósfera en las versiones castellanas de once fragmentos e intenta evaluar si las traducciones producen el mismo efecto impresivo en los lectores meta. En cambio, la presente tesis se centra, como se ha señalado previamente, en la manera en la cual se reproducen los procedimientos estilísticos típicos del estilo autoral. Se comentan las alteraciones que se pueden observar en la imaginería meta, pero no se pretende comprobar si las decisiones de traducción afectan a la atmósfera creada por el narrador. Por otra parte, se intenta verificar las conclusiones a las que llega la investigadora polaca, que apuntan hacia la convencionalización de las figuras en las versiones castellanas y el uso arbitrario de la sinonimia que provoca modificaciones en las imágenes descritas por el narrador.

A fin de llevar a cabo dicho análisis comparativo resulta pertinente plantear las bases teórico-metódicas en las que este se apoya, aunque solo sea de forma parcial. Por lo tanto, dos capítulos teóricos introducen los conceptos fundamentales para la reflexión sobre el estilo, proporcionan un amplio repertorio de herramientas metodológicas e interpretativas y recogen consideraciones relevantes para el marco analítico.

El primer capítulo presenta el desarrollo de la estilística, un campo interdisciplinar cuya posición dentro de las ciencias filológicas continúa siendo inestable. Puesto que tanto la metodología como, hasta un cierto punto, la definición del objeto de estudio dependen de los fundamentos teóricos aplicados, en este capítulo se describen las corrientes estilísticas y las observaciones de sus mayores representantes. Se destacarán tanto sus carencias como su papel en el desarrollo de la disciplina. La primera sección está dedicada a la estilística lingüística de Bally y de su discípulo Cressot; se introduce el concepto de «los hechos de expresión del lenguaje», se presenta el método de las llamadas «series de sinónimos», se describen los medios de la expresión afectiva y se subrayan las diferencias entre los enfoques de ambos investigadores. El segundo apartado abarca las dos escuelas de la estilística idealista (o del individuo): la austriaco-prusiana creada por Vossler y Spitzer y la hispana desarrollada por D. Alonso, A. Alonso y Bousoño. Se comentan los mecanismos de desvío literario, así como se destaca la importancia de la noción de la intuición autoral y lectora. Los siguientes planteamientos, que se incluyen en el capítulo, pretenden ser más objetivos, sistemáticos y científicos. Al igual que la estilística idealista, la estilística estructural y la estilística generativista se centran en el aspecto formal del estilo. En lo que concierne a la estilística estructural o funcional, denominada de este modo debido a un interés especial por las características de las variantes estilísticas de la lengua, se hace hincapié en la dicotomía norma-desvío y se examinan, con más detenimiento, los rasgos típicos del estilo artístico e individual por su relevancia para la presente disertación. En cuanto a la estilística generativista, se menciona el fracasado proyecto de confeccionar las reglas universales de la gramática de la literatura y la creación de la estilística textual orientada, especialmente, hacia la sintaxis y las colaciones léxicas. Las siguientes dos corrientes de corte más científico, la semioestilística y la pragmaestilística aúnan el estudio estilístico respectivamente, con consideraciones semióticas y pragmáticas. Por lo tanto, en el apartado dedicado a aquel planteamiento se explica el concepto de la hipercodificación, mientras que en la sección subsiguiente se describe el método del análisis pragmaestilístico, así como la aplicación de las máximas de Grice (1975) y de la teoría de la relevancia (Sperber y Wilson, 1986) al análisis de los recursos estilísticos. Los últimos dos enfoques, la estilística cognitiva y los métodos de aplicación de la estadística, parecen constituir unos intentos más exitosos de renovar la disciplina. La primera por su búsqueda de las categorías universales del estilo, especialmente pertinentes a la traducción, y la segunda a causa de su carácter sumamente práctico y objetivo, aunque también gracias a la posibilidad de compaginar herramientas estadísticas con otros métodos de estudio estilístico. El primer capítulo concluye con la definición del estilo, tal y como se entiende a lo largo del resto de los capítulos, y la clasificación de los recursos estilísticos, según Leech y Short (1991).

El segundo capítulo recopila las aportaciones puntuales de los investigadores o traductores que dedican sus estudios a la traducción del estilo. Primero, se comenta la cuestión del estilo autoral, del estilo del traductor y de las tensiones existentes entre ambos, pero también se especifican las limitaciones que constriñen la libertad creativa de los traductores. Se explica el funcionamiento y la influencia del estilo en diferentes etapas del proceso de la traducción y se plantea la creación de la estilística traductora que se ocuparía del análisis de las traducciones sin ignorar los factores extralingüísticos que afectan a la forma del texto meta. A continuación, se considera el problema de la convencionalización del estilo autoral, así como se indican los efectos positivos y negativos del llamado translationese, es decir, de una especie de lenguaje intermedio entre la lengua de partida y la lengua meta. Las siguientes cinco secciones, en las que se puede observar el desigual interés de los investigadores por algunas cuestiones estilísticas, presentan las diversas bases teóricas en las que se fundan los estudios y la distinta nomenclatura que usan o introducen. Cada apartado trata, por añadidura, de las funciones desempeñadas por los procedimientos estilísticos (sintaxis, figuras, capa sonora), de las estrategias recomendadas o de las soluciones efectivamente empleadas a la hora de reproducirlos y las formas en las que las decisiones traductoras pueden alterar el estilo del texto meta con respecto al original. En cuanto a la sintaxis, se enfatiza el papel de la longitud de las oraciones y la importancia del ritmo también en prosa; en lo que atañe a las figuras, se recogen numerosos enfoques sobre la metáfora y su recreación en la lengua meta, se enumeran los papeles de los símiles y las formas de traducirlos, así como se refiere la espinosa cuestión de la traducción de las repeticiones; finalmente, en relación con la sonoridad de la obra original, se dan a conocer las formas de la organización sonora, entre otras, las aliteraciones.

En el tercero y último capítulo se caracteriza el estilo de Bruno Schulz, incluyendo tanto los estudios de los schulzólogos polacos como las observaciones de los traductores de sus relatos a varias lenguas (no solo europeas), y se comenta brevemente la recepción de las obras de dicho autor en España. Una vez establecidos los rasgos estilísticos típicos, se pasa al análisis del corpus al que se aplicará el modelo de estudio de Hurtado Albir (2011) compuesto por quince técnicas de traducción y ocho errores de traducción. Cada pasaje meta se describe según la clasificación de la investigadora española y, siempre que haga falta, también se consideran los resultados de las decisiones traductoras para el estilo y el significado del texto meta. Además, se hace uso de los métodos cuantitativos, dado que se mide la frecuencia de las técnicas de traducción empleadas por los traductores. Cabe destacar, sin embargo, que la aplicación de un método de estudio distinto, que consideramos más congruente y versátil, de ningún modo descarta las consideraciones de los investigadores presentadas en los dos primeros capítulos. Al contrario, en muchas ocasiones dichas consideraciones arrojan luz sobre el porqué de las decisiones traductoras.

En conclusión, la presente disertación pretende, por un lado, presentar el estado de la investigación tanto en el marco de la estilística como en el de la traductología y, por otro, analizar y comparar las distintas formas de reproducción del estilo autoral en los textos meta y las consecuencias que acarrean.

CAPÍTULO IESTILÍSTICA

El presente capítulo, cuyo carácter es puramente teórico, está dedicado a la historia y al desarrollo de la estilística. Primero, se presentan varias definiciones, también las lexicográficas, del concepto del estilo, el objeto de estudio de la disciplina. A continuación, se plantea la cuestión de la estilística como ciencia independiente, así como sus relaciones con otras disciplinas, particularmente, con la retórica. Cada uno de los siguientes ocho apartados se concentra en un enfoque concreto, desde la estilística lingüística concebida por Bally, el padre de la estilística moderna, y la estilística idealista alemana e hispana, a través de la estilística funcional de corte estructural y la estilística generativista, hasta las aproximaciones más recientes: la semioestilística, la estilística pragmática, la estilística cognitiva y el planteamiento estadístico. Se incluyen, principalmente, las observaciones de investigadores anglosajones, francoparlantes, hispanos y polacos con el propósito de presentar los cambios en la percepción del estilo y en el repertorio de las herramientas usadas en su estudio resultantes de la aplicación de las siguientes corrientes lingüísticas.

1.1. ESTILO – EL OBJETO DEL ESTUDIO

Puesto que la estilística como disciplina no goza de un lugar establecido dentro de las ciencias humanísticas, tampoco su objeto de estudio queda definido de manera conclusiva. Empezando por las definiciones lexicográficas conviene citar la tercera acepción de la voz estilo del Diccionario de la Real Academia Española, que destaca el carácter individual del mismo:

Del lat. Stilus ‘punzón para escribir’, ‘modo de escribir’. Manera de escribir o de hablar peculiar de un escritor o de un orador (2014 actualizada en 2019, fecha de consulta: 17 de diciembre de 2019)

La definición del Słownik Języka Polskiego (SJP PWN) es bastante parecida, pero en esta el estilo no es solo individual, sino también propio de una corriente, de un género o de una época:

sposób wyrażania się i stała tendencja w wyborze środków językowych, charakterystyczna dla autora, kierunku, gatunku literackiego, dzieła lub okresu (2005 actualizado online, fecha de consulta: 17 de diciembre de 2019)

En cambio, Słownik terminów literackich proporciona la siguiente definición subrayando la posibilidad de elección y la intencionalidad del estilo:

sposób ukształtowania wypowiedzi polegający na określonym wyborze, interpretacji i konstrukcji materiału językowego – ze względu na cel przyświecający mówiącemu (1988: 489)

Basta comparar las tres definiciones para ver las discrepancias en la percepción del estilo. De hecho, el concepto del estilo cambió varias veces a lo largo de los siglos, en la Antigüedad era simplemente «una manera de escribir» que se relacionaba con el principio del uso del estilo adecuado para cada asunto (decorum). Skubalanka (1995: 213), en cambio, menciona la definición usada, entre otros, por Cícero, el llamado genus dicendi, esto es, «la manera de escribir propia de un escritor» y añade que en aquella época se diferenciaban tres clases de estilo: sublime, mediano y bajo1.

En este contexto es menester citar la famosa definición de Georges Louis Leclerc, conde de Buffon, que dice que «le style c’est l’homme même» (en castellano: «el estilo es el hombre») lo cual, de nuevo, recalca el carácter individual del estilo. Ahora bien, su compatriota Stendhal lo describe de forma similar a las definiciones modernas destacando los efectos producidos en el lector:

el estilo es añadir a un pensamiento dado todas las circunstancias adecuadas para producir todo el efecto que ese pensamiento debe producir (Middleton Murry, 1966: 9)2.

En las épocas posteriores, ya en el siglo XX, Benedetto Croce lo define como «la expresión de un genio individual» subrayando, tal como se hacía antes, lo personal y lo particular del estilo (Skubalanka, 1995: 214). En cambio, tanto Jules Marouzeau como Leo Spitzer destacan la posibilidad de elegir de entre los recursos que ofrece la lengua; el primero apunta que el estilo es «la actitud que adopta el usuario, escritor o hablante, frente al material proporcionado por la lengua» (Cressot, 1947: 4), el otro lo define como «la aplicación metódica de los elementos proporcionados por la lengua» (Cressot, 1947: 4). Charles Bally (1921), a su vez muy innovador, insiste en la capacidad del estilo de expresar emociones y se interesa, ante todo, por el estilo corriente de toda una comunidad lingüística. Los formalistas rusos, los de Praga y los estructuralistas consideran el estilo «un tipo de función en una determinada estructura», de ahí que diferencien varios tipos del mismo, a saber, el estilo del habla y el estilo del lenguaje escrito, pero también distintos lenguajes: poético y práctico (Skubalanka, 1995: 214). Curiosamente, los estructuralistas de Praga ni siquiera usan el término estilo prefiriendo denominarlo «el lenguaje funcional», tal vez porque lo consideran un sistema establecido caracterizado por sus propias tendencias y valores, en lugar de concebirlo como un constructo momentáneo (Skubalanka, 1995: 216—217). Desde el punto de vista pragmático, Wojtak (1998: 373, 376) apunta que el estilo es «una acción lingüística compleja» y que constituye «un conjunto de propiedades estructurales y pragmáticas». Por otra parte, ciertos investigadores del estilo recurren también a herramientas estadísticas, tal como lo hace Enkvist que propone la siguiente definición de estilo: «el conglomerado de las probabilidades contextuales de sus elementos lingüísticos» (1973: 46; apud Paz Gago, 1993: 82). Fernández Retamar (2003: 76—77), reivindicando las tres acepciones de la palabra estilo mencionadas por Middleton Murry (1966: 13), a saber, la peculiaridad personal de expresión, la técnica de exposición relacionada con la noción de corrección y el estilo como el máximo exponente de la capacidad de expresarse bien y primorosamente, rechaza la segunda y afirma que el estilo oscila entre la primera y la tercera.

En cambio, Riffaterre (1972: 221), en su análisis del estilo literario, declara que este es cualquier forma de escribir que tenga una intención literaria, así pues dicho término se refiere al estilo de un autor, al de una sola obra literaria o incluso al de un fragmento distinto del resto del texto. El autor agrega, además, que el estilo constituye un énfasis añadido a la información transmitida por medio del material lingüístico sin que este realce o modifique el significado. Como plantea Fiorin (2000: 40), el estilo literario es un hecho discursivo que establece diferencia entre los autores y está compuesto por rasgos recurrentes, tanto en el plano del contenido (la repetición de temas, el alarde de determinados comportamientos de los personajes) como en el plano de la expresión (las aliteraciones, las rimas, etc.).

Kurkowska y Skorupka (2001 [1959]: VI) señalan que el estilo es, generalmente, una noción de «gran relevancia conceptual», incluso comparable a un mito y, dado que constituye una disciplina en constante desarrollo «hay que aceptar un carácter abierto y la capacidad de desarrollo del estilo». Es más, últimamente se considera como un fundamento que contribuye a la coherencia entre los elementos heterogéneos.

Sandig (1986: 23–30; 1984; citada por Tolcsvai Nagy, 2005) propone una clasificación de estilos (en la más amplia de las acepciones que va más allá del aspecto lingüístico) según varios criterios: el estilo como la manera de actuar (el estilo de vida, el estilo de gestión de una empresa), el estilo como competencia (el estilo anticuado), la estructura y la función del estilo (el estilo metafórico, el estilo expresivo), el estilo como la manera de llevar a cabo una acción (el estilo argumentativo o narrativo), la relación del estilo con su hablante y el interlocutor (el estilo individual, el estilo de Cervantes, el estilo cortés), las circunstancias del texto (el estilo del habla, el estilo periodístico), las actitudes del hablante (el estilo irónico, el estilo solemne), la historicidad del estilo (el estilo moderno o anticuado). Todos estos grupos demuestran que los hablantes y los oyentes pueden juzgar el discurso desde el punto de vista estilístico basándose en su experiencia diaria y en su formación normativa.

Las definiciones actuales de los investigadores polacos toman en consideración dichos planteamientos y los complementan con enfoques más modernos. En función del elemento analítico dominante, escogido por los autores de la definición, estos intentan resaltar uno de los siguientes aspectos:

  1. Textual (estructura del texto) → tal como lo hace Stanislaw Gajda (1982: 68; apud Brzeziński et al., 2003: 14) en su definición:

el estilo es una estructura funcional del texto percibida como la unidad de todos los componentes (no solo lingüísticos) del texto (de su estructura inmanente) y de sus funciones.

  1. Semiótico-cultural (el valor del texto) → en opinión de Jerzy Bartmiński (1990: 80; apud Brzeziński et al., 2003: 14) el estilo puede definirse de la siguiente manera:

una estructura supratextual de signos, cuyos significados (signifiés) se componen de valores jerarquizados de cierta manera y cuyos significantes (signifiants), es decir, los exponentes textuales de dichos valores, son los elementos de la lengua pertenecientes a diversos niveles (fonético, morfológico, léxico, sintáctico, semántico, textual) de su estructura,

  1. Funcional (tipo de la función) → Halina Kurkowska junto con Stanisław Skorupka (2001 [1959]: 17; apud Brzeziński et al., 2003: 14) definen el estilo como a continuación:

un conjunto de elementos lingüístico-estilísticos, por lo tanto de elementos dotados con una función expresiva-impresiva.

  1. Pragmático (el objetivo del enunciado) → tal como lo recoge Słownik terminów literackich (1988: 489), citado anteriormente, el estilo puede definirse de la siguiente manera:

un modo de formar el discurso que consiste en ciertas elecciones, interpretaciones, construcciones del material lingüístico suscitadas por el objetivo del hablante (Brzeziński et al., 2003: 14).

Por lo cual, se puede concluir que el estilo depende de las circunstancias (Skubalanka, 1995: 220).

El estilo, en opinión de Mayenowa (1979: 346–347; citada por Skubalanka, 2001: 21), tiene una naturaleza más sistemática, ya que «es un fenómeno repetitivo que configura un índice de determinados valores propios de un grupo de personas», pero también «un repertorio de elementos estructurados». En cambio, Skubalanka (1995: 146) define el estilo como «una estructura lingüística regida por las reglas de organización impuestas por el autor del enunciado». Cada obra posee su propia jerarquía y sus rasgos estilísticos dominantes.

Como demuestra la multitud de definiciones recogidas en el presente apartado, «[t]‌odo parece confirmar que el estilo es un fenómeno inaprehensible, extratextual, metaestilístico e incluso extrasemiótico» (Paz Gago, 1993: 106) que se define diversamente en función de la base teórica que se le aplica. Por lo tanto, los siguientes apartados pretenden mostrar el cambio de la metodología de la estilística junto con el desarrollo de la lingüística.

1.2. LA ESTILÍSTICA COMO DISCIPLINA DE CIENCIA

La cuestión del estatus de la estilística como disciplina de ciencia es bastante espinosa, considerando que, en opinión de Gajda (1992: 10), no se ha conseguido establecer un planteamiento teórico que sea generalmente aceptado por los investigadores. Al contrario, en la misma década Paz Gago (1993: 9–10) anunció la muerte de dicha disciplina al apuntar que resultaría un anacronismo proponer nuevos métodos de crítica estilística teniendo en cuenta que existen otros enfoques del estudio literario, a su juicio más útiles, tales como la semiótica o la pragmática.

Es cierto que el término estilística se utiliza para designar varias escuelas cuyos fundamentos y metodologías pueden resultar incluso contradictorios, con lo cual la estilística deja de ser un término preciso transformándose más bien en una especie de «cajón de sastre» que comprende cualquier tipo de estudio de los recursos estilísticos predilectos de un autor (Paz Gago, 1993: 7–8). Por eso, de acuerdo con la opinión del muy crítico Paz Gago (1993: 8), «la tarea de exponer lo que es la Estilística [se convierte] en una empresa tediosa cuyos resultados no suelen estar exentos de desorden y confusión».

Sin embargo, pese a la multitud de enfoques estilísticos, todos los análisis parten del mismo punto, es decir, de la observación de los procedimientos lingüístico-formales de un texto (Paz Gago, 1993: 18). Tradicionalmente, se suele diferenciar la estilística lingüística, que estudia recursos lingüísticos usados en textos no necesariamente literarios, de la estilística literaria, que se centra en la intención del autor. Ahora bien, hoy en día es cada vez más frecuente el concepto de la estilística como una ciencia interdisciplinar (Brzeziński et al., 2003: 12).

La estilística puede considerarse como una disciplina autónoma o no, dependiendo del vínculo que se establece entre el estilo y la lengua. Todo enfoque que delimite el ámbito puramente lingüístico, verbigracia las categorías verbales, de la estilística se basa en la relación de coordinación. En cambio, los planteamientos que consideran los elementos con un matiz poético, arcaico u otro como parte del conjunto de componentes lingüísticos (la mayoría de los cuales son neutrales), optan por la subordinación de la estilística a la lingüística (Brzeziński et al., 2003: 16), tal como lo hace Wilkoń al afirmar que «no todo lo que es lingüístico es estilístico, pero todo lo que es estilístico es lingüístico» (1976: 18; apud Brzeziński et al., 2003: 22).

Por otra parte, la estilística mantiene una aparente relación con la retórica de la que, en realidad, proviene, pues las dos estudian las figuras (Skubalanka, 2001: 209). Es más, algunos investigadores perciben la estilística como la neorretórica, mientras que en varios trabajos estadounidenses se emplea el término retórica para designar la estilística. Ahora bien, Kożyna (2000: sin paginar; apud Skubalanka, 2001: 212–213) propone una definición de la retórica que permite diferenciarla de la estilística. En su opinión la retórica constituye, por un lado, un conjunto de reglas que rigen la formación del habla a nivel supraoracional, por otro es una especie de «semántica poética», dicho en otras palabras, la retórica de las figuras, pero también «la poética del texto». La retórica enseña cómo persuadir y usar otras herramientas del lenguaje con el propósito de conseguir el objetivo, a diferencia de la estilística que estudia la lengua en distintas áreas de comunicación humana centrándose en el porqué del uso de determinado material lingüístico en función de la eficacia del discurso.

Hoy en día el estatus de la estilística como disciplina de ciencia sigue siendo polémico. Algunos (entre otros Paz Gago, 1993) la declaran muerta, otros no han dejado de usar sus herramientas a la hora de analizar un texto, ante todo, literario.

1.2.1. ESTILÍSTICA LINGÜÍSTICA – ESTILÍSTICA DE BALLY

La estilística moderna nació gracias a Charles Bally, el discípulo de Ferdinand de Saussure, considerado el padre de la disciplina, puesto que fundó la doctrina denominada la estilística ginebrino-francesa, la estilística lingüística o simplemente la estilística de Bally, debido a la cual esta disciplina empezó a tener relaciones con la lingüística. Según Bally, la lengua constituye una herramienta de expresión de la psique, por lo cual a este investigador le interesan las funciones expresiva e impresiva de la lengua. El enfoque que recomienda para los estudios estilísticos no es normativo ni generalizador, sino descriptivo (Bally 1921: 27). El investigador suizo opta por analizar el habla entendida como lenguaje coloquial, y no el lenguaje escrito o literario aplicando el método introspectivo. Tal vez la exclusión de la expresión literaria de su área de estudio se deba al hecho de que en francés exista una diferencia significativa entre las dos modalidades de expresión, descrita por el autor como «una brecha», «una distancia fatal, ineluctable» (Bally, 1921: 248), pues hay tiempos verbales exclusivos del lenguaje escrito. Sea como fuere, el habla o el lenguaje coloquial constituye el modo de expresarse par excellence en la teoría de Bally (1966: 5–12, 16).

A lo largo de su discurso, Bally (1921: 16) pretende establecer el lugar de la estilística dentro del estudio de la lengua subrayando que, para poder constituir una disciplina aparte, esta debería estudiar «los hechos de expresión del lenguaje». El investigador divide el estudio de los hechos expresivos en dos fases, a saber, el estudio preparatorio y el estudio constructivo. Durante la fase preparatoria se delimitan, es decir, se establecen el inicio y el final de una expresión que, a su vez, puede relacionarse con un pensamiento; posteriormente se identifican los hechos expresivos, esto es, se definen y se sustituyen por un término simple y lógico que representa lo mismo. La parte propiamente estilística del estudio se centra en los «caracteres afectivos», en otras palabras, los medios lingüísticos a través de los cuales se produce un hecho expresivo, las interrelaciones existentes entre diferentes hechos expresivos y el conjunto del sistema expresivo al que pertenecen.

Por lo tanto, limitando la estilística al estudio del aspecto afectivo de la lengua, Bally la define así:

La estilística estudia […] los hechos de expresión del lenguaje, organizado desde el punto de vista de su contenido afectivo, es decir, la expresión de los hechos de la sensibilidad por el lenguaje y la acción de los hechos del lenguaje sobre la sensibilidad. (Bally, 1951; apud Fernández Retamar, 2003: 38)3

Bally (1921: 17–20) diferencia tres tipos de estilística: la estilística general, la estilística de un grupo social y la estilística individual. El objetivo de la estilística general sería determinar las normas que rigen la expresión del pensamiento en la lengua atendiendo a los rasgos comunes en todas las lenguas humanas4, lo cual parece prácticamente imposible, dado el número de idiomas naturales. La estilística de un grupo social estudiaría los rasgos comunes de varias personas que comparten el mismo modo de hablar. En cambio, la estilística individual se puede entender de dos maneras, bien como el intento de averiguar cómo el lenguaje individual se distingue del lenguaje de todo el grupo, o bien como el estudio del estilo de un autor o un orador. Sin embargo, Bally afirma que el análisis del lenguaje de un escritor en particular no equivale al estudio de la estilística de este, ya que la producción del lenguaje en general se aleja, según el criterio del investigador suizo, hasta crear «un hoyo infranqueable», del uso que hace un artista del lenguaje. Eso se debe al hecho de que un poeta, un novelista o un orador usen la lengua de manera consciente, por lo tanto no espontánea, y lo hacen con fines estéticos. De ahí que, tal como señala el lingüista suizo, sea erróneo el estudio de la lengua a través de la literatura. Sin embargo, Bally acepta la existencia de una estilística individual cuando esta se centra en la investigación de las innovaciones personales que, alejándose de la norma, llegan a alterar el lenguaje de todo un grupo (Bally, 1966: 60).

Dicho sea de paso, Bally subraya la importancia de entender que el lenguaje literario no es sino una transformación, desde luego particular y dotada con motivaciones estéticas, pero tan solo una serie de alteraciones del lenguaje de todos y no constituye una entidad aparte (Bally, 1966: 90). Dichas alteraciones se producen sobre todo en el sentido de las voces, en sus combinaciones, en la sintaxis y en medios indirectos de expresión, llamados también «exteriores a las palabras», tales como la entonación, y concebidas para expresar sentimientos de manera nítida. Es más, la lengua literaria es tan innovadora como tradicional, en el sentido de que se sirve mucho del pasado, ciertas formas sintácticas arcaicas siguen aceptándose en algunos géneros e incluso constituyen un elemento emblemático (Bally, 1921: 243–246).

Desde el punto de vista de Bally (1921: 181), la gran diferencia entre la expresión hablada y la escrita reside en que la primera, aunque sea en puissance de beauté, no tiene por objetivo la expresión de la belleza. Ahora bien, en algunos casos el hablante puede recurrir a formas más rebuscadas y hermosas, pero solo cuando la forma contribuye a la claridad y precisión de ideas, mientras que el efecto estético queda en segundo plano. Siempre y cuando la expresión hablada se use tan solo para expresar la belleza, deja de ser el objeto de estudio de la lingüística pasando a formar parte de la expresión literaria (Bally, 1921: 181).

Pese a todo ello, Bally no deja de emplear ejemplos recopilados de las obras maestras de los grandes autores franceses. A fin de que su raciocinio no resulte contradictorio, Bally justifica esta práctica sosteniendo que el lenguaje literario no llega a liberarse de los efectos que él comenta con respecto a la lengua común (Bally, 1921: 229–230). Paz Gago (1993: 41), tal como ya se ha visto, un crítico feroz de los estudios estilísticos, tacha la decisión de excluir el lenguaje literario de los análisis de «arbitrari[a]‌ y caprichos[a] sin ningún fundamento teórico». Resulta difícil no coincidir con la opinión del estudioso español, aunque hubiera podido expresarla con palabras menos contundentes, sobre todo sabiendo que el discípulo de Bally, Cressot, incorporó el análisis de las obras literarias en la estilística lingüística.

Respecto a otras limitaciones de dicho enfoque, Bally (1921: 21) rechaza asimismo la idea de estudiar la estilística desde el punto de vista histórico, dado que la disciplina debe ocuparse de los usos espontáneos de la lengua propios de un determinado periodo conocido en profundidad por el investigador. Un usuario de la lengua, por muy erudito que sea, no es capaz de observar la evolución de esta al estar bajo la ilusión de un estado establecido e inmutable de las normas lingüísticas. Dicha ilusión resulta incluso contradictoria, puesto que tanto un lingüista como cualquier otro hablante de una lengua son conscientes de que esta va cambiando a lo largo de los siglos, aun así cree que, en un momento dado, sus reglas son firmes.

Además, en opinión del investigador suizo (Bally, 1921: 20), en la estilística importa la relación entre el pensamiento y su expresión; por consiguiente, propone estudiarla en la lengua materna, de modo que dicho vínculo resulte lo suficientemente nítido, así como lo suficientemente cómodo de analizar. Sin embargo, no basta con seguir este criterio para obtener los datos más fiables, conviene escoger su variante oral, dado que es la más espontánea.

Ahora bien, el investigador (Bally, 1921: 22–25) introduce otra contradicción en su reflexión al admitir que la estilística puede centrarse en las lenguas extranjeras gracias a las «innumerables semejanzas», en lo que concierne a los medios de expresión, que se van creando entre los idiomas de los países que él llama «civilizados». Es más, estos países parecen compartir cierta mentalidad denominada «la mentalidad europea» que lleva desarrollándose desde la Antigüedad y que permite incluso hablar de la «Estilística europea». Este hecho, a su vez, da fundamento a la estilística comparada, cuyo objetivo será el estudio de las afinidades y las diferencias existentes entre las lenguas europeas. La comparación de dos idiomas permitiría observar y apreciar mejor la estructura y todas las herramientas usadas inconscientemente para expresarse en la lengua materna.

De esta forma Bally llega a ampliar su definición de la estilística del modo siguiente:

si la stylistique s’attache à l’étude des faits d’expression d’un idiome particulier (langue maternelle ou langue étrangère), elle ne peut le faire qu’en s’attachant à l’examen d’une période déterminée de l’évolution de cet idiome (Bally, 1921: 22).5

El investigador suizo (1921: 21–22, 25–26) subraya que la estilística no estudia la totalidad del idioma, al contrario, se interesa tan solo por los hechos expresivos. Estos, siendo parte de todo un sistema, se relacionan entre sí, de ahí que no adquieran un significado ni creen un efecto si no están entremezclados con otros hechos expresivos. El análisis estilístico ballyano pretende encontrar el significado, los rasgos afectivos, el lugar dentro del sistema y los componentes de un hecho expresivo, ignorando el porqué, es decir, la intención del hablante.

Para delimitar un hecho expresivo es necesario compararlo bien con una expresión intelectual, lógica, o desprovista de carga emotiva, bien con la lengua común. La primera comparación equipara el hecho expresivo con una forma más abstracta de expresión o con una «idea pura», lo que permite medir la diferencia del sentido y la afectividad de la palabra o palabras usadas. La otra confronta el hecho expresivo con el estándar del idioma a fin de establecer los rasgos sociales, esto es, la pertenencia a una variedad o a un registro particular (Bally, 1921: 29).

Tal como afirma Bally (1921: 65), existen tres formas de hechos expresivos, a saber, una palabra que corresponde a una unidad del pensamiento o a un elemento psicológico (verbigracia, mesa, valor, feo) que constituye la forma más extendida, una palabra que abarca dos unidades de pensamiento (tales como releer, ‘leer de nuevo’), así como una locución compuesta o una expresión fraseológica que se refiere a una sola unidad de pensamiento. En este último caso, los componentes de la locución pierden, bien una parte, bien todo su significado individual (como por ejemplo, de inmediato). Con respecto a eso, Bally (1921: 67) observa que algunas palabras gozan de mayor o menor facilidad para combinarse con otras, desde las que pueden unirse libre y ocasionalmente (tales como tener una casa o tener un coche) hasta las que, formando parte de una expresión, la llamada unidad fraseológica, dejan de ser autónomas y resulta imposible reemplazarlas con sinónimos (verbigracia, tener lugar).

Después de haber delimitado un hecho de lenguaje, es posible definirlo, identificarlo y buscar sus rasgos estilísticos. La definición consiste en determinar su sentido «lógico y exacto», mientras que la identificación pretende vincular el hecho concreto a un equivalente lógico, en otras palabras, «una noción simple» (Bally, 1921: 96). Dicha noción tiene que constituir un elemento psicológico no descomponible, sea concreto o abstracto, y se encuentra mediante una búsqueda de sinónimos de los que se selecciona el más básico, uno que abarque todos los significados esenciales y comunes de dicha serie de sinónimos y a la vez no contenga ningún sentido que falte en cualquiera de ellos. Por ende, este vocablo sencillo debería gozar de una índole puramente intelectual y desprovista de emotividad. No obstante, las palabras nunca llegan a ser completamente sinonímicas y puede que una voz no tenga un término básico plenamente equivalente. Esto es cierto, particularmente, en el caso de los conceptos más concretos cuando parece más lógico proporcionar una definición en vez de intentar hallar un sinónimo poco logrado. Ahora bien, en la práctica casi siempre es posible encontrar algún equivalente, aunque lejano, para las expresiones más abstractas y emotivas, el cual se preste a la comparación de los rasgos estilísticos. (Bally, 1921: 105–109). Volviendo, precisamente, a la tercera etapa del análisis estilístico, la búsqueda de los rasgos estilísticos tiene como objetivo evaluar el grado de expresividad al comparar el hecho expresivo con una expresión tan típica para el contexto en cuestión que pueda servir de norma y así situarlo dentro del sistema expresivo. Para ilustrar estas etapas del análisis Bally escoge el vocablo frêle (‘frágil’ o ‘delicado’) dentro de la frase «C’est un frêle appui que le sien»6. Con el fin de definir su significado lo compara con el término más sencillo, es decir débil y elabora la explicación que en español correspondería a «frágil es una suerte de debilidad que se debe a la falta de resistencia o solidez». A continuación, al pasar a la fase de identificación enumera todos los sinónimos de la noción básica débil. El último paso se centra en establecer el valor emotivo, averiguar si la voz se usa en la lengua coloquial o, como es el caso de frêle, más bien en textos literarios (Bally, 1921: 96–98).

Tal como afirma Bally (1921: 141), no existen vocablos que no se puedan «reducir» a una noción lógica básica; por lo tanto, cada uno se presta a la comparación, todos tienen uno o más sinónimos. Es posible, incluso, cotejar palabras pertenecientes a distintas categorías gramaticales, como el adjetivo legítimo con la expresión tener derecho a algo, ya que los dos remiten a la misma idea. Sin embargo, el investigador (Bally, 1921: 142) señala que existen dos planteamientos que dificultan o incluso adulteran cada análisis estilístico, ante todo la comparación de sinónimos, a saber, el instinto etimológico y la enseñanza tradicional. El primero, puesto que no se basa en ningún conocimiento real, sino en un espontáneo presentimiento, proporciona ideas falsas7. En cambio, el otro impide percibir el valor afectivo de los hechos estilísticos de forma fresca o espontánea (Bally 1921: 159). Resumiendo, para el investigador suizo, la espontaneidad tiene un efecto positivo a la hora de juzgar la carga sentimental de una voz, pero resulta inútil o incluso perjudicial cuando acompaña al instinto etimológico.

Details

Pages
704
Year
2023
ISBN (PDF)
9783631905234
ISBN (ePUB)
9783631905241
ISBN (Hardcover)
9783631903001
DOI
10.3726/b21010
Language
Spanish; Castilian
Publication date
2024 (January)
Keywords
estilo autoral traducción de los recursos estilísticos Bruno Schulz análisis comparativo de traducciones traducción literaria estilística
Published
Berlin, Bern, Bruxelles, New York, Oxford, Warszawa, Wien, 2023. 704 p., 1 il. blanco/negro, 309 tablas

Biographical notes

Barbara Galant (Volume editor)

Barbara Galant es Profesora de español y doctora en Lingüística por la Universidad de Łódz´. Trabaja en la Universidad de Łódz´ y colabora con la Universidad de Gdan´sk. Sus intereses académicos abarcan la traducción del estilo autoral, la traducción de la literatura infantil y la traducción de cómics.

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Title: El estilo como problema traductológico. Análisis comparativo de los recursos estilísticos en las versiones españolas de los relatos de Bruno Schulz