El mundo según Jorge Semprún

Acercarse a la obra de Jorge Semprún supone profundizar en los principales sucesos históricos que marcaron el siglo XX. Experiencias como el exilio, la resistencia, la tortura, la deportación en los campos de concentración, la clandestinidad antifranquista, el encanto y desencanto con el comunismo o la entrada de España en la democracia están presentes en sus testimonios y novelas. En este sentido, su obra constituye un legado inestimable para la historia cultural europea.

En cada uno de sus escritos, el lector ve reflejado a un autor cuya vida está en absoluta consonancia con su época. Un hombre que observa cómo su destino singular es marcado por la evolución de una Historia colectiva compleja que lo sitúa ante graves circunstancias y que, sin embargo, es aceptado con solemnidad y con la voluntad firme de no dejarse llevar pasivamente y de tener un papel activo en su evolución. Adentrarse en el universo literario sempruniano supone adentrarse en la historia contemporánea de Europa, con sus esplendores y miserias, con sus diferentes actores clave y con todo un entresijo de referencias indispensables para comprender no solo el pasado, sino también el presente. En este sentido, su obra difícilmente perderá su actualidad, pues, como señala Emilio Lledó, “ser es, esencialmente, ser memoria” (1992: 10). Prepararse para el futuro sin conocer y profundizar en el pasado, en nuestra memoria como civilización, es ilícito y nos vuelve vulnerables, nos perjudica. Negar u obviar el pasado conlleva negar el propio ser, nos despoja de nuestra esencia como especie, la única que comienza siempre a existir sobre una historia colectiva y familiar. Los errores y aciertos que nos preceden deben actuar como marcos de aprendizaje y, por ello, los textos literarios nos llegan como una preciosa herencia que es preciso aceptar y proteger. Nuestra experiencia supera los límites de nuestra cronología gracias a la palabra escrita. El presente carece de limitaciones temporales en el momento en que tiene a su alcance el conocimiento y la memoria de todos los tiempos. Su protección contra cualquier intento de deformación histórica o de incitación al olvido es nuestra única esperanza a la luz de hechos atroces como los que tuvieron lugar en el siglo XX y que siguen, en germen, siendo una posible amenaza. Cuando se indica que no puede existir el presente sin el pasado se hace referencia al hecho de que la forma de interpretar ese legado, de aceptar y rechazar determinados aspectos, determina lo que somos. Al leer sobre lo que se ha sido y se ha hecho, no solo conocemos y descubrimos, sino que también reconocemos. Establecemos nexos y conexiones, nos vemos en esas huellas y nos comprendemos mejor. Adquirimos nuevas capacidades para modificar o conservar lo bueno y lo malo, en suma, nos creamos. Gracias a ese poder latente en el texto escrito, el lector tiene la oportunidad de establecer con él un diálogo que es una conversación abierta sobre todas las posibilidades de existir en el mundo. Esta invitación al diálogo está presente en toda la obra de Jorge Semprún.

Semprún escribe para sí mismo, ya que la escritura es una herramienta eficaz para elaborar y curar las heridas traumáticas; pero escribe también para los otros, para aquellos que no vivieron dichas experiencias o que sí las vivieron, pero no son capaces de expresarlas y dotarlas de sentido. Su interés principal es dar cuenta de lo sucedido, como él mismo ha confesado en repetidas ocasiones, para facilitar la comprensión y evitar su repetición. Su escritura nace de una reflexión meditada sobre la necesidad de presentar a los futuros receptores una memoria del pasado que puedan comprender e imaginar. El autor reflexiona explícitamente en sus testimonios, hay un componente metaliterario que establece una relación con el lector al presentarle sus dificultades y preocupaciones. No encontramos una verdad perfecta y sin complicaciones, pues sería una verdad falseada. Querer llegar a la esencia de lo vivido y provocar una emoción en el otro implica un profundo ejercicio de sinceridad. Por supuesto, el uso de todas las opciones del arte, lo que Semprún denomina artificio, es empleado para beneficiar esa comprensión intelectual y emocional, pero es necesario que el lector responda aceptando ese diálogo que se le ofrece. Si el pasado está fuera del mundo de las posibilidades, como indica Lledó, es el presente el que lo revive y lo determina

La invitación dialógica de Semprún no se basa solo en el conocimiento del pasado, sino también en la capacidad de transformar el presente. Para ello, emplea un estilo intertextual en el que la narración del relato, que escapa de la cronología lineal y se mueve en un vaivén constante de recuerdos tal y como ocurre con el funcionamiento de la memoria humana, está en continua comunicación con diferentes disciplinas, como la filosofía, la sociología, el arte, la política o los derechos humanos. La lectura de su obra requiere de un lector activo, dispuesto a realizar un esfuerzo de comprensión amplio y pluridisciplinar. Ir a la esencia de experiencias como el exilio o el Holocausto exige penetrar en su densidad para escapar de lo anecdótico y llegar a lo universal. En este sentido, este libro busca ser una guía de referencias y facilitar la comprensión de ciertos conceptos clave en el universo poliédrico de Semprún con el objetivo de que el lector tenga más herramientas en su haber para aceptar esa necesaria conversación que se le propone. Por supuesto, la inclusión de la palabra introducción en el título no es azarosa; una obra tan vasta y rica como la de Jorge Semprún no puede ser reducida a solo 50 términos. Sin embargo, sí que supone una cuidadosa selección de las referencias y conceptos esenciales que contribuyen a facilitar el seguimiento de su lectura, así como a ordenar esa intrincada red asociativa que se produce en sus diferentes testimonios y novelas. Se espera, humildemente, que aquellas personas que se inicien en su obra o que quieran profundizar en ciertos aspectos concretos, encuentren en este libro las respuestas que necesitan.